martes, 30 de diciembre de 2014

Un hombre con el brazo atrofiado...

Entrada de Jesús. Situación en la sinagoga
 Mc 3,1: Entró de nuevo en una sinagoga, y había allí un hombre con el brazo atrofiado.
Se alude claramente («de nuevo») a la entrada de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún (2,21b). Aquí, sin embargo, la sinagoga es genérica, y representa la institución sinagogal en toda Galilea, conforme a la localización de las perícopas de este tríptico (2,23: «lo sembrado»). Los adversarios de Jesús van a ser los mismos que en la primera perícopa del tríptico (2,24), aunque en ésta su identidad no se menciona hasta el final (3,6: «los fariseos», 2,24). Mc va a describir la ruptura de la institución sinagogal y sus dirigentes con Jesús.
Esta vez, Jesús no entra en la sinagoga para enseñar (1,21b) ni para proclamar la buena noticia (1,39). Ante el penoso estado del pueblo por culpa de los que imponen la interpretación rigorista de la Ley, va a hacer el último esfuerzo para que éstos comprendan su error y la injusticia que cometen. Va a poner al descubierto los principios que rigen su praxis y a enfrentarlos con sus efectos en el hombre, para hacerlos recapacitar.
El episodio supone los dos anteriores. En 2,25-26, la conducta de David había dejado clara la relatividad de la Ley respecto al bien del hombre. En 2,27 ha enunciado Jesús el mismo principio; ahora va a pedir a los fariseos que tomen postura ante él. La práctica que éstos pretendían imponer a los discípulos (2,24) es la que causa en el pueblo los estragos que van a manifestarse en la figura del hombre con el brazo atrofiado.
En la sinagoga de Cafarnaún, entre los demás asistentes, «había un hombre poseído por un espíritu inmundo»; aquí no hay otros asistentes, solamente «había un hombre con el brazo atrofiado», personaje anónimo y que no pronuncia palabra.
          
Este hombre está «en la sinagoga», el lugar donde los letrados enseñan, pero está pasivo, sin actividad. Se le caracteriza solamente por su invalidez, que no es de nacimiento, sino adquirida, y que consiste en tener el brazo reseco (4), atrofiado, sin vida (5). La invalidez se menciona dos veces (vv. 1. 3), la segunda innecesariamente; «el brazo» (en vez de «un brazo», Mt 12,9, o «el brazo derecho», Lc 6,6) es figura de la actividad y creatividad del hombre (nota fll.); se nombra cuatro veces (3,1.3.5bis), subrayando la importancia de su significado (6)
La manera de designar al inválido está en paralelo con la que usó Mc para el poseído de la sinagoga (1,23 lit.: «un hombre con espíritu inmundo»; 3,1: «un hombre con el brazo atrofiado»), poniendo en paralelo a los dos personajes (7).
De hecho, valiéndose de estas dos figuras expone Mc los efectos que produce en sus fieles la institución sinagogal, regida por los letrados (1,22). Hay que notar, sin embargo, una diferencia entre ellas: Como se ha dicho, la primera figura, el poseído, no aparece solo en la sinagoga, hay otros presentes que comentan lo que sucede (1,22.27); se indica así que el caso del poseído es excepcional. La segunda figura, en cambio, el hombre del brazo atrofiado, es el único público que hay en la sinagoga; en el episodio sólo se menciona al individuo y a los fariseos, no hay presencia ni reacción de ningún otro. Esta soledad indica que el inválido representa a todo el pueblo que asiste a la sinagoga, y dado el valor genérico de esta sinagoga, la situación en toda Galilea del pueblo fiel a la institución religiosa (8).
Con ello señala Mc que la paralización de la actividad, la incapacidad de iniciativa y creatividad son el efecto general del influjo fariseo sobre el pueblo. En la perícopa anterior (2,27-28) había declarado Jesús el proyecto de Dios creador: la libertad y señorío del hombre, condición para su actividad creativa. En contraste con este proyecto divino aparece ahora en la sinagoga un hombre inválido, incapacitado, figura de la obra de Dios malograda. En lugar de ayudarle a realizarse según el designio divino, la sinagoga, utilizando el nombre de Dios y su Ley, lo ha anulado al privarlo de su libertad. Representa el fracaso de la antigua alianza, tergiversada por la doctrina farisea.
                 
4 Cf. 11,20, la higuera «seca de raíz.>.
5 Gnilka I 126s: «la descripción de la invalidez "mano desecada" indica la desaparición de la vida y de la capacidad de uso».
6 Derrett, «Christ and the Power of Choice» 170: «La palabra más importante es la ambigua kheir (= yad) (mano y/o brazo). También cuatro veces se mencionaba la camilla del paralítico (2,4.9.11.12); se marca así cierto paralelo entre las dos perícopas».
7 Lo mismo sucede con el endemoniado de Gerasa, designado con la misma fórmula que el poseído de la sinagoga (5,2 lit.: «un hombre con espíritu inmundo») y, por tanto, en cierto paralelo con él.
8 De hecho, resulta históricamente muy inverosímil que Jesús, apenas entrado en la sinagoga, identificara entre la multitud a un hombre concreto en tales condiciones; también resulta extraño que sus enemigos se encontrasen desde el principio al acecho a ver si lo curaba. Parece como si, tanto Jesús como sus adversarios, supieran desde antes de entrar que en la sinagoga se va a tratar de la curación de este hombre, aparentemente un desconocido. Esta incongruencia desde el punto de vista histórico es un indicio dado por el evangelista para que el lector comprenda el carácter representativo del individuo y el significado de la escena.

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