Y
aunque el sol ya se había puesto, no se fueron a sus casas. Se sentaron
alrededor de Jesús y le preguntaron: Maestro ¿cuáles son esas leyes de
la vida? Quédate con nosotros un rato más y enséñanos. Queremos escuchar
tu enseñanza para que podamos curarnos y volvernos rectos”.
Y
el propio Jesús se sentó en medio de ellos y dijo: “En verdad os digo
que nadie puede ser feliz, excepto quien cumple la Ley”.
Y
los demás respondieron: “Todos cumplimos las leyes de Moisés, nuestro
legislador, tal como están escritas en las sagradas escrituras”.
Y
Jesús les respondió: “No busquéis la ley en vuestras escrituras, pues
la Ley es la Vida, mientras que lo escrito está muerto. En verdad os
digo que Moisés no recibió de Dios sus leyes por escrito, sino a través
de la palabra viva. La Ley es la Palabra Viva del Dios vivo, dada a los
profetas vivos para los hombres vivos. En dondequiera que haya vida está
escrita la ley. Podéis hallarla en la hierba, en el árbol, en el río,
en la montaña, en los pájaros del cielo, en los peces del mar; pero
buscadla principalmente en vosotros mismos.
Pues en verdad os digo que todas las cosas vivas se encuentran más
cerca de Dios que la escritura que está desprovista de vida. Dios hizo
la vida y todas las cosas vivas de tal modo que enseñasen al hombre, por
medio de la palabra siempre viva, las leyes del Dios verdadero. Dios no
escribió las leyes en las páginas de los libros, sino en vuestro
corazón y en vuestro espíritu. Se encuentran en vuestra respiración, en
vuestra sangre, en vuestros huesos, en vuestra carne, en vuestros
intestinos, en vuestros ojos, en vuestros oídos y en cada pequeña parte
de vuestro cuerpo. Están presentes en el aire, en el agua, en la tierra,
en las plantas, en los rayos del sol, en las profundidades y en las
alturas. Todas os hablan para que entendáis la lengua y la voluntad del
Dios Vivo. Pero vosotros cerráis vuestros ojos para no ver, y tapáis
vuestros oídos para no oír. En verdad os digo que la escritura es la
obra del hombre, pero la Vida y todas sus huestes son la obra de nuestro
Dios. ¿Por qué no escucháis las palabras de Dios que están escritas en
Sus obras? ¿Y por qué estudiáis las escrituras muertas, que son la obra
de las manos del hombre?”
“¿Cómo
podemos leer las leyes de Dios en algún lugar, de no ser en las
Escrituras? ¿Dónde se hallan escritas? ¿Léenoslas de ahí donde tú las
ves, pues nosotros no conocemos más que las escrituras que hemos
heredado de nuestros antepasados. Dinos las leyes de las que hablas,
para que oyéndolas seamos sanados y justificados.”
Jesús
dijo: “Vosotros no entendéis las palabras de la Vida, porque estáis en
la Muerte. La oscuridad oscurece vuestros ojos, y vuestros oídos están
tapados por la sordera. Pues os digo que no os aprovecha en absoluto que
estudiéis las escrituras muertas si por vuestras obras negáis a quien
os las ha dado. En verdad os digo que Dios y sus leyes no se encuentran
en lo que vosotros hacéis. No se hallan en la glotonería ni en la
borrachera, ni en una vida desenfrenada, ni en la lujuria, ni en la
búsqueda de la riqueza, ni mucho menos en el odio a vuestros enemigos.
Pues todas estas cosas están lejos del verdadero Dios y de sus ángeles.
Todas estas cosas vienen del reino de la oscuridad y del señor de todos
los males. Y todas estas cosas las lleváis en vosotros mismos; y por
ello la palabra y el poder de Dios no entran en vosotros, pues en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu habitan todo tipo de males y
abominaciones. Si deseáis que la palabra y el poder del Dios Vivo
penetren en vosotros, no profanéis vuestro cuerpo ni vuestro espíritu;
pues el cuerpo es el templo del espíritu, y el espíritu es el templo de
Dios. Purificad, por tanto, el templo, para que el Señor del templo
pueda habitar en él y ocupar un lugar digno de él.
“Y
retiraos bajo la sombra del cielo de Dios, de todas las tentaciones de
vuestro cuerpo y de vuestro espíritu, que vienen de Satán.
...Y
vuestros verdaderos hermanos son todos aquellos que hacen la voluntad
de vuestro Padre Celestial y de vuestra Madre Terrenal, y no vuestros
hermanos de sangre. En verdad os digo que vuestros verdaderos hermanos
en la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Terrenal os amarán un
millar de veces más que vuestros hermanos de sangre. Pues desde los días
de Caín y Abel, cuando los hermanos de sangre transgredieron la
voluntad de Dios, no existe una verdadera fraternidad por la sangre. Y
los hermanos actúan entre sí como extraños. Por ello os digo, amad a
vuestros verdaderos hermanos en la voluntad de Dios un millar de veces
más que a vuestros hermanos de sangre.
...Aunque
yo hable con las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
amor, mis palabras son como el sonido del latón o como el tintineo de un
platillo. Aunque diga lo que ha de venir y conozca todos los secretos y
toda la sabiduría; y aunque tenga una fe tan fuerte como la tormenta
que mueve las montañas de su sitio, si no tengo amor no soy nada. Y
aunque dé todos mis bienes para alimentar al pobre y le ofrezca todo el
fuego que he recibido de mi Padre, si no tengo amor no hallaré en ello
provecho alguno. El amor es paciente y el amor es amable. El amor no es
envidioso, no hace el mal, no conoce el orgullo; no es rudo ni egoísta.
Es ecuánime, no cree en la malicia; no se regocija en la injusticia,
sino que se deleita en la justicia. El amor lo defiende todo, el amor lo
cree todo, el amor lo espera todo, y el amor lo soporta todo; nunca se
agota; pero en cuanto a las lenguas, cesarán, y en cuanto al
conocimiento, se desvanecerá. Pues poseemos en parte la verdad y en
parte el error, más cuando venga la plenitud de la perfección, lo
parcial será aniquilado. Cuando el hombre era niño hablaba como un niño,
entendía como un niño, pensaba como un niño; pero cuando se hizo hombre
abandonó las cosas de los niños. Porque nosotros vemos ahora a través
de un cristal y a través de dichos oscuros. Ahora conocemos
parcialmente, más cuando hayamos acudido ante el rostro de Dios, ya no
conoceremos en parte, pues nosotros mismos seremos enseñados por Él. Y
ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más
grande de ellas es el amor.
...Y
ahora os hablo en la lengua viva del dios Vivo, por medio del santo
espíritu de nuestro Padre Celestial. No hay aun ninguno de entre
vosotros que pueda entender todo cuanto os digo. Quien os comenta las
escrituras os habla en una lengua muerta de hombres muertos, a través de
su cuerpo enfermo y mortal. Por lo tanto a él le pueden entender todos
los hombres, pues todos los hombres están enfermos y todos están en la
muerte. Nadie ve la luz de la vida. El ciego guía a los ciegos en el
oscuro sendero de los pecados, las enfermedades y los sufrimientos, y al
final se precipitan todos en la fosa de la muerte.
...Yo
os he sido enviado por el Padre para que haga brillar la luz de la vida
entre vosotros. La luz se ilumina a sí misma y a la oscuridad, más la
oscuridad se conoce sólo a sí misma y no conoce la luz. Aun tengo que
deciros muchas cosas, mas aun no podéis comprenderlas. Pues vuestros
ojos están acostumbrados a la oscuridad, y la plena Luz del Padre
Celestial os cegaría. Por eso no podéis entender aun cuanto os hablo
acerca del padre Celestial, quien me envió a vosotros. Seguid pues
primero solo las leyes de vuestra Madre Terrenal, de quien ya os he
contado. Y cuando sus ángeles hayan lavado y renovado vuestros cuerpos y
fortalecido vuestros ojos, seréis capaces de soportar la luz de nuestro
Padre Celestial. Cuando seáis capaces de contemplar el brillo del sol
del mediodía con los ojos fijos, podréis entonces mirar la luz cegadora
de vuestro Padre Celestial, la cual es un millar de veces más brillante
que el brillo de un millar de soles. Mas ¿cómo mirarías la Luz cegadora
de vuestro Padre Celestial, si no podéis soportar siquiera la luz del
sol radiante? Creedme, el sol es como la llama de una vela comparado con
el sol de la verdad del Padre Celestial. No tengáis, por tanto, sino fe
y esperanza y amor. En verdad os digo que no desearéis vuestra
recompensa. Si creéis en mis palabras creéis en quien me envió, que es
el Señor de todos y para quien todas las cosas son posibles. Pues lo que
resulta imposible con los hombres, es posible con Dios. Si creéis en
los ángeles de la Madre Terrenal y cumplís sus leyes, vuestra fe os
sostendrá y nunca conoceréis la enfermedad. Tened esperanza también en
el amor de vuestro Padre Celestial, pues quien confía en él no será
nunca defraudado ni tampoco conocerá a la muerte.
...Amaos
los unos a los otros, pues Dios es amor, y así sabrán los ángeles que
vais por sus caminos. Y entonces acudirán todos los ángeles ante vuestro
rostro y os servirán. Y Satán partirá de vuestro cuerpo con todos sus
pecados, enfermedades e inmundicias. Id, renunciad a vuestros pecados;
arrepentios vosotros mismos; y bautizaos vosotros mismos; para que
nazcáis de nuevo y no pequéis más.”
Entonces
Jesús se levantó. Pero todos los demás permanecieron sentados, pues
cada hombre sentía el poder de sus palabras. Y entonces apareció la luna
llena entre las nubes desgarradas y envolvió a Jesús en su resplandor.
De su cabello ascendían destellos, y permaneció erguido entre ellos en
la luz de la luna, como si flotase en el aire. Y nadie se movió, ni
tampoco se oyó la voz de nadie. Y nadie supo cuánto tiempo había pasado,
pues el tiempo parecía parado.
Entonces
Jesús tendió sus manos hacia ellos y dijo: “La paz sea con vosotros”. Y
de este modo, partió como la brisa que mece las hojas de los árboles.
Y
aun durante un buen rato permaneció la compañía sentada, sin moverse, y
luego fueron saliendo del silencio, uno tras otro, como tras un largo
sueño. Pero nadie deseaba irse, como si las palabras de quien les había
dejado aun sonasen en sus oídos. Y permanecieron sentados como si
escuchasen alguna música maravillosa.
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(Del
Evangelio esenio de la Paz)
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