domingo, 28 de diciembre de 2014

TESTIGOS DE LA LUZ.

EL FANTASMA DEL PASADO
En la cárcel del miedo el prisionero tiene la llave, pero no se da cuenta.
«La fe jamás se pierde por buscar la verdad.»
 Los miedos
 El miedo lo provoca lo no existente. Tienes miedo porque te sientes amenazado por algo registrado en tu memoria. Puede ser un recuerdo sucedido en la infancia o algo que te han contado como amenazante o negativo. Todo hecho que se ha vivido con angustia por culpa de ideas que te han inculcado como ciertas, queda registrado dentro de ti y se dispara como alarma en cada ocasión que lo recuerdes. Son angustias fijadas por situaciones que no has sabido resolver.
Entiende bien que no es la nueva situación la que te llena de inseguridad, sino algo atrapado en tu recuerdo que genera una antigua angustia, provocando tu desconcierto y creando una inseguridad que nada tiene que ver ni con lo que está ocurriendo ahora ni con tu estado actual. Por eso produce miedos incontrolados y absurdos, que aparecen como fantasmas del pasado para dominarte desde el inconsciente.
Estos miedos no obedecen a la voluntad por mucho que te empeñes en espantarlos.
Sólo con comprensión y recordando su origen, el miedo no se volverá a producir, porque al observarlo desde el presente lo situarás en su lugar, eliminando de a memoria el impacto negativo que lo originó.
Con la religión nos han metido muchos miedos añadidos, que posiblemente aún estén en nosotros y hay que erradicar, No es cuestión de enfrentarnos a ellos rechazando su falsedad y condenando por ello lo que, en sí, debe de ser la religión. El Evangelio ‑leído sin prejuicios‑ es el mejor remedio para librarnos de esos miedos que nos impiden ver la realidad de la fe.
No tengas miedo, dice Jesús en el Evangelio. En toda situación susceptible al equívoco se repiten las advertencias: No temáis... no os preocupéis... no os aflijáis..., pero nosotros hemos hecho una religión llena de tabúes ¿de temores y de prohibiciones. Llena de falsas idea y falsos ídolos que no concuerdan con la verdad que el Evangelio anuncia.
 
«Había una madre que no conseguía que su hijo pequeño regresara a casa antes del anochecer. Para asustarle le dijo que había unos espíritus que salían al camino tan pronto se ponía el sol. Desde aquel momento el niño ya no volvió a retrasarse. Pero cuando creció tenía tanto miedo a la oscuridad y a los espíritus que no había manera de que saliera de noche. Entonces su madre le dio una medalla y le convenció de que, mientras la llevara consigo, los espíritus no se atreverían a atacarle. El muchacho salió a la oscuridad bien asido a su medalla, pero su madre había conseguido que al miedo que tenía a la oscuridad y a los espíritus se le uniese el miedo a perder la medalla.»
La buena religión te enseña a liberarte de los fantasmas y la mala a fiarte de las medallas. No metamos a Dios entre los fantasmas.
Lo cierto es que, para despertar a la verdad de lo que somos y de lo que es la vida, no hay forma más certera que leer los Evangelios con ojos limpios de prejuicios y de miedos. Leerlos desde el corazón, una y otra vez, para despertar. El Evangelio es el verdadero antídoto de la programación. Él te quitará los miedos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.