EL FANTASMA DEL PASADO
En la cárcel del
miedo el prisionero tiene la llave, pero no se da cuenta.
«La fe jamás se
pierde por buscar la verdad.»
Los miedos
El miedo lo provoca
lo no existente. Tienes miedo porque te sientes amenazado por algo
registrado en tu memoria. Puede ser un recuerdo sucedido en la infancia o
algo que te han contado como amenazante o negativo. Todo hecho que se ha
vivido con angustia por culpa de ideas que te han inculcado como ciertas,
queda registrado dentro de ti y se dispara como alarma en cada ocasión que
lo recuerdes. Son angustias fijadas por situaciones que no has sabido
resolver.
Entiende bien que no
es la nueva situación la que te llena de inseguridad, sino algo atrapado
en tu recuerdo que genera una antigua angustia, provocando tu desconcierto
y creando una inseguridad que nada tiene que ver ni con lo que está
ocurriendo ahora ni con tu estado actual. Por eso produce miedos
incontrolados y absurdos, que aparecen como fantasmas del pasado para
dominarte desde el inconsciente.
Estos miedos no
obedecen a la voluntad por mucho que te empeñes en espantarlos.
Sólo con comprensión
y recordando su origen, el miedo no se volverá a producir, porque al
observarlo desde el presente lo situarás en su lugar, eliminando de a
memoria el impacto negativo que lo originó.
Con la religión nos
han metido muchos miedos añadidos, que posiblemente aún estén en nosotros
y hay que erradicar, No es cuestión de enfrentarnos a ellos rechazando su
falsedad y condenando por ello lo que, en sí, debe de ser la religión. El
Evangelio ‑leído sin prejuicios‑ es el mejor remedio para librarnos de
esos miedos que nos impiden ver la realidad de la fe.
No tengas miedo,
dice Jesús en el Evangelio. En toda situación susceptible al equívoco se
repiten las advertencias: No temáis... no os preocupéis... no os
aflijáis..., pero nosotros hemos hecho una religión llena de tabúes ¿de
temores y de prohibiciones. Llena de falsas idea y falsos ídolos que no
concuerdan con la verdad que el Evangelio anuncia.
«Había una madre que
no conseguía que su hijo pequeño regresara a casa antes del anochecer.
Para asustarle le dijo que había unos espíritus que salían al camino tan
pronto se ponía el sol. Desde aquel momento el niño ya no volvió a
retrasarse. Pero cuando creció tenía tanto miedo a la oscuridad y a los
espíritus que no había manera de que saliera de noche. Entonces su madre
le dio una medalla y le convenció de que, mientras la llevara consigo, los
espíritus no se atreverían a atacarle. El muchacho salió a la oscuridad
bien asido a su medalla, pero su madre había conseguido que al miedo que
tenía a la oscuridad y a los espíritus se le uniese el miedo a perder la
medalla.»
La buena religión te
enseña a liberarte de los fantasmas y la mala a fiarte de las medallas. No
metamos a Dios entre los fantasmas.
Lo cierto es que,
para despertar a la verdad de lo que somos y de lo que es la vida, no hay
forma más certera que leer los Evangelios con ojos limpios de prejuicios y
de miedos. Leerlos desde el corazón, una y otra vez, para despertar. El
Evangelio es el verdadero antídoto de la programación. Él te quitará los
miedos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.