Precisamente en la narración o parábola del samaritano explica el Señor
a quiénes se extiende la ayuda. Examinemos el pasaje.
Con intención de ponerlo a prueba, se acerca un jurista
a Jesús y le pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para
heredar vida eterna?» & 10,25). Como siendo jurista debería
saberlo, Jesús le rebota la pregunta: « ¿Qué está escrito
en la ley?, ¿qué es eso que recitas?». El otro, cogido,
contesta lo que todo judío sabía de memoria: «Amarás al Señor
tu Dios... y a tu prójimo como a ti mismo». Jesús lo
aprueba: «Bien contestado; haz eso y tendrás vida» (ibid.
26-28 ).
Comprendió el jurista que había quedado mal, pues había
hallado él mismo la respuesta. Para justificar su pregunta,
recurre a la casuística: «Y, ¿quién es mi prójimo?» (ibíd.
29).
Antes de continuar, recordemos que los términos «prójimo»
y «próximo» son equivalentes; «prójimo» es la forma
adoptada para sustantivar el adjetivo «próximo». Ambos
significan «cercano», y como la cercanía es una relación,
depende de las dos personas. El jurista interpreta prójimo en
sentido estático, tomándose como centro y mirando en
derredor para descubrir la proximidad ajena. En fin de cuentas
preguntaba: «Aquí estoy yo, ¿quién me está cercano?».
El Señor emprende la narración, terminándola con otra
pregunta: « ¿Qué te parece?, ¿cuál de estos tres se hizo
prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». El jurista
había preguntado «quién es mi prójimo, quién me está
cercano». Jesús le cambia el verbo, «quién se hizo prójimo,
quién se acercó». Prójimo pasa del sentido estático al
dinámico: para estar cerca de otro no hay que esperar a que
él se aproxime, se acerca uno. Todo hombre, y especialmente
el cristiano, tiene que acercarse al que lo necesite. No le
está permitido dar rodeos y pasar de largo.
Tal debe ser la actitud de la Iglesia en el mundo. Su
programa de acción no se ultima en la oficina, tiene que
estar a la escucha: donde oiga el quejido, está su prójimo
esperándola.
Todo lo que favorece la paz entre los hombres, en el
sentido pleno de paz, es objeto de su interés y sus afanes,
todo obstáculo a la paz reclama pico y pala. La Iglesia no
puede recluirse en sacristías ni desentenderse de los
problemas de la sociedad en que vive. El cristianismo no es
una religión dedicada a custodiar santuarios ni un grupo
espiritualista que se evade del mundo. Es una misión, un
movimiento que Dios puso en marcha por medio de Cristo, con
una visión del reino futuro y un propósito bien definido:
vencer el mal, cualquier mal, a fuerza de bien (Rom 12,21). Es
un dinamismo que viene de Dios y lleva a él, no una religión
estática como muchos la conciben.
J.
Mateos (Cristianos en Fiesta)
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