domingo, 28 de diciembre de 2014

EL CUERPO, LA CARNE, EL CORAZÓN, EL ESPÍRITU, EL ALMA

CARNE
 Como «cuerpo», también «carne» (gr. sarx) significa cosas muy distintas de lo que entendemos por ella en nuestra lengua. La palabra «carne» tiene para nosotros un sentido obvio de «masa muscular», de comestible y, en sentido moral, una referencia a la sexualidad, que es ajena al sentido propio del término tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Por supuesto, en el AT, «carne» puede designar la carne del hombre (Gn 2,21; Ez 37,6.8) y la de los animales (Gn 41,2; Nm 1,33; Dt 14,8) o el cuerpo humano en su totalidad (1 Re 21,27). Sin embargo, en su significado principal, «la carne» no es solamente un componente del hombre, sino ante todo el hombre como tal (Sal 63,2; ef. 54,3). De hecho, ,para el AT, el hombre, en su esencia, « es carne» (para los griegos, «tiene carne»); la «carne» significa el hombre en cuanto es transitorio, vulnerable, sujeto a enfermedad, miedo, muerte (debilidad física) (Sal 78,39: «Recordando que eran de carne, un aliento fugaz que no torna»; Is 40,6: «Toda carne es hierba, y su belleza como flor campestre»). «Toda carne» designa a toda la humanidad en cuanto mortal, todos y cada uno (Job 34,15: «Expirarían todos los vivientes [toda carne], y el hombre tornaría al polvo»; cf. Is 66,23: «Cada luna y cada sábado vendrá todo mortal [toda carne] a postrarse ante mí»). En los escritos rabínicos, para designar al hombre en su transitoriedad, se le llama «carne y sangre» (primera vez en Eclo 14,18).  
» UTIILIZAN "CARNE" EN VARIOS SENTIDOS
 Veamos ahora qué sucede en el NT. Como en el Antiguo, los autores del Nuevo utilizan «carne» en varios sentidos. Según el contexto, el gr, sarx puede denotar:
a) La carne de un cuerpo animal o humano (1 Cor 15, 39: «Todas las carnes no son lo mismo: una cosa es la carne del hombre, otra la del ganado, etc.») o el organismo del hombre (Gál 4,13, lit.: « debilidad/ enfermedad de la carne», es decir, «enfermedad corporal»).
b) El ser humano, acentuando más o menos, según los contextos, su condición débil y caduca (Me 10,8 par.: «Serán los dos un solo ser [una sola carne]» ; 13,20: «No se salvaría ningún mortal [toda carne ] »; Jn 17,2: «Ya que le has dado esa capacidad para con todo hombre [toda carne] »; Hch 2,17: «Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal [toda carne l » ).
c) En oposición a «espíritu», significa la condición humana débil (Me 14,38 par.: « El espíritu es animoso, pero la carne [ la condición del hombre] es débil»), y, en los escritos paulinos, la debilidad moral, los bajos instintos que inducen al hombre al pecado (Rom 8,6: «Los bajos instintos [la carne ] tienden a la muerte; el Espíritu, en cambio, a la vida y a la paz»; Gál 5,17: «Los objetivos de los bajos instintos [de la carne] son opuestos al Espíritu»).  
» "CARNE Y SANGRE" DESIGNAN AL HOMBRE EN SU CONDICIÓN TERRENA
   Este uso de sarx es muy frecuente en las cartas de Pablo. Citemos algunos ejemplos donde la traducción por «carne» induce a confusión:
- Rom 6,19: «Hablo a modo humano, por la debilidad de vuestra carne»/«por lo débiles que sois», «por lo flojos que estáis»;
- Rom 7,5: «Cuando estábamos en la carne»/«cuando estábamos sujetos a los bajos instintos»;
- 1 Cor 1,26: «No muchos sabios según la carne»/«no muchos sabios en lo humano» («intelectuales»);
- 2 Cor 1,17: « ¿O los planes que hago los hago según la carne?»/«¿O hago mis planes con miras humanas?» («carne» peyorativo, en relación con la ambición, « los bajos instintos » );
- Gál 5,13: «Que la libertad no dé pie a la carne» /«a los bajos instintos»; lo mismo en 5,16ss.
- Col 2,23: «Sirve para cebar el amor propio [la carne].»
d) La locución «carne y sangre» designa al hombre en su condición terrena, como el español «carne y hueso» (Mt 16,17: «Eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso [una carne y sangre], sino mi Padre del cielo»; 1 Cor 15,50: «Quiero decir, hermanos, que esta carne y hueso [carne y sangre] no puede heredar el reino de Dios»).
 Hay que considerar aparte el Evangelio de Juan, que integra en un marco teológico particular el concepto de hombre en cuanto «carne». Para Juan, «el hombre‑carne», es decir, el hombre débil y mortal, es la primera etapa del plan creador de Dios; «la carne» no es un principio malo, sino solamente un estadio inacabado. En efecto, el designio de Dios sobre el hombre no se limita a dar existencia a una criatura débil y destinada a la muerte («carne»), sino que se propone infundirle una vida capaz de superar la muerte (Jn 3,16: «para que todo el que le presta su adhesión tenga vida definitiva y ninguno perezca»). De por sí, «la carne» es un principio vital que no puede superar su propia condición y que engendra su misma debilidad (Jn 3,6: «de la carne nace carne»).  Jesús es el proyecto de Dios hecho «carne» (Jn 1,14), es decir, realizado en un hombre cuya debilidad se mostró al sufrir la muerte.  
» EL CORAZÓN
 El término «corazón» (gr. kardía), aunque de uso corriente en nuestra lengua y rico en sentidos figurados, tiene en la lengua del NT una gama de significados mucho más amplia.  Los sentidos figurados del término «corazón» son frecuentes en la literatura clásica. Además de ser considerado centro del cuerpo y de la vida física, se pensaba que el corazón era la sede de las emociones y sentimientos, de los instintos y pasiones.
 En el AT, «corazón» (hebr. leb, lebab) puede significar:
a) Como órgano corporal, la sede de la fuerza y de la vida física (Sal 38,11: «Siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas»; Is 1,5: «El corazón está agotado»); cuando el corazón se vigoriza por el alimento, el hombre entero revive (Gn 18,5: «Traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas [para que vuestro corazón se fortalezca] antes de seguir»; Jue 19,5: «El padre de la chica le dijo: "Coge fuerzas, prueba un bocado [fortalece tu corazón con un pedazo de pan] y luego os vais"»; 1 Re 21,7: «A comer, que te sentará bien [come pan, que se alegre tu corazón ] » ).
b) En sentido figurado, el «corazón» representa la vida intelectual y espiritual, la naturaleza interna del hombre. Es el lugar del pensamiento, del querer y sentir del hombre. A él pertenecen, por tanto, en primer lugar, el conocimiento, las convicciones, la comprensión, la reflexión, que nosotros situamos en «la mente»; pero además es el lugar de las actitudes, y en él se fraguan l? decisión y la opción, que para nosotros se sitúan en el terreno de la «voluntad»; por último, en él anidan los miedos, el amor y el odio, es decir, los «sentimientos», en un sentido más cercano al nuestro. «El corazón» resume el mundo interior del hombre, en cuanto éste se considera permanente, duradero o estable.
 «Corazón», sin embargo, significa menos una función particular que la totalidad de la persona vista en su realidad interior, la personalidad como un todo, el carácter, la disposición y actividad interna consciente y deliberada del yo humano 1°. De ahí que « lo que sale del corazón» sea responsabilidad del hombre total.  En el Nuevo Testamento persisten los significados del Antiguo. Ordinariamente denota la interioridad del hombre en cuanto estable o continuada; por eso se atribuyen al < corazón», en su aspecto de «mente», las convicciones o la ideología; en su aspecto de «voluntad», las actitudes y disposiciones; en su aspecto de sentimiento, los amores y los odios.  Esto explica que la expresión «de corazón», acompañando a otra palabra, sirva para interiorizar el concepto expresado por ésta. Se habla así de «los puros/limpios de corazón» (Mt 5,8), o «puros en su interior» (por oposición a la pureza externa procurada con ritos), aquellos cuya disposición habitual excluye la búsqueda del propio interés, con perjuicio de los demás. «Humilde de corazón» (Mt 11,29) significa simplemente «humilde»; la adición «de corazón» da a la humildad el sentido psicológico de disposición interior («humilde dentro», « de ánimo humilde»), pues, de lo contrario, «humilde» tendría sentido social (exterior) y significaría la pertenencia a «la clase humilde».
 «Lo que sale del corazón» es «lo que sale de dentro» (Mt 15,18s par.); «decir en su corazón» es simplemente «decirse» a uno mismo (Mt 24,48); «razonar en el corazón» (Mc 2,8) es «razonar en su interior», sin expresarlo en voz alta. « En el corazón», es decir, en lo interior del hombre, se asienta la paz (Flp 4,7). En Mt 13,15, cita de Is 6,10, «el corazón» significa «la mente»: «está embotada la mente de este pueblo; ... para ... no entender con la mente». La «dureza de corazón» (Mc 3,5; 6,52; 8,17) significa la obcecación de la mente.  
» EL ESPÍRITU
 Tan acostumbrados estamos al significado de la palabra «espíritu» (gr. pneuma) como opuesto a «materia» y connotando algo fuera de este mundo, que sorprende saber que, tanto en griego como en hebreo, el término «espíritu» (de «espirar», «soplar») significa primariamente «viento» o «aliento»; «viento» implica «fuerza»; «aliento», «interioridad vital»; secundariamente designa realidades no perceptibles con los sentidos.  En el AT, el término hebreo rüah denota con frecuencia el viento, que, siendo intangible, tiene a Dios por causa inmediata (Gn 8,1: «Dios hizo soplar el viento sobre la tierra»; Am 4,13: «Él creó el viento»). Otras veces designa el « aliento» o «hálito» de Dios, su vida, que es su «espíritu» (Is 44,3: «Voy a derramar agua sobre lo sediento..., voy a derramar mi aliento /espíritu sobre tu estirpe y mi bendición sobre tus vástagos»). En muchos casos denota el aliento del hombre o de los animales (Ez 37,8.10; Eclo 3,19.21, ete.). El «espíritu» expresa la fuerza vital del individuo (Jue 15,19: «Sansón bebió, recuperó las fuerzas [volvió su espíritu] y revivió»).  Mientras el «corazón» denota los objetivos de un hombre, sus resoluciones, su valor, el «espíritu», en cambio, denota la dirección en la que fluye la vitalidad del hombre, la actividad que sale de su interior y expresa su ser. Nunca se usa «espíritu» en el AT para significar la cualidad del hombre que lo pone por encima de los animales.
 La fuerza/espíritu de Dios puede irrumpir en un hombre (Jue 14,6: «El espíritu del Señor invadió a Sansón, que descuartizó al león como quien descuartiza a un cabrito»; 1 Sm 16,13: «En aquel momento invadió a David el espíritu del Señor», etc.), entrar en él (Ez 2,2: «Penetró en mí el espíritu mientras me estaba hablando y me levantó en pie», etc.), bajar sobre él (Is 11,2: «Sobre él se posará el Espíritu del Señor»). Todo esto indica la poderosa acción de Dios sobre un hombre, capacitándolo para hechos extraordinarios. Bajo el influjo de la cosmología persa, los textos de Qumran desarrollaron la teoría de dos ángeles o espíritus, uno de «rectitud» o «luz», el otro de «iniquidad» o «tinieblas», enzarzados en perpetuo conflicto en este mundo". En general, puede decirse que «espíritu», en todas sus acepciones, es siempre una «fuerza». En los evangelios puede denotar el espíritu del hombre, el Espíritu de Dios o un espíritu impuro/inmundo.
a) En el lenguaje de los evangelistas, el espíritu del hombre no es un sinónimo de «alma». Por oposición a « corazón», que denota la interioridad estable o permanente del hombre (convicciones o ideología, actitudes o disposiciones, amores u odios), «espíritu» denota la misma interioridad en cuanto dinámica, es decir, en cuanto se manifiesta al exterior con actos puntuales (acto de conocimiento o de voluntad, expresión de sentimiento). Así, «conocer con su espíritu» (Mc 2,8) significa «intuir»; «los pobres por el espíritu» (Mt 5,3) son «los pobres por propia decisión»; «suspirar por el espíritu» (Mc 8,12) equivale a expresar un sentimiento de pena, dar un profundo suspiro.
b) El Espíritu Santo o Espíritu de Dios es, por tanto, la fuerza vital de Dios, que, por ser amor, comunica amor y produce vida. Los símbolos del Espíritu, «el agua», «el perfume», « el 'vino» han sido estudiados en el cap. 11, 5 5 4, 7 y 8.
c) El espíritu inmundo/impuro es también una fuerza, en este caso maléfica, y representa una ideología destructora.
» EL ALMA (VIDA)
   La palabra española «alma», tan común en el habla, ha adquirido un sentido muy diferente del que tenían sus correspondientes hebreo y griego. Por eso es importante aclarar su sentido en estas lenguas, para no proyectar en los textos bíblicos nuestro modo de concebir, interpretándolos de manera equivocada. La palabra griega psykhé, que a menudo se traduce por «alma», corresponde a la hebrea nefesh, que en el AT tiene dos sentidos principales:
a) «Lo vivo en el hombre» en el sentido más amplio, «la vida» como concreto (Ex 21,23: «cuanto haya lesiones, las pagarás: vida por vida, ojo por ojo, etc.»).
b) «La persona», hasta el punto de poder equivaler a «yo mismo» o «tú mismo» (1 Sm 18,1: «Jonatán se encariñó con David, lo quiso como a sí mismo [ el alma de Jonatán se enlazó con el alma de David, y Jonatán lo quiso como a su propia alma]»; ef. Gn 2,7 ).
 No se concibe un «alma» separada del cuerpo ni un alma que se separa del cuerpo con la muerte; de hecho, se puede hablar de una persona muerta como del alma de esa persona y significar la persona muerta en su corporeidad (Nm 6,6: «No se acercará a ningún cadáver [ a alma muerta] »). Dado el sentido del español «alma», que se concibe como independiente del cuerpo y separable de él, se ve la poca exactitud de los que, dejándose llevar por el latín (anima), traducen nefesh por «alma». Esto resalta particularmente en los salmos, produciendo un espiritualismo contrario al sentido del texto. Véanse las 'siguientes frases en dos traducciones paralelas; la segunda traduce la palabra psykhé según su significado en el contexto:
« Mi alma se gloría en el Señor» / «yo me enorgullezco del Señor» (Sal 34,3);
«Dios rescatará mi alma del poder del sheol» / « a mí Dios me saca de las garras del Abismo» (49,16);
« Mi alma está saciada de males» / «mi ánimo está colmado de desdichas» (88,4); el «alma» significa la persona;
«Toda comida aborrecía su alma» / «aborrecían todos los manjares» (107,18);
 En algunos casos, nefesh conserva su sentido más primitivo: el de «garganta» o tubo digestivo, aunque a veces con valor figurado:
«Mi alma tiene sed de ti» / «mi garganta tiene sed de ti» (Sal 63,2);
«Subían a los cielos, bajaban al abismo (por el movimiento de la nave), su alma se removía en el mal» / «subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el mareo [el mal de mar]» (106,26).
 En los evangelios, psykhé es la vida misma, como aparece claramente en Me 8,35 par.: « el que quiera poner a salvo su vida (psykhé), la perderá; el que pierde su vida por causa mía ... la pondrá a salvo»; lo mismo en Me 10,45: «para entregar su vida en rescate por todos», y en Jn 10,11: « El pastor modelo entrega su vida por sus ovejas», o 12,25: «Tener apego a la propia vida es destruirse»; de modo parecido, en la bravata de Pedro, Jn 13,37: «Daré mi vida por ti.» De hecho, no existe en Mateo, Marcos y Juan un término abstracto para designar la vida física. El gr. psykhé es un concreto que denota al individuo humano en cuanto vivo y consciente; de ahí que a menudo equivalga en el uso al pronombre reflexivo y los mismos ejemplos anteriores admitan una traducción en este sentido, como en Mc 8,35 par.: «el que quiera ponerse a salvo, se perderá»; Jn 10,11: «El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas». El NT no enseña la inmortalidad del alma. Esta no es la parte real y valiosa del hombre ni su elemento eterno y permanente; la inmortalidad es un atributo exclusivo de Dios (cf. 1 Tim 6,15s: «Dios bienaventurado y único soberano ..., único que posee la inmortalidad»), que él comunica al hombre con el don del Espíritu (Jn 3,16: «la vida definitiva»).

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