UN NUEVO
CUERPO. EL NUEVO NACIMIENTO.
La muerte es como un nuevo nacimiento. Es el paso desde el tiempo
a la eternidad. Cuando el niño abandona la matriz, que se ha vuelto
ya sofocante, pasa por la crisis más penosa de su vida (vida fetal),
el parto; es apretado, empujado, casi asfixiado y empujado hacia
"afuera", sin saber lo que hay allá afuera, lo que le espera, el
nada sabe, aunque nosotros si sabemos que allá afuera hay espacio,
aire libre, luz y amor. Lo mismo sucede al morir, el hombre pasa por
otra triste crisis biológica muy parecida a la que pasó al nacer: se
va debilitando poco a poco, no puede respirar bien, agoniza y se
siente como arrancado del cuerpo. La persona que vive en estas
coordenadas espacio- temporales y biológicas se consume y acaba. Los
teólogos dicen que el último instante entre la vida y la muerte es
el fin del estado de vida "peregrinante", y el encuentro personal
con Dios.
La muerte significa el nacimiento de un hombre nuevo que es capaz de
conseguir la ansiada libertad, libre de condicionamientos externos y
conseguir un amor pleno y verdadero. La sensibilidad humana, que
tenemos tan limitada en esta vida terrena, logra liberarse de tanta
traba y condicionamiento y capta una capacidad ilimitada de nuevas
percepciones. Al morir, el hombre puede entrar en comunicación con
toda la realidad de la materia, la penetra y la conoce. Ahora está
preparado para encontrarse con Dios y con Cristo resucitado y puede
libremente decidir lo que quiere y desea, de forma definitiva y
libre de coacciones exteriores, es entonces cuando verdaderamente es
el mismo.
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¡PERO
LA MUERTE ME DA MUCHO MIEDO...!
La Biblia
presenta a la muerte como la consecuencia del pecado del hombre,
lo cual no significa que si el hombre (Adán y Eva) no hubiera
pecado hubiera vivido aquí (en esta vida terrestre) eternamente.
El paso de esta vida temporal a la eterna, que es la muerte
biológica, también habría ocurrido, pero estaría integrada en el
proceso humano, sería como un tránsito lógico y no se sentiría
como una pérdida; sería como el paso de niño a la pubertad o el
de la adolescencia a la madurez, en un proceso lógico de
desarrollo. Pero a causa del pecado original, que a todos nos
afecta y también de nuestros pecados personales, la muerte ha
perdido su armonía con la vida. La sentimos como algo que nos
aliena, sentimos ante ella miedo, soledad y angustia.
La verdadera muerte (también llamada infierno) simboliza la
situación de pecado, que es la soledad de los hombres que han
roto su relación con Dios y con el resto de sus hermanos. Cuando
el evangelio nos dice que Jesús bajó a los infiernos, nos hace
ver que Jesús traspasó también ese miedo al vacío existencial
que nos produce espanto, para que desde ese momento ningún
mortal pusiese sentirse solo. Al ver que Jesús ha resucitado,
que ha pasado por la frontera del tiempo y lo eterno, el hombre
que cree en el se siente libre y liberado, sabe que la muerte ya
no le hará ningún daño porque es el tránsito hacia una vida más
plena y definitiva. |
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UN NUEVO
CUERPO...
Al hombre resucitado lo llamaba Pablo
"cuerpo-espiritual", es el hombre pleno, totalmente realizado y
lleno de Dios. El hombre, que ha sido integrado en el proceso
evolutivo, que ha ido creciendo dentro de la situación de vida
terrena y temporal y sujeto a las leyes propias de esta
naturaleza, con la resurrección se ha realizado plenamente. Al
morir dejamos un cadáver, que queda en este mundo y se
descompone, la materia de ese cuerpo vuelve a la materia de este
mundo transformándose sucesivamente para cumplir con las leyes
que lo rigen. Lo que resucita es nuestro "yo" personal que poco
a poco hemos ido creando a lo largo de esta vida presente, un
nuevo "cuerpo" al que la materia no pone obstáculos y que no se
ve limitado por las dimensiones espacio-temporales ni por las
consecuencias de nuestra historia de pecado. El designio de Dios
sobre nuestra naturaleza humana nos ha sido, por tanto,
revelado.
El hombre "nuevo" participa de la "naturaleza" divina con toda
su realidad y le es posible esto por poseer ese nuevo
"cuerpo-espiritual" que se puede abrir a la totalidad del
universo, de esa manera puede participar del Cristo resucitado y
cósmico. "... pero sabemos que Dios nos prepara una nueva morada
y una tierra nueva. En ella habita la justicia y su felicidad
colmará y superará todos los anhelos de paz que brotan en los
corazones de los hombres. Entonces, vencida la muerte, los hijos
de Dios resucitarán en Cristo... El Reino ya está presente, en
misterio, aquí en la tierra..." (300). "En Cristo brilla la
esperanza de nuestra feliz resurrección. Y así, aunque la
certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la
futura inmortalidad. Porque la vida de los que en Tí creemos,
Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra
morada terrenal, adquirimos un puesto eterno en el cielo"
(Prefacio de la misa de difuntos).
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BUSCANDO UN
HOMBRE NUEVO...
Desde siempre el hombre ha soñado en su futuro y sabe de la
necesidad de que el hombre actual tiene que ser superado.
Siempre estamos buscando a ese "hombre nuevo" que nunca
encontramos. En todos los tiempos y culturas el sueño del hombre
es alcanzar la inmortalidad, es como una necesidad inherente a
todas las civilizaciones humanas. En la epopeya de Gilgamés, los
mesopotámicos relatan a semejanza de los relatos bíblicos, la
creación del mundo y su destrucción por medio de un diluvio
universal. Gilgamés angustiado por la proximidad de la muerte
busca un árbol de la vida, árbol que consigue que el hombre
posea la inmortalidad. Pero nuestro héroe no lo encuentra y, al
igual que el resto, muere y todo no pasará de ser un maravilloso
sueño. Los egipcios prometen al hombre bueno una vida mejor en
un nuevo mundo, con los dioses Osiris, Re, Atum y Horus. Los
cadáveres son embalsamados para su paso hacia el hipotético
mundo del más allá. En el Antiguo Testamento, el judaísmo, creó
el relato del paraíso, en el que el hombre se relaciona a la
perfección con Dios, con su compañera y con el mundo y los
animales. Hay una situación de armonía y paz perfecta entre el
hombre y la naturaleza, es un jardín maravilloso y único. Son
estos ejemplos de como el hombre manifiesta esa esperanza que le
desgarra desde siempre el corazón, al igual que a nosotros hoy.
El superhombre...
Sin embargo, actualmente, no esperamos que ese nuevo hombre
deseado surja del cielo, intentamos crearlo por medio de
manipulaciones biológicas, intentamos crear un hombre "a la
carta". Nuestro proyecto más importante es el "experimento-
humano": manipulaciones de embriones humanos, transplantes de
órganos, cambios genéticos, controles de natalidad,
inseminaciones artificiales, mutaciones de cromosomas... Hay
quien prepara selectos bancos de semen humano con sus
correspondientes catálogos y que proporcionan a futuras mamás,
para que sus nuevos hijos posean las mejores cualidades tanto
físicas como intelectuales.
Se intentan "fabricar" nuevos seres, especialmente preparados
para viajes espaciales o para cualquier otro destino: vivir en
el mar, comer otra clase de comida, adaptarse a una nueva
situación o bien poseer una nueva estructura mitad máquina,
mitad hombres. También nos gustaría que algunos hombres
desarrollaran un gran cerebro para poder especializarse en
cuestiones científicas o filosóficas. ¿No sería también
aconsejable dotarnos de alguna enzima especial para que,
ayudados por algunos microorganismos, podamos digerir celulosa
como hacen las hormigas?. Este superhombre es el ideal de muchos
hombres de "ciencia", un hombre exento de taras y defectos
físicos incluso dotado de gran equilibrio, rectitud,
sensibilidad y valores éticos. Este "éxito" de nuestra actual
civilización, tanto a nivel biológico como cultural, de estos
experimentos que se están llevando a cabo de un modo
irreversible, quizá pueda poner los cimientos de nuestra propia
aniquilación.
Hay una medida y un criterio ético para estas manipulaciones
humanas, que algunos científicos ignoran, pues aunque la
automanipulación para un progreso psíquico-físico de la especie
humana es totalmente legítimo, muchas veces quedan vacíos los
clásicos conceptos de la moral y urge orientar los mismos, con
una visión ética y religiosa, hacía una mayor humanización.
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EL
HOMBRE NUEVO YA EXISTE...
El hombre nuevo, el
hombre definitivo ya existe, pasó por la historia del hombre y
la llevó a su meta definitiva: se llama Jesús de Nazaret, nació
hace 2.000 años y es el Cristo resucitado. Nuestros anhelos de
plenitud, de potencia del ser, de armonía con Dios, con los
demás hombres, con los demás seres vivos y con la naturaleza se
han cumplido. Este hombre, tantas veces anhelado, existe y se
nos ha revelado plenamente. Por eso para nosotros, los
cristianos, nuestra religión no es una religión del "Super-hombre",
sino del "Hombre-Dios". Nuestro futuro está claro, no es el de
un hombre que manipulado perfectamente se pueda transformar en
ese hombre ideal tantas veces soñado y deseado, sino que nuestro
futuro es el mismo que el de Jesucristo. El es el primero que
alcanzó esa meta tan anhelada por la humanidad, su humanidad se
ha transfigurado, su cuerpo es "glorioso", está liberado de las
limitaciones de nuestro cuerpo, de sus grandes estrecheces, de
los sufrimientos y de la muerte. La inmortalidad ha dejado de
ser una utopía y nosotros los cristianos, al mismo tiempo que
nos alegramos profundamente de los progresos de las conquistas
biológicas, sabemos que eso no es ni la sombra de lo que Jesús
nos prometió con su Resurrección y que el es verdaderamente el
nuevo Adán.
- Nuestro destino está claro...
Nuestro destino está claro, nuestro futuro es el mismo que el
del nuevo Adán, a semejanza de él, nuestro destino es la
resurrección. "¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de mi
condición presente que no es más que de muerte?" (176) Para
nosotros, los hombres de hoy, lo que más nos interesa, no es la
cuestión de ¿quién somos? sino la de ¡cuál es nuestro futuro!
Todas nuestras ansias de realización personal, social y cósmica
se acaban con la muerte. "Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya
no existirá la muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque lo
anterior ha pasado" (Ap 21,4).
- Creed en la buena noticia...
Nuestro nuevo Adán, Jesús de Nazaret, hablaba de esta forma: "El
plazo está vencido, ha llegado el Reino de Dios. Tomad otro
camino y creed en la buena noticia"(Mc 1,15). "Cambiad de vida y
de corazón, porque está cerca el Reino de Dios"(Mt 4,17). Y el
Reino de Dios no es algo utópico, interior y espiritual, que
tengamos que esperar más allá de este mundo, es, precisamente,
la liquidación del mal que nos limita y nos corroe, con sus
funestas consecuencias, es, la transformación de este mundo
según la idea que Dios tiene para él.
Los milagros de Jesús son signos de su acción salvadora, no son
sucesos espectaculares:
"... y con esto sabed que el Reino de Dios ha llegado a vosotros
"(Lc 11,20). Con el nuevo Adán se curan las enfermedades:
"...con una sola palabra sanó a los enfermos" (Mt 8,16). "ytodos
los que le tocaban quedaban sanos" (Mc 6,56). Se tranquilizan
las fuerzas de la naturaleza: "... dio una orden a los vientos y
al mar, y todo se calmó" (Mt 8,26). Se acaba el hambre: "Y
cuando todos estuvieron satisfechos, se recogieron doce canastos
llenos de sobras del pan y de los peces" (Mc 6,42-43). Se
perdonan los pecados: "... Hijo, tus pecados te son perdonados"
(Mc 2,5). "... Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar
más"(Jn 8,11).
El luto se convierte en alegría: "Al verla, el Señor se
compadeció de ella y le dijo: "No llores.". Después se acercó
hasta tocar el ataúd... "Joven, yo te lo mando: levántate." El
muerto se sentó y se puso a hablar..."(Lc 7,11-17). "... Niña, a
tí te lo digo, levántate". Y ella se levantó al instante y
empezó a corretear" (Mc 5, 41-43).
Jesús es la mejor noticia para el hombre:
Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, es la
buena noticia para el hombre, todas las ataduras que nos limitan
y oprimen se han suprimido, podemos pues lograr realizar las
eternas aspiraciones humanas, el proyecto humano ya tiene una
meta a la que llegar. Jesús es la respuesta: "Los ciegos ven,
los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen, los
muertos resucitan y se predica la buena nueva a los pobres.
"Feliz aquel que al encontrarme no se aleja desilusionado" (Mt
11,5-6). Esta es la señal que esperábamos, todo puede cambiar,
la alienación del hombre puede acabar, las nuevas estructuras no
coinciden con las actuales de pecado y muerte. En Jesucristo
hemos recibido la respuesta definitiva y el mensaje de Dios: la
última palabra no es la muerte, sino la vida. Ese es nuestro
destino, el mismo que el de Jesús. Lo que para él es presente,
será para nosotros próximo futuro: "Porque Cristo resucitó de
entre los muertos, y resucitó como primicia de los que mueren"
(1 Cor 15,20). "A los que de antemano conoció, quiso que
llegaran a ser como su Hijo y semejantes a él, a fin de que él
sea primogénito en medio de muchos hermanos. Por eso, a los que
eligió de antemano, también los llama, y cuando los llama los
hace justos, y después de hacerlos justos, les dará la gloria "(Rom
8,29-30). |
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