Hay, según
Marcos, dos cuestiones fundamentales que se tiene que cuestionar
toda comunidad cristiana:
- La validez de los preceptos de la Ley, resumido en el precepto del "descanso sabático",
- y la validez de una interpretación "legalista", es este caso el representado por la escuela farisea.
Estas preguntas se la deben hacer todas las comunidades que se llamen cristianas y las respuestas deben de ser traducidas al lenguaje actual, para que nos interpelen lo mismo que el Evangelio. Hay normas y costumbres en la Iglesia, en muchos casos, desfasadas y anacrónicas, que a personas débiles o poco instruidas les hace tambalearse y les deja en un estado de profunda inquietud o frustración. Muchas "leyes" y "normas" eclesiásticas en vez de dar "vida" y "libertad", producen el mismo efecto que la Ley en tiempo de Jesús, esclavitud y muerte. A veces lo importante es el sólo "cumplimiento" de la Ley o norma, olvidándose del bien del hombre y anulando su libertad, esto es dañino para muchos hombres e inaceptable para los seguidores de Cristo. Jesús distingue claramente entre la dependencia de normas externas, propias de la antigua alianza y la libertad que deben tener los hombres y mujeres que viven bajo el "reinado de Dios".
El hombre es, para Jesús, tan libre y señor como lo fue él, Dios así lo quiso cuando creó al hombre. La Ley existe para beneficio del hombre, y la libertad, para un cristiano, no se puede vivir como un "símbolo" sino como una "realidad". El cristiano es el "hombre pleno" y al igual que Jesús, es "portador del Espíritu" y como Jesús, es también "señor" de la Ley y está siempre por encima de esta. La actividad del "cristiano", al igual que la de Jesús, no debe de estar "guiada" por normas "externas", sino por lo que porta y lleva dentro de sí mismo, que es el amor (Espíritu). Para un cristiano, toda ley o norma tiene que ser superada, ya no tiene cometido y a perdido su papel.
- La validez de los preceptos de la Ley, resumido en el precepto del "descanso sabático",
- y la validez de una interpretación "legalista", es este caso el representado por la escuela farisea.
Estas preguntas se la deben hacer todas las comunidades que se llamen cristianas y las respuestas deben de ser traducidas al lenguaje actual, para que nos interpelen lo mismo que el Evangelio. Hay normas y costumbres en la Iglesia, en muchos casos, desfasadas y anacrónicas, que a personas débiles o poco instruidas les hace tambalearse y les deja en un estado de profunda inquietud o frustración. Muchas "leyes" y "normas" eclesiásticas en vez de dar "vida" y "libertad", producen el mismo efecto que la Ley en tiempo de Jesús, esclavitud y muerte. A veces lo importante es el sólo "cumplimiento" de la Ley o norma, olvidándose del bien del hombre y anulando su libertad, esto es dañino para muchos hombres e inaceptable para los seguidores de Cristo. Jesús distingue claramente entre la dependencia de normas externas, propias de la antigua alianza y la libertad que deben tener los hombres y mujeres que viven bajo el "reinado de Dios".
El hombre es, para Jesús, tan libre y señor como lo fue él, Dios así lo quiso cuando creó al hombre. La Ley existe para beneficio del hombre, y la libertad, para un cristiano, no se puede vivir como un "símbolo" sino como una "realidad". El cristiano es el "hombre pleno" y al igual que Jesús, es "portador del Espíritu" y como Jesús, es también "señor" de la Ley y está siempre por encima de esta. La actividad del "cristiano", al igual que la de Jesús, no debe de estar "guiada" por normas "externas", sino por lo que porta y lleva dentro de sí mismo, que es el amor (Espíritu). Para un cristiano, toda ley o norma tiene que ser superada, ya no tiene cometido y a perdido su papel.
HAY MUCHAS
NORMAS "HUMANAS" QUE NO ESTAN DE ACUERDO CON LOS
EVANGELIOS Y NOS CREAN DESASOSIEGO Y PESADUMBRE.
Todas las
normas que sometan al hombre y le "programen" la vida,
privándole por esto de iniciativa o libertad, no son de Jesús.
Podrán existir "normas" de instituciones más o menos
piadosas, que sean necesarias para el buen gobierno o la marcha
de grupos o comunidades; podrán dictarse normas,
"necesarias" para la organización y el orden de
algunas colectividades; pero si alguna de ellas coarta en poco o
en mucho la libertad y la iniciativa del hombre, le impide su
desarrollo humano o le crea desasosiego, pesadumbre o malestar,
no son normas del agrado de Jesús. Las "normas" y las
"leyes" no deben hacerse para programar la vida del
hombre; un hombre "programado" carece de libertad,
iniciativa y creatividad, tiene el "brazo atrofiado".
Me vienen a la memoria algunas comunidades religiosas, que tiene
por "norma" vestirse con "hábitos" de siglos
pasados, ropajes que casi "asfixian" al portador; que
no tienen en cuenta el calor o el frío; el que "va
dentro" no es importante, lo importante es "la
norma", el "reglamento", las
"constituciones". He visto, en pleno verano, en
Córdoba, a unas pobres monjitas, que, con "hábitos"
de grueso paño, iban de casa en casa pidiendo para los pobres;
nadie se compadecía de ellas, nadie protesta, a nadie se le
conmueve el corazón, es la "norma" de su orden, ¡como
van a cambiar las normas de su "santa fundadora",
aunque esas "normas" y "costumbres" sean de
hace cientos de años!. ¿Qué haría Jesús si viera a esas
pobres mujeres con sus "brazos atrofiados"? ¿Qué
importa lo que digan los obispos y lo que aconseja el Concilio
Vaticano II (3)? Lo más importante son las "normas" de
la orden y sus "tradiciones"; lo que nos diga Jesús en
el Evangelio y lo que nos recomiende la Iglesia no es importante.
¡Cómo se puede predicar así el Evangelio, la Buena Nueva de
Jesucristo! ¿Quién, con un poco de humanidad y sentimientos, al
ver a esas pobres monjitas, coloradas como pimientos, sudando y
respirando con dificultad y cargadas con pesadas cestas, no
siente una profunda indignación y maldice en sus adentros tantas
normas, ritos y otras tantas "chorradas" que transforma
a esas pobres mujeres en "inválidas" de condición
lastimosa, sometidas a una "institución opresora".
¡Cuándo, un pastor de la Iglesia, con autoridad y poder, se
enfrentara de una vez por todas, como lo hizo Jesús, con esas
normas absurdas y arcaicas que nos oprimen y nos esclavizan, que
nos "atrofian el brazo", impidiéndonos nuestro
desarrollo humano! ¡A qué tienen miedo nuestros actuales
"pastores"! ¡Nos tenemos que complicar un poco la
vida! Como le dice Pablo a Tito (Tit 1,13-14): "Y es cierto.
Por eso, repréndelos severamente para que conserven íntegra la
fe, y no presten oídos a fábulas judías y a preceptos de
hombres que se apartan de la verdad".
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