Es verdad que
el poder eclesiástico no intenta ya ejercerse sobre las
realidades profanas y seculares, al menos de una manera directa.
Pero es evidente que el poder del clero, en el interior de la
Iglesia, sigue siendo un hecho decisivo en la vida de los fieles
y en la marcha de la institución eclesial. Y más aun cuando se
trata del poder de los obispos sobre los simples clérigos y,
sobre todo, el poder del papa y de la curia vaticana en el
conjunto de la Iglesia. Además, el deseo de prestigio y
reconocimiento social y público es un hecho que salta a la
vista, si observarnos los comportamientos eclesiásticos,
especialmente cuando se trata de las altas esferas. Y en cuanto
al apego al dinero, baste pensar que la institución
eclesiástica maneja muchos millones cada año, porque en
realidad es mucho el dinero que necesita, para que la
institución funcione tal como de hecho está organizada.
¿CÓMO ES
POSIBLE QUE ESTO HAYA LLEGADO A SUCEDER?
A la vista de
esta situación, es lógico hacerse una pregunta elemental: cómo
es posible que en la Iglesia haya llegado a suceder todo esto y
ademas que estemos como estamos? Esta pregunta quiere decir
varias cosas. Ante todo, quiere decir que resulta misterioso el
hecho de que en la Iglesia se haya leído todos los días el
Evangelio, que además se haya leido por personas de buena
voluntad, y que sin embargo se haya hecho muchas veces lo
contrario de lo que dice ese mismo Evangelio. En segundo lugar,
quiere decir que resulta aun más misterioso el hecho de que la
relación entre la Iglesia y el Evangelio no solo sea confusa y
problemática, sino ademas que eso no sea un problema
obsesionante para los creyentes en general y, más en concreto,
para los dirigentes eclesiásticos. Y en tercer lugar, quiere
decir que lo más extraño de todo es que el simple hecho de
decir estas cosas -por lo demás tan vulgar- resulte novedoso,
sorprendente o inquietante para no pocas personas que se
consideran creyentes en Jesús y su Evangelio. No cabe duda que
aquí pasa algo muy raro. ¿Qué es eso?.
¿QUIÉN TIENE
LA CULPA?
Cuando se
plantea una pregunta como esta, es absurdo preguntar quién tiene
la culpa de que todo esto suceda así. Y ante esta pregunta, es
frecuente que se eche la culpa a los dirigentes de la
institución eclesiástica (obispos y sacerdotes), porque no han
estado ni están a la altura de las circunstancias, bien sea
porque han sido y son malos sacerdotes, bien sea porque no han
estado ni están suficientemente preparados. Otras veces, se
afirma que la culpa está en la gente, que va perdiendo la fe por
causa del materialismo imperante. Por eso, piensan algunos, la
Iglesia no vive de acuerdo con el Evangelio, porque ni los
clérigos son todo lo evangélicos que tendrían que ser, ni los
cristianos en general tampoco.
Sin embargo, lo
que acabo de decir no explica nada. En primer lugar, porque
cuando se piensa o se habla de esa.manera, lo único que se hace
es repetir con otras palabras lo que se trata de explicar, a
saber: que la Iglesia no vive de acuerdo con el Evangelio, porque
sus miembros, a todos los niveles, no son todo lo evangélicos
que tendrían que ser. Eso es sencillamente decir dos veces la
misma cosa con palabras distintas. Por otra parte, está claro
que estas explicaciones de tipo "moralizante", aparte
de la ingenuidad que entraña, son bastante desacertados o
incluso sencillamente falsas. Porque no todos los obispos, ni
todos los papas, ni todos los sacerdotes han sido o son tan malos
como a veces se dice. Es más, parece que más bien se puede
afirmar exactamente todo lo contrario, al menos si nos referirnos
a las altas esferas. Por lo general, los papas y los obispos han
sido buenas personas y muchos de ellos han sido hombres de
santidad eminente. En cuanto a los sacerdotes - que han sido
millones -y a los fieles cristianos en general- que han sido
muchos más millones todavía -es a todas luces calumnioso el
decir sin más que han sido y siguen siendo gentes descreídas y
de poca conciencia.
Cuando se hacen
afirmaciones de este tipo, se incurre inevitablemente en
simplificaciones tan fáciles de decir como difíciles de probar.
Insisto, por consiguiente, en que con explicaciones de esta
clase, en realidad no se explica nada. En consecuencia, tenemos
que buscar la explicación por otro sitio. Yo creo que esa
explicación está en lo que es la actual organización de la
Iglesia.
LA IGLESIA ES
UNA GRAN INTITUCIÓN... NO SOLO RELIGIOSA
En efecto, la
Iglesia no es ya solamente la comunidad de creyentes que convocó
Jesús. La Iglesia no es ya solamente la comunidad de personas
que, por la fuerza del Espíritu, han dado un paso decisivo en la
vida y se han "convertido", abandonando, de una vez por
todas, la escala de valores que presenta el "orden
establecido" y han abrazado conscientemente la escala de
valores que presenta el mensaje de Jesús. En la Iglesia -no cabe
duda- hay algo de eso, incluso bastante de eso. Pero la realidad
es que la Iglesia es, ademas de eso, otras muchas cosas. La
Iglesia, en efecto, es una gran institución, extendida por todo
el mundo y dotada de una fuerte organización cuyo centro es
Roma.
Esta
institución es, además de una institución
"religiosa", un organismo docente, asistencia¡,
cultural, político, económico, etc. Esto quiere decir que la
Iglesia se ha "especializado", es decir la Iglesia no
es ya solamente la comunidad de los hombres y mujeres que viven
unidos por la fe en Jesús, sino que además es la gran
institución que mantiene y lleva adelante una cantidad
considerable de obras y organizaciones "especializadas"
en los más diversos campos de la convivencia humana.
Para hacerse
una idea del volúmen de organización y
"especialización", que comporta la Iglesia católica,
hasta recordar que los sacerdotes, religiosos, religiosas y
seglares que trabajan a tiempo pleno para la organización
supera, en nuestros días, el millón y medio de personas (1).
Como es natural, este volúmen de personas supone igualmente una
cantidad de obras, instituciones y organizaciones cuyo número y
entidad resulta prácticamente imposible de calcular. Se trata de
la más variada gama de actividades y organizaciones, desde las
más estrictamente religiosas (parroquias, conventos ... ) hasta
las más profanas (centros de enseñanza e investigación, medios
de comunicación social, organismos económicos y bancarios ...
). Por lo demás, sabemos que esta organización masiva y
multitudinaria se caracteriza, entre otras cosas, por su fuerte
dependencia de Roma, debido a la centralización creciente que se
va imponiendo en los últimos años.
Sabemos, por
ejemplo, que el número de funcionarios, que trabajaban en la
Curia Romana, es decir la ORGANIZACION central de la Iglesia
católica ha duplicado prácticamente el número de sus empleados
durante los años que han seguido al concilio Vaticano II (2), lo
que supone que el aparato organizativo se ha complicado aun más.
Y por consiguiente, el proceso de "especialización",
en vez de disminuir, va claramente en aumento.
SE HACEN
NECESARIOS GRANDES MEDIOS ECONÓMICOS...
Es verdad que
si la Iglesia se ha "especializado" de esta manera y en
el sentido que acabo de explicar, ello se debe a que los
responsables de la institución eclesiástica han considerado que
eso es necesario para que la Iglesia pueda cumplir mejor su
misión en el mundo y en la sociedad. Por eso la Iglesia se ha
dedicado a la enseñanza, a la investigación, a la asistencia
caritativa, a la difusión de las ideas y tantas otras
actividades. Todo eso, en principio, es coherente. Y nadie puede
dudar del bien que ha hecho la Iglesia, a lo largo de los siglos,
en el terreno de la educación, la asistencia a los necesitados,
la promoción de la cultura desde los más diversos puntos de
vista. Pero la verdad es que, si queremos ser enteramente
objetivos, no podernos mirar las cosas sólo desde ese ángulo.
Porque, lógicamente, para llevar tantas empresas adelante, la
Iglesia ha necesitado y sigue necesitando unos medios económicos
cuantiosos, un reconocimiento social y público, una convivencia
equilibrada con relación a los poderes políticos y financieros,
un prestigio cultural y, en definitiva, una adaptación al
complicado sistema de intereses que de hecho operan en la
sociedad. Ahora bien, todo esto quiere decir que la
"especialización" de la Iglesia ha segregado
inevitablemente unos "intereses" que la institución
eclesiástica tiene que mantener y potenciar, si es que quiere
sobrevivir, tal como funciona, en una sociedad como la nuestra.
HAY MUCHOS
INTERESES ...
Estos
"intereses" de la institución eclesiástica son tan
variados y complejos como variadas y complejas son las empresas y
organismos que la "especialización" de la Iglesia ha
montado en la sociedad. Por eso, todo el mundo sabe que la
Iglesia tiene y defiende unos "intereses" de tipo
económico, otros que son de tipo ideológico, otros que se
mueven en el terreno de lo estrictamente político. Por supuesto,
a nivel de las ideas, la Iglesia hace todo eso para gloria de
Dios y servicio de¡ hombre; pero en el nivel concreto de los
hechos, la verdad es que se trata de verdaderos
"intereses" económicos, ideológicos y políticos. Por
eso, sin duda, la historia de los últimos cien años nos ha
enseñado la enorme tolerancia que la Iglesia ha tenido - y sigue
teniendo - con los sistemas sociopolíticos de signo capitalista,
mientras que su actitud es enteramente distinta frente a los
movimientos de orientación socialista, que por lo general han
sido anticlericales, es decir opuestos a los
"intereses" de la institución eclesiástica (3).
Todo esto
quiere decir qué en la Iglesia coexisten, como fruto de su
"especialización", unos fines estrictamente
evangélicos y unos intereses estrictamente mundanos. Porque, en
definitiva, se trata de intereses basados en el dinero, el poder
y el prestigio. Es decir, en la Iglesia coexisten dos grandes
fuerzas opuestas entre sí: de una parte, la fuerza de los fines
evangélicos que la Iglesia no cesa de predicar constantemente;
de otra parte, la fuerza de los intereses antievangélicos que la
misma Iglesia defiende con toda energía y con todo
convencimiento. Ahora bien, la consecuencia practica y concreta,
que se sigue de todo esto, es que la ORGANIZACION eclesiástica
"neutraliza" la fuerza del mensaje evangélico que la
misma Iglesia no cesa de proclamar entre los hombres.
UNA
ORGANIZACION QUE "NEUTRALIZA" EL MENSAJE (II)
PERO EL
VERDADERO MENSAJE DEL MAESTRO SE "OSCURECE"...
¿Por que se
produce esta "neutralización" del mensaje evangélico
en la Iglesia y a causa de la misma Iglesia? Ante todo, por la
dinámica inherente a la organización eclesiástica. La Iglesia,
bien lo sabemos, es una realidad divina y sobrenatural. Pero es
también una institución social, que funciona en este mundo y
que, por consiguiente, se ve sometida a las formas de
comportamiento de las organizaciones de este mundo. Ahora bien,
todos sabernos que las organizaciones son unidades sociales que
persiguen fines específicos; su verdadera razón de ser está en
conseguir tales fines. Pero, una vez formadas, las organizaciones
adquieren necesidades propias, y estas se constituyen a veces en
las dueñas de la situación. Esto es lo que ocurre, por ejemplo,
cuando una fundación gasta más dinero en pagar a su personal
dirigente, sus construcciones y su publicidad que en hacer la
caridad, fin para el que la ORGANIZACION fué montada y para el
que recauda sus fondos (4).
En otras
palabras, esto quiere decir que toda ORGANIZACION se ve
constantemente amenazada de confundir, en la práctica, los
intereses de la institución con los fines para los que ha sido
creada esa institución. Y no solo de confundir los intereses con
los fines, sino, lo que es más grave, anteponer los intereses a
los fines. Por eso, es frecuente que la Iglesia, en cuanto
institución social organizada, cuyo fin es conseguir que los
hombres vivan el mensaje de Jesús rechazando toda servidumbre
ante el dinero, el poder y el prestigio, sin embargo, a la hora
de la verdad, esta misma Iglesia se afana por mantener un montaje
económico de considerable envergadura (con el ínevitable
tributo al sistema económico imperante), por salvaguardar a todo
precio su prestigio y por acrecentar su poder real y efectivo en
la sociedad. Es verdad que, por lo general, los dirigentes de la
institución eclesiástica buscan el dinero, el poder y el
prestigio porque están persuadidos de que todo eso es necesario
en este mundo, para que se pueda llevar a cabo la evangelización
de los hombres. Pero en la practica resulta que, de esa manera,
los hombres ven muchas veces que la Iglesia se preocupa más por
buscar sus intereses que por lograr sus fines. Y así, lo que
sucede con demasiada frecuencia es que la Iglesia tiene
efectivamente dinero, poder y prestigio, pero no hace presente en
la sociedad el mensaje de Jesús.
SE TRATA DE UN
PROBLEMA DE COHERENCIA
Esta ultima
afirmación debe ser explicada. Se trata de un problema de
coherencia. Quiero decir que mucha gente encuentra cada día
menos coherencia entre el "modelo oficial" de la
religión (en nuestro caso la Iglesia institucional) y las
aspiraciones de significado último que esa misma gente busca y
espera encontrar en la institución religiosa. La razón de este
fenómeno está en que la Iglesia, como he explicado antes, ha
asumido una serie de tareas seculares y mundanas, que motivan a
su vez una serie de "intereses" igualmente seculares y
mundanos. De ahí que la Iglesia continúa hablando de las
cuestiones "últimas" de la vida, pero al mismo tiempo
está haciendo demasiadas cosas que no tienen nada que ver con
esas cuestiones "últimas" o incluso las contradicen
manifiestamente. Un ejemplo en este sentido: lo que los
sacerdotes y educadores predican pero no practican es
interiorizado por los niños y los jóvenes como un sistema de
retórica más bien que como un sistema de significado último.
En el límite de este proceso, nos encontramos con una situación
en la que una cantidad innumerable de individuos estas
socializados en el modelo "oficial" de la religión,
pero en la que casi nadie toma el modelo al pié de la letra. Las
prácticas religiosas se cumplen entonces por una variedad de
motivaciones que, en el fondo, quizás no son religiosas; y las
creencias religiosas se ven convertidas en opiniones (como, por
ejemplo, la afirmación de que Dios es omnipotente) que no
guardan relación directa con las prioridades efectivas de la
conducta de los individuos (5).
CONSECUENCIA: EL
DESAJUSTE EN LA VIDA DE LOS FIELES.
La consecuencia
última que se sigue de este estado de cosas es el desajuste
radical en la vida de los fieles. Mucha gente sigue teniendo fe.
Es más, con frecuencia esa fe empuja a los individuos a buscar
precisamente lo que predicaba y practicaba Jesús de Nazaret: la
salvación integral del hombre; y por tanto, en lo que se refiere
a este mundo, una convivencia más humana entre los hombres, una
existencia basada, no ya en la pasión por poseer, por dominar y
por brillar, sino en la igualdad entre todos, en la fraternidad
entre todos, porque todos somos hijos del mismo Padre, en la
libertad y en el amor. Pero la verdad es que el modelo
"oficial" de la religión no responde con los hechos a
esas aspiraciones, sino que por el contrario, debido a su alto
grado de "especialización", la Iglesia institucional
se ve constantemente complicada en el entramado sucio de los
"intereses" económicos, sociales y políticos, que
determinan las relaciones humanas e institucionales a todos los
niveles. De donde resulta la ambigüedad en las palabras, la
indecisión en los compromisos, la falta de transparencia en los
hechos y, en última instancia, la contradicción entre lo que
mucha gente busca y lo que la Iglesia le ofrece. Sin olvidar que,
en algunos casos, se ha llegado a cosas mucho más graves.
Incluso en la actualidad, es un hecho que el poder eclesiástico
resulta una carga demasiado pesada para muchos cristianos, como
es un hecho igualmente que en la Iglesia se sigue manejando mucho
dinero, de manera que los asuntos relacionados con la economía
no aparecen ni claros ni transparentes en determinados ambientes
eclesiásticos. Y en cuanto a la vanidad, ya hemos dicho que hoy
subsiste en la Iglesia, reglamentada y atemperada por la misma
legislación eclesiástica.
LO QUE FALLA ES
LA ORGANIZACIÓN ACTUAL.
En los ambientes
clericales se suele decir que todo eso es necesario para que la
Iglesia pueda cumplir su misión en el mundo. Es decir, se afirma
que la Iglesia necesita poder, prestigio y dinero, para salvar a
los hombres y para desarrollar su tarea en la sociedad. Ahora
bien, semejante planteamiento resulta sencillamente inadmisible.
Por dos razones. Primero, porque Jesús jamás enseñó semejante
doctrina, sino justamente todo lo contrario. Segundo, por que, en
el fondo, eso equivale a decir que el fin justifica los medios:
un fin bueno, como es la salvación del mundo, justificaría la
utilización de unos medios antievangélicos, como son el poder y
el mando que somete a la gente, la pompa y el boato del Vaticano
y de las curias episcopales, la utilización de mucho dinero con
las dependencias que eso supone respecto al gran capital. Pero
bien, sabemos que la misma Iglesia ha rechazado siempre la
doctrina según la cual el fin justifica los medios. Aquí la
contradicción de la Iglesia consigo misma resulta bastante
clara.
Por lo demás,
en todo este asunto hay que tener presente que donde hay poder y
dinero suele haber también corrupción. Los escándalos de las
finanzas del Vaticano y otros asuntos similares parecen indicar
que esa corrupción es un hecho.
En resumen: el
problema que se plantea a partir de lo dicho, es si la Iglesia, a
partir de su ORGANIZACION actual, puede vivir de manera coherente
con el Evangelio; y si puede proclamar el mensaje de Jesús de
forma que resulte creíble y aceptable. Esto quiere decir que la
relación entre la Iglesia y el Evangelio no es primordialmente
un problema de tipo moral o ético, sino de carácter
institucional y organizativo. En otras palabras, lo que
fundamentalmente falla en la Iglesia actual es su ORGANIZACION,
de tal manera que sólo el día que esa ORGANIZACION se
transforme, será posible una verdadera coherencia entre la
Iglesia y el Evangelio.
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