TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
Hemos
reunido bajo un solo título estos tres temas porque están estrechamente unidos
entre sí. En efecto, toda alianza va precedida por una elección divina y, a
partir del Sinaí, la ley está indisolublemente ligada a la alianza y se verá
sometida, como ella, a un proceso de interiorización progresiva.
1.
LA ALIANZA CON ABRAHÁN. La alianza con Abrahán va precedida de una llamada,
que es elección por parte de Dios. Yhwh dijo a Abrahán: "Sal de tu
tierra, de tu patria y de la casa de tu padre...; yo haré de ti un gran
pueblo" (Gén 12,1-2). Esta llamada lo separó de su pueblo, de su tierra y
de la dominación de una cultura en continuidad con Babel y sus consecuencias (Gén
11). Yhwh escogió a Abrahán para formarse un pueblo que fuese heredero de las
antiguas
promesas y bendiciones dadas por Dios con ocasion de la primera creación (Gén
3,15) y de la segunda, a saber: la alianza con Noé (Gén 9,17). Gracias a la
elección divina, Abrahán será la raíz de una generación bendita, que
acogerá algún día a su verdadero descendiente, Cristo (Gál 3,16).
Esta
alianza con Abrahán no es un pacto bilateral por el que se comprometen dos
partes, sino una promesa, un juramento unilateral por el que Yhwh promete una
herencia a Abrahán y sus descendientes. Este juramento puede muy bien tomar el
nombre de alianza, ya que crea efectivamente una relación nueva entre Yhwh y
Abrahán. Sin embargo, este "acuerdo" es muy particular, ya que la
iniciativa proviene únicamente de Yhwh, mientras que Abrahán se contenta con
acoger esta promesa y rendir homenaje, en un abandono total, a la palabra dicha
por Yhwh (Gén 15,6).
Acto
soberanamente libre y gratuito por parte de Yhwh, la alianza con Abrahán no
podía estar condicionada ni comprometida por los hombres; era indefectible y
eterna. Yhwh será para siempre el Dios de Abrahán y de su descendencia, y las
promesas hechas se cumplirán infaliblemente a su tiempo.
Pues
bien, estas promesas no iban dirigidas a todos sus descendientes. Suponiendo una
elección por parte de Yhwh, se transmitirán por medio de ciertos
descendientes, con exclusión de otros, y esto en virtud del designio mismo de
Dios y no por causa del pecado de los humanos (S. Lyonnet). La elección afirma
la libertad de Dios, que se expresa en la diferenciación de los elegidos y se
manifiesta ya en el curioso fenómeno de las "parejas de hermanos": se
necesitan al menos dos hijos para que haya una elección. Isaac será el
escogido, y no Ismael. Según la ley del pueblo,
era Ismael, el "primogénito", el que debería haber recibido la
primera promesa de la herencia de Abrahán. Pero aquí se trata del derecho de
la gracia libre de Dios. Toda la historia de Isaac tiene una sola finalidad:
señalar que él ha nacido únicamente del poder de Dios. Es él el hijo de la
promesa, nacido de Sara, la "mujer libre" (Gál 4,22), mientras que
Ismael, el hijo de la esclava, no tendrá ninguna relación directa con la
vocación de Abrahán. La verdadera posteridad de Abrahán es Isaac, en virtud
de la libre iniciativa de Dios.
La
libertad de la elección se afirma más con Esaú y Jacob, los dos gemelos cuyos
destinos se cruzan de forma característica. El Génesis presenta a Esaít como
el hermano mayor de Jacob (Gén 25,35). Sin embargo, Yhwh elegirá a Jacob y lo
constituirá heredero de las promesas. En virtud de esta elección, y como signo
de ella, Yhwh convirtió su nombre de Jaco b en el de Israel. Después de
renovar con Isaac (Gén 26,3-5) la alianza establecida con Abrahán (Gén
17,19), Yhwh la hace gravitar sobre la persona de Jacob y sobre sus doce hijos,
antepasados de las doce tribus de Israel, que constituirán las estructuras de
base del pueblo de Dios. "Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás
Jacob; tu nombre será Israel...; un pueblo, un conjunto de naciones procederá
de ti, y reyes saldrán de tus lomos..." (Gén 35,9-11). Jacob-Israel es el
elegido de Dios y, en cuanto tal, será el padre y fundador del pueblo elegido,
a quien Dios concederá sus favores más que a sus iguales o rivales. Israel
estará formado por los descendientes de Abrahán, a través de Isaac y de
Jacob, y no a través de Esaú, antepasado de los edomitas, enemigos
hereditarios de Israel y que no forman parte ciertamente del pueblo elegido (S.
Lyonnet). De esta manera
se afirma, una vez más, la libertad del acto electivo de Yhwh.
Le
corresponderá al NT revelar que el amor paternal de Dios no se olvidó nunca, a
pesar de las apariencias externas, del otro hermano. El tema de los dos hermanos
reaparece en dos parábolas de Jesús: el hijo pródigo (Lc 15,11-32) y los dos
hijos (Mt 21,28-32 (card. Ratzinger).
Las
mujeres tendrán igualmente una función en este misterio de la elección
divina. Para la Biblia, la esterilidad era una maldición y la fecundidad una
bendición. Pues bien, Sara era estéril, mientras que Agar era fecunda. Pero
las cosas se invierten: Agar, la fecunda, tiene que luchar contra la amenaza de
verse despedida, y finalmente ha de marcharse (Gén 21,14), mientras que Sara es
bendecida y engendrará a Isaac, el hijo de la promesa. Esta misma inversión se
producirá en otras "parejas" de mujeres estériles y fecundas: Raquel
y Lía (Gén 29,30), Ana y Peniná (1Sam 1,2). En su cántico, que anticipa el Magníficat
de María, Ana, la madre de Samuel, cantará esta inversión de valores:
"La mujer estéril tiene siete hijos, y la madre fecunda se marchita"
(1Sam 2,5). María, la virgen fecunda, será la réplica superior de esas
mujeres estériles que dan a luz con la ayuda de Dios (Lc 1,35).
2.
LA ALIANZA DEL SINAI. "El Señor llamó a Moisés desde la montaña
diciendo: `Di a la casa de Jacob y a todos los israelitas: Habéis visto cómo
he tratado a los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he
traído hasta mí. Si escucháis atentamente mi voz y guardáis mi alianza,
vosotros seréis mi especial propiedad entre todos los pueblos'..." (Éx
19,3-5).
En
esta "obertura", que constituye un resumen de toda la alianza mosaica,
tenemos todo el conjunto del éxodo,
la elección, la promesa de alianza y la ley.
El
éxodo fue obra de Dios mismo, que "oyó el gemido de los israelitas y se
acordó de su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob..., y bajó a liberarlo de la
mano de los egipcios" (Éx 2,24; 3,7). El éxodo es la continuación de una
única historia de liberación, que empezó con Abrahán. Su objetivo es
constituir una alianza que haga de Israel un pueblo libre, devolviéndole su
dignidad y dándole su ley y su misión en la historia:
-
La elección: la relación de Israel
con Yhwh se basa únicamente en la voluntad libre de Yhwh al elegir a Israel. En
la historia de las religiones no se conoce ningún ejemplo de una alianza entre
una divinidad sola y un pueblo solo. El caso de Israel es único: "En
efecto, ¿qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella como
lo está de nosotros el Señor, nuestro Dios, siempre que le invocamos?" (Dt
4,7). "Porque el Señor os amó y porque ha querido cumplir el juramento
hecho a vuestros padres, os ha sacado de Egipto con mano poderosa y os ha
liberado de la casa de la esclavitud" (Dt 7,7-8). Israel ha sido escogido
entre las naciones, ha sido bendecido y colmado por Yhwh. Todo está preparado
para una nueva relación entre Yhwh y él.
-
El ofrecimiento de la alianza:
"Si
escucháis atentamente mi voz y guardáis mi alianza..." (Éx 19,5).
El
simple hecho de que Yhwh le pida al pueblo una respuesta libre subraya el
carácter único de la alianza mosaica. Las relaciones entre la divinidad y los
humanos han cambiado por completo: no hay ya competencia, sino posibilidad de
una colaboración libre. En las relaciones circundantes, por el contrario, los
humanos no tenían ninguna opción, ninguna libertad para rehusar o aceptar.
Yhwh se presenta, ciertamente, como él Señor poderoso, pero no como
un dictador: "Dios no es un tirano. Desea que quienes le sirven lo hagan
libremente, que acepten libremente su designio de salvación y que hagan el bien
no por temor, sino por decisión libre" (Orígenes). A1 sí de Yhwh a su
pueblo tiene que corresponder el sí del pueblo que se compromete a cumplir
libremente su voluntad. La alianza mosaica es un libre intercambio de promesas y
de compromiso. Dios se ha escogido un pueblo que ha aceptado libremente caminar
por los caminos indicados. Se trata de una etapa en la historia de Israel, ni la
primera ni la última; de un nuevo testimonio de la fidelidad de Yhwh a sus
promesas de salvación, que recibe todo su significado de -la alianza con
Abrahán que ella continúa. Va precedida de la.promesa hecha a Abrahán y a
Isaac, de la que es la primera realización. Israel permanecerá siempre bajo la
bendición de la alianza con Abrahán, que seguirá siendo válida aun cuando
Irael tenga que ir al destierro por causa de sus infidelidades. "Yo me
acordaré de mi pacto con Jacob, de mi pacto con Isaac, de mi pacto con
Abrahán" (Lev 26,42).
-
La ley: la alianza del Sinaí desemboca
en un doble resultado: da origen al pueblo de Israel y al mismo tiempo le dota
de una ley, que tiene la finalidad de conformar la actuación de Israel con las
exigencias de su sublime vocación. La alianza con Abrahán adquiere en el
Sinaí su forma completa, para introducir y establecer la ley, que será en
adelante inseparable de la alianza. Esta ley, lo mismo que la propia alianza, es
don de Dios a su pueblo: "¿Qué nación hay tan grande que tenga leyes y
mandamientos tan justos como esta ley que yo os propongo hoy?" (Dt 4,7-8).
La
ley está relacionada con el éxodo, con la elección y con la bendición de
Yhwh a su pueblo. Proviene del éxodo,
lo expresa y lo continúa. Es el medio por el que el pueblo avanza en su camino
de éxodo-liberación ya comenzado, pero no terminado todavía. La ley no
existía al comienzo de la historia del pueblo elegido. Israel fue escogido,
salvado y liberado sin la ley. Era ya un pueblo liberado cuando la recibió. No
se le pudo dar antes de la salida de Egipto, sino sólo después de su
liberación: ¡los esclavos no tienen ley! Yhwh libertador apela a la libertad
del pueblo para que quede liberado y se haga cada vez más libre. Fundada en el
recuerdo de la liberación de Egipto, la ley consagra la libertad. No salva, no
da la vida, aunque esté vinculada a la salvación y a la vida. Es don de Dios a
Israel, inseparable de la gracia de la alianza, y por tanto del socorro divino
requerido para su observancia. Es el camino para permanecer en una salvación ya
dada y libremente aceptada. No es nunca un medio para "ganar" la
relación con Yhwh, sino un medio para vivir esta relación. La alianza mosaica
se dio como una pura gracia de Dios, pero que suponía unas exigencias
religiosas y morales que han de ser observadas si Israel quiere permanecer en la
alianza. Lo mismo que, con la elección y la alianza, Yhwh había manifestado
sus designios de salvación a Israel, con la ley le indica la manera de seguir
siendo pueblo sin más -ninguna comunidad humana puede vivir sin la ley- y de
seguir siendo pueblo de Dios con una vocación especial. Se da una continuidad
entre el camino de la liberación y el de la ley. Viviendo según la ley, Israel
camina con su Dios, se hace actor responsable de su propio destino e
interiormente cada vez más libre. Pues bien, un don divino como la ley ha de
ser compartido por todos. El que ha sido liberado de la esclavitud no puede
tratar a su hermano como una cosa, disponiendo de su vida, de su esposa, de su
reputación o de sus bienes
(Éx 20,13-17). La ley de Dios no debe separarse nunca del que la dio, el propio
Yhwh (de lo contrario ya no "hablaría" y se convertiría en una cosa
muda), ni de los demás beneficiarios de la alianza con los que ha de ser
compartida, es decir, observada.
3.
LA ALIANZA CON DAVID (2Sam
7,1-29). La elección inesperada de David subraya, una vez más, la gratuidad de
los designios de Dios. Encargado como el menor de sus hermanos del cuidado de
las ovejas de su pueblo, es, sin embargo, él, el más joven entre los hijos de
Jesé, el elegido para suceder al rey Saúl, rechazado por Yhwh (1Sam 16,10-12).
La
realeza de la dinastía davídica se describe en términos de tradición
abrahamita. En David se cumplen y se renuevan las promesas hechas a los
patriarcas. Mientras que la alianza mosaica era condicional, la que se establece
con David elimina expresamente toda idea de ruptura: será eterna y, bajo ese
aspecto, coincide con la de Abrahán. El triunfo de Yhwh rey comienza con el
éxodo (ya en el Sinaí estaba presente la idea de reino: cf Éx 19,6) y
terminará con el triunfo del rey mesías, "hijo de David". La
esperanza de Israel se basa en la continuidad entre el pasado, el presente y el
futuro. La fidelidad de Dios a su palabra en el pasado (Abrahán) garantiza sus
promesas para el presente y para el futuro (David y el mesías); es lo que
proclamará María en el Magníficat (cf Le 1,54-55).
La
alianza con David adquirió una gran importancia en el momento del destierro,
cuando desde el fondo de su miseria Israel se preguntaba si, después de haber
roto tantas veces la alianza mosaica, seguía siendo el pueblo de Yhwh, digno de
sus promesas. Los profetas, sobre todo Jeremías, Ezequiel e Isaías, destacaron
entonces nuevos aspectos de la alianza
divina; recuerdan que se trata de una disposición enteramente gratuita, que no
descansa en los méritos del pueblo, sino solamente en la misericordia de Yhwh.
La alianza no es tanto un pacto como un acto gratuito de Yhwh que permanece fiel
a su pueblo. Su juramento dura para siempre. La infidelidad de Israel no rompe
automáticamente la alianza, ya que Yhwh es libre para tener paciencia y
perdonar.
Se
apela entonces a una alianza formulada, no ya en términos de bendiciones y
maldiciones, dependiente de la observancia del pueblo, sino de un pacto que es
pura promesa de Dios, válida a pesar de los fallos humanos. Se recuerda la
promesa incondicional hecha a David, que no destruye la alianza sinaítica, sino
que la confirma centrándola en el rey. En adelante, Dios estará presente en su
pueblo por medio de la descendencia de David.
A
partir de David, la alianza de Dios con su pueblo pasa a través del rey. El
trono de Israel será el trono de David. Y por la mediación de un rey, sucesor
de David, salvará Dios a su pueblo. La esperanza de Israel se hace entonces
dinástica (l Mesianismo).
4.
JEREMIAS Y EZEQUIEL ANUNCIAN UNA ALIANZA NUEVA. a) Jeremías. La larga
historia de la infidelidad de Israel, castigada en tiempos de Jeremías por una
catástrofe sin precedentes, proclamaba muy bien la impotencia de la ley y de la
alianza que era su fundamento. El pueblo estaba desterrado en Babilonia. Eran
vanas todas las esperanzas humanas de una recuperación. Todo parecía estar
acabado. ¡Y he aquí que todo comienza de nuevo! Yhwh le revela a Jeremías su
designio de reunir consigo a Israel con los vínculos de una alianza eterna.
Así Yhwh permanecerá fiel a las promesas hechas a Abrahán.
Más allá del juicio divino, Jeremías predice un milagro de Dios. Anuncia una
alianza de un tipo nuevo, que superará las maldiciones externas y realizará
una unión más profunda con Yhwh: "Yo haré con la casa de Israel y la
casa de Judá una alianza nueva...: pondré mi ley en su interior, la escribiré
en su corazón y seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jer 31,31-34).
Jeremías
describe la acción medicinal y liberadora de Yhwh, que va derecha al
"corazón" del problema para curar las desviaciones del corazón
humano, de donde nacen las complicidades del mal (Me 7,21). Bajo la nueva
alianza, la ley de Dios cambiará de sitio: no estará ya escrita en
tablas de piedra, sino en el corazón del hombre; cambiará defunción: no será
ya condición de la promesa, sino objeto de la promesa; se hará
más eficaz: hasta entones Israel tenía que guardar la ley, ahora podrá
observarla, porque recibirá plena capacidad para ello.
b)
Ezequiel. Constatando que "los impulsos del corazón del hombre
tienden al mal desde su adolescencia" (Gén 8,21), Ezequiel anuncia un
cambio del corazón. La novedad no es la de la alianza, como en Jeremías, sino
la del corazón y del Espíritu. Ezequiel describe certeramente la acción
interna que Dios va a operar en el corazón del hombre, las transformación
interior del corresponsal humano: extirpación del corazón de piedra,
trasplante de un corazón nuevo y acción continua del Espíritu Santo, único
capaz de disolver las obras de la carne y de hacer madurar las del Espíritu (Gál
5,19-22): "Haré con ellos una alianza de paz que no tendrá fin" (Ez
37,26); "Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo;
quitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra y os daré un corazón
de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros" (Ez 36,26-27).
Ezequiel
describe la alianza nueva con las categorías más personalistas de corazón y
de espíritu, demostrando así que la ley interior de la que hablaba Jeremías
era no solamente una norma, sino un principio de acción, ya que no era sino el
Espíritu Santo, que producía una transformación profunda del corazón humano.
El concepto de "ley interior" de Jeremías está vinculado, en
Ezequiel, a una teología del Espíritu Santo. En Jeremías, Dios da una ley
inscribiéndola en el corazón; en Ezequiel, ese don recibe un nombre: el
Espíritu Santo, el don de Dios por excelencia. Se pasa de la ley escrita en el
corazón a la "ley del Espíritu" (Rom 8,2), viva y operante en el
corazón.
Es
en el corazón humano de Jesús, al momento de su pasión, donde se realizaron
primeramente las profecías de Jeremías y de Ezequiel. La ley de Dios está
perfectamente escrita en su corazón; tiene el corazón nuevo prometido por
Ezequiel y Dios ha puesto en él su Espíritu. Gracias á su sacrificio
esas-mismas profecías se realizan en nosotros; en el corazón de Jesús es
donde también nosotros tenemos el "corazón nuevo" (A. Vanhoye).
5.
UNA HISTORIA DE LA SALVACIÓN EN FORMA DE DIÁBOL0. Si quisiéramos hacer un
diagrama de la historia de Israel, podríamos representarla con la figura de un diábolo,
formado por dos conos unidos por el vértice (la imagen es de Henry Cooper).
A través de toda la antigua alianza, se advierte un proceso de estrechamiento
formado por una sucesión de elecciones y de repulsas.
Abrahán
es escogido entre los hombres mucho más refinados de Mesopotamia. De los hijos
de Abrahán, se escoge a Isaac y es rechazado Ismael.
De
los dos hijos de Isaac, es escogido Jacob y rechazado Esaú. A pesar de ser
"el menos numeroso entre los pueblos", Israel es escogido para ser el
pueblo de Yhwh, consagrado a él. David, el más joven, es preferido a los
demás hijos de Jesé. El proceso de estrechamiento se acentúa en el momento
del destierro en Babilonia: sólo volverá un pequeño resto. Esta noción de
"resto-elite" está ligada a las estructuras mismas de la fe de
Israel: elección, alianza, juicio y salvación. La predicación severa de los
profetas, que habla de ruptura y de infidelidad, se templa con la referencia a
un resto santo que será salvado. Aun en los peores momentos de la historia de
Israel, queda siempre un pequeño resto fiel, en el que la palabra de Dios
encuentra una respuesta plenamente humana, un resto-elite, al que Yhwh reservaba
sus favores y en el que quedaba preservado todo el porvenir del pueblo. Más
allá de la discontinuidad se da siempre una pequeña continuidad. Por causa de
su amor, Yhwh reconstruirá a su pueblo a partir de ese resto "humilde y
pobre" (Sof 3,12). Pars pro toco: es la parte la que lo lleva todo a
término. Ese pequeño resto representa a los ojos de Yhwh a toda la comunidad.
Es la parte fiel que subsiste gracias a una elección divina realizada en el
interior del mismo pueblo. Dios actúa en su favor para procurarle a todo Israel
el perdón y la salvación. Es la raíz que comunica la santidad a todo el
conjunto, el núcleo de un nuevo Israel que vivirá finalmente en la santidad y
la obediencia. A1 final, ese pequeño resto se reducirá a unas cuantas familias
santas, Isabel y Zacarías, Simeón y Ana, Joaquín y Ana, de los que nacerá
finalmente María. Con esta pequeña "hija de Israel", el primer cono
alcanza su vértice: el Señor Dios podrá finalmente visitar a su pueblo. A
partir de este punto central se invierte el proceso, y
el segundo cono se irá ensanchando cada vez más. Se pasa de la bendición
única y excepcional de María, llena de gracia, a una bendición universal que
nos afecta a todos: en el Hijo amado del Padre y de María todos somos elegidos
para alabanza gloriosa de la gracia con que el Padre nos ha agraciado en su Hijo
(cf Ef 1,1-6).
María
se encuentra en el punto de intersección
de los dos conos, en el punto
de encuentro de las dos alianzas,
la antigua y la nueva. En ella se abrazan
el pasado y el futuro. Toda la
cadena de profecías y de promesas de
la antigua alianza llevaba hacia la anunciación
de María. Israel, portador
de las promesas, se acaba en María,
verdadera hija de su pueblo. Sin su
fíat no habría podido realizarse el cambio
de dirección. Su sí marca el final
de la antigua alianza y el comienzo
de la nueva. Toda la luz de la antigua
alianza, desde Eva hasta el libro
de la Sabiduría, resplandece en María,
ya que el "sol de justicia" (Mal 3,20)
entró en su seno, comenzando así
la nueva alianza, el reino del verdadero
David, un reino que ya no tendrá
fin (Lc 1,33).
María
es el verdadero Israel, en el que se unen inseparablemente la antigua y la nueva
alianza: se da continuidad en la fe desde Abrahán hasta María. Ella es el
pueblo de Dios que da frutos gracias a la poderosa misericordia de Dios. Teodoro
de Ancyra saluda a María como el tomo nuevo de la nueva alianza, novus
tomus scriptionis novae.
No
hay ruptura entre las alianzas, ya que no hay más que una sola economía de la
salvación, que tiene al Padre por autor, al Hijo como salvador, al Espíritu
Santo como promesa y don. El Dios de Jesucristo es también el Dios de la
antigua alianza. Toda la historia de la antigua alianza tiene valor de tipo:
significa la esperanza del hombre, que se apoya en las promesas de Dios
(Abrahán, Moisés,
David) y encuentra su realización en Jesucristo. Con vistas a la venida de
Jesús, cada momento de esa historia se prolonga hacia adelante, según una
dinámica de continuidad y de superación.
Toda
la antigua alianza es una "parábola": la fe de Abrahán es ya la
sustancia de la fe cristiana, aunque oculta. El Apocalipsis pone a las doce
tribus de Israel (21,12) y a los doce tronos de la nueva alianza (21,14) en un
mismo nivel, ante el trono de Dios. Cristo es la conclusión de la antigua
alianza, la suma de todas las promesas: "Todas las promesas de Dios se
cumplieron en él" (2Cor 1,19).
La
concentración en un único descendiente, Cristo; era la condición de una
verdadera universalidad, "para que la bendición de Abrahán se extendiese
a todas las naciones" (Gál 3,14). A partir de Cristo se lleva a cabo una
inversión de perspectiva. La inserción sociológica en Israel ya no es
necesaria para la salvación; basta con adherirse a Cristo, la auténtica
descendencia de Abrahán. Cristo es al mismo tiempo nuestra alianza (Is 42,6),
nuestra ley (Gál 6,2) y el elegido del Padre (Is 42,1). En adelante, en él y
por él todos somos elegidos (Ef 1,4); la alianza nueva queda establecida en
favor de todos (Mt 26,28) y el Espíritu Santo se ofrece al mundo entero como su
verdadera ley (Rom 8,2).
BIBL.:
ALONSO SCHÜKEL,L., ¿Dónde está tu hermano?, Valencia 1985; GIBLET P.
y GRELOT P., Alianza, en LON-DUFOUR X. (ed.), Vocabulario de teología
bíblica, Barcelona 1980", 5966; GIBLET P., Elección, en ib,
264-269; GRELOT P., Ley, en ib, 474-482; HAMEL E., Los diez
mandamientos, Santander 1972; ID, Alleanza e legge, en "Rassegna
di Teologia" 16 (1975) 513-532; MENDENHALL G.E., Law and Covenant in
Israel and the Ancient Near Fast, Pittsburg 1955; MONLOUSou L. y Du BuiT F.M.,
Alliance, en Dictionnaire biblique universel, París 1985, 22-25;
ID, Election, ib, 198-199; ID, Lo¡, ib, 428-431; MORAN W., De
Foederis mosaici Traditione, en "VD" 40 (1962) 3-17.
É.
Hamel
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