Obispo de Urgel, España, a finales del s. VIII, desempeñó el rol principal en la defensa del adopcionismo español.
Bajo la dirección del arzobispo Elipando, parte de la jerarquía se negó a admitir las directivas doctrinales de los legados del papa Adriano.
El apoyo de Félix, muy renombrado por su piedad, a la causa de Elipando fue un golpe para la autoridad papal. En 792, fue llamado a Regensburg para defender sus puntos de vista en presencia de Carlomagno y se dejó persuadir de firmar una retractación. Al regreso pasó por Roma, pero recibió un trato humillante por parte de Adriano, lo que tal vez contribuyó a que renunciase de nuevo a la doctrina romana así que se halló a salvo en España. El gran teólogo de la época, Alcuino, le escribió desde la corte de Carlomagno instándole a rectificar, a lo que Félix se negó, y en 798 otro Concilio, éste convocado en Roma por el papa León III, condenó las "herejías y blasfemias" del obispo de Urgel.
En 800 lo llamaron de nuevo a la corte de Aquisgrán (actual Aix-la-Chapelle) y de nuevo fue obligado a retractarse. Pero esta vez no dejaron que regresara a su país, sino que fue retenido en Lyon bajo la "supervisión" del arzobispo, hasta su muerte en 818.
En España, la adhesión del adopcionismo no sobrevivió mucho a la desaparición de Elipando, ocurrida en 802. El cautiverio de Félix en Lyon mantuvo viva la polémica entre los teólogos europeos, sin embargo, induciéndolos a escribir refutaciones, incluso después de la muerte de aquél. El arzobispo Abobardo de Lyon, al rebuscar entre los papeles del fallecido, encontró un tratado del cual resultó que la retractación de Félix no había sido sincera. De esto resultaron más ataques teológicos contra la doctrina adopcionista, pero ésta había arraigado en el pensamiento medieval y tuvo algunas reapariciones, la más notable de las cuales en Francia durante el s. XII.
Bajo la dirección del arzobispo Elipando, parte de la jerarquía se negó a admitir las directivas doctrinales de los legados del papa Adriano.
El apoyo de Félix, muy renombrado por su piedad, a la causa de Elipando fue un golpe para la autoridad papal. En 792, fue llamado a Regensburg para defender sus puntos de vista en presencia de Carlomagno y se dejó persuadir de firmar una retractación. Al regreso pasó por Roma, pero recibió un trato humillante por parte de Adriano, lo que tal vez contribuyó a que renunciase de nuevo a la doctrina romana así que se halló a salvo en España. El gran teólogo de la época, Alcuino, le escribió desde la corte de Carlomagno instándole a rectificar, a lo que Félix se negó, y en 798 otro Concilio, éste convocado en Roma por el papa León III, condenó las "herejías y blasfemias" del obispo de Urgel.
En 800 lo llamaron de nuevo a la corte de Aquisgrán (actual Aix-la-Chapelle) y de nuevo fue obligado a retractarse. Pero esta vez no dejaron que regresara a su país, sino que fue retenido en Lyon bajo la "supervisión" del arzobispo, hasta su muerte en 818.
En España, la adhesión del adopcionismo no sobrevivió mucho a la desaparición de Elipando, ocurrida en 802. El cautiverio de Félix en Lyon mantuvo viva la polémica entre los teólogos europeos, sin embargo, induciéndolos a escribir refutaciones, incluso después de la muerte de aquél. El arzobispo Abobardo de Lyon, al rebuscar entre los papeles del fallecido, encontró un tratado del cual resultó que la retractación de Félix no había sido sincera. De esto resultaron más ataques teológicos contra la doctrina adopcionista, pero ésta había arraigado en el pensamiento medieval y tuvo algunas reapariciones, la más notable de las cuales en Francia durante el s. XII.
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