viernes, 7 de junio de 2013

LA PRESIÓN DE OCCIDENTE.

La presión europea, sobre todo tras la guerra del opio (1840-1842), fue un revulsivo para el pensamiento confucianista. Se intentó una vía teórica que adaptase los desarrollos científicos y técnicos occidentales a la mentalidad china; pero a la larga resultó un fracaso.
En 1905 se abolieron los exámenes imperiales y se optó por el sistema europeo de enseñanza, en 1912 se suprimieron momentáneamente los sacrificios oficiales al Cielo y a Confucio. Se produjo un fuerte proceso de aculturación del que el confucianismo en China salió profundamente debilitado, puesto que se le creía causante de la quiebra del país. Los dirigentes comunistas, sobre todo durante la Revolución Cultural, abogaron por la erradicación completa de la moral confuciana (el ideal de perfección moral se veía como clasista), aunque en los últimos tiempos parece haber aumentado su influencia en China continental (no solo como tradición nacional china, sino como práctica de gobierno).
Por su parte, en Taiwán, el confucianismo sigue siendo una ideología clave, manteniéndose celebraciones oficiales al antiguo estilo (aunque el número de confucianistas que se definen como tales es muy pequeño).
En Corea el culto a Confucio se mantiene y en los lugares en los que existe fuerte emigración china (Singapur, Malasia, Tailandia, Filipinas, Indonesia) el confucianismo y la ética confuciana (en sincretismo con el taoísmo y el budismo) son elementos básicos en la cohesión ideológica de más de 20 millones de personas.
Se trata por tanto de un corpus de creencias vivo, al que algunos especialistas han dudado en darle el nombre de religión, pero que tiene todas sus características y que conformó durante milenios la base ideológica sobre la que se sostenía el imperio chino.

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