I. Jesús proclama la buena noticia del reinado de Dios, es decir, de que se abre una alternativa a la sociedad injusta.
Invita
a todos, justos y pecadores, observantes y descreídos, a reconocer a
Dios como Padre y a cambiar de vida, para construir una sociedad de
hermanos.
El
reinado de Dios se realiza gradualmente, no con un golpe de fuerza,
pues depende también de la respuesta de los hombres (Mc 4,3-9.13-20
par.). Su campo es el mundo entero (Mt 13,37s), sin limitarse a Israel.
Mt
resume el mensaje en las bienaventuranzas. La puerta de entrada al
reino de Dios es la renuncia a la riqueza y a la ambición de riqueza (Mt
5,3; cf. 6,19-24; Lc 6,20. 24; 14,33; 16,13), que lleva consigo la
renuncia al prestigio social y al poder, Esta opción elimina la base de
la injusticia y abre un proceso de liberación para los oprimidos de la
humanidad (Mt 5,4-6); se traduce en la ayuda al prójimo (5,7), sin
segundas intenciones (5,8), trabajando, como hace Dios, por la felicidad
de los hombres (5,9). La existencia del grupo humano que ha hecho esa
opción y se dedica a esa actividad provoca la persecución por parte de
la sociedad injusta' (5,10). Paralelamente en Le 6,20-23).
Este
mensaje se formula de diversas maneras en los sinópticos, por ej., en
las condiciones del seguimiento: renegar de sí mismo equivale a la
primera bienaventuranza; cargar con la propia cruz, a la última (Mt
16,24). También la eucaristía expresa la misma opción: comer el
pan/cuerpo de Jesús significa asimilarse a su modo de vida y actividad;
beber el cáliz/sangre, aceptar la oposición y aun la muerte sin cejar en
el empeño (Mt 26,26-28). Para Mc, vse. «el secreto del Reino». En Juan
el mensaje se identifica con el mandamiento del amor.
II. La acogida que hace Jesús a los pecadores y descreídos provoca la indignación de los fariseos, que la estiman la ruina de la moral (Mc 2,16 par.; Mt 11,19 par.; Lc 15,2; cf. 19,7). Jesús reivindica su actitud: necesitan quien se cuide de ellos (Mc 2,17 par.) y saben agradecer (Lc 7,36-50). Están más cerca de Dios que los observantes que confían en su piedad (Lc 18,9-14), que fingen obediencia a Dios (Mt 21,28-32), pero se resisten a su llamada (Le 14,16-24) y a su mensajero (Mc 12,1-9 par.), sin piedad con los hermanos extraviados (Lc 15,25-32).
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