MASSIMO POLIDORO.
«Las locuras de la Humanidad son
innumerables; y el tiempo va añadiendo cada hora otras nuevas.»
JONATHAN SWIFT
A finales de los años setenta
hicieron su aparición en los sembrados de la Inglaterra meridional unos
extrañísimos cercos. En ocasiones eran grandes, con unos 25 metros de diámetro;
otras veces, eran pequeños, del tamaño de una rueda, pero siempre estaban
perfectamente delimitados.
Surgían por la noche, durante el verano, y en su interior las espigas aparecían plegadas en espiral, sin estar rotas, continuando en esa posición mientras seguían creciendo.
Se decía que si bien en el pasado
también se habían avistado formas similares en algunas partes del mundo, ahora era
posible encontrar explicaciones naturales para el fenómeno. En los Estados
Unidos durante el pasado siglo, por ejemplo, los pioneros habían encontrado
sobre la inmensa pradera de más allá del Missouri arcos circulares en los que no
crecía la hierba. Les habían llamado «cercos encantados», sin que supieran
explicar su origen.
El misterio persistió durante
algunos años, hasta que un emigrante, más observador y curioso que los demás,
notó que los bisontes, que por entonces pastaban a millones por aquellos
parajes, tenían la costumbre de rodar sobre la hierba para librarse de los
parásitos, dejando así tras ellos las extrañas huellas circulares. En otros
casos, se atribuyó el fenómeno a los llamados «cercos de las brujas»; existe
una determinada clase de hongos cuyos micelios se propagan de forma radial bajo tierra, desde un punto central, para emerger después y crear
-sobre los terrenos llanos-lo que puede parecer un cerco de polvo blanco.
Sin embargo, lo que estaba
sucediendo en Inglaterra era algo completamente diferente. Los cercos eran
demasiado perfectos para haber sido provocados por los movimientos de animales,
de hongos, o por las rachas de viento que, en efecto, pueden formar, si bien de
modo irregular, un cierto tipo de círculos.
El hecho de que las zonas
predilectas para la aparición de esas huellas fueran las regiones de Hampshire
y Wiltshire, poco alejadas del lugar en el que se alzan los monumentos megalíticos de Stonehenge y Avebury, contribuyó a alimentar la fama misteriosa
de aquellos cercos.
A partir de 1980, cuando se comenzó
a notar su presencia, los cercos aumentaron progresivamente en número (de 3, en
1980, a 700, en 1990V empezando a presentar formas cada vez más complejas. Ya no eran simples cercos, sino círculos que se
entrelazaban, con trazos rectilíneos, coronas y apéndices diversos; y, más tarde,
triángulos, rectángulos y espolones combinados, que creaban elaborados y espectaculares «pictogramas», como
empezaron a ser bautizados los sorprendes diseños.
Los «cereálogos»
Inmediatamente, los «cereálogos» -que
así se hacían llamar los expertos en esos cercos de los sembrados- formularon
hipótesis de todo tipo. Se dieron explicaciones racionales, como la de que podía tratarse de una broma de algún juerguista, o de militares que, para
poder animar sus frecuentes vuelos de adiestramiento, habían realizado aquellos
cercos de modo que pudieran verlos desde lo alto. Sin embargo, los expertos hicieron
notar que para crear artificial mente cercos de aquellas características
hubieran sido necesario «grandes maquinarias, y en la zona que rodeaba los
cercos no había señales que denunciaran su paso». Se pensó de nuevo en los
militares, ya que habrían podido utilizar las hélices de un «helicóptero
invertido» para plegar las espigas sin dejar el menor rastro. Naturalmente el
que avanzó esta hipótesis no se dio cuenta, evidentemente, de que de esa manera
no se hubieran conseguido cercos en los aplastados sembrados, ¡sino más bien
helicópteros aplastados sobre los sembrados!
Alguien sacó a relucir incluso las ley
lines de infausta memoria. Se trata de imaginarias líneas «mágicas» que
atraviesan Gran Bretaña, a lo largo y a lo ancho, uniendo entre sí distintos «centros
de energía» (iglesias, monumentos antiguos, lugares arqueológicos ... ) Nunca
ha existido instrumento alguno que haya podido demostrar la existencia de semejantes
líneas, pero los zahoríes aseguran que sus varillas pueden revelarlas sin el
menor problema. En 1988, por ejemplo, se estudiaron cinco cercos sobre una línea
bautizada como Mary line. Lo verdaderamente extraordinario, según hizo
notar el zahorí Dermis Wheatley, era que esta línea nunca había sido descubierta antes de que aparecieron los mencionados
cercos. Para Wheatley esto era una prueba adicional en favor de la teoría de
las ley lines. En lugar de interrogarse sobre la evidente falta de pruebas lógicas, Wheatley, como buen
pragmático, pensó que resultaría mejor interrogar a las propias líneas para
saber algo más sobre los mencionados cercos. De este modo, provisto de su varilla empezó hacer a la
tierra una serie de preguntas, a las que aquella respondería, a través de los
movimientos de su varilla, de modo afirmativo o negativo.
Al término del interrogatorio, se
llegaría a saber que un espíritu, de nombre Deva, era el origen de los cercos;
con ellos quería enviar un mensaje a los hombres: «No os olvidéis de la Madre
Naturaleza, de su poder, de su inteligencia».
Sin embargo, la hipótesis más
popular entre el gran público fue la que hablaba de la intervención de
inteligencias extraterrestres. Algunos sugirieron que los cercos podrían ser señales dejadas por el aterrizaje de astronaves alienígenas; pero semejante
conjetura no podía explicar las formas más complicadas; además, las espigas no
hubieran podido permanecer dobladas bajo un peso tan grande, pues en ese caso se hubieran roto.
La hipótesis de los alienígenas no llegó a desaparecer del todo, y la idea de
las pistas de aterrizaje de los OVNIS fue sustituida por otra según la cual las
marcas eran, en realidad, mensajes dejados por los extraterrestres.
Los dos cereálogos más
sobresalientes, Pat Delgado y Colin Andrews, llegaron a declarar a los periódicos:
La
gran cantidad de ley lines se
halla probablemente en el origen de un «campo de fuerza» que hace de Wiltshire
un blanco ideal para un laser de alta definición utilizado desde el fondo de la
galaxia para comunicarse con nosotros.
¡Vórtices de plasma!
La hipótesis que sonaba como más «científica»
fue adelantada por Terence Meaden, profesor de física y meteorólogo, presentado
un poco entusiásticamente por los medios de comunicación como «uno de los
mayores expertos mundiales en trombas de aire y movimientos de la atmósfera en general”.
Según Meaden, los cercos de los
sembrados aparecían preferentemente a lo largo de la línea de colinas, lugares
en los que el viento crea remolinos. Estos pequeños vórtices son muy ricos en
polvo y otros detritus; y a causa de las fricciones internas que se crean
llegarían a cargarse eléctricamente. Sensibles a las variaciones locales de los
campos eléctricos, estos mini vórtices se posicionarían sobre los sembrados y
se volverían estacionarios. Finalmente, al aplastarse contra el suelo dejarían
las consabidas huellas circulares. Para completarlo todo, Meaden sugirió que
estos vórtices tendrían las mismas propiedades electromagnéticas que los rayos,
con excepción del efecto calórico: en suma, se trataría de plasma frío.
No obstante, la hipótesis no cuajó,
entre otras cosas por una serie de suposiciones científicas equivocadas y
siempre muy artificiosas hechas por Meaden (frente al pictograma de Alton
Barnes declaró, por ejemplo, que podía ser el producto de un «doble vórtice
inestable... llevado a la zona de las líneas trazadas por tractores, a causa de
las anomalías locales del campo eléctrico creadas por el repetido ir y venir de
los tractores por el campo'') y porque los cercos se hicieron siempre más
numerosos y complejos. Otro hecho extraño era el de que los cercos aparecían
exclusivamente en Inglaterra y, precisamente, en algunas zonas de la Inglaterra
meridional. Según Meaden, los cercos, por el contrario, también habían aparecido
en otros treinta países del mundo, en los desiertos, en la nieve y hasta en
algunos arrozales. Desgraciadamente no existe ninguna fotografía que testimonie
estos sucesos; y una investigación sistemática para catalogar los cercos, y
poder compararlos con los de fuera de Inglaterra hasta el 1990, arrojó un
resultado claro: los cercos son un hecho sustancialmente inglés. Es además
improbable que se trate de un fenómeno atmosférico natural, ya que solamente se
han encontrado a partir de los años ochenta. Si realmente se tratase de un
fenómeno natural, se habrían hallado vestigios en las crónicas antiguas o en el
folklore, como sucede con los «cercos de las brujas» formados por los hongos.
A estas objeciones responden los
cereálogos que, al menos, existe una referencia a los cercos del sembrado, del año
1678. En agosto de aquel año, en el condado de Hertfordshire, en Inglaterra, se
publicó un opúsculo en el que se contaba la historia del «diablo segador». Cierto
día estalló una disputa entre un aldeano y un segador, al término de la cual el
campesino le dijo al segador que antes de permitirle que segase sus campos «le
hubiera pedido al mismísimo diablo que lo hiciese». Aquella misma noche alguien
cortó en círculos las mieses del aldeano. Sin embargo, la primera sospecha que
surge aquí es que el segador, encolerizado, hubiese querido hacer un desaire a
su ex patrón; además, en este caso se está hablando de mieses «segadas» no
dobladas. Así pues, esta leyenda nada tiene que ver con los modernos cercos de grano.
Operación Mirlo
Para tratar de ver un poco más
claro en todo este asunto, el experto Colin Andrews organizó, entre el 10 y el 15
de junio de 1989, una vigilancia continua de una zona, Cheesefoothead, en la
cual los cercos aparecían más veces. En esta operación «cuervo blanco», como
fue bautizada posteriormente, participaron cincuenta voluntarios que se sirvieron
de una telecámara de alta sensibilidad para las fotografías nocturnas. En la
mañana del 18 se escucharon ciertos sonidos, e inmediatamente después, se pudo
observar, en un campo vecino, un nuevo cerco rodeado de un anillo. La
telecámara no había tenido la menor utilidad.
Se decidió organizar entonces una
nueva expedición, y en esta ocasión se utilizó una telecámara de infrarrojos.
La operación recibió el nombre de «Mirlo», y en ella participaron, a partir del
23 de julio de 1990, sesenta voluntarios. El lugar escogido fue la colina del
Caballo Blanco, cerca de Westbury. En la operación participaron incluso las
televisiones japonesas y las inglesas que habían prestado la telecámara.
La mañana del 24, a las 4:15, se
pudo divisar desde un puesto de vigilancia una formación compuesta por diez
cercos y tres líneas rectas en un campo justo a los pies de la colina.
Durante la noche, al grupo le había llamado precisamente la atención aquella parte, en la que habían visto aparecer una serie de manchas luminosas. La telecámara había sido activada y pudo registrar aquellas luces. Poco después, llegaron al lugar Colin Andrews y Pat Delgado. Un periodista de la BBC preguntó a Andrews si no podría tratarse de una burla; pero el experto lo desmintió categóricamente: «Se ha registrado un acontecimiento de enorme importancia.» Inmediatamente después, Delgado y Andrews penetraron en los cercos, ¡encontrando en el centro de cada uno una cruz de madera, de la cual colgaba un juego que se llama «Horoscope»!
Mientras un despacho de la agencia Reuter
daba la vuelta al mundo con la noticia del extraordinario acontecimiento, del
laboratorio que examinaba el videocasete que se había grabado durante aquella noche llegaba el comunicado de que las luces aparecidas
en el campo no eran otra cosa que señales térmicas de seres humanos. Pero
apenas habían tenido los dos expertos tiempo de recuperarse de la noticia, cuando se señala un nuevo
avistamiento: sobre un campo vecino se ha encontrado esta vez, dibujado sobre
el sembrado, ¡un rostro sonriente!
Un asunto económico
Mientras tanto, en 1990, los cercos
empiezan a encontrarse en el centro de una larga serie de temas publicitarios y
de maniobras comerciales. Se convierten en una auténtica atracción turística; y
los aldeanos que hasta ahora habían preferido guardar silencio para evitar que
los curiosos les devastaran sus sembrados, ahora empiezan a cobrar una entrada
a los que quieren penetrar en sus campos. Algunos, más emprendedores, no dudan
en hacer camisetas estampadas con los dibujos, venden libros y fotografías de
los cercos, y organizan vuelos de avioneta sobre sus propios campos.
Además de los campesinos, hay muchos
otros que se enriquecen con aquellos enigmáticos dibujos: el museo prehistórico
de Avesbury, que vende posters y llaveros con la reproducción de los cercos; o
un pub de Alton Barnes, que sirve a sus clientes un cocktail crop circle (“círculo
del sembrado»). La publicidad se aprovecha de los cercos para vender de todo, desde
cerveza a lotería, desde discos (un pictograma aparece en la cubierta del
triple album Remasters de Led Zeppelin) a preservativos (la publicidad
mostraba un dibujo en el sembrado con el comentario «¿Extraterrestres? ¿Ciervos
en celo? ¿Roedores? o ¿Nicoletta y Kevin?»).
Pero, naturalmente, son sobre todo
los expertos Colin Andrews y Pat Delgado, y en menor medida, Terence Meaden los
que consiguen notables beneficios con la venta de sus libros y con las
traducciones hechas en distintos países del mundo. Según el periódico La
República, del 10 de setiembre de 1991, ambos habrían ganado algo así como varios
miles de millones de liras. A nosotros, sin embargo, esta cifra nos parece un
poquito exagerada.
La hipótesis de la broma
Resulta del todo evidente que los
hechos empiezan a ser demasiados y demasiado extraños para que puedan ser
explicados sobre la base de algún sorprendente fenómeno de la naturaleza.
Parece, que los expertos habían descartado, demasiado deprisa, la hipótesis de
que pudiera tratarse de una broma. Delgado y Andrews habían afirmado de modo
categórico: ( ... ) ante todas las increíbles configuraciones que hemos visitado,
nos damos perfectamente cuenta de que no pueden ser, de ninguna manera, creaciones
hechas por la mano del hombre.
Se decía, en particular, que habría
sido imposible moverse por los sembrados sin dejar huellas de su paso. En realidad,
al examinar las fotografías de los libros de Delgado y Andrews se puede
advertir que al lado de todos los cercos existen senderos rectilíneos, sin
espigas, dejados por el paso de los tractores durante la siembra. Aprovechándose
de tales senderos se puede llegar tranquilamente a los cercos sin dejar
huellas; lo sorprendente es que los mismos cereálogos sugerían siempre a los curiosos que caminaran
por esos senderos ¡a fin de no dañar los cercos! Después, desde los cercos principales
se podrían alcanzar fácilmente los otros cercos satélite, sin atravesar las
pistas de los tractores, porque el espacio entre las distintas líneas era de
unos cuantos centímetros; lo suficiente para apoyar un pie delante del otro,
sin dañar ninguna espiga. Además, era sabido que muchas veces se habían logrado
sorprender intentos burlones para crear nuevos cercos; uno de ellos se produjo
en la mañana del 26 de julio, durante la Operación Mirlo.
Unos voluntarios sorprendieron a un
grupo de seis personas mientras se hallaban entregadas a su trabajo; pero los bromistas
lograron poner pies en polvorosa antes de que llegara la policía. Por tanto, la
presencia de pictogramas del tipo del rostro sonriente de Westbury, de otro
rostro que también está riendo, en Alton Priors, y de una esvástica con la
leyenda WEARENOTALONE (Noestamosolos) en el valle de Pemsey, difícilmente
podrían ser atribuidos al trabajo de alienígenas o a vórtices de plasma.
¿Cómo se hacen?
A principios de 1990, un grupo de
ufólogos franceses, denominado VECA (Voyage d'Etude des Cercles Anglais) formado
a raíz de la operación Mirlo, decidió comprobar la posibilidad de la hipótesis
humana. Contrataron, pues, a un experto en efectos especiales cinematográficos
y le asignaron la tarea de realizar una copia del pictograma más complejo
existente hasta el momento (una formación de cinco cercos, con doble anillo
concéntrico) en el menor tiempo posible. El experimento se realizaría ante la presencia de un notario y sería
fotografiado, e incluso seguido desde el aire, desde un ultraligero. Después de
unos preparativos de algunos meses, el experto, armado con un rodillo de
jardinero, un pico, una cuerda, y un plano de la figura que habría de trazar, penetró
finalmente en el sembrado puesto a disposición del grupo de ufólogos. Caminando por los senderos dejados por los tractores, penetró
entre las plantas y, en el punto escogido, clavó el pico al que ató la cuerda. Manteniéndola
tensa caminó en círculo delimitando con los pies el diámetro del dibujo; después, utilizó
el rodillo para aplastar las espigas. Siguió trabajando así hasta que concluyó
por completo el pictograma, similar en todo a los ingleses. Tiempo empleado: una hora. El
ensayo del grupo VECA apareció en la revista francesa Science et Vie.
Al mismo tiempo, y en distintas
partes del mundo, los representantes de algunos grupos de escépticos quisieron
realizar sus propios cercos de los sembrados. En Inglaterra, un grupo guiado
por el prestidigitador Ian Rowland llevó a cabo sin dificultad un complejo
pictograma en la zona de Winchester que fue considerado auténtico por más de un
«experto». Luigi Garlaschelli, del CICAP, el Comité Italiano para el control de
las afirmaciones sobre fenómenos paranormales, efectuó en los prados de Pavia un
cerco perfecto experimental mediante una cuerda, un pico y un rastrillo, grabando
todo el proceso en video. Quedaba por saber quiénes hacían esos cercos, y por qué.
Se establecieron al respecto varias hipótesis: se habló de jóvenes bebidos (y en efecto fueron descubiertos varios de ellos, tanto en Inglaterra
como en Alemania), artistas contemporáneos que rechazaban la publicidad (como
sucede con los autores de grafitti), miembros de sectas o cultos mágicos dedicados a ritos
paganos de fertilidad... Finalmente, el 9 de setiembre de 1991, se desveló el
enigma.
Los auténticos burlones
En la redacción del periódico
inglés Today se presentaron aquel día, Douglas Bower y David Chorley, dos
señores de mediana edad que declararon ser los autores de los cercos. Para demostrarlo
estaban dispuestos a hacer una demostración práctica ante los periodistas. Dicho
y hecho. Se encuentra un sembrado de trigo en Sevenoaks, en Kent, y se da vía libre
a los dos bromistas. Armados con una pértiga y una cuerda, los dos hombres se
ponen al trabajo realizando círculos perfectos de precisas formas geométricas. Mientras
tanto, los periodistas van documentando fotográficamente todas las fases de la
operación.
Terminado el cerco, faltaba la
segunda fase de lo que se consideraba una gran revelación periodística: una
llamada telefónica al experto Pat Delgado, para ponerle al tanto de la aparición de un nuevo cerco misterioso. El experto se persona inmediatamente en
el lugar, examina el sembrado con cuidado y exclama entusiásticamente: «Sin
duda éste es el momento más bello de mis investigaciones. Ningún ser humano pudo haber
realizado un trabajo similar.»
Sin embargo, la sonrisa se le hiela
en el rostro cuando los periodistas le presentan a los señores Bower y Chorley,
autores de este y de otros centenares de cercos aparecidos en los últimos trece
años en Inglaterra. Delgado, con la boca abierta, declara melodramáticamente: «Millares
de personas quedarán destruidas por esta revelación.»
Fin del misterio
Bower y Chorley que alcanzaron en
los medios de comunicación la dudosa fama de realizar una de las mayores burlas
del siglo XX, han contado su historia a un periodista que la ha recogido en un
libro. Previsiblemente, la instructiva narración no ha tenido, ni mucho menos,
el éxito de los libros de Delgado y sus socios."
Todo comenzó una tarde de verano, a
mitad de los años setenta. Doug Bower, interesado desde hacía tiempo en los OVNIS
le dijo a Dave Chorley que cuando se encontraba en Australia había escuchado una historia de un OVNI que habría descendido en
Queensland y habría dejado una señal circular en la hierba. Indicando un
sembrado de trigo cercano, Bower le peguntó a su amigo: «¿Qué crees que
sucedería si creásemos unas marcas allá abajo? Seguro que habría algunos que asegurarían
que habría aterrizado un platillo volante.» Muy poco después los dos cogieron una barra de acero con forma de L, y siguiendo
las huellas dejadas por un tractor penetraron en el sembrado, en donde
realizaron su primer cerco.
Plantaron la extremidad más corta
de la barra en el terreno y utilizándola como perno, empezaron a hacerla rotar;
y avanzando a gatas lograron obtener, al cabo de cuarenta minutos, un cerco de
casi nueve metros de diámetro.
Durante el primer verano realizaron
una docena de cercos, y al verano siguiente volvieron a hacer la misma cantidad,
aunque ninguno de los dos se daba plena cuenta de lo que estaban llevando a
cabo. A finales del verano de 1979 estaban casi a punto de abandonarlo todo. De
todas formas, quisieron intentarlo una vez más durante el verano de 1980, pero
empleando en esta ocasión un nuevo sistema. La barra de metal resultaba
demasiado pesada a la hora de utilizarla y, además, dañaba las espigas.
Decidieron utilizar entonces una vara de madera de casi un metro de largo,
ataron una cuerda a cada uno de sus extremos, y caminando en fila india a los lados
de la pértiga, descubrieron que podían marcar el sembrado más deprisa, con
mayor comodidad y sin dañar las espigas. Además, decidieron hacer los cercos
solamente en aquellos sitios en que pudieran ser vistos.
Estos fueron los cercos que
atrajeron la atención de Meaden, Delgado y Andrews, quienes empezaron a formular
sus hipótesis, cada vez más extraordinarias.
Bower y Chorley continuaron durante
años con su trabajo burlón y, al cabo de algún tiempo, advirtieron que otros bromistas
habían empezado a imitarles en distintas partes del mundo. El periodista [im
Schnabel, autor del libro sobre la historia de Bower y Chorley, y él también «autor
de cercos», catalogó decenas de grupos semejantes (Merlin & Co., The Bill
Bailey Gang, los Escépticos de Wessex y muchos otros) dedicados a esta nueva e
insólita forma de arte y de diversión. En algunas ocasiones, Bower y Chorley estuvieron a punto de ser
descubiertos. Una noche, un coche de la policía aparcó cerca del campo en el
que estaban realizando un elaborado pictograma. Bower saludó a los policías y les enseñó un equipo
para registrar sonidos de la naturaleza, y algunas cartas de la Biblioteca
Inglesa de Sonidos Naturales.
Los policías se disculparon por haber les molestado en su trabajo, y se marcharon.
Los policías se disculparon por haber les molestado en su trabajo, y se marcharon.
Otro de los aspectos divertidos de
la broma era que Bower y Chorley seguían atentamente las teorías propuestas por
los distintos cereálogos, y empezaron a disfrutar de un placer perverso en
contradecirles. Se divirtieron a gusto cuando Delgado definió su trabajo como
la obra «de una inteligencia superior». Dispuestos a golpear, de forma
particular, la teoría de Meaden, tan precisa y detallada, decidieron crear una
formación que no pudiera explicarse con semejante teoría. Así pues, una noche diseñaron
un sencillo cerco con un desarrollo horario e, inmediatamente después, otro
cerco concéntrico anti horario. El diseño desorientó a Meaden durante un año.
Para desconcertar todavía más a
Delgado y los suyos, Bower y Chorley hicieron un cerco con un anillo, y diseñaron
un corredor que terminaba en una pequeña hondonada ex cavada en el suelo, como
si los alienígenas hubieran tomado de allí una muestra de tierra. Nunca
hubieran podido soñar que Colin Andrewa inspeccionara aquel agujero y terminara
por afirmar, no se sabe cómo, que lo había llevado a cabo un poltergeist, io
sea, un espíritu burlón!
Los insumergibles
Infaliblemente, tras la aparición
de la broma, surgió toda una galería de personajes que sostenían las más
estrafalarias hipótesis ocultas, que no se daban por vencidas.
Un típico cerco en un sembrado aparecido en
Inglaterra en el mes de agosto de 1994, en East Filed, Alton Barnes, en
Wiltshire.
Hubo quienes dijeron que en los
cercos se desarrollaban energías extrañas que curaban la artritis y otras
enfermedades; otros que los consideraban mensajes de Dios; otros que veían en
los cercos mensajes escritos en sumerio o en un antiguo dialecto mongol... El
mismo Colin Andrews, a fines de 1992, acampó durante varias semanas en Woodborough
Hill y se puso a hacer señales de luz en el negro cielo, esperando contactar
con alguna astronave alienígena. Por su parte, Meaden seguía convencido de la
bondad de su historia de los vórtices de plasma, y declaró que estaba seguro de
que su teoría se vería confirmada en años futuros.
En Italia, los promotores de las
teorías paranormales más estrafalarias hicieron de todo para no dejar que
muriese el misterio. Por ejemplo, en un artículo titulado: Es cierto: los misteriosos
cercos son obra de los extraterrestres, publicado en el mes de julio de
1992 en un semanario amarillista.
Michael Hesemann, un alemán licenciado en antropología, declara: «Lo que traza los cercos en los sembrados es una energía desconocida. Ningún hombre podría imprimir en los campos formas geométricas, redondas o elípticas, de semejante precisión.» Las revelaciones de Bower y de Chorley habrían sido, según Hesemann, simplemente «una broma»; la verdad era que los diseños representaban «comunicaciones de energía de extraterrestres que querían decir o señalar algo ( ... ); inteligencias no terrestres que observaban a los hombres, desde hacía miles de años, procurando desarrollar su evolución. Evidentemente, han tratado de hacerla mediante estos símbolos tan bellos: belleza y simetría, características de estos cercos, que producen estupor y transformación interna.»
Un certamen de habilidad
Durante años continuaron
apareciendo en los campos ingleses cercos y dibujos más complejos, pero el
número de los estudiosos de este tipo de fenómenos se redujo del millar que
eran en 1990 a casi cero. El mismo Terence Meaden se retiró de la escena en
1991, admitiendo que todos los dibujos complicados eran un fraude, pero siguió
afirmando su teoría de los vórtices de plasma para los cercos más sencillos.
En 1992 se estableció un concurso
para «creadores de cercos» en el que muchos cereálogos tenían puestas sus
esperanzas, pensando que con ello se desacreditaría la hipótesis de la burla. Por el contrario, y pese a las condiciones muy rígidas impuestas a los
participantes (entre otras, que los dibujos deberían ser realizados por la noche),
los resultados fueron juzgados excepcionales, incluso por la revista Science.
En Italia, el CICAP también hizo su
parte. Interesado su Comité en la teoría de la broma, la revista mensual Focus
se ofreció en 1999 a esponsorizar el trabajo de realización de un dibujo en un sembrado italiano, compensando económicamente a su propietario por
los daños que, aunque fuera en parte, inevitablemente sufriría la cosecha.
Se determinó un lugar adecuado en
los prados de Adria, en la provincia de Rovigo, gracias a la colaboración de
una empresa agrícola local. Luigi Garlaschelli, que ya había trabajado en el
pasado en una experiencia análoga, se encargó de conseguir el material
necesario y de coordinar los trabajos.
Ante todo, se realizó un dibujo
sobre cartón de la imagen que se quería obtener, e inmediatamente se inició el
trabajo. Yo también formé parte, junto con Garlaschelli y Marino Franzosi, del
grupo que realizó el dibujo. Lo primero que se descubre al tratar de realizar
un dibujo en el sembrado es la posibilidad de penetrar en el interior de los
mismos sin dejar la menor huella, siempre que se camine por el rastro dejado
por los tractores. Para realizar cuanto se había proyectado fue suficiente con clavar
una estaca en el terreno, atarle una cuerda y girar en redondo para delimitar
el perímetro de! primer cerco (que, en nuestro caso, tenía casi unos 20 metros).
Después, con un rastrillo, abatíamos las espigas en el interior del cerco;
descubriendo que las plantas se doblaban fácilmente sin quedar por ello
destrozadas. Para trazar las líneas que unían el cerco principal con los otros bastó
con extender la cuerda y abatir manualmente las espigas en el interior. Al cabo
de una hora habíamos realizado un dibujo misterioso en el sembrado.
La filmación de Oliver's Castle
Tras el periodo de relativa
tranquilidad que siguió a las revelaciones de los dos pensionistas ingleses, y
durante el cual el fenómeno perdió gran parte de su aura misteriosa, se produjo
un brote de interés. Ante todo, aparecieron algunos estudios científicos en los
que se sostenía, entre otras cosas, que se habían revelado modificaciones
anatómicas en las espigas de cereal del interior de los cercos, en donde incluso
se había encontrado polvo de óxido de hierro de origen meteórico. Después,
según algunos, las espigas del interior de los cercos no sólo estaban dobladas
sino que aparecían entrelazadas. Todos estos elementos parecían confirmar la
hipótesis no humana del fenómeno.
Además, en 1996 se dio la noticia
de que un videocámara inglés aficionado había filmado por casualidad con su
cámara la formación de un dibujo en un sembrado. En la filmación se veían dos esferas
luminosas flotando sobre un sembrado que de repente, y en pocos minutos, creaban
un pictograma espectacular compuesto por siete cercos de simetría hexagonal.
¿Mostrarían esas pruebas, finalmente,
que una cosa eran las bromas de algunos burlones, y otra muy diferente el «auténtico»
fenómeno?
Empecemos por la filmación. La
había rodado, e! 11 de agosto de 1996, un tal John Wheyleigh, que tras haberla poyectado
por primera vez en un pub, para un grupo de apasionados y de curiosos, la
vendió a Colin Andrews. De hecho, Andrews no había abandonado nunca e! estudio
de los cercos, y en el transcurso del tiempo había formulado una nueva teoría
para explicar el fenómeno: de acuerdo, sostenía e! estudioso, en que el 80% de
los cercos son fruto de bromas, pero el 20% restante está provocado ciertamente
por misteriosas fuerzas geomagnéticas. Para comprobar sus hipótesis, Andrew
adquirió e! film de Wheyleigh quien, entretanto, lo había hecho circular por otras partes. En realidad, aquel
documento fílmico de tan sólo 24 segundos había dado rápidamente la vuelta al mundo.!
Dos expertos en diseño gráfico por
ordenador y técnicos en vídeo, Paul Vigay y Peter Soreson, analizaron el film y
declararon que, sin la menor sombra de duda, se trataba de una falsificación
muy hábil. Las pruebas de tal falsificación eran numerosas: «Durante la toma» decía,
por ejemplo, Vigay, «la telecámara no se mueve ni siquiera mínimamente, y mucho
menos cuando las esferas aparecen en el campo visible. Debido a esto, el cerco
entra por completo y de forma perfecta en el encuadre. Es como si el cameraman
hubiese previsto de forma exacta el lugar en el que se iba a formar el pictograma».
Aunque las sombras aparecían difuminadas, se confrontaron con la posición que
tenía el sol en el día de la toma. Después, Paul Vigay quiso demostrar cómo se
podía realizar un film de este tipo. En tan solo tres horas, con un ordenador
personal y con ayuda de instrumentos de post producción enteramente de
aficionados, logró reproducir una secuencia que, en realidad, era mejor que la
de Oliver's Castle, y que se mostraba carente, además, de los defectos encontrados en
la filmación original. Ante semejante prueba, incluso Colin Andrews se mostró
convencido de que el film era falso.
En cosa de poco tiempo fue
desvelado todo el montaje. De hecho, el 22 de julio de 1997, el investigador
Lee Winterson reveló los resultados de una larga indagación que le había llevado
a descubrir que el citado Iohn Wheyleigh no era otro que Iohn Wabe, un técnico
en ordenadores gráficos de los estudios de post-producción de la First Cup, de
Bristol, Inglaterra. Con la colaboración de una televisión japonesa, Winterson
logró poner a Wabe contra la pared, haciéndole confesar que el film era realmente
una broma, que había hecho él al ver un programa de televisión en el Discovery
Channel.
Los exámenes científicos
La mayor parte de las afirmaciones
que circulan a propósito de los cercos de los sembrados no logran apartarse
casi nunca de la esfera de las simples hipótesis; y, como ya se ha visto, no
han logrado obtener ninguna confirmación.
Los únicos estudios que merecen un
examen más atento son los relativos a los trabajos llevados a cabo por W. C. Levengood
y por E. H. Haselhof los cuales, al menos en apariencia, parecen cualitativamente
mejores y han sido publicados en revistas relativamente serias. Levengood
sostiene haber encontrado modificaciones anatómicas en las espigas del interior
de los cercos.' Tales evidencias no serían compatibles con la hipótesis de la procedencia
humana de los cercos, sino que por el contrario parecerían confirmar la teoría propuesta
por Meaden, según la cual los dibujos de los sembrados se habrían originado por
vórtices de plasma. Además, Levengood y su colaborador J. Burke sostienen haber
encontrado otras pruebas a favor de la hipótesis de Meaden. En algunos casos, se
habría encontrado sobre las espigas de trigo polvo de óxido de hierro de origen
meteórico. Este polvo se habría originado por meteoritos que, al atravesar la
atmósfera, se habrían pulverizado generando el vórtice de plasma responsable de
los cercos. Siempre según estos dos autores, el fenómeno habría originado,
entre otras cosas, microondas cuyos efectos se habrían localizado sobre las
espigas de trigo. A favor de su hipótesis, Levengood y Burke aportaron el descubrimiento
de algunos micrometeoritos hallados en la cercanía de los cercos de trigo.
Los problemas que presentan estos
trabajos, como ha sido evidenciado por varios críticos son diversos. Ante todo,
los investigadores no han adoptado en ningún caso procedimientos de
verificación de los resultados en «doble ciego»; en otras palabras, no se han
preocupado de comprobar si los efectos registrados fueron reales o sólo
ilusorios. Curiosamente, ningún otro investigador ha logrado obtener los mismos
resultados. Además, por lo que respecta al descubrimiento de polvo de óxido de
hierro, un autor de cercos en el sembrado confesó que deliberadamente había rociado
el terreno con limaduras de hierro previamente oxidadas.
Incluso puso a disposición de los investigadores una muestra de la limadura utilizada para que pudiera ser analizada, pero Levengood y Burke ignoraron esta oferta. Además, el descubrimiento de micrometereoritos no es un acontecimiento excepcional sobre el planeta. Subráyese al respecto que nunca se ha llegado a confirmar el hecho de que las espigas de trigo hayan estado irradiadas por microondas.
Finalmente hay que decir que
ninguno de estos estudios, incluido el de Eltjo Haselhoff, que sostiene haber
encontrado un aumento de la cantidad de magnetita (casi unas seiscientas veces
la concentración normal) en el interior de los cercos de los sembrados de trigo,
ha suscitado nunca interés entre la comunidad científica. Sólo se habla de estas
cosas entre los ufólogos y los apasionados por los misterios.
La comprobación de Focus
En todo caso siempre está bien,
para la investigación científica, intentar comprobar los resultados en las
mismas condiciones en las que han sido obtenidos. Esto es lo que ha hecho la revista mensual «Focus» que al aparecer, durante el verano de 2001, los
primeros dibujos en los sembrados de Wiltshire y de Hampshire, en Inglaterra,
envió al lugar de los hechos al periodista Franco Capone y al botánico Gabriele
Galaso, del museo de Historia Natural de Milán. Las investigaciones realizadas
han examinado los tres cercos más recientes identificados hasta el momento, con
objeto de verificar si había realmente huellas de elementos procedentes de asteroides,
modificaciones genéticas u otros efectos misteriosos provocados por campos
magnéticos. Las muestras recogidas fueron sometidas seguidamente a un examen morfológico y celular por Galaso y por el director del museo, Enrico Banfi: por
su parte, el botánico de la universidad de Milán, Sergio Sgorbati, se encargó
de dirigir los análisis genéticos. Si en realidad los cercos hubieran sido
provocados por fuentes ionizadas, se deberían registrar modificaciones en el
DNA de las plantas. Además, un astrofísico, Romano Serra, ha estudiado en la universidad de Bolonia muestras del terreno para
comprobar en ellas la posible presencia de material extraterrestre y de
radiactividad.
Así pues, ¿cómo marcharon las
cosas? «Hemos logrado analizar tres cercos», explica Franco Capone «pese a la
dificultad para moverse por el campo, debido a una epidemia de afta epizootica
(que conllevaba la prohibición de entrar en muchas propiedades agrícolas). El
año anterior (el 2000) a primeros de junio, había en Inglaterra unos veintidós
cercos en sembrados de trigo. En este año, y en la misma fecha, solo había
siete. ¿A qué era debido? Podría pensarse que con la epidemia aftosa eran menos
las personas que podían andar libremente de noche por los campos; ya fuera para
descubrir cercos o, quién sabe, si para hacerlos.»
¿ Y cuáles fueron los resultados de
las comprobaciones? «El primer cerco», continúa Capone, «lo hemos encontrado en
un campo de calza; en realidad se trataba de tres cercos, insertados unos en
otros, con un diámetro total de 50 metros. Había algo sospechoso: en el centro
de la formación se había hecho un agujero, provocado probablemente por la rotación
de un palo central que haciendo de perno con una cuerda atada a él, podía
plegar en su rotación las robustas plantas de calza. Algunas plantas tenían
signos evidentes de haber sufrido el rozamiento de un cuerpo sólido, otro elemento
más que hacía pensar en que este cerco de la calza era completamente falso. Los
análisis de laboratorio llevados a cabo en Italia han descartado la presencia
de radiactividad en las muestras de tierra analizadas, si bien hay residuos
ferrosos que pueden hacer pensar en la llegada de material procedente del
espacio.» Sin embargo, el astrofísica Serra explica: «Hemos concluido que se
trata de de un fondo cósmico natural en toda la zona, polvo de procedencia
espacial que se ha acumulado a lo largo del tiempo a causa de una lluvia de micrometeoritos
que tiene lugar un poco por todas partes.
Las muestras procedentes de la parte exterior del cerco muestran una cantidad de hierro prácticamente igual a las del interior.»
«El segundo círculo», prosigue
Capone, «lo hemos encontrado cerca de la localidad de Pewsey. Estaba en un campo
de calza y medía cerca de 10 metros de diámetro. Las plantas estaban plegadas
en espiral, en el sentido horario. Este cerco era del tipo más simple, de
aquellos que aparecieron en los primeros años ochenta, cuando el fenómeno empezó
a ser registrado. El tercero era un cerco complejo que se había
"manifestado" en un campo de cebada, ocupando casi una hectárea,
cerca de Barbury Castle.» ¿ Y qué resultados se obtuvieron de los análisis de
estos dos cercos? «También allí», explica Serra, «se encontraron partículas de hierro
con silicio, manganeso, aluminio y otros elementos, incluso de forma esférica, pero
en una proporción normal.
La radiactividad no era
significativa, incluso en algunas muestras se encontraba por debajo de lo
normal.»
Sin embargo fue visto algo extraño
en los lugares del misterio: las plantas de colza del interior de los cercos
presentaban más vitalidad con respecto a las del exterior. «La razón es que las
plantas plegadas tratan de reaccionar y, además, reciben más luz, lo que
estimula la floración», explica Galaso. «En este grupo se encontraban más
contaminadas que en el exterior, siempre a causa de la mayor cantidad de luz
que podían alcanzar los niveles más bajos del cultivo.»
¿ Y las semillas? «Las hemos analizado en Milán, sin encontrar diferencia entre las plantas interiores de los cercos y las exteriores.» ¿Y qué hay de las famosas hinchazones que Levengood ha encontrado en las plantas afectadas por el fenómeno? «Se encuentran presentes incluso en las muestras que hemos examinado», explica Enrico Banfi, director del museo de Historia Natural de Milán. «Y no se puede negar que las células muestran modificaciones. El hecho es que estas plantas han sido "desgarradas". Probablemente por alguna cosa mecánica; pero no me parece que sea este el caso de establecer hipótesis sobre fenómenos insólitos o misteriosos. A menos que estos "rayos fríos" de plasma se puedan observar mientras se verifican las pruebas.» Tampoco los exámenes gen éticos encargados a Focus sobre las muestras de cebada y de colza han dado resultado alguno.
«La única certeza sobre los cercos»,
concluye Franco Capone, «es que el año pasado un muchacho llamado Matthew fue
condenado a una multa de 140 libras esterlinas por haber dañado un campo cercano a Marlborough, mientras llevaba a cabo su
"obra de arte" en el trigal (un cerco con estrella de seis puntas)».
Es uno de los poquísimos que ha
confesado, o que ha podido ser cogidos in fraganti. Esto no excluye, evidentemente,
que algunos cercos tengan causas naturales. Sin embargo, no es este el caso de
los que han sido examinados por los investigadores italianos?
Entrevista con los artistas de la falsificación
Inspirados por la fascinación
suscitada por los cercos de los sembrados de trigo, un grupo de artistas y de
ingleses apasionados por el tema decidieron en 1995 unir sus fuerzas para formar
un grupo que pudiera crear dibujos, cada vez más espectaculares, en los
sembrados. El grupo tomó el nombre de Circlemakers (creadores de cercos)
e inauguró un interesantísimo sitio en Internet (www.circlemakers.org) lleno de
textos y fotografías de los dibujos realizados. La habilidad del grupo es
realmente sorprendente: los dibujos realizados por ellos se encuentran entre
las figuras más complicadas, intrincadas y geométricamente perfectas que se
hayan podido ver nunca; hasta el punto que realizan habitualmente dibujos en los
sembrados de forma pagada, contratados por agencias de publicidad y productoras
televisivas.
Son muchos los que piensan que
incluso pueda ser obra suya el gigantesco «mensaje» aparecido en el mes de
agosto de 2001, en las cercanías del observatorio de Chilbolton, en Inglaterra.
Un mensaje que algunos han querido identificar inmediatamente como la respuesta
de los extraterrestres a una llamada análoga enviada en 1974 desde la Tierra al
espacio.
En septiembre de 2000, el periódico
inglés Fortean Times entrevistó al grupo, dirigido por John Lundbergr «La
posibilidad de crear un artefacto cuyo origen pudiera ser considerado no humano»,
declaró Lundberg en la entrevista «nos pareció una idea sumamente interesante.»
Nace, de ese modo, la idea de crear
el grupo. El artista Rod Dickson, otro de los fundadores de los Circlemakers
ya había intentado en el pasado hacer un dibujo, pero el experimento no le
parecía particularmente logrado. «Empecé a pensar que me había equivocado, y que
los hombres no podíamos ser los responsables de semejantes formaciones», explica
Dickson, «hasta que leí el periódico local, algunos días después. Un famoso investigador
del tema sostenía que nuestra horrible chapuza tenía todas las características de
los fenómenos" genuinos": espigas dobladas, pero no destrozadas, y
todo lo demás. Mi opinión sobre los cercos, sobre los investigadores que los
estudiaban y sobre los medios de comunicación que se ocupaban de aquello, sufrió
entonces una revulsión. Casi inmediatamente me di cuenta de que en todo aquello
existía un espacio extraordinario que podía ser ocupado -rnejor que por otros-
por los artistas.»
Concluyamos este capítulo con
algunas declaraciones de Lundberg, que merecen ser conocidas, sobre todo, por
parte de aquellos que todavía hoy consideran admisible la idea de un origen
extraterrestre o paranormal del fenómeno. «Pienso que siempre habrá alguno que
creerá en un origen no humano de los cercos de los sembrados. El interés de los
medios después de las confesiones de Doug y Dave seguramente ha descendido; pero
desde ahora creo que las dimensiones y la complejidad de muchas de aquellas
formaciones pueda inducir a muchas personas a interrogarse nuevamente si
podrían tener un origen no humano ... Las declaraciones de Doug y Dave acerca
del origen de los cercos y nuestras sucesivas impresiones han creado una
atmósfera interesante para los sociólogos que se ocupan de las religiones; sin
embargo, el hecho de que un determinado fenómeno sea desmentido puede inducir a
un reforzamiento de las propias convicciones. En nuestra actividad existen algunos
puntos ambiguos, suficientes como para que aquellos que quieran creer a toda
costa puedan continuar haciéndolo. No afirmamos haber creado una formación
específica, sino que decimos tan sólo que hemos creado alguna en un determinado periodo. Algunos
leerán nuestras declaraciones como las de unos mitómanos que se atribuyen
responsabilidad por acciones que no han cometido, como las personas que habían
afirmado ser el descuartizador de Yorkshire. Los creyentes más paranoicos, se
arriesgarán a imaginar teorías conspiratorias intrincadas en torno a nosotros, y nos describirán como oscuros agentes
secretos al servicio de gobiernos que luchan contra el desarrollo de las
creencias de la new age ... u otras fantasías de ese tipo.»
Mientras tanto, incluso en Rusia, en
Yuzhnoye, apareció el primer cerco en los trigales. «Siento mucha envidia por
los creadores de cercos en otros países», continúa diciendo Lundberg. «las expectativas
acerca de las dimensiones y la complejidad de los dibujos que debemos presentar
en Inglaterra son ya muy elevadas, en cambio la formación, más que aproximativa,
aparecida en Rusia, ha terminado siendo noticia en los noticiarios nacionales. Incluso
Vasily Belchenko, secretario del Consejo ruso para la seguridad, ha visitado el
lugar y ha declarado que "no tenemos la menor duda, no se trataba de una creación
del hombre; un objeto desconocido se ha posado en aquel lugar". Si el
mismo dibujo hubiera aparecido en Inglaterra se habría ignorado prácticamente,
tanto por los estudiosos como por los medios de comunicación.»
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