lunes, 8 de diciembre de 2014

NACE LA GUARDIA SUIZA.



Julio II es uno de los papas con peor genio que ha pasado por el Vaticano. Fue aquel que se pasó media vida discutiendo con Miguel Ángel y la otra media reconciliándose con él. Cuando no tenían una bronca por la Capilla Sixtina, la tenían por el gran mausoleo que el artista tenía que hacerle al papa y que nunca terminó. Julio II era un belicoso, nacido para la conquista y la dominación. Un príncipe del Renacimiento, ávido de grandeza, de gloria y de inmortalidad, y alguien así necesita guardaespaldas. Por eso, el 22 de enero de 1506 Julio II recibió a los primeros 150 miembros de su propia empresa de seguridad privada, la Guardia Suiza, el Prosegur vaticano del siglo XVI. 

¿Por qué Julio II decidió que fueran soldados suizos? Porque eran los mejores mercenarios de la época. Si eran o no católicos era lo de menos. Lo importante es que defendieran la vida del papa y las posesiones vaticanas, aunque esto, evidentemente, ha cambiado en los últimos cinco siglos. Porque ahora los guardias suizos deben ser fieles católicos, tener entre diecinueve y treinta años, medir más de 1,74 y no estar casados. El celibato no es condición indispensable, pero si están solteros y enteros, miel sobre hojuelas. 


La actual Guardia Suiza la componen unos cien soldados. A saber: setenta alabarderos, veintitrés mandos intermedios, cuatro oficiales, dos tamborileros para poner ritmillo a los desfiles y un capellán, que no haría mucha falta porque si algo hay en el Vaticano son curas. 


La autoría del diseño del uniforme que tanta gracia nos hace a todos, lleno de colorines, algunos la atribuyen a Miguel Ángel, lo que tiene su sentido, porque hubiera sido una forma de venganza contra Julio II. Pero no, no los diseñó Miguel Ángel. Las bandas amarilla y azul de los trajes están ahí porque eran los colores de la familia Della Rovere, la familia del papa Julio II. Pero luego llegó otro papa, León X, y también quiso meter cuchara, por eso añadió el color rojo, el color de su dinastía, la de los Medici. El resultado es que ahora tenemos unos señores bastante estrafalarios, pero todos de muy buen ver, que ganan mucho en cuanto se quitan el uniforme. 


El ejército más ridículo del mundo por su número y por su vestimenta.

 Nieves Concostrina.

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