viernes, 7 de junio de 2013

ÁFRICA Y EGIPTO.

                      Egipto está en África, y tanto la Biblia como los primeros exploradores e historiadores griegos y romanos consideraron esta gran civilización del Nilo como africana. Antes del prejuicio moderno del color de la piel, las distinciones observadas en la antigüedad entre los morenos egipcios y sus vecinos del sur, más oscuros, no contenían las connotaciones raciales y culturales que existen hoy. La Biblia clasifica a Egipto, junto con Canaán y Arabia, como africano en el relato del Génesis sobre la restaurada familia de pueblos después del Diluvio.

                      Este vínculo entre Egipto y su vecino del sur Nubia/Kus se refuerza la presencia de los vecinos más oscuros en Canaán durante el período ancestral y después como principales elementos en el ejército egipcio allí acuartelado. A comienzos del siglo XIV a.C., las cartas de Amarna, correspondencia entre los reyes cananeos y el faraón Akenatón, testifican la temprana presencia africana en la zona. Una carta, procedente de Abdu-heba, rey de Jerusalén preisraelita, se queja de las rebeldes tropas nubias apostadas allí. Se ha especulado sobre la posibilidad de que una presencia africana permaneciese en la zona, manteniendo sus tradiciones de potencia militar, y que las siguientes generaciones de nubios/kusitas formaran parte de las fuerzas de David que capturaron Jerusalén, o continuaran siendo parte de la milicia de Jerusalén que David incorporó como suya, al igual que hizo con el antiguo sacerdocio Jebuseo.

                      Posteriormente en la historia israelita, durante el reinado de Ezequías de Judá (727-698 a.C), Nubia gobernó Egipto en la dinastía XXV (751-656 a.C) y forjó una estrecha alianza con Judá en un esfuerzo común por rechazar a los Asirios. Incluso cuando el profeta Isaías se quejaba de que el rey debería confiar en Dios en lugar de en los egipcios para defender Jerusalén, su oráculo sobre los emisarios kusitas fijaba en la tradición bíblica la común identidad de Egipto/África. Esta misma identificación se expresa en el lamento de Nahum por la caída de Tebas, la capital egipcia, aun cuando se regocija de la destrucción de Nínive, la capital de Asiria.

                    ÁFRICA EN LA CORTE REAL Y EN LA TRADICIÓN SAPIENCIAL.

                    Los africanos que se mencionan en el Antiguo Testamento están estrechamente vinculados a la corte real y a las tradiciones sapienciales del antiguo Israel. Uno de los soldados kusitas de David trajo la noticia de la muerte de su hijo Absalón, y Salomón, ya casado con una princesa egipcia, entretenía a la reina de Saba, que había ido a visitarle en una misión comercial. Jeremías se salvó de la muerte decretada por el rey Sedecías gracias a Ébed  Mélek ("siervo del rey"), un funcionario africano de la corte, mientras que en un incidente anterior ocurrido durante el reinado de Yoyaquim, un mensajero de sangre africana llamado Jehudi se comunicó con el profeta. El profeta Sofonías es llamado "hijo de Kusí" en su genealogía, que se remonta a Ezequías.

                   Salomón, patrono de la sabiduría, abrió la puerta a los proverbios y poemas egipcios, tal como se evidencia en pasajes del libro de Proverbios, que siguen el modelo de las "Instrucciones de Amenemopé" egipcias, y en el salmo 104, que se inspira en un himno egipcio a Atón. Ezequías, que pertenecía a la dinastía kusita, también aparece mencionado como patrono real de la sabiduría proverbial de Israel. La doncella del Cantar de los Cantares 1,5 proclama: "Negra soy, pero hermosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Quedar, como los pabellones de Salmá". La imaginería dual es clara: la tez negra se compara con las tiendas negras de piel de cabra, y la belleza, con los suntuosos pabellones reales.

                  ÁFRICA EN EL CULTO ISRAELITA Y EN EL PENSAMIENTO MESIÁNICO.

                   Entre los conocidos por Dios bajo la imagen de Sión como madre de las naciones se encuentra Kus, que también ofrece tributo al Templo. Esta preocupación por Kus y por las otras naciones puede tener su origen en la experiencia formativa del Éxodo y la travesía por el desierto, donde los hebreos iban acompañados por una "muchedumbre abigarrada" en la que se encontraba Pinjás y la mujer kusita de Moisés.

                  En la literatura profética, después de que la cólera de Dios caiga sobre todas las naciones de la Tierra, Dios cambiará su discurso para que todos puedan adorarle: "Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi Dispersión, me traerán ofrendas" (Sof 3,10). Esta alusión hace referencia a la diáspora africana, a los exiliados israelitas en África que regresan con regalos de agradecimiento a Dios. África y sus gentes consideradas conversas acudirán a adorar a Dios en Sión, junto con los exiliados israelitas dispersos por todas partes. En este contexto del reino universal de Dios, el profeta Amós proclama: "¿No sois vosotros para mí como hijos de kusitas, oh hijos de Israel? -oráculo de Yahvé" (Am 9,7). Dios es juez y, en último término, también redentor de todas las naciones.

                  La proclamación de Jesús como Mesías en el Nuevo Testamento continúa en la temprana misión del apóstol Felipe que bautiza al funcionario africano en hechos 8,26-39. Es significativo que, en este incidente, el término "mesías" se interpreta, siguiendo a Isaías  53,7-8. como el siervo doliente de Dios. Que el africano estuviera leyendo a Isaías sugiere que era un converso reciente o un Prosélito.

                  Por tanto, a la luz de los Salmos y de los profetas, los africanos pueden considerarse como diáspora y como prosélitos entre el pueblo disperso de Israel, y también como precursores de la conversión de todas las naciones de la Tierra.

Robert a. Bennett.

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