I.
Moisés aparece en los sinópticos como legislador: las prescripciones de
la Ley se atribuyen a Moisés (Mc 1,44 par.; 7,10 par.; 10,3s par.),
excepto los diez mandamientos, que se atribuyen a Dios (Mc 7,9). Con su
legislación, Moisés deja testimonio de la dureza del pueblo (1,44 par.) y
llega a ceder a ella, frustrando el designio divino (10,5-8 par.). Con
Elías, representante de los profetas, Moisés, representante de la Ley,
se aparece a los discípulos en la transfiguración (9,4 par.) y ambos
reciben instrucciones de Jesús, significando ser éste la norma por la
que se juzga la validez de los antiguos escritos (cf. 9,7: «escuchadlo a
él»). En Lc, los «dos hombres», Moisés y Elías, que aparecen en la
transfiguración (9,30), vuelven a aparecer en el sepulcro (24,4) Y en la
ascensión (Hch 1,10).
II.
En Jn, Moisés fue ante todo aquel por cuyo medio se dio la Ley (1,17),
la dejó a los judíos (7,19) y enseñó la precedencia que tiene el bien
del hombre sobre el precepto de la Ley misma (7,22s). Él escribió acerca
de Jesús (5,46), pues el éxodo descrito en el Pentateuco era tipo del
éxodo final que había de efectuar el Mesías; en particular, su acción de
levantar la serpiente de bronce en el desierto fue figura de la vida
definitiva que había de comunicar el Hombre levantado en alto (3,14s).
Por
otra parte, Jn deshace el mito de Moisés; no había visto a Dios (1,18),
no fue él quien dio el pan del cielo (6,32) y su éxodo fracasó, pues
los que salieron de Egipto no lograron ver la tierra prometida
(6,49.58).
Los
dirigentes judíos habían absolutizado la figura de Moisés , único
mediador de la antigua revelación que subsistía para ellos. Mientras se
profesan discípulos de Moisés (9,28), para ellos Abrahán y los profetas
han muerto (8,52s); es decir, se ha olvidado la promesa, anterior a la
Ley, que apuntaba al Mesías, y la esperanza de una alianza nueva, la del
Espíritu, contenida en los profetas (Jr 31,31-34; Ez 36,25-28).
Pero
el Moisés que proponen no es el auténtico. Por una parte, consideran
sus escritos como un todo cerrado, privándolos de su dimensión
profética; por eso, de hecho, no dan fe a lo que Moisés escribió
(5,46s).
Por otra, nunca han sido fieles a la alianza que él promulgó ni han conservado el mensaje de Dios (5,37b-38); tampoco observan la Ley (7,19), por no anteponer el bien del hombre a la letra del precepto (7,22s); es más, la utilizan según su conveniencia (7,71). De ahí que Moisés sea su acusador y que la esperanza que han puesto en él sea vana (5,45).
Por otra, nunca han sido fieles a la alianza que él promulgó ni han conservado el mensaje de Dios (5,37b-38); tampoco observan la Ley (7,19), por no anteponer el bien del hombre a la letra del precepto (7,22s); es más, la utilizan según su conveniencia (7,71). De ahí que Moisés sea su acusador y que la esperanza que han puesto en él sea vana (5,45).
Los
fariseos proponen su interpretación de Moisés atribuyéndole una
autoridad divina fundada en un hecho pasado (9,29: «le habló Dios»).
Dios habló entonces, pero ya no habla: no es el Dios de la historia,
sino el del Libro.
Al
Moisés absolutizado (3,21) se opone «el Hijo», en quien Dios sigue
hablando (12,49) y que propone sus verdaderas exigencias (3,31-34)
III. Esteban
interpreta la historia de Moisés como la de un liberador rechazado (Hch
7,20-44); comparación entre Moisés y Jesús (Heb 3,1-6); la historia de
Moisés, movida por la fe (Heb 11,23-29).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.