En lengua hebrea no existe el término "demonio" (del griego "devorador de cadáveres").

Con esta misma palabra se designaron también las divinidades extranjeras, polémicamente degradadas a espíritus malignos, como Gad, el dios arameo de la fortuna, y el "genio protector" de la casa (Is 65,11; Dt 32,17).
Tal vez los traductores exageraron algo y designaron también como demonios a los gatos salvajes (Is 34,14) y a las cabras (Is 13,21).
El demonio más popular del Antiguo Testamento es Asmodeo ("Aquél que hace morir"): enemigo declarado de las uniones conyugales. A Sara "le fue matando todos los maridos (hasta siete) cuando iban a unirse a ella, según costumbre" (Tob 3,8). Tobías, también aspirante a marido suyo, preocupado de que pudiera sumarse a los siete precedentes cadáveres, salvó la vida con un remedio extraño.

La sobriedad de la Biblia hebrea y griega respecto a diablos y demonios (no registra ningún caso de posesión diabólica y desconoce el término "endemoniado"), contrasta con su proliferación en el judaísmo, época precedente a la actuación de Jesús, en que el número y la variedad de demonios creció con desmesura dejando espacio a la fantasía más desenfrenada: "Cada uno de nosotros tiene mil -Demonios- a la izquierda y diez mil a la derecha" (Ber. 6a).
En un mundo en el que algunos no comían alubias, convencidos de que contuviesen las almas de los muertos (Plinio, Hist. nat. 18,118), todo lo que aparecía maravilloso o proveniente de causas desconocidas (como la insolación, causada por el "demonio del mediodía", Sal 91,6) era identificado como demonio o acción demoníaca.
Cada demonio tenía su especialidad: la borrachera era provocada por el demonio Shimadon (Ber. R. 36,3), la ceguera por Shabrirri (Ab. A. 3a. bar) y la peste por Queteb (Dt 32,24).
En el Talmud, las hipótesis sobre el origen de los demonios son de lo más variado.
Se cree que son herederos de los "Nephilim", gigantes orientales nacidos de la unión entre seres celestes y las primeras mujeres: "En aquel tiempo -es decir, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas del hombre y engendraron hijos- habitaban la tierra los gigantes" (Gn 6,4).
También hay quien sostiene la teoría de la evolución: "La hiena, después de siete años, se hace murciélago, el murciélago vampiro, el vampiro hortiga, la hortiga espino, y éste, al fin después de siete años, se convierte en demonio" (B.Q. 16,1).


Si el sexo de los ángeles era un enigma, el de los demonios que, como los humanos "comen y beben, se reproducen y mueren" (Hag. B. 16a), estaba claro: eran machos, hembras y gays.
La demonisa más célebre es Lilith (Is 34,14), insaciable doncella lujuriosa que se introduce hábilmente en la cama de los hombres para hacer el amor con ellos. El Talmud advierte: "El que duerme será cogido por Lilith" (Shab 151b).
En la cama le plantea una despiada competencia Ormas, el demonio que se viste de mujer con la intención de engañar y seducir incluso a los hombres.
Quien desea saber si ha sido visitado de noche por un demonio basta con que: "tome ceniza cernida, la esparza en torno a la cama, y por la mañana verá las huellas de patas de gallo" (Ber. 6a), y "quien le quiera ver, que lleve la placenta de una gata negra, nacida de una gata negra primogénita, nacida a su vez de una primogénita, y la seque en el fuego, la triture, se ponga una poca en los ojos, y entonces lo verá" (Ber. 6a).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.