En el uso atento de los vocablos empleados para transmitir el mensaje de
Jesús, los evangelistas distinguen entre "diablo" y "demonio", términos
diferentes y de significado distinto que se confunden con frecuencia.
"Diablo" es el equivalente griego del vocablo hebreo "satanás" ("adversario", "enemigo"), que en la Biblia hebrea se usa indistintamente para indicar ya la acción del "Ángel del Señor" (expresión que indica a Dios mismo, Éx 16,7), ya a personas como David, enemigo de los filisteos (1 Sm 29,4) o Amán, adversario del pueblo hebreo (Est 7,4).
De las diez veces que aparece en el Antiguo Testamento, la única en que "Satanás" es utilizado como nombre propio es en el libro de las Crónicas (1 Cr 21,1), donde el autor, en una teología más desarrollada, imputa a "Satanás" la intención de hacer el censo de Israel, acción que había sido originariamente atribuida al Señor: "El Señor volvió a encolerizarse contra Israel e instigó a David contra ellos: Anda, haz el censo de Israel y Judá" (2 Sm 24,1).
Con el término "Satanás" se representan también figuras genéricas como el "acusador" (Sal 109,6), título de un funcionario de Dios que forma parte de la corte celeste: "Un día fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás" (Job 1,6).
En un apócrifo tardío, "Satanás" se convierte en el nombre del ángel que rechaza adorar a Adán, el primer hombre creado, y que es arrojado por eso a la tierra con sus ángeles (Vida lat. de Adán y Eva 12-16).
Contrariamente a lo que muchos creen, en la Biblia no aparece la fábula del bellísimo y muy ambicioso ángel, de nombre Lucifer, arrojado por Dios para siempre del paraíso y transformado en un horrible diablo.
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