Si en todas las culturas el nacimiento de una niña nunca ha sido deseado (< Sab 25,24), por el Talmud (.El mundo no puede existir sin hombres y mujeres, pero felices aquellos cuyos hijos son varones y ay de aquél cuyos hijos sean hernbras-, B.B.B. 16b) Y codificada por la oración, recitada tres veces al día por todo varón hebreo, que da gracias a Dios de este modo: -Bendito aquél que no me ha hecho ni pagano, ni mujer ni villano- (Ber. Y. 13b).
Cuando en una familia había ya un par de niñas no era tolerada otra niña (cuyo nacimiento volvía impura a la madre por casi tres meses, Lv 12,2-5); en este caso era normal tomar a la recién nacida y -exponerla-, esto es, abandonada fuera de la aldea, como da testimonio la literatura de la época y la misma Biblia: -Un hijo lo educa cualquiera, aunque sea pobre; a una hija se la expone siempre, aunque se sea rico- (Posidipo de Casandra); -Te arrojaron fuera a campo abierto, asqueados de ti, el día en que naciste. (Ez 16,5).
Si la recién nacida sobrevivía a los animales vagabundos, era «salvada- por los comerciantes de esclavos que, al amanecer, merodeaban la periferia de las aldeas y ciudades en su búsqueda. Acción en modo alguno filantrópica, sino comercial: la pequeña era recogida y criada para ser destinada a la prostitución.
A los cinco años la niña debutaba en los primeros juegos eróticos. A los ocho estaba ya preparada para una relación completa.
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