martes, 23 de diciembre de 2014

PECAD, HERMANOS.

(Mt 9,1-8).
Mientras truenan contra el pecado y lanzan rayos contra los pecadores, los sacerdotes se auguran para sus adentros no sólo que la gente continúe pecando, sino que cometa pecados en abundancia.

Ésta es la denuncia dirigida por Dios contra los sacerdotes que "se alimentan del pecado de mi pueblo y con sus culpas matan el hambre" (Os 4,8), no diferenciándose de los sacerdotes paganos que "venden las víctimas de sus sacrificios para aprovecharse de ellas".

El clero vive con las ofrendas de alimentos que el pueblo hace a Dios para obtener el perdón de los pecados.

Para mantener un flujo continuo de dones, los sacerdotes alimentan continuamente en el hombre el sentido de su indignidad de cada a Dios, de su irremediable condición de pecador, poniéndose como los únicos indispensables mediadores entre Dios que puede conceder el perdón y el hombre que es perdonado.
En el caso funesto de que la gente no pecase más o encontrase un sistema diverso del que la religión impone para obtener el perdón de los pecados, los sacerdotes no tendrían de qué comer.

Como la rapacidad de los pastores de Israel (definidos por el profeta Isaías "perros hambrientos e insaciables", Is (56,11), también la avidez de los sacerdotes era conocida y temida:"Como bandidos al acecho se confabulaban los sacerdotes; asesinan camino de Siquén, perpetran villanías" (Os 6,9).

Los sacerdotes, habiendo tomado por leyes divinas las propias codicias, no tenían ningún reparo en exhibir sin pudor su propia voracidad: "Cuando una persona ofrecía un sacrificio, mientras se guisaba la carne, venía el ayudante del sacerdote empuñando un tenedor, lo clavaba dentro de la olla, caldero, puchero o barreño, y todo lo que enganchaba el tenedor se lo llevaba al sacerdote. Así hacían con todos los israelitas que acudían a Siló. Incluso antes de quemar la grasa, iban el ayudante del sacerdote y decía al que iba a ofrecer el sacrificio: "Dame la carne para el asado del sacerdote. Tiene que ser cruda, no te aceptaré carne cocida". Y si el otro respondía: -Primero hay que quemar la grasa, luego puedes llevarte lo que se te antoje". Le replicaba: "No, O me la das ahora o me la llevo por las malas" (1 Sm 2,13-16).

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