¿Qué es lo que puede impedir al hombre alcanzar la plenitud de su
condición humana, anunciada por Jesús y propuesta por los evangelistas
como "buena noticia"?
El rechazo de una oferta de plena felicidad puede estar motivado solamente por algo más atractivo que lo que se propone.
Esto "más atractivo" es identificado por los evangelistas con la seguridad que la sociedad ofrece al hombre a cambio de la plena aceptación y sumisión a tres grandes poderes: el económico, el religioso y el político, sobre los cuales aquélla se cimenta.
Jesús denuncia como enemigo número uno de Dios y su eterno antagonista a "Mammón", ídolo que en los evangelios representa la divnización de la riqueza. Este dios-dinero, de fascinación irresistible, delante del cual todos están dispuestos a inclinarse, seduce a los hombres alentándolos con la perspectiva de la felicidad que la acumulación de bienes puede garantizar (Mt 6,24).
En realidad, como todos los ídolos, esta divinidad, falsa y embustera, engaña a los hombres y traiciona a quien le da culto. En lugar de dar la felicidad prometida, "Mammón" destruye a cuantos lo adoran.
El rey Acab que, empujado por la codicia, se adueña de la viña de Nabot, es acusado por el profeta Elías de haberse "vendido" a los bienes que creía haber adquirido (1 Re, 21,20.25).
Los profetas enseñan que uno se hace igual a lo que se ama: "Se consagraron a la Ignominia y se hicieron abominables como su idolatrado" (Os 9,10; cf. Jr 2,5).
El ansia de poseer conduce en realidad a la posesión ("venta") del individuo que, en lugar de servirse de sus propios bienes, es dominado por ellos.
Los evangelios refieren un episodio que muestra claramente cómo el hombre prefiere permanecer en la infelicidad, pero con abundancia de bienes, a ser feliz con poco.
El evangelio de Marcos (19,17-22) presenta a "un individuo", acuciado por una fuerte angustia, que, en cuanto ve a Jesús, se echa a correr hacia él y se le postra "de rodillas".
En este evangelio corren solamente el endemoniado (Mc 5,6) y este personaje anónimo, y se arrodillan delante de Jesús únicamente el leproso (Mc 1,40) y este "individuo". Haciendo seguir este episodio al del leproso y el endemoniado, el evangelista trata de poner al lector en el camino de la recta interpretación.
La utilización de los verbos "correr" y "postrarse de rodillas" unen temáticamente los tres episodios, indicando que estos personajes están oprimidos por una angustia tan insoportable como para empujarlos a transgredir públicamente las convenciones que regulan la vida social. En Oriente, de hecho, no existe la prisa y correr es un comportamiento reprochable.
Como el leproso era tenido por castigado y rechazado por Dios a causa de sus pecados (Nm 12,9-10) y el endemoniado era prisionero de su propia violencia ("se golpeaba con piedras", Mc 5,5), el "individuo", que va corriendo al encuentro de Jesús, "postrándose ante él", muestra ser también una persona excluida por Dios, esclava de un poder que lo domina, lo vuelve prisionero y lo destruye.
Creadas estas expectativas en el lector, Marcos solamente al final de la narración desvela la identidad de "tal individuo", mostrándolo con la única característica que lo hace reconocible: la riqueza.
El anónimo personaje tiene "muchas posesiones", expresión con la que se indica a los terratenientes; Mateo y Lucas apuntan que es "muy rico" (Mt 19,22; Lc 18,23; 12,19).
Aquella condición social que, para la mentalidad común, ofrece el máximo grado de seguridad, produce según los evangelistas solamente angustia.
El ansia de este individuo de "muchas posesiones" es debida a la inseguridad de poder "merecer" (lit. ser acreedor de) la vida eterna".
En los evangelios los únicos preocupados por el más allá son las personas bien situadas en esta tierra: los ricos y religiosos que quieren asegurarse poder estar tan bien y tan seguros en la otra vida como lo están en ésta (Lc 10,25; 18,18). En el evangelio de Marcos, así como en el de Mateo y Lucas, las raras veces que Jesús habla de la vida eterna es siempre a petición de alguno que está preocupado, interesado o que siente curiosidad por ella.
El Mesías no ha venido a anunciar cóm poder "heredar la vida eterna", sino cómo construir el "reino de Dios".
Por esto responde de modo brusco a la petición.
Si su interlocutor está preocupado solamente del "cómo" heredar la vida eterna, se ha equivocado de dirección. En todo caso Jesús le refresca el catecismo: para entrar en la vida eterna basta observar los mandamientos.
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