Sherlock Holmes está considerado como uno de los personajes más racionales y analíticos de la literatura. Si embargo, su creador, Arthur Conan Dyle (1859-1930), se convirtió al final de su vida en el difusor de una historia absolutamente increíble.
Unas niñas recortaron dibujos de hadas en sus libros, los pincharon con alfileres y se hicieron fotos en un bosque para hacer creer a sus padres que jugaban con esos diminutos seres.
La noticia se propagó por toda Inglaterra, y Conan Doyle llegó a perpetrar sin sonrojo un cándido libro -The Coming of the Fairies- en el que arriesgó su reputación dando la broma por cierta.
Durante toda la historia han circulado relatos de encuentros con seres extraños en el bosque, reino de faunos, gnomos y hombres lobo.
Hay una razón para que tales creencias persistan: la pareidolia o tendencia a percibir un estímulo sin sentido o ambiguo como algo definido.
Y es que el ser humano conserva la psicología de cuando era víctima de depredadores.
Entre los árboles no sobreviviríamos si esperásemos a contemplar la figura completa de un carnívoro antes de escapar.
Entonces, la pareidolia tenía sus ventajas, pero la predisposición a buscar orden donde no lo hay también nos puede llevar a ver fantasmas.
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