Los procesos creadores han sido el tema de una serie de investigaciones
durante las últimas décadas. Interesa especialmente el proceso de la c.
artística y científica y potenciar al máximo la capacidad creadora de un
grupo. Por otro lado, se especula sobre la posibilidad de que los
ordenadores electrónicos desplacen a la inteligencia humana, en el sentido
de que ésta quedaría, descargada de aquellos aspectos operacionales de
tipo rutinario y mecánico, mientras que, en cambio, el cerebro humano
seguiría siendo el señor exclusivo de aquellos otros procesos que exigen
originalidad y plasticidad mental (v. AUTOMÁTICA).
La búsqueda de personalidades creadoras ha supuesto, en efecto, un estímulo muy poderoso para el análisis de lo que es esta personalidad creadora y cómo se constituye. Pero se han dado muy ppcos pasos desde las antiguas especulaciones de Platón, o las observaciones ingeniosas de los empiristas ingleses del s. XVIII. En la historia de la investigación de los procesos creadores se pueden distinguir tres etapas sucesivas.
Etapa teológica y mítica. Es la que asigna la c. a una especie de foco divino. De ahí la identificación entre lo que podríamos denominar «inspiración poética» y la «inspiración religiosa» propiamente dicha. En muchos poemas de la Antigüedad, el autor comienza haciendo una evocación a las musas o a Afrodita, como Lucrecio en De Rerum Naturae, manteniéndose en el Renacimiento esta costumbre como recurso retórico.
Platón, en Fedro, habla de una manía o rapto divino que embarga a los poetas. Y este rapto es una posesión por «el mundo de las ideas», que se hace patente al inspirado en un intento más o menos feliz de despojarle de su envoltura corpórea y acercarle hacia la Luz.
Etapa especulativa. Los empiristas ingleses del s. XVIII se ocuparon del problema de la c., y concretamente Addison y Reynolds trataron el tema. Para estos filósofos, artistas y pensadores, la c. es un simple problema de aptitud. El pintor es, p. ej., aquel que capta mejor los colores, la disposición formal de los objetos, etc. Es a la generalidad de los hombres lo que una buena cámara oscura a otra mala. Por eso la aptitud del artista en cuanto artista procede de un aparato sensorial más perfecto. ¿No había dicho Ockham que no hay nada en el intelecto que no estuviese antes en los sentidos? Por eso es necesario un cierto aprendizaje (v.). Y esto mismo ocurre en el caso del juicio artístico: según I. Addison (v. o. c. en bibl.) el buen gusto procede del trato con personas cultivadas y de la contemplación de la belleza.
Etapa científica. Los procesos creadores comienzan a ser considerados no como fruto de factores sobrenaturales, sino como mecanismos ordinarios que alcanzan, eso sí, cierta excelencia en algunas personas privilegiadas, pero que se dan en todos los seres humanos. Este último paso es muy importante: a partir de entonces se comenzarán a estudiar los procesos creadores en personas no superdotadas, con lo cual se facilita enormemente su estudio. Además, el tema se convierte en núcleo de un estudio sobre la conducta inteligente en general. Toda conducta inteligente es, en gran parte, una c., y es más, a veces el aprendizaje influye de una manera desfavorable para alcanzar una respuesta realmente inteligente. Por eso, R. Meili clasifica a la plasticidad mental como una de las dimensiones fundamentales de la conducta inteligente.
La «conducta inteligente normal» se distingue de la «conducta inteligente creadora», porque en esta última las soluciones son más originales. Se define, pues, la originalidad con un criterio estadístico. Lo original es lo insólito, lo inédito, lo atípico. En los problemas que plantean Mayer o Sauer (v. P. Oléron, o. c. en bibl.), el sujeto tiene que encontrar una solución única, mientras que cuando se estudia la conducta creadora propiamente dicha, se permite que el sujeto dé amplio cauce a su fantasía, sin tener en cuenta la canalización práctica de sus productos mentales. Esto es muy importante porque normalmente se ha considerado que todo acto de c. es ajeno, en primer término, a toda consideración de tipo práctico. Los experimentos a este respecto han consistido en pedir a un grupo de sujetos que compongan un poema sobre un determinado tema o citen un paisaje de su propia invención. En el caso del test de apercepción temática de Murray se pide a los sujetos que compongan relatos en los que intervienen los personajes y los objetos que se hallan representados en 20 láminas. Otro test de creatividad es el de Rorschach, aunque se suele utilizar con fines de diagnóstico de la personalidad: se presentan 10 manchas de tinta simétricas y el sujeto tiene que decir qué personas, animales o cosas se imagina representados en las manchas. Las respuestas se clasifican luego en vulgares, originales e indiferentes, según un porcentaje de frecuencias previamente establecido.
Investigación psicológica. La investigación psicológica sobre los procesos creadores se halla canalizada en dos sentidos:a) Enfoque psicoanalítico. El psicoanálisis ha trabajado con gran intensidad en esta temática, comenzando por la obra de Freud, que publicó varios trabajos, como, p. ej., El poeta y la fantasía y La Gradiva de W. tensen. La obra de Baudouin es también significativa, pero toda la interpretación psicoanalítica de la c. se centra en torno Ia los procesos de sublimación y abreacción. Una obra de arte es, en efecto, un sueño conscientemente concebido. Pero los mismos mecanismos que intervienen en nuestros productos oníricos juegan un papel decisivo en la c. artística.
De todas formas, el psicoanálisis no acierta a explicar las diferencias entre el hombre vulgar y el creador; el mismo Freud había reconocido esta limitación del psicoanálisis. Sin embargo, es útil para explicar la correlación entre la personalidad y los productos artísticos creados. Es válido, en otras palabras, para explicar los contenidos de la c., pero no la c. en sí misma.
b) Enfoque empírico. La obra más importante dentro de esta dirección es la de Wallas. Su método consistía en pedir a un grupo de sujetos que compusieran un poema. Luego se preguntaba a cada uno cómo se le había ocurrido el poema en cuestión. Es decir, este método utiliza las técnicas de introspección. Los resultados demuestran que en todo proceso creador intervienen cuatro fases o etapas:1. Fase de incubación. En ella el artista experimenta un estado de tensión psíquica aparentemente improductiva. Esta tensión corresponde a la «manía» platónica y, en el terreno psicológico experimental, al set o «disposición» que hace que un sujeto se sienta tenso ante la inminente aparición de un estímulo. Los románticos buscaban artificialmente estos estados anímicos, al identificarlos con la misma c. artística. Pensaban que a la hipertrofia emotiva correspondía una gran fecundidad poética.
2. Después surge, «como un relámpago en una noche serena», la iluminación. Es de esta fase de la que más datos poseemos, ya que sorprende al mismo artista y le hace pensar, como a Goethe, en el origen divino del fenómeno. Por eso, la iluminación o, lo que es lo mismo, la inspiración, posee un significado etimológico de origen mágico (inspirar es transmitir el aliento vital como hacen los chamanes). Se llega, pues, a una identificación entre inspiración y revelación sobrenatural.
3 y 4. Fases de tanteo y realización. Una vez el artista en posesión del material revelado, lo puede plasmar en el mármol, en el lienzo, etc., o rechazarlo. Este proceso de tanteo se observa perfectamente en las tachaduras de los borradores de los poetas. El artista compara lo revelado con una serie de exigencias técnicas, estéticas y de muchos otros tipos (imposiciones de la rima y de la métrica, el gusto del «cliente», factores económicos, morales, políticos, etc.). Todo proceso de tanteo suele implicar, en la mayor parte de los casos, una serie sucesiva de incubaciones y de iluminaciones, hasta alcanzar una realización definitiva, parcial o total. Este escalonamiento de fases no solamente aparece en la c. artística, sino también en la científica.
La búsqueda de personalidades creadoras ha supuesto, en efecto, un estímulo muy poderoso para el análisis de lo que es esta personalidad creadora y cómo se constituye. Pero se han dado muy ppcos pasos desde las antiguas especulaciones de Platón, o las observaciones ingeniosas de los empiristas ingleses del s. XVIII. En la historia de la investigación de los procesos creadores se pueden distinguir tres etapas sucesivas.
Etapa teológica y mítica. Es la que asigna la c. a una especie de foco divino. De ahí la identificación entre lo que podríamos denominar «inspiración poética» y la «inspiración religiosa» propiamente dicha. En muchos poemas de la Antigüedad, el autor comienza haciendo una evocación a las musas o a Afrodita, como Lucrecio en De Rerum Naturae, manteniéndose en el Renacimiento esta costumbre como recurso retórico.
Platón, en Fedro, habla de una manía o rapto divino que embarga a los poetas. Y este rapto es una posesión por «el mundo de las ideas», que se hace patente al inspirado en un intento más o menos feliz de despojarle de su envoltura corpórea y acercarle hacia la Luz.
Etapa especulativa. Los empiristas ingleses del s. XVIII se ocuparon del problema de la c., y concretamente Addison y Reynolds trataron el tema. Para estos filósofos, artistas y pensadores, la c. es un simple problema de aptitud. El pintor es, p. ej., aquel que capta mejor los colores, la disposición formal de los objetos, etc. Es a la generalidad de los hombres lo que una buena cámara oscura a otra mala. Por eso la aptitud del artista en cuanto artista procede de un aparato sensorial más perfecto. ¿No había dicho Ockham que no hay nada en el intelecto que no estuviese antes en los sentidos? Por eso es necesario un cierto aprendizaje (v.). Y esto mismo ocurre en el caso del juicio artístico: según I. Addison (v. o. c. en bibl.) el buen gusto procede del trato con personas cultivadas y de la contemplación de la belleza.
Etapa científica. Los procesos creadores comienzan a ser considerados no como fruto de factores sobrenaturales, sino como mecanismos ordinarios que alcanzan, eso sí, cierta excelencia en algunas personas privilegiadas, pero que se dan en todos los seres humanos. Este último paso es muy importante: a partir de entonces se comenzarán a estudiar los procesos creadores en personas no superdotadas, con lo cual se facilita enormemente su estudio. Además, el tema se convierte en núcleo de un estudio sobre la conducta inteligente en general. Toda conducta inteligente es, en gran parte, una c., y es más, a veces el aprendizaje influye de una manera desfavorable para alcanzar una respuesta realmente inteligente. Por eso, R. Meili clasifica a la plasticidad mental como una de las dimensiones fundamentales de la conducta inteligente.
La «conducta inteligente normal» se distingue de la «conducta inteligente creadora», porque en esta última las soluciones son más originales. Se define, pues, la originalidad con un criterio estadístico. Lo original es lo insólito, lo inédito, lo atípico. En los problemas que plantean Mayer o Sauer (v. P. Oléron, o. c. en bibl.), el sujeto tiene que encontrar una solución única, mientras que cuando se estudia la conducta creadora propiamente dicha, se permite que el sujeto dé amplio cauce a su fantasía, sin tener en cuenta la canalización práctica de sus productos mentales. Esto es muy importante porque normalmente se ha considerado que todo acto de c. es ajeno, en primer término, a toda consideración de tipo práctico. Los experimentos a este respecto han consistido en pedir a un grupo de sujetos que compongan un poema sobre un determinado tema o citen un paisaje de su propia invención. En el caso del test de apercepción temática de Murray se pide a los sujetos que compongan relatos en los que intervienen los personajes y los objetos que se hallan representados en 20 láminas. Otro test de creatividad es el de Rorschach, aunque se suele utilizar con fines de diagnóstico de la personalidad: se presentan 10 manchas de tinta simétricas y el sujeto tiene que decir qué personas, animales o cosas se imagina representados en las manchas. Las respuestas se clasifican luego en vulgares, originales e indiferentes, según un porcentaje de frecuencias previamente establecido.
Investigación psicológica. La investigación psicológica sobre los procesos creadores se halla canalizada en dos sentidos:a) Enfoque psicoanalítico. El psicoanálisis ha trabajado con gran intensidad en esta temática, comenzando por la obra de Freud, que publicó varios trabajos, como, p. ej., El poeta y la fantasía y La Gradiva de W. tensen. La obra de Baudouin es también significativa, pero toda la interpretación psicoanalítica de la c. se centra en torno Ia los procesos de sublimación y abreacción. Una obra de arte es, en efecto, un sueño conscientemente concebido. Pero los mismos mecanismos que intervienen en nuestros productos oníricos juegan un papel decisivo en la c. artística.
De todas formas, el psicoanálisis no acierta a explicar las diferencias entre el hombre vulgar y el creador; el mismo Freud había reconocido esta limitación del psicoanálisis. Sin embargo, es útil para explicar la correlación entre la personalidad y los productos artísticos creados. Es válido, en otras palabras, para explicar los contenidos de la c., pero no la c. en sí misma.
b) Enfoque empírico. La obra más importante dentro de esta dirección es la de Wallas. Su método consistía en pedir a un grupo de sujetos que compusieran un poema. Luego se preguntaba a cada uno cómo se le había ocurrido el poema en cuestión. Es decir, este método utiliza las técnicas de introspección. Los resultados demuestran que en todo proceso creador intervienen cuatro fases o etapas:1. Fase de incubación. En ella el artista experimenta un estado de tensión psíquica aparentemente improductiva. Esta tensión corresponde a la «manía» platónica y, en el terreno psicológico experimental, al set o «disposición» que hace que un sujeto se sienta tenso ante la inminente aparición de un estímulo. Los románticos buscaban artificialmente estos estados anímicos, al identificarlos con la misma c. artística. Pensaban que a la hipertrofia emotiva correspondía una gran fecundidad poética.
2. Después surge, «como un relámpago en una noche serena», la iluminación. Es de esta fase de la que más datos poseemos, ya que sorprende al mismo artista y le hace pensar, como a Goethe, en el origen divino del fenómeno. Por eso, la iluminación o, lo que es lo mismo, la inspiración, posee un significado etimológico de origen mágico (inspirar es transmitir el aliento vital como hacen los chamanes). Se llega, pues, a una identificación entre inspiración y revelación sobrenatural.
3 y 4. Fases de tanteo y realización. Una vez el artista en posesión del material revelado, lo puede plasmar en el mármol, en el lienzo, etc., o rechazarlo. Este proceso de tanteo se observa perfectamente en las tachaduras de los borradores de los poetas. El artista compara lo revelado con una serie de exigencias técnicas, estéticas y de muchos otros tipos (imposiciones de la rima y de la métrica, el gusto del «cliente», factores económicos, morales, políticos, etc.). Todo proceso de tanteo suele implicar, en la mayor parte de los casos, una serie sucesiva de incubaciones y de iluminaciones, hasta alcanzar una realización definitiva, parcial o total. Este escalonamiento de fases no solamente aparece en la c. artística, sino también en la científica.
BIBL.: R. MEILI, Diagnóstico
psicológico, Madrid 1962; J. ADDIsoN, Los placeres de la imaginación, en
A. ÁLVAREZ VILLAR, Filosofía del Arte, Madrid 1968; P. OLÉRON y otros,
Traité de Psycologie Expérimentale, VII, París 1963; S. FREUD, Obras
completas, Madrid 194856.
A. ALVAREZ VILLAR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.