Este
término, aplicado al tema de la revelación, aparece por primera vez en el Sal
93,5: "Creíbles son tus enseñanzas'. Credibilidad equivale, sobre todo, a
ver realizadas una serie de condiciones que permiten al sujeto fiarse por
completo y libremente de la revelación de Dios. Creíble se convierte en sinónimo
de digno de fe, capaz de atraer a la persona a un compromiso de vida total: por
tanto, la credibilidad implica saber decidirse por lo que se percibe como digno
de atención y capaz de orientar la existencia.
De
todas formas, con el término "credibilidad" estamos frente a una
terminología muy amplia que abarca diversos objetos que. inevitablemente,
determinan el grado mismo de entrega por parte del sujeto. En efecto, hablar de
credibilidad supone hablar de 2.000 años de historia de la Iglesia. Lo que
parece mantener unido el tema es la frase de Pedro: "Estad siempre
dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones»
( 1 Pe 3,15). De manera más explícita, la credibilidad se convierte en objeto
de reflexión y de estudio para los apologetas de los primeros siglos, con la
finalidad de presentar la fe cristiana en toda su pureza y fuera de las
acusaciones que se le oponían desde diversas partes. Para todo el período patrístico,
la síntesis más significativa es la que apela a la tradición agustiniana; se
habla de credibilidad porque la fe se basa en Dios, tiene a Dios como objeto y
tiende a una relación incesante de amor con él. He aquí la síntesis más
afortunada que encontramos en el Sermo de Symbolo: «Una cosa es creerle a él,
otra cosa es creerlo, y otra creer en él. Creerle a él significa creer que es
verdad todo lo que ha dicho; creerlo significa creer que él mismo es Dios:
creer en él equivale a amarlo» (PL 40, 1 190-1 191).
La
historia del tema presenta a la credibilidad aplicada a diversos contenidos
específicos; entre los más importantes podemos recordar tres por lo menos.
1.
Credibilidad de la fe.- Este acto vio su momento culminante en la formulación
de la Constitución dogmática Dei Filius del concilio Vaticano I. Llegaba al
final de un largo proceso que veía en los nombres de Suárez y de De Lugo las
expresiones más significativas: después del Vaticano I llegaron a enfrentarse
dos planteamientos, el de Gardeil y el de Rousselot. El objeto específico de la
credibilidad de la fe es el que tiende a mostrar las razones por las que no sólo
no se da ninguna oposición entre la gracia que suscita la fe y la naturaleza
humana del creyente, sino que, sobre todo, en el acto del creer el sujeto es
plenamente libre.
2.
Credibilidad del cristianismo...- El objeto de esta reflexión, que ha caído ya
en desuso. es el de demostrar el origen divino del cristianismo. El argumento se
basaba de forma privilegiada en la constatación del fenómeno milagroso de la
expansión histórica del cristianismo y en la incapacidad de poder explicar cómo
un grupo de personas. los pescadores de Galilea, pudieron encontrar la fuerza y
la capacidad para dar vida a un acontecimiento tan rico y complejo, que suponía
un desafío para todos los criterios de interpretación histórica.
3.
Credibilidad de la Iglesia.- La demostración de la credibilidad de la Iglesia
es más reciente y tuvo su mejor momento en la formulación creada por el
cardenal Deschamps: signum levatum in nationes. En efecto, esta reflexión es más
rica y compleja; se articula en torno a diversos temas que se refieren tanto a
su origen divino como a sus notae, esto es, a las características con que se ha
definido siempre a partir de las primeras profesiones de fe: una, santa, católica
y apostólica.
La
credibilidad, como tema teológico. debe tener presente antes de cualquier otra
dimensión la de la revelación. Es fundamental que cualquier otra expresión de
credibilidad que toque a la fe cristiana y a sus contenidos tenga su fuente y su
fundamento en la credibilidad de la revelación, ya que en ella es Dios mismo el
que se comunica y se da a conocer, haciéndose por eso mismo fuente de
credibilidad para todo el que quiera acogerlo.
La
credibilidad de la revelación indica, por tanto, que ella no se basa
primariamente en las razones que el creyente consigue producir a partir de su
propia reflexión, aunque la haya hecho a la luz de la fe, sino que indica más
bien que depende únicamente de la persona de Jesucristo, que constituye para
la fe la unidad esencial de revelador y de revelación. Jesucristo no tiene
necesidad de ninguna razón de credibilidad fuera de aquella que él mismo lleva
y manifiesta al revelarse. Se trata de algo fundamental para que la libertad y
la trascendencia de Dios no se vean atacadas y determinadas por la subjetividad
del creyente.
El
tema de la credibilidad de la revelación se sitúa, por consiguiente, como un
tema primario respecto a cualquier otro posible contenido. Se basa en el
acontecimiento del misterio pascual, que, en términos humanos, expresa la
naturaleza misma del amor de Dios.
Más
directamente, el misterio pascual indica la verdad misma de la fe; su
credibilidad brota de la centralidad de la persona de Jesús, que, en su muerte,
indica la entrega total que Dios es capaz de hacer por amor, y en Su resurrección
pone de manifiesto que la muerte ha sido vencida para siempre. El acontecimiento
pascual se convierte así en principio de credibilidad, ya que permite ver
realizada la unidad misma de la revelación, la centralidad de la persona de
Jesucristo y el acontecimiento salvífico de su encamación. A la luz de la «significatividad»
se ha construido una reciente formulación de la credibilidad de la revelación
(R. Fisichella). Se indica que en el acontecimiento Jesús de Nazaret es posible
encontrar tal plenitud de sentido y de significado que la vida personal sólO se
convierte en signiticativa si se realiza a su luz. Con la categoría de «
significatividad» se intenta equilibrar los dos polos necesarios para una
teología de la credibilidad de la revelación: 1) la gratuidad y la
trascendencia de Dios, que se expresan en su libertad plena para revelarse en
las formas que él escoja como las más idóneas para manifestar su naturaleza:
y 2) la libertad de la persona que debe ver el sentido de esta revelación no sólo
en un horizonte objetivamente válido, sino también y sobre todo relacionado
con su existencia personal, de manera que la opción de fe se lleve a cabo como
un acto global y unitario.
Así
pues, la credibilidad de la revelación sigue siendo un dato esencial de la
teología, ya que así se ve motivada para dar razón de la fe, pero a través
de un doble movimiento: el que le permite permanecer anclada a la persona de Jesús,
como fuente y origen de toda credibilidad, y el que le consiente vislumbrar en
cada época las razones capaces de explicitar y explicar su misterio, para que
el acto de fe del creyente sea siempre un acto motivado.
R.
Fisichella
Bibl.:
A, Gardeil, La crédibilité et l'Apologétiqt'e, París 1912; R. Aubert, El
acto de la le, Barcelona 1965: R. Fisichella, Credibilidad, en DTF. 205-225; R,
Sánchez Chamoso, Los fundamentos de nuestra fe. Sígueme, Salamanca 1981,
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