SUMARIO: I. Origen
de la cuaresma - II. La celebración litúrgica actual de la cuaresma - III.
Teología y espiritualidad de la cuaresma - IV. La semana santa: 1. El domingo de
ramos, "de passione Domini"; 2. El jueves santo: conclusión de la
cuaresma; 3. La misa crisma].
Puede ser útil enmarcar el tema de la cuaresma en un contexto más amplio: introducirlo con la lectura de -> año litúrgico e integrarlo con la lectura de -> triduo pascual.
I. Origen de la cuaresma
No es posible saber con certeza dónde, por medio de quién o cómo surgió la
cuaresma, sobre todo en Roma; sólo sabemos que se fue formando progresivamente.
Antes todavía que de los cánones conciliares —hace notar el card. A.I. Schuster—,
un tiempo de observancia preparatorio para la pascua tuvo que nacer del sentido
mismo y del genio sobrenatural del cristianismo. Las primeras alusiones
directas a un período prepascual las encontramos en Oriente a principios del s.
Iv, y en Occidente a fines del mismo.
Sin embargo, una praxis penitencial preparatoria de la pascua con ayuno se había
comenzado a consolidar desde la mitad del s. n. Desde el final del s. ]v, la
estructura de la cuaresma es la de los cuarenta días, considerados a la
luz del simbolismo bíblico, que daa este tiempo un valor salvífico/redentor,
del que es signo su denominación como sacramentum [-> infra, III].
Al desarrollo de la cuaresma contribuyó la disciplina penitencial para la
reconciliación de los pecadores, que tenía lugar la mañana del jueves santo
[-> infra, IV, 2], y las crecientes exigencias del 1 catecumenado, con la
preparación inmediata al bautismo, celebrado en la noche de pascua [->
Iniciación cristiana, II-III].
II. Iniciación litúrgica actual de la cuaresma
El Vat. II había recomendado: "Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los
fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración,
para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la
preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular relieve en la
liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo. Por
consiguiente: úsense con mayor abundancia los elementos bautismales propios de
la liturgia cuaresmal y, según las circunstancias, restáurense ciertos elementos
de la tradición anterior" (SC 109). Fiel a estasdirectrices,
la reforma ha vuelto a dar a la cuaresma ante todo su orientación
pascual-bautismal; ha fijado su tiempo desde el miércoles de ceniza hasta la
misa in coena Domini excluida; para conservar su
unidad interna, se ha reducido el tiempo de pasión sólo el VI domingo, que da
comienzo a la semana santa, es llamado domingo de ramos, de passione Domini.
De este modo, la semana santa cierra la cuaresma y tiene como objeto la
veneración de la pasión de Cristo desde su entrada mesiánica en Jerusalén.
Además de la riqueza de los textos eucológicos, en la actual cuaresma tenemos
también una abundante serie de textos bíblicos. El leccionario dominical ofrece
la posibilidad de una triple alternativa: a) una cuaresma bautismal (ciclo A)
[t Iniciación cristiana,
IV, 1; VI]; b) una cuaresma
cristocéntrica (ciclo B); c) una cuaresma penitencial (ciclo C). Los textos del
AT presentan de modo especial la historia de la salvación.
III. Teología y espiritualidad de la cuaresma
La cuaresma se interpreta teológicamente a partir del -> misterio pascual,
celebrado en el -> triduo sacro y con los sacramentos pascuales, que
hacen presente el misterio, para que sea participado y vivido
[-> Participación].
La cuaresma no es
un residuo arqueológico de prácticas ascéticas de otros tiempos, sino el tiempo
de una experiencia más sentida de la participación en el misterio pascual
de Cristo: "padecemos juntamente con él, para ser también juntamente
glorificados" (Rom 8,17). Esta es la ley de la cuaresma. De aquí su carácter
sacramental [-> Misterio,
II]: un tiempo en el que Cristo purifica a su
esposa, la iglesia (cf Ef 5,25-27). El acento se pone, pues, no tanto en las
prácticas ascéticas cuanto en la acción purificadora y santificadora del Señor.
Las obras penitenciales son el signo de la participación en el misterio de
Cristo, que hizo penitencia por nosotros ayunando en el desierto. La iglesia, al
comenzar el camino cuaresmal, tiene conciencia de que el Señor mismo da eficacia
a la penitencia de sus fieles, por lo que esta penitencia adquiere el valor de
acción litúrgica, o sea, acción de
Cristo y de su iglesia. En este sentido, los textos de la eucología hablan de "annua
quadragesimalis exercitia sacramenti" (Missale Romanum, colecta
del primer domingo de cuaresma; la traducción castellana no refleja el sentido
de la expresión latina); de "ipsius venerabilis sacramenti [quadragesimalis]
exordium" (ib, sobre las ofrendas; la traducción castellana elimina
también la palabra "sacramenti"); de "solemne jejunium" (= ayuno que se repite
regularmente cada año: oración del sábado después de ceniza en el Missale
anterior a la reciente reforma), mediante el cual "tú [ioh Dios!]
refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das
fuerza y recompensa, por Cristo nuestro Señor" (actual prefacio IV de
cuaresma).
La cuaresma tiene un carácter especialmente bautismal, sobre el que se
funda el penitencial. En efecto, la iglesia es una comunidad pascual
porque es bautismal. Esto se afirma no sólo en el sentido de que se entra en
ella mediante el bautismo, sino sobre todo en el sentido de que la iglesia está
llamada a manifestar con una vida de continua conversión el sacramento que la
genera. De aquí también el carácter eclesial de la cuaresma. Es el tiempo de la
gran llamada a todo el pueblo de Dios para que se deje purificar y santificar
por su Salvador y Señor.
De la teología de la cuaresma que hemos expuesto nace, por tanto, una típica
espiritualidad pascual-bautismal-penitencial-eclesial. Desde este punto de
vista, la práctica de la penitencia, que no debe ser sólo interior e
individual, sino también externa y comunitaria, se caracteriza por los
siguientes elementos: a) odio al pecado como ofensa a Dios; b) consecuencias
sociales del pecado; c) parte de laiglesia en la acción penitencial; d) oración
por los pecadores.
Los medios sugeridos por la práctica cuaresmal son: a) la escucha más frecuente
de la palabra de Dios; b) la oración más intensa y prolongada; c) el ayuno; d)
las obras de caridad (cf SC 109-110).
La pastoral debe ser creativa para actualizar las obras típicas de la cuaresma
(oración - ayuno - caridad), adaptándolas a la sensibilidad del hombre
contemporáneo mediante iniciativas que, sin apartarlo de la naturaleza y del
objeto propio de este tiempo litúrgico, ayuden a los fieles a vivir el bautismo
en dimensión individual y comunitaria y a celebrar con mayor autenticidad la
pascua. La vida cristiana, en efecto, está esencialmente guiada por la dinámica
pascual.
La última semana de la cuaresma, denominada santa o semana grande, se ha
desarrollado sobre todo por la exigencia de historización de los acontecimientos
de la pasión del Señor. En Jerusalén, donde mejor que en otras partes se podían
revivir en los mismos lugares los momentos últimos de la vida de Jesús, se
desarrolló una rica liturgia que abarcaba el período de tiempo que va desde el
domingo de ramos hasta la pascua. Nos la ha descrito la peregrina Egeria (fines
del s. tv) en su Itinerarium.
Para imitar a Jerusalén en ese revivir de los episodios descritos por los
evangelistas, la liturgia occidental hizo algo parecido, organizando
celebraciones particularizadas, que terminaron por dar origen a la semana
santa. La reconstrucción demasiado anecdótica, si por una parte permitió un
análisis atento del valor de cada uno de los episodios, por otra quebrantó la
unidad del misterio pascual. En la edad media, en efecto, la semana santa se
llamaba semana dolorosa, porque la pasión de Jesús era dramatizada, más
que celebrada in mysterio, poniendo de relieve los aspectos del
sufrimiento y de la compasión emotiva, con perjuicio del aspecto salvífico y de
la victoria sobre la muerte por la resurrección. Aún corremos el mismo peligro
si no estamos atentos o no tenemos las ideas claras, a pesar del esfuerzo
realizado por la reforma del Vat. II para restablecer la unidad perdida.
Las principales celebraciones de la semana santa que cierran la cuaresma y
preceden al I triduo pascual son las siguientes:
1. EL DOMINGO DE
RAMOS, "DE PASSIONE DOMINI". En este día,
como dice el Missale Romanum, la iglesia conmemora a Cristo, el Señor,
que entra en Jerusalén para llevar a cumplimiento su misterio pascual. En todas
las misas se debe hacer memoria de esta entrada del Señor: con la procesión
solemne (forma I); con la entrada solemne (forma II) antes de la misa principal;
o bien con la entrada simple (forma III) antes de las otras misas. La entrada
solemne, aunque sin procesión, puede ser repetida antes de otras misas que
tengan gran número de fieles.
Desde el punto de vista pastoral, hay que saber encontrar los modos más
adecuados para dar realce de fe al reconocimiento mesiánico de Cristo en el hoy
de la vida de la iglesia y del mundo por parte de nuestras asambleas. Por eso la
celebración de la entrada de Jesús debe valorar no tanto los ramos de olivo
cuanto sobre todo el misterio expresado a través de la -> procesión [III,
1], que proclama la realeza mesiánica de Cristo.
La liturgia de la palabra y la liturgia eucarística
son una celebración de la pasión del Señor. En efecto, éste es el
único domingo del año en que se celebra el misterio de la muerte
del Señor con la proclamación del relato de la pasión. Este hecho
no carece de significado teológico, ya puesto de relieve por los
evangelistas: Jesús se dirige a la ciudad santa y entra en ella
triunfalmente, pero para consumar su pascua de muerte y resurrección.
2. EL JUEVES SANTO: CONCLUSIÓN DE LA CUARESMA. Antiguamente, en la mañana del jueves santo se celebraba el
rito de la reconciliación de los penitentes que ya habían cumplido todo
su camino penitencial siguiendo una rígida disciplina para los pecados
graves, que les habían excluido de la participación en la eucaristía. El
miércoles de ceniza, el obispo les había impuesto el cilicio; después
permanecían recluidos hasta el jueves santo, día en que eran absueltos
para que participasen en la eucaristía de la noche de pascua. Hoy no
existe ya esa antigua y rígida disciplina penitencial. Sin embargo, la
comunidad cristiana está igualmente llamada, al final de la cuaresma, a
celebrar el sacramento pascual de la reconciliación en las formas
establecidas por el nuevo ritual de la penitencia, y según las
necesidades de cada una de las comunidades.
3. LA MISA CRISMAL. El origen de la bendición de los
santos óleos y del sagrado crisma es de ambiente romano, aunque el rito
tenga huella galicana. Parece que hasta el final del s. VII, la
bendición de los óleos se hacía durante la cuaresma, y no el jueves
santo. El haberla fijado en este día no se debe al hecho de que el
jueves santo sea el día de la
institución de la eucaristía, sino sobre todo a una razón práctica: poder
disponer de los santos óleos, sobre todo del óleo de los catecúmenos y del santo
crisma, para la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana
durante la vigilia pascual. Sin embargo, no se debe olvidar que este motivo de
utilidad no resta nada a la teología de los sacramentos, que los ve a todos
unidos a la eucaristía.
No es ésta la ocasión de hacer la historia del rito de la bendición de los
santos óleos. Recordemos solamente que, "según la costumbre tradicional de la
liturgia latina, la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de
finalizar la plegaria eucarística; la bendición del óleo de los catecúmenos y la
consagración del crisma tiene lugar después de la comunión. Pero por razones
pastorales se puede hacer también el rito de la bendición después de la liturgia
de la palabra, observando el orden que se describe más adelante" (Misa
crismal del jueves santo, nn. 11-12, en Ritual de Ordenes, apéndice
II).
De cualquier modo que se haga la bendición de los óleos, inmediatamente después
de la homilía del obispo tiene lugar la renovación de las promesas sacerdotales
(Misal Romano,
jueves santo, misa crismal).
Esta solemne liturgia se ha convertido en ocasión
para reunir a todo el presbiterio alrededor de su obispo y hacer de la
celebración una fiesta del sacerdocio. Los textos bíblicos y eucológicos de esta
misa manifiestan y recuerdan esta realidad. Aparece así, junto con el compromiso
de fidelidad de los presbíteros a su misión sacerdotal, la naturaleza profética
del sacerdocio ministerial del NT, llamado, como Cristo, "a evangelizar a los
pobres, a predicar a los cautivos laliberación y a los ciegos la recuperación de
la vista, a libertar a los oprimidos, y a promulgar un año de gracia del Señor"
(Lc 4,18). Si el ministerio presbiteral está unido esencialmente a la
eucaristía, es también verdad que este ministerio se ordena a la eucaristía ante
todo con el anuncio del evangelio, y encuentra en ella toda la amplitud y
profundidad de su dimensión profética.
A. Bergamini
BIBLIOGRAFÍA:
Chavasse A., La preparación de la Pascua, en A.G. Martimort, La
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L., Cuaresma, en DE 1, Herder, Barcelona 1983, 512-515; Farnes P., Las
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(1984) 81-90; Maertens Th., La cuaresma, catecumenado de nuestro
tiempo, Marova, Madrid 1964; Nocent A., Contemplar su gloria.
Cuaresma, Estela, Barcelona 1966; El año litúrgico. Celebrar a Jesucristo
3, Cuaresma, Sal Terrae, Santander 1979; Ramis G., Fuentes
agustinianas de los textos de las misas dominicales de la Cuaresma
hispánica, en "Ephemerides Liturgicae" 98 (1984) 212-225; Sancho Andreu J.,
Estructura y contenido teológico del Leccionario de Cuaresma del Misal
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crismal. Una aportación catequética, en "Phase" 127
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Marova, Madrid 1968; VV.AA., Lluita -(esta, Centro de Pastoral Litúrgica,
Barcelona 1974; VV.AA., Cuaresma, "Dossiers del CPL" 8, Barcelona 1980;
VV.AA., Semana Santa, ib, 11, Barcelona 1981; VV.AA., La Semana
Santa, en "Phase" 145 (1985) 3-100. Véase también la bibliografía de Año
litúrgico, Misterio pascual y Triduo pascual.
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