Una relación de omnipotencia y gratitud
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Aunque el Corán exalta la grandeza y la omnipotencia de Dios, no por ello aplasta al hombre, que conserva su personalidad y su consistencia. Cuando el Corán menciona a Dios creador, es muy raro que no evoque al mismo tiempo a la criatura. Con ello atrae la atención del creyente a la magnificencia de este mundo y a las responsabilidades del hombre.
Por lo general, el Corán se sitúa en el marco de la vida de los beduinos o de los cultivadores del oasis, aunque también de los comerciantes, los grandes caravaneros, los navegantes y los pescadores; no narra la creación por sí misma, sino que habla de ella para subrayar la omnipotencia de Dios y la debilidad humana. Todo converge en la evocación de la omnipotencia de Dios, cuyas órdenes obedecen todos los seres. El Islam se inserta fundamentalmente en el Islam cósmico: todo lo que existe, en la tierra o en el cielo, se prosterna ante la majestad de Dios: la sombra que se alarga por la mañana y por la tarde simboliza esta prosternación de los seres.
Los dones divinos
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La utilidad que los seres ofrecen a los hombres se menciona con tal insistencia que se diría que el Corán pretende seducir al hombre por interés. Pero también se sugiere un aspecto de la creación que excede al hombre y no le atañe: es frecuente la expresión "creó para vosotros". Así, por ejemplo, la Luna, con sus fases sucesivas, sirve para fijar los días y los meses y, por tanto, para calcular el tiempo. Todo esto supone misericordia por parte de Dios.
La vida humana es la de cada día y tanto el Corán como la práctica de los musulmanes lo suponen claramente. Dios es Todopoderoso, hace lo que quiere y nadie puede impedir que realice lo que ha decidido, nadie puede pedirle cuentas. Pero deja a los hombres que obren sin salir del marco de su vida. Excepto en el caso de la guerra santa, sólo les exige que obren bien allí donde se encuentren, que no cometan excesos, que utilicen con mesura los bienes concedidos aun en el caso de desprenderse de ellos para ayudar a los pobres.
En cuanto a los comerciantes, Dios ha enviado al Profeta para pedirles que sean honrados en sus transacciones, que elCorán llama "favores" de Dios. El comercio está permitido tanto en la peregrinación, una vez terminadas las ceremonias, como los viernes excepto en la hora de la oración del mediodía; la misma guerra santa se presenta como un trueque comercial por el que el musulmán renuncia a su vida y la ofrece a Dios, quien le promete a cambio el paraíso, "el Jardín" que es también la sede de una vegetación maravillosa.
Cuando se alude -brevemente- a técnicas en la elaboración de la vestimenta y las armas, a la construcción de viviendas, a la fabricación de utensilios..., estos procedimientos se presentan como dones del Señor a fin de subrayar la bondad de Dios para con el hombre y de provocar su agradecimiento. El musulmán cree en la omnipotencia de Dios, que ha creado y dado forma al hombre a partir de la arcilla.
El hombre es débil
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Una vez ha nacido, el hombre crece, alcanza la plenitud de la fuerza y luego se encorva y declina. Entonces Dios llama ante Sí a los que Él quiere, y a los otros se les deja que alcancen una edad decrépita para que, después de haber sabido, terminen no sabiendo nada. A veces el Corán recuerda al mismo tiempo la ignorancia del hombre y la suerte que le espera, ante la cual está inerme. Estos avisos ayudan al hombre a mantenerse en su sitio frente a su Señor y Maestro, así como a mantener vivo su agradecimiento por los beneficios recibidos. Quien se haya dado cuenta de hasta qué punto todo lo que posee procede de Dios, no podrá menos que emocionarse al leer aleyas tan sumamente sencillas como la que sigue: Él es quien os ha creado, quien os ha dado el oído, la vista y el intelecto. ¡Qué poco agradecidos sois! Desde el principio, las simples afirmaciones del poder de Dios y de la nada del hombre suscitan una reacción, un grito de alabanza a Dios, una censura del hombre que se atreva a discutirlo. La creación es obra de Dios; el hombre debe alabarle. La creación misma canta la gloria de Dios y proclama su unicidad. El hombre es invitado a meditar en la creación y a invocar a Dios "de pie, sentado o prosternado", es decir, sin cesar y en todo lugar. La mística de la creación se encuentra así en el centro de una profesión de fe ingenua y sencilla de Abraham, que agradece a Dios todos sus beneficios.
El hombre es libre, dotado de inteligencia. Se le pide que reflexione, que obre, que comercie, que trabaje, etc. Pero también que invoque a Dios, que le ruegue y alabe. Se le pide que refiera a Dios todas sus actividades.
El Señor resucitará a los muertos el último día, y el hombre deberá dar cuenta de todo lo que haya hecho. Se presentarán los libros de las acciones humanas: los buenos irán al paraíso y los malo al infierno. Por tanto, mientras está sobre la Tierra, el hombre puede y debe pedir perdón porque cuando se acerque la hora del Juicio será ya demasiado tarde. Se encontrará solo ante su Juez, ante Dios, Dueño del día del juicio. No habrá mediador, aunque muchas tradiciones musulmanas hablan del papel de intercesor que entonces desempeñará Mahoma.
El Corán enseña un humanismo compatible con todas las sociedades basadas en la familia, la patria, el trabajo y la propiedad concebida en sus justos límites. Por ello el Islam pudo adaptarse a civilizaciones diferentes en Asia y en África -y actualmente en todo el mundo-, comunicándoles al mismo tiempo un sello que le es propio: la incesante proclamación de la grandeza de Dios y la práctica de un cierto número de conductas que marcan la vida social.
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