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El viaje del Profeta y Mensajero, Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, de noche, desde la Sagrada Mezquita en La Meca a la lejana mezquita en Jerusalén, fue un milagro otorgado a él por Dios. Es la primera parte de una noche de admiración y asombro, que culminó con la ascensión del Profeta Muhammad a través de los cielos y su presencia ante Dios.
“Glorificado sea Quien transportó a Su Siervo
durante la noche, desde la Mezquita Sagrada [de La Meca] a la mezquita lejana
[de Jerusalén] cuyos alrededores bendijimos, para mostrarle algunos de Nuestros
signos. Él es Omnioyente, Omnividente”. (Corán 17:1)
Fue
un viaje físico, y todos los eventos que describiremos tuvieron lugar en una
sola noche.
Esta
serie de artículos utilizará la palabra masyid en lugar de su traducción
al español, mezquita. La razón para esto es que la palabra masyid
implica mucho más que los edificios característicos donde los musulmanes rezan.
La palabra masyid proviene de la raíz sa-ya-da que significa “postrarse”;
por lo tanto, masyid es cualquier lugar de postración. El Profeta Muhammad
nos dijo: “La tierra ha sido hecha una Masyid para mí”[1]. Este regalo
de Dios fue dado sólo a la nación de Muhammad.
Un
musulmán puede rezar en cualquier lugar que no sea impuro (con pocas
excepciones). Hay edificios específicamente para rezar, pero cualquier lugar
donde rece un musulmán es una masyid, en el sentido literal: un lugar de
postración. El acto de postrarse es la parte más honorable de la oración.
Cuando la frente de un musulmán toca el suelo, él o ella está muy cerca de
Dios. La oración establece la conexión entre el creyente y su Señor, y fue en esta
noche milagrosa que las cinco oraciones diarias fueron establecidas.
En
la historia que sigue a continuación aprenderemos algo más sobre este hombre
llamado Muhammad, y podremos entender un poco más sobre por qué los musulmanes
lo aman. También, descubriremos por qué Masyid Al-Aqsa en Jerusalén es
una de las tres Masyid Sagradas en el Islam. Dios se refiere a Jerusalén
en el Corán como “los alrededores que hemos bendecido”. El Domo de la
Roca, parte del área de la Masyid Al-Aqsa, es el símbolo más reconocible
de Jerusalén y tiene un lugar especial en el corazón de todo musulmán. En este
viaje en el que estamos a punto de embarcarnos, usted entenderá por qué. Así
que, viajemos atrás en el tiempo, al siglo VII en Arabia, a la ciudad de La Meca,
y acompañemos al Profeta Muhammad en su viaje nocturno y su ascensión.
El viaje comienza
Aproximadamente
10 años después de que el Profeta Muhammad recibiera su primera revelación del
Corán, sufrió dos graves pérdidas. Una fue la muerte de su tío Abu Talib, el
hombre que lo apoyó y amó desde que era un niño huérfano, y apenas dos meses
después murió su amada esposa, Jadiyah. Ese año se conoce como “el año de la tristeza”.
En
los años que precedieron a estos eventos tristes, los nuevos musulmanes, en
especial el Profeta Muhammad, fueron perseguidos, ridiculizados y abusados. La
fuerza y la lealtad de su tío, combinados con el amor y la compasión mostrados
hacia él y por Jadiyah, lo ayudaron a mantenerse fuerte y a continuar
difundiendo el mensaje enfrentándose a la grave adversidad. Sin embargo, ahora
se sentía solo y sumamente abrumado por la tristeza.
Cuando
uno realmente se ha rendido a Dios, los dolores y las penas de esta vida forman
parte de una prueba de fe, y estas pruebas siempre son seguidas por el alivio.
En el capítulo 94 del Corán, Dios le asegura al Profeta Muhammad que con cada
adversidad viene el alivio, y esto se repite una segunda vez con énfasis: con
cada adversidad viene el alivio. Después de este año en extremo difícil, el
Profeta Muhammad sintió alivio en la forma de una bendición mayor, el Viaje
Nocturno y el Ascenso a los Cielos.
“Luego de toda dificultad viene un alivio, y ciertamente
que luego de toda dificultad viene un alivio”. (Corán 94:5-6)
Aún
cuando era peligroso y él se arriesgaba a ser atacado por los paganos de La Meca,
el Profeta Muhammad a menudo pasaba sus noches orando en la Masyid
Sagrada de La Meca. En esta noche en particular, él estaba descansando cerca de
la Ka’ba (el cubo negro en el centro de la Masyid) en un estado
de duermevela. Vino un ángel y le abrió el pecho desde la garganta hasta el
estómago. El ángel sacó el corazón del Profeta Muhammad y lo colocó en un tazón
lleno con fe, el corazón fue purificado, llenado y regresado a su lugar[2].
Esta
no fue la primera vez que un ángel bajó y extrajo el corazón de Muhammad.
Cuando era un niño pequeño, Muhammad vivía en los desiertos de Arabia con una
familia adoptiva según era costumbre, pues era sabido que el ambiente del
desierto era mucho más saludable y apropiado para una educación correcta que el
de las ciudades. Cuando tenía cuatro o cinco años de edad y estaba jugando en
esta tierra salvaje con sus amiguitos, el Ángel Gabriel apareció, sacó el
corazón de Muhammad y extrajo de él una porción, refiriéndose a ella como “la
parte de Satanás”. El Ángel Gabriel lavó el corazón con el agua de zamzam
(el pozo de La Meca que brotó para aplacar la sed de Ismael) y lo regresó a su
lugar. Los otros niños corrieron gritando, pensando que Muhammad había sido
asesinado, pero para cuando regresaron con ayuda, él estaba solo, asustado y
pálido. Sólo una pequeña señal quedó de tan dura experiencia[3].
La
misión del Profeta Muhammad fue guiar a la humanidad hacia la adoración del
Único Dios Verdadero, así, cada aspecto de su vida formaba parte del plan de
Dios para prepararlo para su gran responsabilidad. Cuando era niño, la parte de
Satanás fue removida de su corazón; y cuando fue adulto, estando a punto de
emprender la construcción de la nación musulmana, su corazón fue purificado y
llenado con fe pura. La siguiente parte de esta noche milagrosa comenzó
entonces.
Al
Profeta Muhammad se le presentó un animal blanco que él describió como más
pequeño que un caballo pero más grande que un burro, y que fue conocido como Al-Buraq.
Este animal, dijo, podía llegar de un solo paso hasta donde llegaba la vista.
Con un salto, Al-Buraq podía cubrir una distancia increíblemente grande[4]. El Ángel
Gabriel le dijo al Profeta Muhammad que montara el animal, y juntos viajaron
más de 1 200 km a la masyid más lejana, Masyid Al-Aqsa.
El
Profeta Muhammad estaba sobre el lomo de Al-Buraq mientras la zancada
del animal alcanzó el horizonte, y las estrellas brillaron intensamente en el
cielo nocturno sobre los desiertos de Arabia y más allá. Él debió haber sentido
el viento en su rostro y haberse percatado de su corazón recién llenado
latiendo con fuerza en su pecho. ¡Cuántas señales y maravillas de Dios debió
haber visto el Profeta Muhammad en ese milagroso viaje nocturno!
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