Cosmogonías del frío
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Buriatos, tártaros, calmucos, beltires, yakutos, teleutes... son pueblos que tienen unas concepciones cosmogónicas prácticamente idénticas. Se distinguen unas de otras tan sólo por unas pequeñas diferencias que atañen a los nombres de las divinidades y a sus atributos.
A lo largo de la cordillera de Altai, que se encuentra en el centro de Asia, se establecieron diversas comunidades que sufrieron las sucesivas invasiones de las tribus guerreras de turcos, hunos y mongoles. Estos pueblos, unidos por una lengua propia (la altaica), se extendieron hacia el norte hasta llegar a la taiga siberiana. Esta expansión les permitió asimilar ideas religiosas de otras zonas, principalmente de China y la India, pero también aparecen influencias iranias, cristianas, tibetanas e islámicas. Aunque los habitantes de esta región abrazaron el cristianismo ortodoxo, en la actualidad todavía persisten algunas de sus ideas religiosas más arcaicas y ciertos mitos ancestrales, como la creencia en el dios celeste y la pervivencia del chamanismo.
La deidad creadora
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El dios Tangri (que, según las variantes, recibe los nombres de Tengri, Tengeri, Tingir y Tangere) es la divinidad suprema. La palabra tangri (que tanto en turco como en mongol significa a la vez dios y cielo) da una pista sobre las principales características del dios, entre las que destacan su cualidades de eterno, fuerte, elevado, así como blanco y celeste. Se trata de una deidad creadora que separó el cielo de la tierra, y a quien en algunos casos se atribuye el origen del hombre; sin embargo, no se le considera responsable ni de las enfermedades ni de la muerte, ambas debidas a los malos espíritus (Kormos es uno de ellos). Tangri es omnisciente y no sólo decide el orden cósmico y la organización del mundo, sino que rige el destino individual y colectivo de los hombres. Sus designios tienen un peso específico en la estructura social, por ello todos los soberanos reciben la investidura del cielo: los gobernantes son los representantes en la tierra del cielo divino. Cuando no existe ningún dirigente, esta divinidad se fragmenta en numerosas deidades celestes (Tengri): dios de la tormenta, de la fecundidad cósmica, etc. Aunque no se sabe a ciencia cierta si tuvo templos dedicados a su persona ni se conserva ninguna representación en forma de estatua, Tangri era invocado, se le dirigían plegarias y se le ofrecían sacrificios (caballos, toros y carneros), especialmente antes de emprender una campaña bélica. Los cometas, las carestías y las inundaciones eran considerados manifestaciones de su enojo con los hombres.
Cosmogonía altaica
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Por lo que respecta a la concepción del mundo, a pesar de que los pueblos altaicos conservaron varios elementos autóctonos antiguos, asimilaron y reinterpretaron muchas ideas foráneas. Su noción del universo se basa en la unión de tres niveles: el cielo (ámbito de las divinidades y donde tiene su palacio Bai Olgan, "el de arriba"), la tierra (ocupada por los hombres) y el infierno (regido por Erlik Khan, el soberano del averno, es el lugar donde van a parar los muertos). La estructura del mundo se concibe como la superposición de estos tres planos, cuyo peso sostiene un animal (una tortuga o un pez, según las tradiciones) para impedir que se hundan en el océano. Existen dos representaciones muy gráficas del cielo: como si se tratara de una tapadera de la tierra (que da origen a los diversos vientos cuando no está bien cerrada) o como si fuera la carpa de una tienda. Las costuras de esta carpa conformarían la Vía Láctea, y el poste principal de la tienda, la estrella Polar. Por este eje (que, según las variantes, recibe los nombres de "columna de oro", "columna de hierro" o "columna solar") los dioses bajan a la tierra y los muertos descienden a los infiernos. Los hombres representan este vínculo con las deidades a través de unas estacas llamadas "columnas del mundo", que colocan en el exterior de sus yurtas (viviendas). En el interior de los hogares, un poste principal o la abertura por la que sale el humo se encargan de simbolizar la unión entre el cielo y la tierra. El centro del mundo se representa mediante el árbol cósmico, elemento fundamental en las ceremonias chamánicas. El árbol une las tres regiones que conforman el universo: se erige en el centro de la tierra, las ramas superiores llegan al cielo y sus raíces se hunden en el subsuelo. Según algunas versiones, los Tengri se alimentan de sus frutos, mientras que otras variantes cosmogónicas sugieren que las almas de los niños que todavía no han nacido reposan como pájaros entre el follaje.
Para los altaicos, el origen del universo se desencadena a partir del acto de creación de un dios que recibe los nombres de Sombol-Burkan, Ocirvani u Ocurman, según la tradición. Esta divinidad ordena a un animal (que en ocasiones es un anfibio, un ave acuática o un cisne blanco) que se sumerja en las vastas aguas primigenias: del fondo de ellas debe extraer un poco de lodo con el que posteriormente el dios moldea al hombre (al que insufla un alma) y todas las cosas del mundo. En algunas versiones de este mito tan universalmente difundido (es conocido incluso en la India y América del Norte), el protagonista de la inmersión se convierte en un perverso rival de la divinidad que ha creado el mundo. Esta variante posibilita una interpretación dualista de la realidad: la figura maligna es muy útil para explicar las imperfecciones de la creación, la condición mortal de los seres humanos y la existencia del mal. Sin embargo, otras veces no es el buceador cosmogónico quien se convierte en antagonista, sino las fuerzas del mal, personificadas en Erlik Khan o en Cholm ("el adversario"). A ellos se deben tanto las impurezas de la tierra como las del hombre. El chamán, individuo capaz de descender a los infiernos y tratar con los espíritus, es el encargado de reparar algunas de estas anomalías.
La cosmogonía hindú
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En el sur de Asia, el primitivo panteón védico de 33 devas dio paso al trimurti (trío sagrado), compuesto por Brahma, Visnú y Siva, al que posteriormente se incorporaron otras divinidades.
Brahma, cuya figura a veces se asocia a la de Prajapati, es considerado el creador. De su cuerpo surgió una joven de la cual se enamoró y con quien tuvo un hijo, Manu, el primer hombre. Esta divinidad suele ser representada con mil caras, recordando cómo, prendado de su hija amante, la seguía con su mirada. La duración del universo se cuenta según la duración de la vida de Brahma, cada día de su existencia equivale a un año de la de los hombres; en este período, el dios crea el universo durante el día y lo desintegra por la noche. Con el tiempo, su prestigio cedió ante el de Visnú y Siva.
Uno de los calificativos de Visnú es "el de los grandes pasos", pues su tres célebres zancadas convirtieron el universo en un lugar habitable para los dioses y los hombres. Amigo y aliado de Indra, ayuda a este dios en su lucha contra la serpiente Vritra. Está casado con Shri, una bellísima deidad asociada a la fertilidad y considerada paradigma de la lealtad de la esposa hindú (complaciente, fiel y sumisa a su marido).
Siva está revestido de características contradictorias. Por un lado, se le considera un dios malévolo, vengador y causante de todo tipo de desastres, mientras que por otro aparece vinculado al ascetismo (suele representarse meditando en el monte Kailasa). Así, entre sus atributos, además de un terrorífico collar de calaveras, cuenta con el tercer ojo de la iluminación. Seductor empedernido, se le relaciona con lo erótico, por eso se le rinde culto en forma delinga o falo sagrado. En ocasiones se le venera como "el señor de la danza", y entonces tiene cuatro brazos y su figura aparece rodeada por un círculo en llamas.
La deidad más popular entre los poetas del Rigveda es Indra. Dios guerrero, domina la región intermedia (la atmósfera) y es el señor de todo lo húmedo. Aunque sus calificativos hacen referencia a la fuerza que posee ("el que empuña el rayo", "el señor poderoso", "el de los mil ojos"), su gran afición al soma contribuye, sin duda, a su imbatibilidad. Tras reemplazar a su antecesor Varuna, se erigió en jefe de los dioses, a los que capitanea en su lucha contra las divinidades maléficas (asuras). Su combate más famoso es el que mantuvo con la serpiente Vritra ("la que no tiene hombros"): el maléfico reptil tenía encerradas las aguas hasta que la poderosa deidad, tras derrotarlo, las liberó abriendo canales en las montañas y formando los ríos. El triunfo de Indra representa la victoria de la vida contra la esterilidad (estancamiento) y la muerte. Durante el período clásico se convirtió en dios de la lluvia. En los Puranasaparece como pecador. Su carácter belicista y el hecho de haber seducido a la esposa de un sabio hacen que pierda brillo.
Menos popular que Indra, Varuna fue considerado durante un tiempo el dios supremo por excelencia, creador del mundo y regidor de los dioses y los hombres. Tiene el poder de atar a los seres humanos, por eso suele representársele con una cuerda en la mano. El Rigveda dice de él que "estiró la tierra para que sirviese de alfombra al sol" y puso "leche en las vacas, inteligencia en los corazones, el sol en el cielo...". Es omnipresente e infalible: quien se resiste a la ley es responsable ante Varuna y el culpable sólo es absuelto tras llevar a cabo los sacrificios que el propio dios ha establecido. Como muchas otras divinidades, está relacionado con un animal: la serpiente Ahi, que se identifica con el Sol. El astro rey, al alba, se libera de la noche de la misma manera que Ahi se libera de su piel.
El dios Agni representa el fuego y se encuentra en la madera, el agua y las plantas. Nace en el cielo y desciende a la tierra en forma de relámpago; esta conexión le convierte en mensajero entre los dos mundos (a él se le dirigen las ofrendas para que lleguen a los dioses). Eternamente joven, pues renace con cada fuego que se enciende, en elRigveda se afirma que "jamás envejece". Es dios del sacrificio y a la vez sacerdote, por eso se le invoca constantemente (ahuyenta los demonios y protege de las enfermedades y hechicerías).
El panteón védico está dominado por los dioses. Las pocas diosas de que se tienen noticia desarrollan un papel oscuro. Por ejemplo, bajo el nombre de Devi (la diosa) o de Mahadevi (la Gran Diosa) se agrupan diversas divinidades femeninas del panteón hindú clásico. Una de las más diferenciadas es Aditi ("la no ligada", o sea, la libre). Se la identifica con la tierra y representa la anchura, la libertad, lo que hace pensar que tal vez se trate de una antigua Diosa Madre.
Pavarti (también llamada Uma) es la paciente esposa de Siva. No se deja desanimar por la conducta y costumbres groseras del dios. Con una encomiable tenacidad, logra domesticar a su misantrópico cónyuge.
Durga, en cambio, es una diosa guerrera (inalcanzable para sus pretendientes e invencible en combate). Armada con arcos, espadas y tridentes, lucha contra los demonios que amenazan con desestabilizar el universo. Se la representa con ocho brazos. Kali, que brota de la frente de Durga cuando ésta se enoja, es aún más peligrosa. Calificada como "la oscura", contribuye a la aniquilación de los demonios, pero en ocasiones, cegada por la sangre, destruye la tierra y siembra el pánico entre los hombres. Tiene la apariencia de una bruja demacrada y suele representarse adornada con un collar de calaveras o cabezas cortadas. Los sacrificios de animales forman parte de su culto y son espectaculares: en su templo se sacrifican cabras a diario y, en épocas pasadas, se le ofrecían víctimas humanas.
La diosa Mariyamman también es terrible. Perteneciente a la casta de los brahmanes (sacerdotes), se casó con un intocable que se vistió como uno de su clase; encolerizada por el engaño, tiene por costumbre castigar a los intocables y reducirlos a cenizas. Otras diosas menos conocidas son Usas (diosa de la aurora), Ratri (de la noche), Sitala (de la viruela y afecciones de la piel) y Shashti (del parto). A muchas se les ofrecen en sacrificio búfalos en memoria de Mahisha, un demonio búfalo que mató Durga.
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