viernes, 27 de julio de 2012

MERIBBAAL o MERIBAAL.

Este nombre que significa "Baal es defensor" o "héroe", está sistemáticamente reemplazado por Mefiboset en los textos hebreo y griego del segundo libro de Samuel. En todo caso las genealogías de las Crónicas respetan la forma de Meribbaal o Meribaal para nombrar al hijo de Jonatán, hijo a su vez del rey Saúl (1Cró 8,34 y 9,40).

Ese Meribaal tenía cinco años cuando su padre y su abuelo murieron en Guilboá (1S 31,2 y 4-5). Al saber la noticia, su nodriza, enloquecida quiso llevarle a lugar seguro; pero en la precipitación de la huida el niño tuvo una mala caída y se quedó cojo (2S 4,4). David, sucesor de Saúl por elección divina (cf.1S 16,1 y 12-13), tras ser proclamado rey de "todo Israel", se informó acerca de la Casa del difunto rey, en recuerdo del pacto de amistad que le había ligado otrora a Jonatán (2S 9,1 y 7a; cf. 1S 18,1-4 y 20,14-17). Así tuvo noticias -a través de Sibá, antiguo servidor de Saúl- de la existencia de Meribaal, refugiado en Lo-Dabar en casa de un tal Maquir hijo de Amiel. David hizo curar entonces al pequeño enfermo, le proveyó de todos los bienes que habían pertenecido a Saúl, puso a su servicio a Sibá con toda su familia, y le acogió en su propio palacio; no como simple invitado, sino sentado a su mesa como  sus propios hijos (2S 9,2-13). Meribaal tuvo también un hijo: Micá, que le proporcionó una abundante descendencia (2S 9,12; cf. 1Cró 8,34-40).

Después de que David tuviera que huir de su palacio ante el golpe de fuerza de su hijo Absalón, encontró a Sibá que conducía asnos cargados de víveres. Interrogado sobre el uso que quería hacer de ellos, el inquietante servidor declaró que quería ofrecerlos al rey para las necesidades de su familia y su séquito; pero a David, sorprendido de no ver a Meribaal a su lado, le dijo que el nieto de Saúl se había quedado en Jerusalén con la esperanza de que las circunstancias le devolverían el trono de su abuelo. Disgustado y ofendido, David hizo entonces donación a ese Sibá de toda la herencia que hubiera correspondido al "ingrato (2S 16,1-4)". Pero a su vuelta a la capital, David encontró a Meribaal que venía ante él. Desde la usurpación de Absalón, Meribaal había esperado este momento durante su duelo: absteniéndose de todo cuidado de higiene, a la manera del momento; luego explica por qué no ha podido seguir a David en su repliegue: enfermo, no podía hacerlo a pie; entonces ese Sibá, que le ha calumniado, no había querido aparejarle una montura (2S 19,25-29 ó 24-28 según vers). Rehusando llevar más adelante el interrogatorio, David decidió finalmente repartir entre Meribaal y su sospechoso denigrador los bienes que había hasta entonces dado sucesivamente a uno y a otro. Solución de compromiso que ni siquiera indignó al virtuoso Meribaal, loco de agradecimiento hacia su real benefactor: "¡Que tome todo [exclama refiriéndose al infiel sirviente] puesto que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa (2S 19,30-31 ó 29-30 según vers)!" Ese grito tiene un acento sincero: dejar adivinar que ha dicho la verdad.

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