I. Término propio de Jn (cf. Mc 5,33; 12,14 par.). En este evangelio, el término gr. alêtheia corresponde al hebr. 'emet, cuyo
sema central es el de «firmeza, seguridad», y adopta sus mismas
acepciones. Según los contextos significa «verdad» (8,32; 18,37) o
«fidelidad/lealtad», sobre todo si forma hendíadis con otro sustantivo (1,14.17: kháris; 4,23s: pneuma).
II. a) La
verdad de Dios es la realidad divina en cuanto se manifiesta y puede
ser conocida por e! hombre. Lo que el hombre percibe de ella es un amor
sin límite (3,16); ese amor es, por tanto, la verdad de Dios. A esto
corresponde la definición «Dios es Espíritu» (4,24), es decir, fuerza y
actividad de amor. El amor leal (1,14) o Espíritu es la actividad
vivificante (6,63) propia de la vida. La realidad divina es, por tanto,
una vida que se define por la actividad de! amor y se manifiesta en
ella. La verdad, como su símbolo «la luz», es e! resplandor, la
evidencia de la vida (1,4).
b) Jesús
es la verdad (14,6) por residir en él plenamente la vida divina (el
Espíritu/amor), que ha realizado plenamente su realidad humana. En
particular, su muerte voluntaria revela quién es Dios: el Padre que ama
al hombre gratuitamente (gr. kháris) y hasta el fin (gr. alétheia); al
mismo tiempo revela lo que es el hombre según el proyecto de Dios: el
Hijo que es capaz, como el Padre, de un amor gratuito hasta el límite
(15,13). «La verdad» o realidad de Dios y del hombre es, por tanto, la
misma: el amor gratuito y fiel. La alétbeia es así la fidelidad
del amor; resalta en ella su rasgo fundamental: la «firmeza/seguridad»
última es la fidelidad de! amor de Dios (e! Padre), manifestada en la
muerte de Jesús (e! Hijo. La misión de Jesús consistía en dar testimonio de esa verdad (18,37).
c)
Para conocer la verdad de Dios, el hombre ha de entrar en contacto con
la vida divina presente y activa (amor leal) en Jesús, experimentando en
sí mismo los efectos de ese amor. De este modo, la verdad, desde el
punto de vista del que la conoce, se identifica con la experiencia de
vida que produce en él el Espíritu (principio de vida). Recibido de
Jesús (8,32). Ella descubre al hombre la verdad sobre Dios, al que
conoce como al Padre que lo ama sin límite, y la verdad sobre sí mismo,
comprendiendo la meta a que lo llama el proyecto del amor del Padre,
realizado en Jesús. Por eso, «el Espíritu de la verdad» (155,26; cf.
14,17; 16,13; 20,22) es el Espíritu de amor, que produce la experiencia
de vida que ilumina al hombre. .
Dios
no es objeto de conocimiento abstracto, se le conoce solamente como
sujeto de relación personal de amor (Padre) (17,3). El vínculo de amor,
el Espíritu, hace al hombre «hijo de Dios».
La condición para conocer la verdad es atenerse al mensaje de Jesús (8,31s), e!
del amor demostrado en una actividad como la suya (cf. 9,4; 13,34);
esto supone la ruptura con «e! pecado» (8,21), la pertenencia «al orden
este», e! sistema de injusticia (3,23). En otras palabras, no puede
experimentar el amor de Dios quien no está dispuesto a amar.
d) Si
la verdad es la realidad divina manifestada en el amor que da vida, la
mentira, propia de los que no proceden de Dios (8,47.55), sino de! padre
de la mentira (8,44), es la imagen de un dios que impide o disminuye la
vida de! hombre. Verdad es el Dios-amor (3,16), el Padre (17,3) que
engendra hijos libres (8,36) comunicándoles su mismo Espíritu (1,13;
3,6). Mentira es el dios-temor que somete al hombre y lo mantiene en la
condición de esclavo. La mentira se impone desde fuera; es una doctrina
que propone como plenitud lo que es de hecho privación de vida, que
llama vida a lo que es muerte.
e) El
Espíritu guiará a los discípulos en la verdad toda. A diferencia de la
enseñanza de! Espíritu, que recuerda y hace penetrar todo lo que ha
dicho Jesús (14,26), esta labor no mira al pasado, sino al futuro
(16,13), interpretando lo que significa en la historia la obra de Jesús,
para orientar a los discípulos en la misión.
III. Opresión de la verdad (Rom 1,18); verdad de Dios (Rom 1,25); fidelidad (Rom 15,8); del Mesías (2 Cor 11,10); del evangelio (Gál 2,5.14); mensaje de la verdad (Ef 1,13); sinceridad (Ef 6,14); conocimiento (Heb 10,26); Espíritu de la verdad (1 Jn 4,6; cf. 5,6).
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