sábado, 31 de mayo de 2014

LOS AMORES DE RICARDO "CORAZÓN DE LEÓN".



Ricardo, hijo de Enrique Plantagenet y de Leonor de Aquitania, nació en Oxford, el 8 de septiembre de 1157. La leyenda ha hecho de él el rey más popular de Inglaterra, espejo de caballeros, luchador esforzado, noble y valiente, lo que le valió el sobrenombre espectacular de Corazón de León. 

Pero, como hemos visto hasta ahora, no existe personaje en la historia que no tenga sus más y sus menos, sus rasgos de generosidad y de mezquindad ... y Ricardo no fue una excepción. 

Fue el amado de su madre Leonor, que se encargó, según dicen las crónicas, de despejarle el camino hacia el trono de Inglaterra, aun cuando siendo un niño ya era nombrado heredero de las extensas posesiones francesas mucho más ricas y apetecibles que la árida y húmeda Inglaterra. El primogénito de la pareja real, después de la muerte en la infancia de Guillermo, Enrique, murió envenenado de forma misteriosa. El segundo y sucesor de Enrique, Geoffrey, acabó sus días por una flecha que, oportunamente, lo mató en una cacería y Ricardo quedó como único heredero. El hijo pequeño, Juan sin Tierra, no contaba para nada, era un ser desgraciado físicamente por el que sus padres sentían auténtica aversión. Pero en este estado de cosas, Enrique padre decidió nombrar como sucesor a Juan. No le agradaban los modos de Ricardo, educado en la corte francesa junto al rey Felipe Augusto, su enemigo personal. Estalló la guerra entre Ricardo y Enrique, ya anciano, que fue derrotado por su hijo y su aliado el rey francés. 

La amargura de esta derrota hizo que Enrique muriera en 1189. La leyenda dice que cuando Ricardo se acercó al cadáver de su padre éste comenzó a sangrar por la nariz como un siniestro presagio. 

Pero, ya dueño de la corona inglesa, a Ricardo, que amaba la acción y la aventura, la relación con sus compañeros de armas y sin duda a Felipe Augusto, la corte británica le resultaba tediosa. Así que, de inmediato, respondió a la llamada del Papa que convocaba la III Cruzada ante la toma de Jerusalén por el gran sultán Saladino. Dejó los asuntos arreglados en Inglaterra,
a saber: liberó a su madre, casó a su hermano Juan con la heredera de Gloucester y le concedió varios señoríos y en compañía de Felipe Augusto partió hacia Tierra Santa. 

Esta Cruzada, al igual que todas las demás, tuvo escasos resultados. En 1191 se tomaba San Juan de Acre, mientras Ricardo arrebataba Chipre a Isaac Comneno. El emperador Federico Barbarroja y su hijo murieron y Ricardo quedó a cargo de la expedición cristiana. La historia del rey inglés en estos años es dudosa, su comportamiento parece que fue cruel y su conducta desordenada le rodeó de escándalo e incomprensión. Los caballeros cristianos que le acompañaban le dejaron solo. Una agria disputa por la corona del reino de Jerusalén y parece que el enamoramiento de Ricardo por el hijo de Leopoldo de Austria, hizo que el duque abandonara la empresa seguido de Felipe Augusto que estaba muerto de celos. 

Ricardo prosiguió sólo. Obtuvo varias victorias sobre los musulmanes pero no se atrevió con la conquista de Jerusalén, ante la sorpresa de los cruzados. Después de la caída de Jaffa, Ricardo y Saladino establecieron conversaciones y se entendieron de maravilla. Por espacio de un mes se sucedieron los banquetes y los agasajos. Ambos caudillos compartieron aposentos y paseos románticos a la luz de la luna con un resultado verdaderamente asombroso: el rey inglés terminaba con la Cruzada y Saladino le cedía una amplia franja costera además de liberar a los cautivos cristianos y de regalarle el supuesto madero en el que había sido crucificado Jesucristo.
Los rumores se dispararon entre los aliados europeos. Ricardo, que admiraba la cultura y la civilización musulmanas, fue acusado de practicar la magia negra y la nigromancia. Se decía que, rodeado de favoritos, se entregaba a orgías salvajes en las que devoraban las cabezas de los enemigos, pero posiblemente no fueran más que chismes descabellados. 

El monarca inglés emprendió el regreso a su patria, pero lo que sí parece cierto es que el amor por el hijo del duque Leopoldo de Austria había hecho mella en su corazón. Recorrió cientos de kilómetros disfrazado hasta llegar a la patria y al castillo de su bienamado. El encuentro debió ser apasionado, ya que el duque sorprendió a los amantes en la cama. Es fácil imaginar la ira del ofendido padre que propinó una soberana paliza a su hijo y decidió encarcelar al Ricardo seductor. Como el mal ya estaba hecho, el duque decidió sacar tajada de la comprometida situación. Pidió un rescate enorme a los ingleses por la libertad de su rey. Después de tantas luchas en Tierra Santa se dio la paradoja de que un rey cristiano estaba prisionero de otro noble cristiano! 

Más de un año tardaron los súbditos de Ricardo en conseguir la suma total para que su rey fuera liberado y cuando esto sucedió el prisionero, sin curar sus penas de amor, marchó hacia Londres, pero sólo estuvo tres meses allí. Volvió a su dulce Francia, para vivir su vida y sus amores según le pareciera sin intromisiones ni críticas. En 1198 fue herido por una flecha
durante el asedio a la fortaleza de Chalus. La herida se le infectó y le causó la muerte cuando tenía 42 años. 

Ricardo, el guerrero esforzado que amaba a los hombres, se casó un una princesa navarra, Berenguela, de la que se decía que era una de las mujeres más hermosas del momento. ¡Triste destino el de la hija del rey Sancho! que parece que se volvió caprichosa y extravagante seguramente debido a la desatención de su esposo que si bien tenía un "corazón de león" para luchas y amores masculinos no parece que estuviera demasiado interesado en los encantos femeninos.

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