miércoles, 24 de diciembre de 2014

EL SANTO BLASFEMO.

 
Una sola fiesta de las seis que jalonan el evangelio de Juan no tiene otro calificativo que la fiesta de "los judíos" (Jn 5,1), expresión con la que el evangelista no indica casi nunca a los pertenecientes al pueblo de Israel, sino a las autoridades religiosas y los jefes del pueblo.

Siguiendo la cronología de Juan, esta fiesta anónima puede ser identificada con Pentecostés, en la que se conmemoraba la promulgación de la Ley en el Sinaí: "Pentecostés es el día en que fue dada la Ley" (Pes 68b).

El evangelista sitúa la fiesta en Jerusalén, en una "piscina" (más exactamente en una cisterna-aljibe de recogida de agua de lluvia) de la que da el nombre: "Bethesda".

Tres veces se citan en el evangelio de Juan nombres "en hebreo", y siempre en relación con el asesinato de Jesús:

-En la piscina de "Bethesda" se toma la decisión de matarlo (Jn 5,2.18).

-En el tribunal llamado "Gábbata" se le condena a muerte (Jn 19,13-16).

-En el "Gólgota" se ejecuta la sentencia (Jn 19,17-18).

El hecho de que el evangelista diga que es la fiesta de "los judíos" subraya que es fiesta solamente para los jefes, mientras la gente es descrita como "una muchedumbre de enfermos: ciegos, tullidos, resecos (lit. entumecidos) y no como un pueblo en fiesta.

El día en que los jefes celebran la ley, el evangelista denuncia los efectos de su uso en el pueblo.

La ley, convertida en instrumento de dominio, sirve para reprimir y atrofiar los estímulos vitales del hombre, volviéndolo incapaz de ver (ciego), sin autonomía (tullido) y vaciado de vida (entumecido).

Indiferentes ante la triste situación del pueblo, los jefes hacen fiesta, y el esplendor de la ceremonia oculta el sufrimiento de la gente: "Había un hombre allí que llevaba treinta y ocho años con su enfermedad".

El número "38" alude a la tragedia del Éxodo que, de promesa de libertad, se transformó en un gran fracaso, en cuanto que ninguno de los hombres escapados de la esclavitud de Egipto, alcanzó la tierra de la libertad, sino que todos murieron en el desierto "Anduvimos caminando treinta y ocho años, hasta que desapareció del campamento toda aquella generación de guerreros, como les había jurado el Señor" (Dt 2,14; Nm 14,20-33).

El uso intencionado del número 38 y la ausencia de especificación de la dolencia indican que en la enfermedad de este hombre se representa la trágica situación del pueblo sin esperanza: como los antecesores en el desierto, no ha alcanzado la libertad y está en espera de la muerte.

La tierra prometida se ha transformado en tierra de esclavitud y la felicidad garantizada por Dios a su pueblo es una quimera que, cada vez más lejana en el tiempo, se transforma en desesperación en lugar de ser fuente de esperanza consoladora: "Nuestros huesos están calcinados, nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos" (Ez 37,11).

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