En la antigüedad se llamaban ´"ínfulas" a unas vendas que se colocaban en la cabeza a modo de corona y que solían lucir los príncipes y sacerdotes paganos como señal de dignidad.
Cuantas más ínfulas -y de mejor calidad- tenía alguien, más poder adquiría y más altanero se volvía.
De ahí que "tiene muchas ínfulas" aquel que desprecia al prójimo.
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