I.
BREVE ESBOZO HISTÓRICO.
Aunque
inspirado en la tesis luterana de la corrupción de la naturaleza humana a causa
del pecado -fuente de angustia por la
conciencia culpable-, la primera tematización filosófica de esta vivencia se
debió a S. Kierkegaard en el siglo XIX. Posteriormente, las filosofías
existencialistas del siglo XX lo reelaboran, mientras que, de modo
independiente, la psicología y la psiquiatría de este siglo también han
estudiado profusamente esta vivencia, ¿Qué podemos encontrar en común en
todos los existencialistas? Todos estos pensadores inician sus reflexiones, en
contra de la filosofía especulativa y abstracta hegeliana, a partir del
existente humano concreto, Existir, en este contexto, es aplicable sólo al ser
que es capaz de elegir quién quiere ser. Y esta capacidad de elegir entre
posibilidades es factible gacias a la libertad. Pero justamente esta libertad,
por el riesgo de errar -para unos, de pecar -para otros-, o por la
"responsabilidad que comporta toda elección, es la fuente de la angustia.
Por la libertad el hombre se asoma a la infinitud y esto le produce
vértigo ante el abismo se siente repelido pero también seducido por él (que
será la posibilidad de '->culpa). A pesar de lo que les une, encontramos
diferencias radicales, pues unos -Kierkegaard, Marcel- parten de que el
existente está abierto a la -> trascendencia que le salva de su finitud, y
otros -Heidegger, Sartre-, eliminan de raíz esta posibilidad. Ello hace que la
vivencia de la angustia tenga signos muy distintos. En Kierkegaard la angustia
es un estado emotivo que surge de la conciencia de estar en pecado delante de
Dios, de afirmarse a sí frente a Dios. La angustia será consecuencia de un
tipo de vida que el pensador danés llama ->vida estética: inmediata,
hedonista, sin ataduras, sin metas. Pero la misma angustia, que brota del
hastío de la clausurada finitud, puede ser el revulsivo que, rompiendo los
yugos de su inmanencia, invite a saltar a otro tipo de vida de carácter
religioso mediante la fe. Por su parte, Heidegger, aceptando que existir es
proyectar, cuidar y preocuparse de sí y de los otros en el mundo -al que
estamos arrojados-, al proponer que toda posibilidad y todo proyecto humano
tiene por única meta final la muerte como cesación absoluta, señala que
necesariamente ese proyectar y cuidar deviene en angustia. Se puede huir de la
angustia llevando una vida inauténtica, impersonal, a la que Sartre llamará mala
fe, pero ello no elimina que sea algo constitutivo del hombre. Por eso,
concluirá este último, "el hombre es una pasión inútil" y el
hombre debe obrar sin esperanza. Al igual que Kierkegaard, Sartre admitirá que
el hombre es tensión hacia la infinitud (el hombre es el ser que proyecta ser
Dios, dirá Sartre), pero, dado su radical ateísmo y aislamiento en su yo, el
hombre está necesariamente frustrado. De ahí la insalvable angustia.
Gabriel
Marcel, se enfrenta a este nihilismo admitiendo la apertura del hombre a un Tú
absoluto y abriendo paso a una posición personalista. Ensaya el acceso a la
existencia a través de la descripción de diversas vivencias: la
disponibilidad, la "esperanza, el ,amor. La disponibilidad es la capacidad
de hacerse presente y donarse a otro cuando lo requiere. La indisponibilidad, la
clausura y obstrucción en sí mismo será para Marcel la auténtica causa de la
angustia. Pero, frente a toda dispersión, el
hombre está llamado a la unificación, ejerciendo creativamente la libertad en
la línea del compromiso. Esta creatividad en las pruebas y problemas de la
vida, que supone dar crédito a la realidad y la exigencia de una trascendencia
salvadora, es lo que permite a Marcel la elaboración de una Metafisica
de la esperanza.
II.
REFLEXIÓN SISTEMÁTICA. Psicológicamente la angustia se suele confundir con
los estados de ansiedad y, en todo caso, se conceptúa como un estado mental de
preocupación e inseguridad desmedidas que paralizan la voluntad, haciendo que
el individuo quede impotente ante el hecho de tener que realizar su vida. Se
trata de un vértigo espiritual propio de quien se ha des-integrado, dispersado,
perdido a sí mismo por alguna de las dos amenazas que, según Buber, se ciernen
sobre el desarrollo de la persona: la masificación (->masa) y gregarismo o
el enclaustramiento en la individualidad. Ante el empobrecimiento de una vida
sin metas, sin fidelidades, inmediata, surge la angustia, que no pocas veces es
un síntoma de la neurotización de la vida psíquica.
Sociológicamente
la angustia se ha descrito como uno de los rasgos que definen la sociedad
actual. Contra la opinión de F. Nietzsche que sostenía que "quien sabe
para qué vivir, descubrirá cómo", V Frankl piensa que «sabemos cómo
vivir pero no para qué vivir». En efecto, esta pérdida de apoyos y de
firmezas, junto con el obligársenos a vivir a ritmo trepidante, produce este
fenómeno. Tecnólatra, el hombre descubre finalmente que la técnica no le
salva y tras la muerte cultural de Dios (Nietzsche) y la
ausencia de cualquier ideal o mística, sólo le cabe sumirse en el Narcisismo,
que desembocará siempre en la angustia o en la autoanestesia.
Pero,
situados en una perspectiva personalista, barruntamos que el fenómeno responde
a algo mucho más radical. La persona es aquel ser que tiene que hacer su propia
vida, siendo una tarea para sí mismo. Y como la manera concreta en que tiene
que ir realizándose es un problema para sí mismo, su vida es inquietud (que no
angustia). Situado frente a la realidad, el hombre se abre a ella para, a
través de las posibilidades de realización que le ofrece, irse haciendo pleno.
En su plenitud reside su felicidad. No existe sólo libertad-de, como
pretendía Sartre, sino también libertad-para, libertad que se
compromete. ¿Con qué? Con las posibilidades que descubre como mejores para su
plenificación. Por esto el hombre es un ser moral: porque tiene que apropiarse
de posibilidades reales para realizarse. Esas posibilidades son los llamados
bienes. Por consiguiente, no se quiere cualquier cosa, sino lo bueno, y lo bueno
es lo que me plenifica y, al apropiármelo, me alegra. Pero también puede
brotar la tristeza como fruto de apropiarme de aquellas posibilidades que me
satisfacen inmediatamente, pero no me construyen como persona. Cabe aún otra
posibilidad: la des-moralización, es decir la pérdida de sentido, del para
qué de la propia vida. Es entonces cuando surge la angustia.
Se
puede dar la espalda a la realidad como fuente de posibilidades, cabe el
ocluirse, el no abrirse a esa fuente principal de sentido y posibilidades que
son los demás. Así, paralizado, retraído a su puro estado natural, abandonado
a sus impulsos, a su afán de poder, de "tener, de gozar (vida
estética), el hombre se ve lanzado a actuar habiendo perdido el sentido de por
qué actuar. Deja así de apropiarse de posibilidades que podría o debería
apropiarse, de modo que se va vaciando, empobreciendo, desintegrando,
desvinculándose de la realidad y perdiendo creatividad. La vivencia de este
vacío, de esta parálisis, de esta impotencia, es la esencia de la angustia.
Así como la alegría procede de estar abierto al encuentro con la realidad, y
especialmente con los otros y con el -> Otro, de modo que a través de esta
apertura, ellos se constituyen en el fundamento de nuestro perfeccionamiento, la
angustia consistiría en cerrarse a este encuentro, bien por dispersión
gregaria, bien por el espejismo de la autosuficiencia.
III.
CONCLUSIÓN. El estado del angustiado es insostenible. Por eso, la vivencia de
la angustia es ya una invitación a salir de ella. Una falsa salida sería huir
de sí por continua agitación y dispersión (mala fe). La opción más
razonable es la de recuperarse a sí mismo en el recogimiento de la intimidad,
reconociendo las propias limitaciones y abriéndose a recuperar el sentido de lo
real. Se trata de integrar y regular la propia vida, poniendo cada cosa en su
sitio, relativizando lo que se absolutizó e idolatró (trabajo, sexo,
juegos, diversión, el propio yo), equilibrando la vida afectiva, laboral,
familiar, y, saliendo de sí, hacerse disponible, y así abrirse al encuentro
fecundo con los otros, acogiéndoles con
gratuidad. Recibir y hacer propias las posibilidades que me ofrecen como don que
permite mi plenitud, es el camino de la ->alegría.
VER:
Muerte, Nada y
nihilismo, Opresión, Sentido de la vida.
BIBL.:
FRANKI. V E., El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la
psicoterapia Herder, Barcelona 1987; KIERKEGAARD S., EL concepto de la
angustia, Espasa-Calpe, Madrid 1972; LórEz QuINTAs A., El Arte de pensar
con rigor y vivir de forma creativa, Asociación para el Progreso de las
Ciencias Humanas, Madrid 1993; NAVARRETE R., El aprendizaje de la serenidad, San
Pablo, Madrid 1995°; ZUBIRI X., Sobre el sentimiento y la volición, Alianza,
Madrid 1993.
X.
M. Domínguez Prieto
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