sábado, 14 de septiembre de 2013

Arquetipo.

Los a., concepto propio de la psicología de Jung, son elementos constituyentes del inconsciente (v.) colectivo, que representan las experiencias vividas por la Humanidad en tiempos remotos. Estas formas típicas, antiquísimas, de elaborar la experiencia exterior se repiten de unos hombres, y de unos pueblos, a otros. Los' a. son, pues, una serie de complejos (v.) innatos, que estructuran los elementos psíquicos en imágenes arquetípicas, y a los que tenemos acceso de una manera indirecta por los efectos comunes que producen.
      Los arquetipos, el inconsciente y el instinto. La imagen que tiene el niño del padre o de la madre no es una reproducción exacta del padre o la madre real; el inconsciente juega un papel importante en su formación. Lo que ocurre es que el niño proyecta una serie de temáticas de su inconsciente colectivo, en las cuales las figuras parentales ya habían sido elaboradas de una forma determinada, experiencia que el niño aprovecha para relacionarse con las figuras de sus padres concretos. Los a., como estructuras de inconsciente colectivo, son precisamente los responsables de las especiales elaboraciones que el hombre hace de la realidad exterior. Son formas primitivas e innatas de comportamiento vivencial.
      El a. es una imagen original que existe en el inconsciente colectivo, ajena a la experiencia personal y que se transmite de generación en generación. El dragón, p. ej., representa una imagen arquetípica. Para que una imagen pueda ser calificada de arquetípica debe mantener constante su simbolismo a lo largo de la historia del hombre.
      Como habrá podido comprenderse, los a. no son simplemente una serie de imágenes atávicas o ancestrales, sino que cumplen la importante misión de ordenar e integrar la actividad psíquica. Si en los primeros trabajos de Jung la noción de a. se refería fundamentalmente a aquellas motivaciones que venían a cristalizarse en imágenes arquetípicas, posteriormente el concepto fue ampliándose, para considerarse que los a. eran los ordenadores de todos los procesos y comportamientos psíquicos. Los a. representan el sedimento de las experiencias hechas por la Humanidad en el transcurso de su vida. En este sentido hay que comprender el a. como un patrón de conducta que el hombre aplica para resolver su problemática vital. Al mismo tiempo que nos sirve para ordenar la realidad, puede apartarnos de ella si sus simbolismos se imponen implacablemente. Los a. se manifiestan en los diversos mitos y ritos primitivos representados hoy día en algunas actividades religiosas.
      Sin embargo, los a. no deben confundirse con las acciones instintivas. Aquéllos son las formas típicas que ha tenido la Humanidad de constituir la ,experiencia vital, que va transmitiendo a su descendencia. Esto explicaría la comunidad de estructura de unos hombres con otros y de las representaciones de unos pueblos con otros.
      La noción de a., bastante confusa, ha despertado una gran cantidad de críticas, puesto que al considerar los comportamientos humanos como arquetípicos, los priva de su carácter original y libre. El a. es algo que se impone al hombre, puesto que va unido a su propia esencia. La actividad simbólica se encuentra íntimamente ligada a los a. El profundo sentido de los símbolos se nos escaparía si olvidásemos la intensa influencia de los a. El tipo de psicoterapia preconizado por Jung se propone analizar el valor arquetípico de los símbolos del paciente. Mediante esta actividad se logra transformar su personalidad.
      Los diversos arquetipos. Jung ha descrito diversos a. poniendo de manifiesto la importancia que tienen para una mejor comprensión del hombre. Vamos a describir algunos.
      El anima es el a. que el hombre tiene del sexo opuesto. El anima representa para el hombre tanto la madre primitiva como, al mismo tiempo, su ideal de mujer. La constitución de este a. la verifica el niño en sus primeras vivencias infantiles y sexuales, que están íntimamente implicadas en el inconsciente colectivo. El anima no es solamente el a. que el hombre se forma de la mujer, sino que representa también una divinidad femenina que aparece en las diversas religiones en diferentes momentos. El estudio del anima puede seguirse en múltiples creaciones literarias en las que podemos ver cómo los diversos literatos constituyen el a. femenino: Andrómaca, Elisa, Laura, Kundry, etc. Cuando el hombre se refiere a la mujer que espera o quiere, se refiere a una constante transmitida por el inconsciente colectivo. La psicología femenina elabora su a. masculino de una forma análoga. Para la mujer, su a. masculino el animus es tanto la imagen del padre como del hombre ideal. Si en el anima estaba comprometido el sentimiento, en el animus estará comprometida la razón. La persona dominada por los a. del sexo opuesto presentará un comportamiento primitivo e infantil. Jung hace la hipótesis de que el anima y el animus puedan tener también un soporte genético en los genes (v. GENÉTICA I) recesivos del sexo opuesto. Esta actividad recesiva de dichos genes mantendría a sus a. propios en íntima relación con el inconsciente y explicaría que las motivaciones surgidas del inconsciente tengan siempre los caracteres del sexo opuesto.
      Otro a. es la cuaternidad. Esto ilumina el profundo simbolismo del número cuatro, del cuadrado, de la necesidad de cuatro elementos para encontrar la piedra filosofal en la alquimia, etc. En los sueños aparecen situaciones relacionadas con las conjuras de la alquimia; en ellas se confiere también un carácter preponderante al número cuatro. En tiempos antiguos se habló de los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, los cuatro temperamentos, etp. Se trata de proyecciones arquetípicas en la forma de elaborar la realidad, en las que no hemos de ver solamente su manifestación anecdótica, sino comprender su contenido vivencial.
      El árbol es un a. que simboliza la persona humana. Lo mismo que el hombre, el árbol tiene raíces en la tierra y tiene aspiraciones que le conducen al cielo. También nace, crece y muere. Unas veces descubre su estructura interior, otras se cubre de hojas y se oculta. Esta identidad consigo mismo es la que vivencia el hombre cuando planta un árbol al nacimiento de un niño. Está viviendo un paralelismo de la vida del hombre con la imagen del árbol. El árbol produce fruto, se distancia enormemente de sus raíces, etc. La imagen arquetípica del árbol está íntimamente ligada a otros a.: el dragón, la serpiente, los pájaros, etc.
      Toda la doctrina de Jung sobre los a. está en íntima relación con el inconsciente colectivo y, a su vez, aclara sus teorías sóbre él. Se ha dicho y repetido que si Freud hizo el descubrimiento del inconsciente personal, Jung amplió el descubrimiento hasta el colectivo. Ambos descubrimientos no se contraponen. Es más, desde un punto de vista ideal, se complementan. Pero las doctrinas de Jung pecan de confusionismo, necesitan una clarificación y reelaboración para que puedan ser aplicables en la psicoterapia.
     

 

C. MONEDERO GIL.

BIBL.: Ca. BAUDOUIN, La obra de Jung, Madrid 1967; C. G. JuNG, Arquetipos e inconsciente colectivo, Buenos Aires (en prensa); !o, L'homme á la decouverte de son áme, 4 ed. Ginebra 1950; ID, Problémes de 1'áme moderne, París 1961; íD, Psicología de la trasferencia, 2 ed. Buenos Aires 1961; íD, Símbolos de trasformación, 2 ed. Buenos Aires 1962.

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