martes, 10 de septiembre de 2013

Catequética del Antiguo Testamento.


SUMARIO: I. Orígenes, raíces, historia: El pueblo de Israel es un pueblo elegido por Dios. El Antiguo Testamento es la respuesta histórica narrativa a su conciencia vocacional. II. Cómo transmite el Antiguo Testamento las historias de un pueblo y las etapas de la salvación de Dios: 1. Orígenes, fundamentos y formación del pueblo; 2. Asentamiento del pueblo y nacimiento de las instituciones políticas y religiosas; 3. La dimensión poética y sapiencial de Israel. III. Catequesis sobre Antiguo Testamento: teología narrativa: 1. Presupuestos para una catequesis sobre Antiguo Testamento; 2. Variables diferenciales en la catequesis bíblica del Antiguo Testamento.

I. Orígenes, raíces, historia
Los seres humanos individuales y también los pueblos nos hacemos preguntas acerca de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. El ser humano, según los datos que conocemos de su historia, siempre se ha interrogado sobre sus orígenes. La razón se debe a que, por una parte, un•ser humano sin historia, y un pueblo sin raíces históricas, acaba perdiendo su identidad. Y, por otra, se debe al estímulo activo que proporcionan tales interrogantes. No es difícil constatar hasta qué punto estas preguntas por los orígenes propios han sido las que, en muchos casos, han guiado los descubrimientos y avances de la historia humana. Es importante centrarse en el presente, desde luego, pero sin dejar de tener la vida anclada en el pasado. Tocamos, en este punto, una de las cuestiones que preocupan hoy, especialmente en relación con las generaciones más jóvenes. El presentismo chato y pragmático, sin negar sus aspectos positivos, obstaculiza el proceso por el cual el ser humano va construyendo el sentido de su vida. La perspectiva de los orígenes, por el contrario, posibilita tener una historia a la que remitirse para descubrir ese sentido.
El cristiano se hace también esta pregunta, que, lejos de ser abstracta, aunque se trate de una cuestión existencial, es, por definición, un interrogante concreto que pide respuestas concretas. Estas solemos encontrarlas y transmitirlas en forma histórica narrativa. La fe cristiana tiene una historia, historia de salvación de Dios a la humanidad, que se narra a través de personajes concretos con sus nombres, su tierra, sus costumbres, su familia. Esta historia, que vincula a cristianas y cristianos con el judaísmo antiguo, se remonta hasta los inicios mismos de la humanidad. Un pueblo con profundidad de sentido se hace preguntas universales sobre los orígenes. Es decir, se interroga sobre su misma condición humana. El cristiano que se hace preguntas acerca de sus fundamentos encuentra una línea de respuestas cuando lee el Antiguo Testamento. Y, en la perspectiva del pueblo de Israel, las historias y los libros del Antiguo Testamento constituyen la respuesta que el pueblo se dio cuando se interrogó, a su vez, por sus orígenes y fundamentos. Y es que el interrogante sobre quiénes somos, de dónde venimos, por qué estamos aquí y cuál es nuestro sentido en la vida, no es más que el interrogante vocacional.
EL PUEBLO DE ISRAEL ES UN PUEBLO ELEGIDO POR DIos. EL ANTIGUO TESTAMENTO ES LA RESPUESTA HISTÓRICA NARRATIVA A SU CONCIENCIA VOCACIONAL. ¿Cuándo y con qué motivo se hace Israel la pregunta sobre sus orígenes, sobre su procedencia? El punto de partida se encuentra en su conciencia de elegido. Israel tiene una especial conciencia de ser un pueblo llamado gratuitamente por Dios. La conciencia vocacional en la Biblia, sin embargo, incluye la misión; por lo tanto, Israel se siente un pueblo en cuyos orígenes se encuentra una Palabra divina que le dice que Dios se ha fijado en él y que, por ello, le envía en medio de las naciones, para que, a través de él, sean benditos todos los pueblos de la tierra.

Las preguntas sobre el propio origen, si bien pueden surgir en cualquier momento de la vida de un individuo o de un pueblo, y pueden ser suscitadas por muy diversas circunstancias, tienen momentos más propicios que otros. En el ser humano individual una época crítica e importante es, por ejemplo, la adolescencia, cuando el sujeto debe integrar su infancia con los cambios que experimenta y con el proyecto de futuro que su cuerpo y el resto de su persona parecen indicarle. Pero Israel no ha tenido un momento único propicio para interrogarse sobre sí mismo, como tampoco lo tiene el individuo humano. Israel se ha hecho esta pregunta muchas veces y, al responderse, se ha asignado diferentes inicios de sí mismo en cuanto pueblo. Debemos destacar, de entre todos esos momentos, el período en torno al siglo IV, cuando Israel, después de dos deportaciones y en medio de experiencias difíciles de digerir, se encuentra en un tiempo de incertidumbre y de dolor. Estas circunstancias de crisis piden a la fe religiosa de Israel una respuesta. En esta época se considera que se redactó el Pentateuco, corpus literario de los orígenes y fundamentos de Israel; una época que estaba caracterizada por una pluralidad social, cultural y religiosa, que hacía necesario un pacto de unidad entre las distintas tendencias que componían el mosaico del judaísmo. Israel nana sus orígenes étnicos y religiosos, integrando en su historia diferentes orientaciones y tradiciones, diferentes teologías y concepciones de la historia, ofreciendo, de este modo, una repuesta diversificada a las crisis por las que había pasado en cuanto pueblo. Esta pluralidad de tendencias religiosas se refleja en los escritos del Antiguo Testamento, especialmente en los libros del Pentateuco, narraciones y normativa, en los que pueden apreciarse las llamadas cuatro fuentes o hipótesis documentaria: el J (yavista), E (elohísta), P (sacerdotal) y D (deuteronomista).
Tal respuesta, decíamos, significa que Israel se ha hecho la pregunta por su origen muchas veces y, cada vez, se ha asignado un comienzo. Pero si esto es así, ¿cómo se explica, sin embargo, su unidad? Esta unidad le llega a través de acontecimientos históricos de gran valor simbólico y, en gran medida, universal, junto con algunas figuras de referencia, que se integran en la historia conjunta. Entre tales historias y figuras de referencia, tomadas en sentido cronológico-evolutivo, sobresalen las siguientes: 1) orígenes y fundamentos, creación del mundo, de la vida y de la humanidad por la palabra y mano de Dios; historia de la creación y maduración de la primera pareja humana (Adán y Eva); comienzo de la historia humana, el mal como violencia contra la vida (Caín y Abel, Noé y el diluvio); elección e historias familiares de los patriarcas y las matriarcas; nacimiento del pueblo en el paso del mar e historias de su maduración a la libertad en el tiempo de su estancia en el desierto (Moisés, Aarón y Miriam, Josué, los jueces y líderes como Débora, Jael, Sansón...); 2) período monárquico o del nacimiento de las instituciones: la monarquía davídica y salomónica, la división del reino, la profecía como instancia crítica religiosa y social (los profetas anteriores y posteriores al destierro); 3) las crisis y la infidelidad a Yavé como motivación de la catástrofe del destierro de Babilonia; las historias de las dificultades y el aprendizaje de la convivencia con otros pueblos y culturas (tiempo del dominio persa) y el período helenista con la pluralidad de tendencias del judaísmo.

II. Cómo transmite el Antiguo Testamento las historias de un pueblo y las etapas de la salvación de Dios
¿Cómo se explica Israel a sí mismo? ¿Cómo entiende y vive su identidad? ¿De qué forma lo ha dejado plasmado y cómo ha querido transmitirlo?
El Antiguo Testamento, en primer término, muestra que Israel no tiene una identidad separada de su relación con Dios. Es decir, que cuando el pueblo se pregunta: «quién soy», su respuesta siempre tiene que ver con Yavé. Su forma de interpretarse a sí mismo y de transmitirlo a las siguientes generaciones, pasa por formas literarias que favorecen la comunicación y la identificación. Por ejemplo, las narraciones del Exodo dicen que Israel es el primogénito de Yavé (cf Ex 4,22); algunos profetas, como Oseas y Jeremías, prefieren decir que Israel es la novia o la esposa amada de Yavé (cf Os 2). Y cuando, por el contrario, el pueblo pierde su norte, las razones vuelven de nuevo a referirse a las relaciones con Yavé: Israel ha dejado de ser el hijo amado o la esposa fiel (cf Jer 3,20), para convertirse en una prostituta o en un hijo desaprensivo. Toda la historia que Israel se cuenta a sí mismo y transmite a sus generaciones futuras tiene un marcado sello relacional con Dios. Y las dos expresiones literarias principales que utiliza son la narración y la poesía. La normativa está incluida en contextos narrativos.
1. ORÍGENES, FUNDAMENTOS Y FORMACIÓN DEL PUEBLO. Israel, cuando se mira a sí mismo y se pregunta por sus orígenes, se encuentra con Dios hecho Palabra que llama a la vida (cf DGC). En estos comienzos se encuentran ya unidos para siempre la Palabra y la acción (DGC 139). Israel se definirá a sí mismo en la palabra y la acción y en sus relaciones mutuas: su palabra, sobre todo la palabra de diálogo y respuesta a la palabra de Dios, y sus acciones, en conformidad o disconformidad con la voluntad de Dios, marcarán su historia. Esta importancia que da Israel a la fuerza de la Palabra explica que se organice, como pueblo, en torno a ella.
La creación está narrada en dos relatos unidos entre sí por algunas claves de interpretación, como por ejemplo los procesos progresivos de perfeccionamiento en cada realidad creada, a medida que avanza la vida, y los procesos de diferenciación, mayores cuanto más avanza. Así, el ser humano en el relato primero (el P, Gén 1,27-28) se encuentra como el culmen de la creación, con respecto al resto de la vida. Pero este ser humano es, a la vez, el ser más diferenciado y perfecto de todos. Visto en relación con el segundo relato (el J, 2,4b-3,23), sin embargo, este ser humano es tan solo un esbozo general que se va diferenciando y perfeccionando en la medida en que va transcurriendo la narración de los procesos a través de los cuales se va haciendo humano: el acto de nombrar y diferenciar (cf Gén 2,19), el reconocimiento de la igualdad y diferencia ante otro ser humano (cf Gén 2,23), la adquisición del conocimiento, la palabra, la libertad, la decisión (cf Gén 3,1-8), la desobediencia y sus consecuencias (cf Gén 3,8-24)... Cuando se va leyendo este doble relato con estas claves, se percibe la creación y la llamada a la vida por parte de Dios como un proceso paciente y amoroso de maduración.
La mayoría de los exegetas y de los teólogos suelen interpretar el segundo relato, Gén 2,4b-3,24, como una historia de trasfondo mítico según el esquema de caída, culpa y castigo. En la historia, en este caso, estaría narrado el origen del mal, de acuerdo con Rom 5,12-21: los humanos son responsables de la desobediencia, interpretada como pecado, es decir, como culpa moral ante Dios; y Dios, a su vez, castiga el pecado marcando, de este modo, tanto la condición humana como su historia posterior.
Sin embargo, en virtud de su misma forma narrativa, abierta y de talante mítico, otros exegetas y teólogos creen ver en los dos relatos de la creación el proceso de maduración de los humanos bajo la palabra y la mirada de Dios. Aquí no se podría hablar todavía de historia. En estas narraciones, según tal interpretación, se muestran los humanos en sus estadios más inmaduros y van creciendo en la medida en que Dios les brinda un ámbito de libertad, es decir, una posibilidad de escoger y decidir. Para tomar la decisión de comer del árbol del conocer bien y mal, se requiere esa curiosidad que impulsa al descubrimiento y al conocimiento y este, en efecto, sobreviene cuando se toma conciencia y se abren los ojos. En este caso, la desobediencia no estaría marcada tanto por una culpa moral cuanto por la misma dinámica de la maduración de los humanos a la libertad.
Los orígenes del mal, así, no estarían tan vinculados a esta desobediencia de un estado anterior a la historia humana cuanto al relato de la violenta historia de Caín y Abel, que tiene lugar fuera ya del paraíso, y, por lo tanto, dentro de la historia. Este primer acto de violencia humana entre iguales tiene su continuidad en otras historias violentas que culminan, en una primera gran etapa, en el relato del diluvio, esa segunda oportunidad recreadora que Dios da a la humanidad. En este caso, la acusación de pecado es explícita (cf Gén 6,11-13). La tierra estaba llena de violencia (algunas traducciones hablan de maldad o perversidad) y se hace preciso un nuevo acto creador. De este modo, por un lado se ofrece una imagen de Dios que confía, aunque castigue, y que da segundas oportunidades a sus criaturas. Por otro, se indican los extremos a que puede conducir la violencia humana, como raíz del mal que afecta a todo el ecosistema en el que los humanos se desenvuelven. Es indudable la importancia pedagógica que siguen teniendo hoy tales relatos, dado el lugar que la violencia parece ocupar en nuestro mundo y en nuestra época. Las cotas destructivas del mal trato que los humanos se dan entre sí y que dan al ecosistema aparecen en el centro de la educación divina del camino humano hacia la responsabilidad moral de sí mismo, de los demás y del resto de la creación.
En estas historias de orígenes y fundamentos, se incluyen los orígenes remotos del pueblo en tres grandes niveles: el de las historias familiares de Abrahán y Sara, y el resto de patriarcas y matriarcas que se cuenta en la segunda parte del libro del Génesis (Gén 12-36) y la historia de José (Gén 37-50); el de la historia del éxodo de Egipto y su estancia en el desierto, donde tiene lugar la alianza de Dios con Israel y donde se establecen las leyes fundamentales para la convivencia y regulación del pueblo, que se encuentra en los libros del Exodo, Números, Levítico y Deuteronomio, y, por fin, el tercer nivel, el de la llamada conquista de la tierra prometida, Canaán, que se narra en los libros de Josué y de los Jueces.
La primera palabra de confianza, alianza y amistad con el pueblo, tiene lugar mediante las personas y la familia de Abrahán y Sara. Y, a partir de ellas, en las de sus generaciones futuras, que constituirán las bases del árbol genealógico de Israel: Agar, la esclava, con su hijo Ismael; Isaac y Rebeca; Jacob y sus mujeres Raquel y Lía, con sus respectivas esclavas, Bilhá y Zilpá, que dieron origen a los 12 hijos y a Dina, la hija, de quienes saldrían las 12 tribus de Israel. En estas historias, de un profundo y complejo talante humano, se manifiesta la cercanía y la fidelidad de Yavé, dispuesto a llevar adelante su promesa de bendición a todas las naciones, aunque le fallen sus amigos y amigas; se manifiesta, asimismo, el profundo respeto de Dios ante la libertad humana, pero también su absoluta libertad para intervenir en la vida de los personajes, siempre, eso sí, sin violentar aquellos dones que él mismo dio a sus criaturas.
En el Exodo, la Biblia cuenta otro de los inicios del pueblo, menos ancestrales en este caso, pero de una importancia básica y única. Ya no se trata de los antepasados, sino de quienes fundaron el pueblo. Israel comienza a ser un pueblo gracias a la desobediencia civil de unas mujeres, matronas egipcias, que no dejan morir a los niños israelitas a pesar de la orden del faraón de asesinarlos (cf Ex 1,1-22). Y, en seguida, gracias a otras tres mujeres, que salvan la vida de Moisés, el libertador, y que le cuidan y educan (su madre biológica, su hermana y la princesa de Egipto, madre adoptiva), el personaje puede convertirse en líder y elegido de Dios (cf Ex 2,1-10). Moisés, cuando ya ha madurado y ha pasado por todo un proceso purificador de su vocación (cf Ex 2,11-15); cuando llega a tener los mismos ojos de Dios para ver la realidad de su pueblo (cf Ex 3,1-10) como la ve Dios mismo, saca a Israel de Egipto, como le ha ordenado Yavé, le hace pasar el Mar Rojo y lo conduce por el desierto a lo largo de 40 duros años, a pesar de sus múltiples resistencias. El pueblo, en toda esta etapa, va aprendiendo lentamente quién es: quién le ha dado la vida, quién le ha ofrecido la libertad, el apoyo, la seguridad; quién le ha guiado, qué significa ser un pueblo libre y cómo se llega a vivir todos estos dones. Israel aprende la verdadera libertad de pasar de la servidumbre del pueblo, al servicio de Dios, en medio de protestas, nostalgias, resistencias y pataletas infantiles con el agua y la comida. Y Dios, aunque se impacienta de vez en cuando, no se desespera. Sigue a su lado mediante su presencia en los personajes mediadores y mediante sus descensos a la tienda del encuentro. Pero el mismo Dios va pidiendo, cada vez más, una responsabilidad moral a las acciones, y consecuencias de las acciones, de todo el pueblo y también de sus líderes (Moisés, Aarón y Miriam).
En los libros que siguen al Pentateuco, Josué y Jueces se nana la continuación de esta historia de comienzos. ¿Cómo llega Israel a Canaán? ¿Cómo consiguen establecerse las tribus? Aunque los historiadores, apoyados en las evidencias arqueológicas y en los documentos extrabíblicos y de la historia universal, intentan reconstruir la historia de los comienzos de Israel en Palestina, no existe unanimidad en tal reconstrucción. Lo más probable es que se trate de una ocupación parcial, que tuvo lugar nada más en las mesetas centrales de Palestina, donde se refugió el grupo que vino con Moisés del desierto y con cuya llegada se produjo una revuelta de los campesinos y pastores que habitaban tales mesetas. Lo cierto es que los relatos nos hablan de una larga y difícil convivencia entre diferentes etnias, marcada por múltiples conflictos políticos y religiosos.
En resumen, los libros del Pentateuco y los de Josué y Jueces, narran la vocación de Israel y sus primeros pasos en la historia. Grandes temas de estas narraciones son la imagen de Dios creador y libertador; la institución de la pascua, el significado del paso del Mar Rojo, la alianza y el nombre de Dios, el don de la ley en un contexto histórico, la idolatría como respuesta negativa del pueblo, el credo histórico, la tierra que simboliza la identidad, el pan y la libertad.
2. ASENTAMIENTO DEL PUEBLO Y NACIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS Y RELIGIOSAS. LOS libros de Samuel y Reyes y, en una versión posterior, los libros de las Crónicas, narran el nacimiento, auge y decadencia de una de las instituciones políticas más ambiguas de Israel: la monarquía. A la par, tiene lugar el establecimiento de otra gran institución: la profecía. La profecía es una institución religiosa ligada a la monarquía y, en muchas ocasiones, a contrapelo de ella y de otras instituciones políticas. Es, a la par, la instancia crítica que Dios suscita en Israel a fin de que este no olvide ni sus orígenes ni su misión. Los profetas recuerdan al pueblo tanto su condición de relación libre y fiel con Yavé como las consecuencias sociales e históricas que de esta conciencia se derivan: la justicia social, el derecho humano a la libertad y la parcialidad y la predilección de Dios por los pobres y desamparados. Los reyes y líderes políticos representan al pueblo. Son elegidos por Dios para proteger la identidad de Israel, animar su vida social, política y religiosa y para tener especial cuidado de los más desgraciados. Sin embargo, el abuso del poder, la ambición del dinero y el deseo ególatra de prestigio por parte de estos líderes, acarrean nuevas opresiones e injusticias y amenazan la identidad religiosa de Israel, que acaba por volverse a los ídolos y olvidarse de Yavé. Los profetas son la voz doliente de Dios por su pueblo, la crítica dura a su conducta y la insistente llamada a la conversión. Porque siempre hay, para Yavé, una segunda oportunidad.
El pueblo, obcecado en su pecado, acaba cayendo en las manos de otros pueblos que lo deportan, lo someten y pretenden arrebatarle su identidad. La decadencia del sistema político y su correlato social y religioso, injusto y excluyente, acaba siendo una trampa mortal para Israel. El lector cristiano advierte, en las diferentes historias y reconstrucciones interpretativas de los hechos, de qué forma se anudan entré sí lo privado y lo público y cómo unos niveles tienen consecuencias en el otro. Aprenderá de la historia de David de qué forma se encadenan el abuso del poder, el sexo y la violencia asesina (cf 2Sam 11) y advertirá cómo, en la actualidad, estos nudos siguen vigentes. O cómo, según las profecías de Amós, Oseas y otros, la existencia de pobres es consecuencia del injusto reparto de los bienes y de pactos políticos cuyo objetivo es el aumento del poder y la riqueza de personas e instituciones determinadas. Del mismo modo que verá en el libro de Rut de qué forma la misericordia de una mujer, extranjera y que no pertenece oficialmente a la fe israelita, es signo de la misericordia de Dios, que restablece la justicia y prolonga la vida de los pueblos. O cómo el compromiso de personajes individuales, como la reina Ester y Mardoqueo, pueden evitar un genocidio.
En resumen, a través de la lectura de los libros históricos y proféticos (1 y 2Sam; 1 y 2Re; Crón, Esd, Neh, Rut, Tob, Jdt, Est, 1 y 2Mac; Is, Jer, Ez, Dan, y profetas menores) el creyente accede, entre otras cosas, a una imagen de Dios de múltiples rasgos, interpretación proyectiva, en muchos casos, de las situaciones por las que pasan los individuos y los pueblos; una imagen de Dios colérica, exigente y justiciera, en muchas ocasiones, pero también un Dios entendido y experimentado como dialogante, paciente, de entrañas de misericordia y de perdón. El lector creyente accede mediante la lectura de estos libros a la ambigüedad de la historia y del ser humano, a sus contradicciones, a sus intentos de conversión y al dolor que experimenta ante las consecuencias de sus pecados.
3. LA DIMENSIÓN POÉTICA Y SAPIENCIAI, DE ISRAEL. El Antiguo Testamento es un buen ejemplo de la unidad entre poesía y narración y entre estas formas literarias de expresión y comunicación y el realismo y la fantasía. La prosa narrativa de las historias del Antiguo Testamento incluyen elementos de fantasía y de poesía. A menudo, poemas como los de algunos salmos se convierten en narraciones en verso de las historias de siempre. El pueblo, así, une la vida y la fe de múltiples maneras. Ora narrando litúrgicamente, una y otra vez, los grandes acontecimientos de la salvación (cf Sal 105-107; 114). Escucha la crítica de los profetas, pero también sus anuncios cargados de esperanzas y de sueños, como los del segundo Isaías, en poéticos oráculos. Expresa la crisis de fe que acarrea la perplejidad del mal en el mundo y en uno mismo, el sentimiento de injusticia de ver cómo medran los que consideramos malos y lo mal que les va a los que consideramos justos, mediante la historia versificada de un individuo llamado Job. El lector creyente puede seguir haciendo suyas las terribles preguntas de Job a Dios, sus desgarradas protestas y sus quejas, de rabiosa actualidad. Descubrirá, así, como también en muchos de los refranes populares del libro de los Proverbios, o del Sirácida, la tensión de la fe, las preguntas que la vida hace a esta y la difícil respuesta posible, a pesar de Jesús y de su pascua. Aprenderá el carácter de misterio inaprensible de Dios y la dificultad para manipularlo, junto con la tentación continua de engañarse con su imagen, de reducir la complejidad de la vida a simplistas preguntas-respuestas que dan seguridad, pero que no responden a la historia de la salvación...
En los libros poéticos el lector creyente podrá respirar la frescura del mejor erotismo poético al reconstruir los diálogos amorosos entre la amada y el amado del Cantar de los cantares, integrando, de nuevo, la experiencia humana del amor apasionado con la experiencia religiosa del amor de Dios por su pueblo y por cada uno de sus individuos. Porque, antes como ahora, sabemos que hay experiencias desbordantes que prefieren la evocación y el lenguaje abierto, creativo y poco sujeto a las normas, de la poesía.
En resumen, podemos decir que nada de lo que sea humano, tanto desde el punto de vista individual como desde el punto de vista social y colectivo, escapa a la historia de Israel, que, como pueblo creyente, la cuenta y la transmite como historia sagrada, como historia religiosa. El Dios que se revela en los libros del Antiguo Testamento no tiene un rostro único, ni es homogéneo, rígido, estereotipado y unívoco. Es un Dios de rostro múltiple, revelado en las diferentes épocas, pedagógicamente adaptado a cada momento del pueblo y de su capacidad de comprensión. Un Dios de una variada y rica expresividad, que cada creyente debe reconstruir a partir de diversos fragmentos, pero desde la perspectiva que ofrece Jesús en los evangelios. Y el ser humano que revelan las múltiples páginas del Antiguo Testamento se muestra, asimismo, en su enorme diversidad, en su múltiple rostro y sus diversos contextos. Si el rostro de Dios, a partir de sus grandes atributos y de sus múltiples fragmentos, se revela cercano y misterioso, íntimo e inaprensible, el rostro humano que se deja mirar y llamar por Dios, se revela en la hondura de su misterio. Por eso acercarse a ambos sigue siendo una forma de encuentro con uno mismo.

III. Catequesis sobre Antiguo Testamento: teología narrativa
Aunque el corpus legal y los libros poéticos del Antiguo Testamento tienen enorme importancia, me ha parecido más pedagógico centrarme en las narraciones, es decir, en las posibilidades catequéticas que encierra la teología narrativa veterotestamentaria.
1. PRESUPUESTOS PARA UNA CATEQUESIS SOBRE ANTIGUO TESTAMENTO. a) Lo primero que cualquier catequista y catequizando debe tener presente es la importancia del Antiguo Testamento para el Nuevo Testamento. Los evangelios no pueden entenderse bien ni se puede captar mucho de su mensaje sin tener una buena información y formación sobre el Antiguo Testamento. En efecto, hay esquemas literarios, trasfondos de mentalidad, costumbres, escenas, personajes, citas... que sólo son comprensibles en su contexto cuando se sabe de dónde vienen, a qué se refieren y de qué forma se adecuan o contrastan con lo que prescribía el Antiguo Testamento. Para entender el sentido y el mensaje del midrás de la infancia de Jesús en Mateo es preciso conocer el Exodo, el libro de Josué y la interpretación del destierro como un nuevo éxodo invertido que realiza el pueblo. No es igual, por otro lado, explicar este trasfondo que, una vez conocido, evocarlo en una lectura atenta de estos capítulos de Mateo. Estos textos, en efecto, presuponen este conocimiento y pretenden evocarlo a fin de que quien los lea o escuche perciba semejanzas y diferencias y, en ellas, el sentido de lo que se narra.
b) El segundo supuesto catequético para el Antiguo Testamento es, lógicamente, el de la conciencia de la distancia en tiempo, época, lengua, espacio y cultura entre el Antiguo Testamento y quien entra en contacto con él. Este supuesto debe ser consciente. Es decir, si no hay conciencia de estas distancias será preciso crearla. Con ello se evitarían problemas que, con frecuencia, son difíciles de abordar, como el literalismo, el fundamentalismo y el empirismo histórico, que es el responsable de entender los textos como meras ventanas desde las que cada cual se asoma al mundo antiguo, sin tener en cuenta que los textos tienen toda una historia en la que se ha seleccionado un determinado material y se ha desechado otro; que esta selección se ha llevado a cabo según los propósitos a los que se destinan cada uno de los libros y que pueden ser propósitos de propaganda nacionalista o, por el contrario, de apertura universal; propósitos litúrgicos o de identificación religiosa con la fe yavista.
Cada contexto y cada situación requerirá unos determinados recursos. En unas ocasiones bastará con evocar la historia del propio pueblo indígena que se acerca a las Escrituras, como es fácil que ocurra en pueblos de América latina, por ejemplo. En otras podrá recurrirse a ciertos materiales ya creados a propósito, unas veces, o como expresiones artísticas, en otras; por ejemplo, puede ser útil tener a mano algunas películas y novelas que han intentado con éxito reconstruir los entornos de épocas y personajes bíblicos.
c) El tercer supuesto es el respeto que requiere la forma en que se transmite el mensaje. Por ejemplo, un poema, antes de ser explicado, debe ser adecuadamente leído o escuchado a fin de que produzca el impacto que pretende en el oyente o lector. Si se comienza una catequesis con la lectura de un poema del libro de la Sabiduría o de un poema del segundo Isaías con la explicación directa, se mata el mensaje que conlleva la forma explícita, que es eso que llamamos poesía y poema. Es preciso insistir en ello porque nuestras catequesis bíblicas se han caracterizado hasta ahora, y todavía se siguen caracterizando, por un altanero desprecio y una tremenda falta de respeto hacia la forma del mensaje de salvación de las Escrituras, como si se pudiera separar el mensaje de la forma en que este se brinda. Catequistas y catequizandos deben aprender a percibir el mensaje en sus formas concretas, como aprendizaje existencial para percibir la revelación continuada del Señor en los diversos modos en que hoy se brinda. Es, por tanto, un supuesto necesario para la actitud de discernimiento.
d) El cuarto supuesto se refiere a ciertos elementos que tienen que ver expresamente con la sensibilidad de nuestro tiempo. Me refiero a los contextos culturales raciales, clasistas y sexistas que se reflejan en las Escrituras. Y por ello, este supuesto se relaciona con la percepción de ciertas imágenes de Dios y de las normas éticas. Si se ha tenido en cuenta el segundo supuesto, entonces este será más sencillo de crear o de abordar, porque, evidentemente, están relacionados.
Así, por ejemplo, no se pueden abordar las historias de Jacob y de sus mujeres, Lía y Raquel, sin tener en cuenta, entre otras muchas cosas, la condición de la esclavitud en aquellos tiempos, la mentalidad sobre las posesiones y los rasgos del trato que se daba a esclavas y esclavos. Pero, además, dado el papel que juegan en estas historias Zilpá y Bilhá, esclavas de Lía y Raquel, como madres de algunos hijos de Jacob, pero pertenecientes a sus señoras, debe tenerse en cuenta no sólo esta condición de esclavitud, sino el sesgo sexista y clasista que impregnaba la relación de estas mujeres con Jacob, pero también con las señoras o esposas legales, y las consecuencias relacionales que todo ello tenía en la convivencia y trato entre los hijos e hijas 1.
Esto evitaría que la catequesis y la transmisión de los textos bíblicos reforzara el clasismo, el nacionalismo a ultranza y el sexismo en una sociedad que, como la nuestra, aunque sea en el nivel de las aspiraciones, pretende la construcción de una sociedad más igualitaria, acorde con el mensaje de Jesús y del conjunto del Nuevo Testamento.
e) El último supuesto que puede pedirse a la catequesis sobre el Antiguo Testamento tiene que ver con dos tentaciones siempre presentes cuando se lee la Biblia. La primera se refiere a la pregunta por la verdad de lo narrado en el Antiguo Testamento y que, generalmente, encubre la pregunta sobre aquella forma de verdad que prevalece en la mentalidad occidental, la verdad histórica, entendida como evidencia documental verificada y contrastada científicamente. La segunda tiene que ver con la inmediatez de la aplicación. Suele formularse, más o menos, con una pregunta así: ¿y esto qué me dice a mí hoy? O, más en concreto, ¿me vale esto para la vida? Si el trasfondo de la primera cuestión es un reduccionismo acerca de la condición de la verdad de un mensaje y las condiciones en las que solemos aceptarla, el trasfondo de la segunda se refiere a un cierto utilitarismo inmediato en el plano de la fe. Si esto no me vale para este momento, en mis circunstancias y de forma concreta, entonces es que no vale. Es decir, si no es útil para mí aquí y ahora, entonces no me sirve. Es preciso salir al paso de cada una de estas tentaciones, creando unos supuestos lo suficientemente asentados como para que interfieran lo menos posible en las catequesis. Son cuestiones que suelen llevarse mucho tiempo y muchas energías en las sesiones, clases, cursillos y, al final, no suelen dar mucho fruto.
La tentación del concepto empirista y periodístico de la verdad es típica de nuestro tiempo. Pero, además, es irracional. Pretende que los hechos pueden separarse de su significado o que este siempre se ajusta a una pretendida objetividad. En realidad, en esta cuestión laten problemas que tienen que ver con los conceptos teológicos de inspiración y revelación. Si en ellos no se introduce cuanto antes la categoría de encarnación y no se advierte la importancia que adquieren las mediaciones históricas, culturales y subjetivas (de sujeto o de los sujetos), el catequista, el educador, estará fomentando una concepción del mensaje cristiano desligado de la historia, o una imagen de Dios que se manifiesta sin contar con la naturaleza (milagrismo), el ser humano y la historia, e incluso contra ellas, por más criaturas que sean. Transmitirá la imagen de un Dios bíblico caprichoso y poderoso, al que gusta dejar bien claro quién es el que detenta el poder y que se muestra celoso de los humanos que pueden robarle prestigio y protagonismo. Este Dios, no lo olvidemos, será muy difícil de conciliar con el Dios de Jesús que presentan los evangelios.
La otra tentación, utilitarismo inmediato religioso, es también difícil de frenar. Ciertamente, la Biblia es un libro en el que el ser humano de todos los tiempos sigue reconociéndose. Pero para que los humanos nos reconozcamos y hagamos nuestros los textos y su mensaje, sin anacronismos de graves consecuencias, es preciso contar con esas distancias a las que hice referencia al tratar el supuesto segundo: la necesidad de tomar conciencia de la distancia entre el Antiguo Testamento y hoy, en todos los sentidos. Lo que transforma la vida es un cambio de mentalidad y este no se realiza de la noche a la mañana ni por reiterados intentos de aplicaciones literales del supuesto mensaje inmediato de los textos. Captar el mensaje del Antiguo Testamento es ir captando la mentalidad del pueblo, la forma en que Dios actúa y los personajes y grupos interpretan que Dios actúa en sus vidas. Esto hace que, lentamente, aprendamos a mirar la vida y la realidad, a nosotros mismos y a Dios, de una manera nueva, y que nos acerquemos al evangelio con una preparación interior que nos capacite para escuchar, como dirigida a nosotros, la palabra de Dios en Jesús.
2. VARIABLES DIFERENCIALES EN LA CATEQUESIS BÍBLICA DEL ANTIGUO TESTAMENTO a) En la perspectiva del género hay que contemplar algunas peculiaridades por las que debe tenerse en cuenta si se trata de niñas, adolescentes, jóvenes y adultas, o si se trata de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. La variable del género traspasa la de la edad.
La primera cuestión que no debe obviarse es que la transmisión del Antiguo Testamento, ya sea como historia sagrada, ya sea como lectura litúrgica continua en las eucaristías diarias o festivas, o incluso en los estudios sistemáticos de teología, comporta un sesgo sexista, incluso cuando se dice que no se hacen diferencias. Muchos miles de mujeres testimonian y denuncian este sesgo. En primer término, no debe olvidarse que el Antiguo Testamento es un conjunto de libros de mentalidad patriarcal 2. En segundo término, la catequesis no puede ignorar a las múltiples mujeres que hay en todos los libros de la Escritura. En tercer lugar, hay que explicar el sesgo sexista cultural e histórico de ciertos textos; tal vez de la mayoría. Y esto debe ser explícito. Y, en último término, el punto de partida que guíe tanto las explicaciones sesgadas, como la inadecuación de modelos, costumbres, etc. debe ser el de los evangelios, con expresa referencia a la conducta de Jesús para con cada uno de los géneros.
Cuando los textos tengan varias alternativas válidas de interpretación, sería éticamente deseable que se eligieran aquellas que fueran menos lesivas para la dignidad del 52% de la humanidad, las mujeres, que, además, constituyen hoy la parte más victimizada por la pobreza (feminización de la pobreza) y la violencia. Por ejemplo, habría que tenerlo en cuenta al narrar y explicar los textos de la creación de la humanidad.
b) En la perspectiva de las edades. 1) Para los niños, teniendo en cuenta los diferentes momentos evolutivos de la religiosidad, es fundamental privilegiar la modalidad narrativa de la catequesis bíblica. Por una parte, se respeta la forma del mensaje y, por otra, se respeta y aprovecha la capacidad imaginativa y fabuladora de los niños. No olvidemos que nuestra cultura es, en gran medida, narrativa. Esto significa que el catequista debe vigilar su tendencia a ofrecer explicaciones racionalistas, proyección de sus preocupaciones e intereses, más que adecuación a la mente infantil y a los estadios psicoevolutivos de su religiosidad.
Es importante no separar la imagen de Dios de las historias en las que interviene. Habrá que prestar atención a no hablar de Dios como de un elemento que hay que explicar aparte.
Los niños y las niñas tienen enorme facilidad para deducir cómo es Dios a partir de las historias en las que aparece e interviene.
Es preciso, también, evitar las moralejas. Las historias ya son morales, y la moraleja que no es pedida por niños indica que el catequista no confía en la moralidad de la historia que ha contado o que ha explicado o leído para ellos. En otras ocasiones manifiesta dudas y problemas de educadores, catequistas y orientadores, acerca de la moralidad de ciertas historias. Para ilustrar lo que quiero decir, me remito a las actitudes confiadas que solemos tener ante narraciones de dudosa moralidad como los cuentos clásicos infantiles. En la mayoría de ellos abunda la violencia, se divide a los humanos de forma maniquea en buenos y malos, se realizan acciones que no son generosas, se da cabida a venganzas, castigos durísimos, ausencia de piedad... Y, a pesar de todo, la mayoría de los adultos no se hace problema sobre tan dudosa moralidad... En cambio, sienten terribles reticencias y no confían en los niños al transmitirles ciertas historias bíblicas que, como esas otras, suelen contener muchas ambigüedades y que, como esas otras, pueden cumplir un objetivo religioso y de discernimiento moral, según la mentalidad de cada edad y las necesidades psicológicas y evolutivas de cada momento.
No es necesario evitar o eliminar el mal, el sufrimiento o las tragedias en las historias del Antiguo Testamento. No olvidemos, de nuevo, que los cuentos infantiles integran los elementos perversos y trágicos de la vida. A este respecto es importante, siempre que sea posible, acabar las historias con finales felices. De este modo, sin ocultarles la realidad, las historias del Antiguo Testamento contribuyen a crear un esquema psicológico de referencia positivo, confiado y catártico. Se prepara, así, el marco pascual de la fe y la confianza básica de que el bien y la luz vencen al mal y a la tiniebla. Son interesantes, a este respecto, las historias del Exodo.
En la narración de historias bíblicas veterotestamentarias a niños es importante evitar crear esquemas sexistas, racistas y clasistas. Estas historias tienen garra suficiente como para crear estereotipos de los que luego es difícil deshacerse; o para reforzarlos, cuando ya existen (que suele ser lo común). Cuando ocurre algo así, se añade un serio inconveniente en relación con los evangelios y pueden ocurrir varias cosas: que se empleen los mismos esquemas sexistas, racistas y clasistas al leer las historias evangélicas, incapacitándose así para apreciar las rupturas innovadoras de Jesús y del reinado de Dios; que se haga un corte maniqueo, considerando el Antiguo Testamento como un estadio negativo en su conjunto, olvidando la filiación religiosa judía del mismo Jesús y obstaculizando, de paso, el diálogo ecuménico con la religión judía; que los esquemas creados o reforzados dificulten la dinámica pedagógica de la revelación de Dios en Jesús, ya que no podría percibirse la contemporaneidad de la continuidad y la ruptura innovadora.
Por último, es preciso señalar que, sobre todo entre los 4 y los 8 años, no es necesario contar muchas historias bíblicas a niños, sino contar muchas veces las mismas historias, animarles a que las repitan y las narren entre sí y a otra gente, a que las interpreten, reproduzcan y representen de diferentes maneras. Esta repetición es la que forma en ellos esquemas psicológicos, sociales y religiosos de referencia. Esto advierte ya de la importancia que tiene saber seleccionarlas.
2) En relación con los adolescentes, contando con la dilatación de este período en nuestras sociedades occidentales, sería bueno tener en cuenta algunas cosas como las siguientes. No desestimar en ningún momento la importancia de la dimensión narrativa de la fe, a partir de las historias del Antiguo Testamento, aunque es indudable que las mismas preguntas de chicas y chicos irán orientando el tipo de explicaciones que sobre ellas necesitan. Por ejemplo, es momento de ofrecerles una buena y seria introducción a las Escrituras, a medida que cada historia vaya pidiendo contexto, análisis histórico y social y teología. Es un momento especialmente oportuno para introducirles en la perspectiva de la antropología cultural aplicada a los textos bíblicos. De este modo, el despertar de una nueva forma de pensamiento se une a la fuerza narrativa del mensaje religioso.
Debe tenerse en cuenta que las narraciones y explicaciones bíblicas han de favorecer la personalización de la fe en los chicos, debido a su tendencia a la abstracción, así como debe favorecerse en ellos la integración del ideal en la realidad y en la vida, dada su propensión a situarlo fuera. En las chicas, será preciso prestar atención a que los sentimientos y emociones, que en un principio ayudan a personalizar la fe, no las cierren en una espiritualidad intimista de corte espiritualista.
En esta etapa es fundamental configurar modelos en el horizonte de sentido de chicas y chicos. En el Antiguo Testamento hay una impresionante gama de héroes y antihéroes, que pueden contribuir positivamente a la dinámica psicológica y religiosa de la imitación e identificación de actitudes, soporte necesario para, en una época posterior, dar el paso hacia el seguimiento de Jesús, verdadera actitud de fe madura con respecto al personaje central.
Es importante, también, tener en cuenta los momentos de dudas y crisis de fe. Abordarlos con historias bíblicas, como las experiencias de Jeremías o de Job o del Qohélet, por ejemplo, es una forma indirecta y eficaz de clarificación, ayuda y liberación. Del mismo modo, es interesante saber situar adecuadamente la dimensión moral de las historias del Antiguo Testamento, evitando una moral heterónoma y favoreciendo una moral teónoma y de actitudes, que ayude, positivamente, a crear la propia capacidad de discernimiento y de libertad interior.
3) En lo que respecta a los jóvenes, así como a los adultos, creo que, además de dar continuidad a la tarea catequética bíblica comenzada con la etapa adolescente, podría acentuarse y ampliarse la formación para una lectura crítica y creyente del Antiguo Testamento. Existen diversos métodos de praxis, entre los que destaco el de la lectio divina, de probada tradición eclesial, en sus diferentes momentos de lectio, oratio, collatio, contemplatio y actio. Como criterios y cuestiones a tener en cuenta señalo los que me parecen más relevantes.
Es importante para una persona creyente, sea joven o de más edad, prestar atención a la complejidad y ambigüedad que caracterizan las historias, situaciones y personajes del Antiguo Testamento. Con ello queda de manifiesto una imagen de Dios respetuosa con la libertad humana, pero también confiada en la responsabilidad de las personas y de la dinámica histórica. Sería de desear que se favoreciera un adecuado análisis social y político, de forma que la intervención de Dios en la vida de la humanidad, tal y como aparece revelada en su Palabra, no sea situada al margen de la historia misma y sus vicisitudes.
Muy importante, a mi modo de ver, sería que los creyentes, jóvenes y adultos, fueran madurando en capacidad interpretativa. De hecho, las narraciones, como teología narrativa, se prestan a diversas interpretaciones que, ciertamente, deben ser adecuadamente evaluadas en su contexto literario, canónico e histórico. En este sentido, no está de más advertir del peligro que catequistas y formadores en la palabra de Dios, suelen correr al precipitarse en dar las respuestas antes, incluso, de que hayan sido formuladas las preguntas. Más pedagógico, si las preguntas no surgieran, sería provocar interrogantes. Pero, además, considero que catequistas y animadores de la Palabra no deben tener miedo a dejar abiertos algunos graves interrogantes, para los que las Escrituras, el Antiguo Testamento en nuestro caso, no tiene respuestas, o que, incluso, ha dejado dolorosamente abiertos. Piénsese, a modo de ejemplo, en el libro de Job, que abre unos interrogantes que después no cierra. O, en un sentido distinto, en el libro de Jonás de final abierto, provocación para el lector, lectora u oyente, que puede, si quiere, comprometerse a poner un final concreto, o puede seguir eligiendo dejarlo abierto...
Concluyendo, la catequesis sobre el Antiguo Testamento, de eminente modalidad narrativa, puede convertirse en verdadera escuela de fe y de humanidad, de compromiso social y liberador para todo creyente. Precisa, quizás, buenos catequistas, que hayan realizado procesos serios de formación bíblica.
NOTAS: 1. Puede verse al respecto E. ESTÉVEZ, Las esclavas, y M. NAVARRO, Las extrañas del Génesis, tan parecidas, tan diferentes, en I. GÓMEZ ACEBO (ed.), Relectura del Génesis, Desclée de Brouwer, Bilbao 1997. — 2 Actualmente existe una ingente cantidad de libros y de artículos en los que se pone de relieve, tanto el sesgo sexista de la transmisión de la Biblia en los círculos cristianos y judíos, como las posibles alternativas a fin de ofrecer una perspectiva diferente y más igualitaria. En español, entre otras, puede verse C. BERNABÉ, Biblia, en M. NAVARRO (ed.), 10 mujeres escriben teología, Verbo Divino, Estella 1995.
BIBL.: AA.VV., La Biblia en grupo. Doce itinerarios para una lectura creyente, Verbo Divino, Estella 1997; AA.VV., La nueva crítica del Pentateuco, Estudios bíblicos 52 (1994); CHARPENTIER E., Para leer el Antiguo Testamento, Verbo Divino, Estella 1986; GóMEZ ACEBO L (ed.), Relectura del Génesis, Desclée de Brouwer, Bilbao 1997; Los libros de Josué, Jueces y Rut, Herder-Ciudad Nueva, Barcelona-Madrid 1995; MESTERS C., La formación del pueblo de Dios, Verbo Divino, Estella 1997; Lectura orante de la Biblia, Verbo Divino, Estella 1997; NAVARRO M., Barro y aliento. Exégesis y antropología de Gén 2-3, San Pablo, Madrid 1993; PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, Ciudad del Vaticano 1993; SICRE J. L., Introducción al Antiguo Testamento, Verbo Divino, Estella 1992.
Mercedes Navarro Puerto

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