Este
término, de origen griego, designa los cinco libros que se leen al comienzo de
la Biblia y constituyen la tórá de Moisés. El término es poco
empleado, relativamente, por los padres, que hablan más bien, como el NT, de
«Moisés» o de la < ley> (pomos), término escogido por los alejandrinos
para traducir la palabra hebrea tórá. La tórá es la ley que
rige al pueblo de Israel, en virtud de la cual éste goza de privilegios en el
imperio romano. Su gran legislador fue Moisés, mejor aún que Solón para los
atenienses. Pero tórá dice más que ley. La palabra implica una
intervención divina a modo de oráculo, la cual queda expresada en un marco de
promesas e historia de salvación para un
pueblo en que serán bendecidas las naciones (Gén 12, 1). Veremos
sucesivamente: 1. La historia de la exégesis; 2. Los datos actuales; 3. Un
resumen de la composición y de la teología del Pentateuco.
1.
Historia de la exégesis
En
el siglo de Augusto la tórá definía al pueblo escogido frente a
griegos y romanos. Es el documento que legitima la vida y religión de los hijos
de Abraham. E1 Dios de Abraham, Moisés y la tórá forman un todo que
parece indisoluble. Así Josefo (Contra Ap. r, 39; Ant m, 8) y
Filón (Vita Mosis tl, 291) atribuyen los cinco libros a Moisés, incluso
el relato de su muerte. Esta opinión es compartida por la tradición judía y
el Talmud (Baba Balhra 14b-15a), que exceptúa solamente los ocho
últimos versículos del Deuteronomio.
La
Iglesia cristiana recibe de la sinagoga el Pentateuco con la tradición viva que
lo transmite y explica. Pero, siguiendo la línea del libro lv de Esdras, desde
Ireneo a Isidoro de Sevilla, pasando por Clemente de Alejandría, Juan
Crisóstomo, Jerónimo y Agustín, se asigna a Esdras un amplio papel en la
redacción del Pentateuco. Pues, según su opinión, Esdras reconstruyó
milagrosamente el texto destruido cuando la toma de Jerusalén. Además,
jerónimo sospechaba otras modificaciones en la obra de Moisés, pero no juzgaba
necesario abordar esta cuestión. Para los padres, Moisés era más profeta y
modelo que autor y legislador. Ellos tratan del Pentateuco a propósito de tal o
cual dificultad o en sus homilías. El Pentateuco es, en su concepción, sobre
todo la ley antigua como figura de la nueva. De ahí una interpretación
tipológica de numerosos hechos de la historia de Israel consignados en él y
una insistencia particular sobre los primeros capítulos, que atañen a la
historia del mundo. Estos capítulos ofrecen cierta dificultad para su cultura
greco-latina, pues contienen una teología de la creación y del pecado. Los
comentarios sobre el Hexamerón son muchos, y Agustín vuelve a menudo en su
exégesis sobre la temática de la obra de los seis días.
La
exégesis medieval conserva la herencia de los padres y el horizonte de una
exégesis que ve en el Pentateuco como ley una función mediadora de la
salvación en la antigua alianza, un carácter vivificador en virtud del Pneuma,
a semejanza de los sacramentos en la nueva alianza. Pero en occidente desde el
s. xii esa exégesis se encuentra con la exégesis judía. Ésta ve en la tórá
la fuente de la vida de la comunidad judía. Se desarrolló en forma de
precisiones jurídicas inspiradas en reglas como las de Hilel y Aquiba, hasta el
s. vii (Talmud de Babilonia). Luego fue adquiriendo más y más importancia la
exégesis a modo de midrás, bastante paralela a la exégesis alegórica de los
padres griegos y latinos. Pero, a partir del s. vii aumenta la importancia
concedida al texto y a la letra. Los masoretas adelantan en su trabajo y
registran las tradiciones de escuela. Así, en el s. xii, el esfuerzo racional,
que sirve de base para los trabajos árabes, judíos y cristianos sobre el
sentido de sus escrituras sagradas, se duplica mediante una investigación que
está más impulsada por el sentido literal. Bashi, Joseph Kara y Samuel ben
Meir se apartan de la explicación a manera de midrás, para cultivar la
gramática, la lexicografía y hasta la sociología, estableciendo una
comparación entre costumbres israelitas y francas. Ellos influirán en exegetas
latinos como Andrés de san Víctor. La solidez de sus conocimientos llevó a
que la exégesis cristiana cultivara el sentido literal, mostrando el sentido
terrestre de la historia judía, en contraposición con el sentido espiritual de
la Iglesia. Pero Tomás de Aquino establece dos principios: 1 °, la meta de la
exégesis es el sentido literal, pero no el de la letra misma, sino el
pretendido por el escritor inspirado; 2 °, la distinción entre los preceptos
morales que no pueden cambiar y los iudicialia, que evolucionan con el
desarrollo de la revelación y de las condiciones de vida del pueblo (i-ii, q.
104 a. 3; ii-ii q. 174 a. 6).
Las
perspectivas de la exégesis se transformarán a partir del siglo xv. Una
filosofía nominalista separa lo visible de lo invisible y desvirtúa las ideas
de figura y de sacramento; la estructura de la Iglesia cristiana experimenta una
conmoción tanto por la caída del imperio bizantino como por las herejías y el
cisma occidental. En fin, el humanismo trae un método nuevo para el estudio de
los textos y la historia de la antigüedad. A pesar de investigaciones tan
interesantes como las de Ricardo Simón, estos métodos para el estudio del
Pentateuco no lograrán consistencia hasta el s. xviii, con la filología
semítica y los estudios del texto por parte de Witter y Astruc. Eichorn y luego
Ilgen pudieron ya esbozar una síntesis de la teoría documental al observar
constantes de vocabulario en varios trechos continuos de relatos. Pero los
resultados parecían aún tan poco seguros, que se abandonó por un tiempo esta
hipótesis de un Pentateuco he,:ho de documentos que se continúan a través de
todo él, sustituyéndola por la teoría de los fragmentos o por la de los
complementos (añadidos a un documento básico o aGrundschrift»). Con Hupfeld
se vuelve a la hipótesis documental, pues junto a un documento yahvista (J) y a
otro documento básico conocido como el elohísta (el futuro P), él establece
firmemente la existencia de un segundo elohísta (el futuro E). Incluido el
Deuteronomio (D), el Pentateuco estaría compuesto de cuatro estratos. La
teoría documental alcanzó su forma clásica cuando George y luego Graf y
Kuenen vieron que las leyes de P eran posteriores a las leyes de D, a su vez
posterior a E y J. La coherencia entre los relatos y las leyes entrañaban una
conclusión paralela para los relatos. Estas ideas, una vez aceptadas por el
conjunto de los especialistas, fueron presentadas con la mayor fuerza persuasiva
en los análisis de J. Wellhausen.
Mas
este último, que debía mucho a Vatke, presentó sus conclusiones sacadas del
análisis literario dentro de una síntesis de la evolución religiosa de
Israel, que las confesiones cristianas y la judía no podían admitir, y que por
eso, provocó una decisión del magisterio católico (decretos de !a comisión
bíblica del 27 de junio de 1906 y del 30 de julio de 1909). Según esta
concepción de Wellhausen, Moisés desaparecía como autor; se retenía la fecha
del Deuteronomio propuesta por de Wette (s. vii a.C.); el documento sacerdotal
posterior quedaba situado después del exilio. El documento E, predeuteronómico,
pero ya profético, habría sido redactado en el s. viii (antes de la caída de
Samaría) y el documento J, preprofético, habría sido compuesto en el s. ix.
El documento J prosigue dicha concepción, es muy poco legalista y, por tanto,
la ley, en lugar de preceder a los profetas, está influenciada por ellos. Lo
mismo que las leyes, los relatos, hallándose temporalmente distanciados de los
acontecimientos narrados, sólo dan testimonio de la época en que fueron
redactados. El P. como tal señala el fin del profetismo y el advenimiento, con
Esdras, del legalismo judío. El AT, efecto del movimiento profético, no
es más que una etapa en el progreso general de la humanidad, progreso que
continuará el mundo griego, influyendo ya sobre los libros sapienciales de la
Biblia.
Sea
cual fuere el valor de los análisis literarios, este esquema eliminaba lo
sobrenatural de estos textos, rechazaba el valor del código sacerdotal y ponía
en cuarentena el valor histórico de las leyes y tradiciones. Este esquema
pareció de momento favorecido por el descubrimiento de los textos cuneiformes
(Diluvio, Gilgamesh, y árbol de la vida, Siete tablillas sobre la creación).
Así Loisy se apoyó en él para atacar la inerrancia bíblica, y el
panbabilonismo hizo del Pentateuco un eco debilitado de la rica civilización
babilónica. Pero la arqueología había de aportar muchas otras cosas. El
descubrimiento del código de Hammurabi y de sus contactos con las leyes de
Israel mostraba que la legislación no era posterior a los profetas, sino que
tenía raíces muy anteriores. La arqueología palestinense (pobre en textos) y
la arqueología oriental (rica en textos) permitieron conocer el segundo milenio
y, por una serie de indicios, remontarse más allá del movimiento profético, y
determinar así el valor de los textos predeuteronómicos del Pentateuco. Los
archivos egipcios de Tell el Amarna, los fenicios de Ugarit, los hititas de Asia
Menor han esclarecido poderosamente el s. xiv antes de nuestra era
(aproximadamente el tiempo de Moisés); los de Mari han arrojado luz sobre la
época de los patriarcas y del movimiento de pueblos; los de Biblos han
iluminado todo el milenio y los principios de la literatura fenicia alrededor
del año 1000 a.C. Algunos críticos han concluido de ahí que debía rechazarse
la teoría documental (de Wellhausen). Pero el conjunto de los críticos no
olvidan el valor de los análisis de la escuela crítica de los géneros
literarios, completada por los estudios de Gunkel y Grossmann (escuela de la
historia de las -a formas). Estos análisis, que ya no consideran los textos
como síntesis (compilaciones) o documentos, sino que buscan en ellos unidades
literarias primitivas, situadas en el tiempo y en la vida, han dado una visión
de los textos del Pentateuco más histórica, más religiosa y más próxima a
la vida.
2.
Problemática actual
No
hay acuerdo en la exégesis actual del Pentateuco, monumento aplastante y
complejo para los investigadores. Pero hay
acuerdo sobre ciertos datos y de algún modo también sobre el método que
permite entrar en la inteligencia de los textos y en una síntesis definitiva de
los mismos. El Pentateuco se presenta como una ley, una alianza y una historia
de la salvación; y puede ser estudiado desde este triple punto de vista
confrontando la vida de Israel con las leyes, los tratados y las historias de la
salvación en el próximo oriente de la antigüedad.
a)
Las leyes. La tórá no es reductible a una ley. Pero, sobre todo
en la síntesis definitiva que surgió con el escrito fundamental P, se halla un
código o, más exactamente, hay allí varios códigos. Acaso el decálogo (Éx 20;
Dt 5) no deba considerarse como un código. Sin embargo, este
carácter tienen £x 34, 17-26 (J), Éx 20, 22-34, 19 (código de la
alianza, E), Dt 12-26 (código deuteronómico) y el complejo conjunto de
la legislación sacerdotal (Lev 17-26), que supone, como el código
deuteronómico, colecciones previas, los textos legislativos de la historia
sacerdotal (prescripciones dadas a Noé, según Gén 9, 3-7), la
circuncisión (Gén 17), las prescripciones sobre el arca de la alianza y
sus ritos en £x 25-30 (35-40), así como ciertas prescripciones del
libro de los Números. En fin, hay ciertos códigos a tórót especiales:
torá de los sacrificios (Lev 1-6), leyes de la pureza (Lev 11-16) y
una serie de textos más bien rituales en Núm. (p. ej., 2829 sobre
el número de animales que se debe sacrificar en las diversas fiestas).
Para
un estudio comparativo de todos estos textos normativos disponemos ahora de una
abundante literatura del cercano oriente, a menudo bien fechada. El
descubrimiento del código de Hammurabi ha ido seguido de otros: leyes asirias,
hititas y sumerias, que a partir del segundo milenio (Lipit Isthar, Esnuuna)
hasta el periodo neobabilonio son cada vez más numerosas. Hay además muchos
textos mesopotamios o fenicios, desde Elam hasta la Cartago fenicia sobre la
práctica del derecho y las «tarifas» de los dones de los sacrificios. Así es
posible estudiar, datar y comparar el Pentateuco o sea las costumbres del tiempo
de los patriarcas consignadas en el Génesis y las leyes mosaicas de los otros
cuatro libros. Las nociones mismas que el legislador tiene de la ley, que no es
sólo tórá, sino también ordenación (hoq),
costumbre (mispat), mandamiento (micwáh),
palabra (dábár), pueden ser mejor definidas; lo cual es importante
para entender el Pentateuco, sus fuentes y su estructura.
b)
La alianza. La tórá se funda en una berit, en una alianza
entre Dios y su pueblo. El antiguo oriente conoció una serie de alianzas
sancionadas por tratados, generalmente desiguales, entre un vasallo y su
soberano, en el tiempo que va entre el tercer milenio y el s. vii a.C. He aquí
el esquema, que admite variaciones: después de mencionar los nombres de los
contrayentes, un resumen histórico introduce las estipulaciones impuestas por
el soberano al vasallo ante los dioses testigos, el vasallo presta juramento (nis""-ilim,
más tarde adey en arameo y neo-asirio) de respetarlas, bajo la
amenaza de maldiciones en el caso de romper lo pactado, y con las bendiciones
correspondientes en caso de fidelidad. A veces se prescribe que el texto sea
depositado a los pies de la estatua divina.
Este
esquema arroja bastante luz sobre ciertos aspectos del Pentateuco con sus
relatos, las prescripciones divinas, el compromiso del pueblo, las maldiciones y
bendiciones. El Pentateuco fue ciertamente concebido como un tratado de alianza
desigual entre Dios y su pueblo. Hay que notar, sin embargo, que este esquema se
aplica más bien a partes, que no al conjunto del libro. Bendiciones y
maldiciones aparecen sobre todo al final del Deuteronomio (28-29) y en la ley de
la santidad (Lev 26). El esquema no conviene al conjunto de los textos
sacerdotales que conciben la torá más bien como un código y no hablan
de concluir la alianza (kárat berit), sino de mantenerla o erigirla (héqim).
El esquema no conviene tampoco a J, centrado mucho más en una historia de
salvación, fundada en las promesas hechas a un rey salvador para su heredero,
el cual es depositario de las promesas divinas. Pero puede convenir a E, en que
la historia patriarcal y la mosaica sirven de introducción al Decálogo, y
luego al código de la alianza con el compromiso del pueblo (Éx 24, 3-8), que
va seguido de las maldiciones de Siquem (Dt 27) y de las bendiciones de Moisés
(Dt 33). El parentesco de E con el movimiento profético, que reprueba toda
alianza excepto la del pueblo con Dios, explica sin duda la utilización del
esquema de la alianza para la formulación de la ley a partir de la época
profética.
c)
Historia de la salvación. Ya los
pueblos del antiguo oriente conocían la potencia del mal y esperaban la
salvación de un rey enviado por la divinidad. Se decía en Mesopotamia que la
realeza había bajado del cielo después del diluvio y las insignias reales
estaban depositadas delante del Dios supremo Anu. En Asiría, el rey era vicario
de sus dioses en el combate y, en Egipto, el rey era Horus, que vivía sobre la
tierra para regular la vida de la sociedad según el orden cósmico querido por
los dioses. La historia, en forma de anales, en Mesopotamia, entre los hititas y
en Egipto estaba centrada en la persona del rey. Pero, en Mesopotamia, se
habían concebido síntesis históricas sobre las dinastías sucesivas y hasta
algunas mostraban cómo la prosperidad o la desdicha dependía de la fidelidad
de los reyes a la divinidad o a tal o cual santuario venerado. Una de las
preocupaciones de las leyendas fenicias del s. xiv a.C. es establecer la
legalidad de la sucesión o la transmisión de la bendición divina, que da
poder y fecundidad. La primera síntesis histórica del Pentateuco o documento J
presenta una hechura de este tipo, habida cuenta de las particularidades de la
religión de Moisés y sus tradiciones. Después de la dinastía de Judá
aparecen las bendiciones patriarcales (Gén 49, 10); como ordenación
fundamental del culto en el santuario nacional, es decir, dinástico, está la
disposición mosaica (Éx 34); el verdadero soberano es Yahveh, que, desde los
orígenes, juzga a hombres y animales, escoge a Abraham, suscita a Moisés (y ya
no a un rey) como liberador, y gobierna a su pueblo por su providencia.
3.
Síntesis sobre la composición y
teología del Pentateuco
Estos
datos permiten situar mejor la tórá en la vida de Israel. Este pueblo,
formado en medio de otros pueblos por una voluntad particular del Dios de
Abraham, recibió reglas por medio de Moisés, cuando, liberado de Egipto,
alcanzó su autonomía. Las costumbres y ordenaciones que van a ser registradas
por escrito son diferentes de las costumbres patriarcales; están ligadas a un
tipo de religión que no es ya el tipo de religiones naturales o dinásticas,
sino una religión de tipo sobrenatural (intervención directa de Dios en la
psicología del hombre) y moral (aprecio de
Dios y del prójimo). Pero, en función de la evolución sociológica,
histórica y cultural de Israel, estos fundamentos se van a formular en
síntesis sucesivas. Sobre la historia de la composición del Pentateuco y el
sentido teológico de esta composición histórica, hay aún grandes
divergencias, y lo que sigue es un esbozo que alguien discutirá en alguno de
sus puntos.
Las
tribus que constituyen a Israel transportaron sus tradiciones históricas y sus
costumbres no sólo hasta Moisés, sino también a lo largo del período de los
jueces bajo el régimen poco unificado de la anfictionía, en que Siquem
desempeña un papel central.
Pero
Josué en Siquem depende, según una tradición muy firme, de un Moisés
legislador, muerto antes de la conquista, y lo esencial del código de la
alianza puede remontarse a él, conservándose quizá en el santuario de Gilgal
con sus doce estelas (Éx 24, 4-8).
Tradiciones
jurídicas e históricas serán recogidas en las síntesis, cuyo conjunto forma
el Pentateuco actual. Una de ellas puede distinguirse a través del estrato J
del Pentateuco. Centrada en el sur, Mamré-Hebrón, Bersabé y aun Cades, pudo
haber sido el documento que legitimaba la monarquía de David en Hebrón. En
todo caso, la tradición fue recogida en una síntesis más vasta, donde la
dinastía de David es la de las doce tribus unificadas. Exalta la providencia de
Yahveh, Dios nacional, que dirige a los patriarcas lo mismo que al rey. Pero
patriarcas y reyes no dominan sus familias ni son dueños de las situaciones.
No
son sus primogénitos los que heredan sus bendiciones, sino aquel a quien Dios
escoge, a veces por deseo de una mujer. Este relato, desconfiado frente a Egipto
y su sabiduría, tan influyente en la corte de Salomón, puede ser una historia
de salvación consignada por el sacerdocio de Jerusalén, para mostrar la
legitimidad de Salomón, heredero, pero no primogénito de David, y poner en
guardia a él y a sus sucesores contra el olvido de las tradiciones y costumbres
nacionales. Se lo puede fechar a fines del reinado de Salomón (s. x a.C.).
El
documento elohísta no es tanto una historia de salvación cuanto una síntesis
de las tradiciones históricas y de los textos jurídicos premonárquicos.
Redactado probablemente en el reino del norte (sin dinastía legítima), lo
está en forma de tratado de alianza, para guardar la fe y esperanza de Israel
sobre la base premonárquica de Moisés, el levita. De espíritu profético, se
lo podría muy bien fechar en la primera mitad del s. vii a.C.
El
Deuteronomio era al principio una repetición de este tratado de alianza.
Redactado probablemente por levitas del norte que huyeron ante la conquista
asiria, está centrado en el culto del único santuario legítimo de Jerusalén,
capital de la monarquía davídica y garantía exclusiva de un estado israelita.
Fundado sobre el decálogo, agrupa colecciones procedentes de santuarios del
norte, pero se inspira en procedimientos sapienciales, sustituyendo los relatos
históricos por discursos, donde pueden hallarse parénesis que comentan uno que
otro punto del decálogo. Da parte importante a las instituciones: reyes,
jueces, profetas y sacerdoteslevitas, que son los guardianes de la torá de
Moisés, incluso frente al rey. Este tratado sobre la torá fue insertado luego
en la gran historia deuteronómica, indicando allí el sentido del don de Dios,
que es su fidelidad y voluntad salvífica, a pesar de las prevaricaciones del
pueblo y de sus dirigentes. Su redacción no puede ser anterior a la caída de
Samaría, ni posterior al 622 a.C.
Lo
mismo que el Deuteronomio, la ley de santidad es también una colección y tiene
un esquema muy parecido; contiene las más antiguas colecciones jurídicas y
termina con maldiciones y bendiciones. Redactada en suelo de Judea, fue
incorporada durante el destierro a la gran historia sacerdotal, en que ha
desaparecido la realeza, y el sacerdocio de Aarón hereda sus funciones. Esta
historia se orienta hacia la instalación en la tierra prometida, y en ella el
primer éxodo es signo del segundo. Se precisan los términos de la alianza para
un Israel disperso, y la teología de un Dios creador de todas las naciones
está más avanzada. Estos textos sacerdotales serán completados y retocados al
retorno del destierro en función de la instauración del culto en el nuevo
templo. En esta actualización hay que reconocer una parte decisiva a Esdras,
como lo testifica el rescripto que él recibió de la corte persa (Esd 7, 4-21)
y la tradición registrada por el libro iv de su nombre y los padres.
Véase también -> Génesis
Henri
Cazelles
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