viernes, 23 de mayo de 2014

Budismo en Occidente.

Texto y fotos: Dokushô Villalba

La presencia del Budismo en las sociedades occidentales es cada vez más palpable. Casi todas las grandes capitales europeas y norteamericanas cuentan con uno o varios centros de meditación budista de una u otra escuela. A menudo, en una misma ciudad, conviven escuelas budistas que históricamente nunca han coincidido en ciudades de países orientales. Por ejemplo, en Paris, Londres, Berlín, New York o Los Ángeles encontramos escuelas budistas birmanas, tibetanas, vietnamitas, japonesas, que nunca antes habían coincidido en la misma ciudad. Lo mismo está sucediendo en España, aunque a menor escala. Esto es un signo positivo de la globalización cultural y religiosa de nuestro tiempo.

Aunque esto es así, ¿qué percepción tiene el ciudadano medio del Budismo? Obviamente, la tradición budista sigue siendo considerada un producto exótico muy distante aún del conocimiento y de las preocupaciones de la mayor parte de los occidentales. Ello no debe extrañarnos pues apenas si hace cincuenta años que los primeros maestros budistas orientales comenzaron a llegar a nuestros países. Carecemos aún de la perspectiva histórica que nos permita vislumbrar lo que el budismo puede llegar a ser para los occidentales. En la China del siglo II, el budismo seguía siendo considerado como una religión extranjera, aunque había sido introducido dos siglos antes y ya se hallaba ampliamente expandido. Incluso en el Japón imperialista del siglo XIX, el budismo fue prohibido durante varios años con el argumento de que se trataba de una religión extranjera (¡catorce siglos después de haber sido implantado!).

Aunque hoy día la información circula a la vertiginosa velocidad de la fibra óptica y de la transmisión por satélite, la ínter fecundación religiosa y cultural necesita tiempo. Por el momento, algunos actores y actrices, escritores, personajes del espectáculo, del cine, de la música se confiesan públicamente budistas o influenciados por el budismo. Esto ha aportado al budismo una cierta popularidad, lo ha dotado de glamour y le ha dado una cierta carta de credibilidad frente a la opinión pública. A menudo me preguntan si conozco a Richard Gere. Un periodista me llamó en una ocasión para que le facilitara una entrevista exclusiva con Richard Gere, asegurándome una cierta cantidad de dinero si accedía a ello. Le había llegado el rumor de que el actor se encontraba de retiro en el templo Luz Serena. De poco sirvió mi rotunda afirmación de que ni conocía al actor, ni se encontraba en el templo zen, ni tenía nada que ver con la tradición budista zen.

Por otra parte, cierta forma de budismo se está popularizando. El disco de platino conseguido por los monjes del templo Sakya Tashi Ling o los dos discos de Cantos Tibetanos editados por el Lama Gyurmé son un ejemplo de ello. Con respecto al Zen, encontramos champús zen, ipod zen, restaurantes zen, gimnasios zen, interiorismo zen. Parece que las agencias de publicidad y de marketing han encontrado en el “estilo zen” un filón que promete. Un cierto budismo, sea zen o tibetano, se está poniendo de moda entre las clases chic, siempre deseosas de nuevos estímulos esnob.

¿Será el budismo una moda pasajera en Occidente? ¿Cuál será la situación dentro de uno o dos siglos? ¿Quedarán los budistas occidentales denostados y pasados de moda dentro de cincuenta años como actualmente lo están los hippies?

Ya veremos. El Buda Sakiamuni dijo: “Si quieres conocer el futuro, observa el presente, pues en el presente se encuentran las semillas que florecerán en el futuro”.



¿Cuál es la situación actual del budismo en Occidente?

Desde mi punto de vista, estamos asistiendo a una etapa crucial en el proceso de transmisión de las tradiciones budistas orientales a los contextos culturales de los países occidentales. La primera etapa estuvo marcada por la llegada de los textos, de la filosofía y del arte budista que trajeron los grandes viajeros occidentales y los primeros intelectuales orientales. Esta etapa, la más larga, abarca desde las primeras incursiones de las potencias coloniales en el Extremo Oriente del siglo XVII hasta mediados del siglo XX, que fue cuando comenzaron a llegar a Europa y Estados Unidos los primeros maestros budistas orientales detentores de la tradición viva y que constituye la siguiente etapa. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, los primeros discípulos occidentales han practicado y estudiado con los maestros budistas orientales, bien en Occidente, bien en Oriente o en ambos sitios. Algunos de estos primeros discípulos son los actuales primeros maestros budistas occidentales, como es mi propio caso. La entrada en el linaje de transmisión de los primeros maestros budistas occidentales marca la tercera etapa de inculturización del budismo en Occidente. En algunos casos, estos primeros maestros budistas occidentales hemos ya transmitido el Dharma a una nueva generación de maestros occidentales. Aquí es donde nos encontramos ahora. A partir de ahora, el budismo occidental debe aprender a caminar solo y a crearse a sí mismo a partir de la tradición y de las transmisión recibidas. Es una etapa interesante porque es ahora cuando el budismo occidental se encuentra frente al imperativo histórico de integrarse en las sociedades y en las culturas occidentales. Para ello, debe desprenderse de la costra “oriental”, del bagaje cultural y étnico asociado a las sociedades orientales que imposibilitan o dificultan una adecuada integración. En la presente etapa conviven en Occidente el budismo étnico representado por los maestros orientales que residen aquí y el budismo propiamente occidental que, aunque aún no tiene formas propias, comienza a emerger a partir de las parafernalias orientales. Separar el grano de la paja es la cuestión esencial para los detentores occidentales de los linajes budistas orientales. Por lado, debemos evitar la “orientalización” de nuestra forma de vida (hábitos, ropas, pautas de comportamiento, exotismo, etc.), encontrando una expresión propia de nuestra experiencia espiritual, y por otro lado, debemos evitar tirar el niño con el agua sucia de la bañera, es decir, conservar la esencia y desprendernos de lo accesorio.

El futuro del budismo en Occidente depende de cómo resolvamos esta cuestión. Copiar literalmente las formas orientales nos conducirá a un ghetto étnico y cultural y nos aislará de la evolución natural de las sociedades en las que vivimos. Debemos evitar convertirnos en malas copias de maestros japoneses, tibetanos o vietnamitas. Sin embargo, aún hay muchos budistas occidentales que creen ingenuamente que todos los orientales están iluminados por el hecho de tener los ojos rasgados, por hablar una lengua “sagrada” o por vestir hábitos monásticos. “El hábito no hace al monje”, se dice por aquí. “Aunque le ayuda a ocultar su erección”, añado de mi propia cosecha. A veces, debajo de los hábitos monásticos, o detrás de las apariencias de santidad iluminada, perviven bajas pasiones como el deseo de poder, la lujuria reprimida, el sentimiento de superioridad étnica o la simple ambición de riqueza material.

Los maestros budistas orientales han cumplido y siguen cumpliendo su misión de transmitir las enseñanzas a Occidente -y por ello debemos alimentar un profundo agradecimiento hacia ellos- pero, como siempre ha sucedido históricamente en todos los países a los que llegó el budismo, serán las actuales y futuras generaciones de maestros budistas occidentales las que deberán encontrar los canales y las formas para enraizar el Dharma del Buda en nuestro entorno geográfico y cultural, aquí y ahora.

Desde mi punto de vista, el budismo ha llegado a Occidente para quedarse. No es una moda pasajera. Las que pasarán serán las actitudes esnobistas y los apegos a las señas de identidad étnica y culturales orientales.

Pero la práctica y las enseñanzas transmitidas por los linajes continuarán penetrando cada vez más profundamente en el alma occidental, facilitando un diálogo enriquecedor con la ciencia, con la psicología, con la tradición democrática y con el espíritu de los derechos universales del ser humano. Al menos esta es mi aspiración. Depende de nosotros.

Dokushô Villalba
maestro budista zen
Fundador de la Comunidad Budista Soto Zen española y del templo zen Luz Serena -Valencia.

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