viernes, 25 de julio de 2014

Clavos Sagrados

Por mucho tiempo se ha debatido el asunto de si Cristo fue crucificado con tres o con cuatro clavos.
El tratamiento de la crucifixión en el arte durante la temprana Edad Media apoya fuertemente la tradición de cuatro clavos, y el lenguaje de ciertos escritores históricos (sin embargo, ninguno anterior a San Gregorio de Tours, “de glor. Mart.”, VI; para el alegado sermón de San Cipriano, “De passione”, es una invención medieval), favorece la misma opinión.
Por otra parte, en el siglo XIII, el arte occidental comenzó a representar los pies del Crucificado como colocados uno sobre el otro y traspasados con un solo clavo. Esto concuerda con el lenguaje de Nono, Sócrates y con el poema "Christus patiens" atribuido a San Gregorio Nacianceno, que hablan de tres clavos. La crítica arqueológica más reciente ha señalado no sólo que las dos primeras representaciones de la crucifixión (el graffito palatino no cuenta aquí), es decir, la puerta tallada de Santa Sabina en Roma, y el panel de marfil del Museo Británico, no muestran señales de clavos en los pies, sino que San Ambrosio ("De obitu Theodosii" en PL, XVI, 1402) y otros de los primeros escritores implican claramente que sólo había dos clavos (vea Forrer y Muller, "Kreuz u. Kreuzigung Christi"). Por otra parte, San Ambrosio nos dice que Santa Elena mandó a convertir un clavo en un freno para el caballo de Constantino (los primeros comentaristas citan a Zac. 14,20, en relación a esto), y que con los otros se hizo una diadema imperial. Gregorio de Tours habla de que se lanzó (deponi) un clavo, o posiblemente se sumergió en el mar Adriático para calmar una tormenta. Es imposible discutir estos problemas adecuadamente en este breve espacio, pero la información que se deriva de la arqueología en general del castigo de la crucifixión según conocido por los romanos de ningún modo se contradice con la tradición cristiana de cuatro clavos.
Se puede poner muy poca confianza sobre la autenticidad de los treinta o más clavos santos que se veneran, o que han sido venerados hasta tiempos recientes, en tales tesorerías como la de la Santa Cruz en Roma, o las de Venecia, Aquisgrán, El Escorial, Nuremberg, Praga, etc. Probablemente la mayoría comenzó profesando que eran facsímiles que habían tocado o contenido limaduras de algún otro clavo cuya pretensión era más antigua. Sin fraude consciente por parte de nadie, es muy fácil de este modo que en un muy breve período de tiempo las imitaciones lleguen a ser reputadas como originales. Se cree que la brida de Constantino es idéntica a una reliquia de esta forma que durante varios siglos se ha conservado en Carpentras, pero hay otro reclamante de la misma clase en Milán. Del mismo modo, se afirma que la diadema de Constantino está en Monza, y durante mucho tiempo se ha conocido como "la corona de hierro de Lombardía".

Fuente: Thurston, Herbert. "Holy Nails." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10672a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc

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