Una asociación de laicos católicos formada en Inglaterra para
perpetuar el movimiento que había encontrado expresión en la
«Declaración y Protesta», firmada por el cuerpo católico en 1789. Es-tos
principios representan una notable reacción contra la actitud hasta
entonces tradicional entre los católicos, que parece haber comenzado
aproximadamente al momento de la muerte del Pretendiente Jacobo Eduardo
Estuardo (hijo de Jacobo II) en 1766. Hasta entonces habían sido firmes
jacobitas y habían confiado en la restauración de los Estuardo como la
única oportunidad para un renacimiento del Catolicismo. Aproximadamente
en ese tiempo, sin embargo, debido a lo que Berington llama “una de
aquellas singulares revoluciones a las que no puede asignárseles una
causa” (State and Behaviour of English Catholics in 1780, p.134), ellos
renunciaron a sus anteriores aspiraciones políticas y aceptaron
francamente a la reinante Casa de Hanover. Parte de la reacción fue una
sospecha de la sabiduría de sus dirigentes eclesiásticos, quienes
llegaron a estar convencidos que en el pasado habían adoptado una
actitud innecesariamente rígida, opuestos a las aspiraciones nacionales
inglesas y que (argüían) habían sido dictadas por la Corte de Roma.
Ellos volvieron al Juramento de Alianza del reinado de Jacobo I, el cual se declararon dispuestos a tomar, mientras que algunos incluso sostenían que el Juramento de Supremacía podía interpretarse de un modo consistente con la religión católica. Estos fueron los principios que animaron al bien conocido Comité Católico (1782-92) en su lucha por la emancipación. Los dos principales líderes fueron Lord Petre y Sir John Throckmorton, ambos miembros de antiguas familias católicas, que habían sufrido mucho en el pasado bajo las Leyes Penales. Tuvieron la activa asistencia de Charles Butler, el distinguido abogado, sobrino de Alban Butler, y que actuó como secretario del comité. La mayoría de (aunque de ningún modo toda) la aristocracia católica, que en aquellos días era el sostén práctico de la religión, simpatizó con ellos y en cierto grado una parte del clero, especialmente en Londres. Un obispo, Charles Berington, estuvo de su lado y el Rev.Joseph Wilkes, OSB,. fue un miembro del comité, recorrieron grandes distancias para apoyarlos. El Dr. James Talbot (Vicario Apostólico del distrito de Londres, 1781-90) también permitió que su nombre fuera agrega y mostró debilidad al oponérseles, de lo cual se lamentó en su lecho de muerte, e hizo más difícil la tarea de su sucesor, el Dr. Douglass (1790-1812).
Hacia el fin del año de 1788, Lord Stanhope, un miembro de la Iglesia Establecida, deseando ayudar al comité y creyendo que sus supuestos principios “ultramontanos” y en particular su acreditada creencia en el “poder deponedor” del Papa, eran los principales obstáculos en su camino, redactó una «Protesta» repudiando dichos principios en términos poco mesurados. El comité adoptó la Protesta y a principios del año siguiente pidió a todos los católicos que la firmaran. Butler admite que fue solamente con alguna dificultad que los obispos fueron inducidos a firmar; pero firmaron y fueron seguidos por 240 sacerdotes (de un total de 260) y por todos los principales laicos católicos del país. Dos de los obispos revocaron posteriormente sus firmas y Milner, que fue uno de los que habían firmado, tomó parte activa en oponerse al comité. El resultado de sus esfuerzos fue el Acta de 1791. En la primera redacción había sido incluido un «Juramento de Declaración, Protesta y Alianza», basado en la Protesta de 1789, pero iba aun más lejos. Este juramente fue definitivamente condenado por los obispos, guiados por el venerable Dr. Walmesley, en 1789 y 1791. Luego de un agudo conflicto fue quitado de la propuesta durante su paso por el Parlamento y sustituido por el Juramento Irlandés de 1774. Como el acta en su estado final falló en integrar los principios de la Protesta, se formó una nueva sociedad para perpetuar éstos, bajo el ominoso titulo de «El Club Cisalpino». Otros aparte de los miembros del Comité Católico fueron invitados a unirse al club y la membresía osciló entre cuarenta y cincuenta. Se reunían cuatro o cinco veces al año, siendo precedida cada junta por un banquete. Al principio tomaron parte activa en los asuntos católicos, aunque consistentemente rechazando cualquier carácter representativo. En diversas formas tuvieron éxito en guardar los intereses católicos y debido a su influencia se estableció una escuela en Oscott, conducida por un cuerpo dirigente de laicos aunque el director era un sacerdote, nombrado por el obispo. Después de unos pocos años, sin embargo, el Club Cisalpino dejó de realizar cualquier trabajo activo y se convirtió en un mero club social. Al inicio los obispos lo habían visto naturalmente con recelo, aunque en realidad en su vida privada, los miembros eran todos devotos y de buena conducta y, a menudo, los principales sostenedores de las caridades católicas. A medida que transcurrió el tiempo, sus tendencias cisalpinas fueron cada vez menos marcadas y llegaron a buenos términos con el Obispo Poynter (1803-1826), quién sólo lamentaba el desafortunado nombre del club. Poco después de la aprobación del Acta de Emancipación Católica (1829) esto fue remediado por los miembros al cambiar su nombre a «Club Emancipación», el cual continuó todavía por diecisiete años más antes de disolverse finalmente (Véase BUTLER, CHARLES; EMANCIPACION CATOLICA).
BERNARD WARD Trascrito por Joseph P.Thomas Traducido por Eduardo Torres
Ellos volvieron al Juramento de Alianza del reinado de Jacobo I, el cual se declararon dispuestos a tomar, mientras que algunos incluso sostenían que el Juramento de Supremacía podía interpretarse de un modo consistente con la religión católica. Estos fueron los principios que animaron al bien conocido Comité Católico (1782-92) en su lucha por la emancipación. Los dos principales líderes fueron Lord Petre y Sir John Throckmorton, ambos miembros de antiguas familias católicas, que habían sufrido mucho en el pasado bajo las Leyes Penales. Tuvieron la activa asistencia de Charles Butler, el distinguido abogado, sobrino de Alban Butler, y que actuó como secretario del comité. La mayoría de (aunque de ningún modo toda) la aristocracia católica, que en aquellos días era el sostén práctico de la religión, simpatizó con ellos y en cierto grado una parte del clero, especialmente en Londres. Un obispo, Charles Berington, estuvo de su lado y el Rev.Joseph Wilkes, OSB,. fue un miembro del comité, recorrieron grandes distancias para apoyarlos. El Dr. James Talbot (Vicario Apostólico del distrito de Londres, 1781-90) también permitió que su nombre fuera agrega y mostró debilidad al oponérseles, de lo cual se lamentó en su lecho de muerte, e hizo más difícil la tarea de su sucesor, el Dr. Douglass (1790-1812).
Hacia el fin del año de 1788, Lord Stanhope, un miembro de la Iglesia Establecida, deseando ayudar al comité y creyendo que sus supuestos principios “ultramontanos” y en particular su acreditada creencia en el “poder deponedor” del Papa, eran los principales obstáculos en su camino, redactó una «Protesta» repudiando dichos principios en términos poco mesurados. El comité adoptó la Protesta y a principios del año siguiente pidió a todos los católicos que la firmaran. Butler admite que fue solamente con alguna dificultad que los obispos fueron inducidos a firmar; pero firmaron y fueron seguidos por 240 sacerdotes (de un total de 260) y por todos los principales laicos católicos del país. Dos de los obispos revocaron posteriormente sus firmas y Milner, que fue uno de los que habían firmado, tomó parte activa en oponerse al comité. El resultado de sus esfuerzos fue el Acta de 1791. En la primera redacción había sido incluido un «Juramento de Declaración, Protesta y Alianza», basado en la Protesta de 1789, pero iba aun más lejos. Este juramente fue definitivamente condenado por los obispos, guiados por el venerable Dr. Walmesley, en 1789 y 1791. Luego de un agudo conflicto fue quitado de la propuesta durante su paso por el Parlamento y sustituido por el Juramento Irlandés de 1774. Como el acta en su estado final falló en integrar los principios de la Protesta, se formó una nueva sociedad para perpetuar éstos, bajo el ominoso titulo de «El Club Cisalpino». Otros aparte de los miembros del Comité Católico fueron invitados a unirse al club y la membresía osciló entre cuarenta y cincuenta. Se reunían cuatro o cinco veces al año, siendo precedida cada junta por un banquete. Al principio tomaron parte activa en los asuntos católicos, aunque consistentemente rechazando cualquier carácter representativo. En diversas formas tuvieron éxito en guardar los intereses católicos y debido a su influencia se estableció una escuela en Oscott, conducida por un cuerpo dirigente de laicos aunque el director era un sacerdote, nombrado por el obispo. Después de unos pocos años, sin embargo, el Club Cisalpino dejó de realizar cualquier trabajo activo y se convirtió en un mero club social. Al inicio los obispos lo habían visto naturalmente con recelo, aunque en realidad en su vida privada, los miembros eran todos devotos y de buena conducta y, a menudo, los principales sostenedores de las caridades católicas. A medida que transcurrió el tiempo, sus tendencias cisalpinas fueron cada vez menos marcadas y llegaron a buenos términos con el Obispo Poynter (1803-1826), quién sólo lamentaba el desafortunado nombre del club. Poco después de la aprobación del Acta de Emancipación Católica (1829) esto fue remediado por los miembros al cambiar su nombre a «Club Emancipación», el cual continuó todavía por diecisiete años más antes de disolverse finalmente (Véase BUTLER, CHARLES; EMANCIPACION CATOLICA).
BERNARD WARD Trascrito por Joseph P.Thomas Traducido por Eduardo Torres
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