La Escuela Cirenaica de Filosofía, denominada así a causa de la
ciudad de Cirene, en la que se fundó, se desarrolló aproximadamente
desde el 400 hasta el 300 a.C., y tenía como principio más distintivo el
hedonismo, o la doctrina de que el placer es el bien mayor. Se dice
generalmente que la escuela deriva sus doctrinas de Sócrates por un
lado, y del sofista Protágoras por el otro. De Sócrates, por una
tergiversación de la doctrina de que la felicidad es el sumo bien,
derivó la doctrina de la supremacía del placer, mientras que de
Protágoras adoptó su teoría relativista del conocimiento. Aristipo
(floreciendo c. 400 a.C.) fue el fundador de la escuela, y contó entre
sus seguidores a su hija Areta y a su nieto Aristipo el Joven. Los
cirenaicos comenzaron su indagación filosófica coincidiendo con
Protágoras en que todo conocimiento es relativo. Es verdadero, decían,
aquello que aparenta ser verdadero; de las cosas en sí nada podemos
conocer. A partir de esto, se vieron llevados a sostener que podemos
conocer únicamente nuestros sentimientos, o la impresión que las cosas
producen en nosotros. Al transferir esta teoría del conocimiento a la
discusión del problema de la conducta, y asumir, según se ha dicho, la
doctrina socrática de que el fin principal de la conducta es la
felicidad, concluían que la felicidad debe obtenerse generando
sentimientos placenteros y evitando los dolorosos. El placer es,
entonces, el objetivo capital en la vida. El hombre bueno es aquel que
obtiene o se empeña en obtener el máximo de placer y el mínimo de dolor.
La virtud no es un bien en sí misma; es un bien solo como medio para
obtener el placer. Este último punto suscita la pregunta: ¿qué entendían
por placer los cirenaicos? Eran sin duda sensualistas, pero no es del
todo exacto que por placer significaran únicamente el placer sensible.
Hacían referencia a una jerarquía de placeres en la que los placeres
corporales están subordinados a la virtud, conocimiento, goce estético,
que pertenecen a la naturaleza superior del hombre. Algunos de los
cirenaicos posteriores redujeron el placer a un estado meramente
negativo, sin sufrimiento; y otros, aún más tardíos, reemplazaban el
placer por "jovialidad e indiferencia". La verdad parece radicar en que
en este, como en muchos otros casos, el sensualismo se satisfacía con un
sistema superficial y laxo. No había consistencia en la teoría
cirenaica de la conducta; probablemente no se buscaba ninguna. En
verdad, a pesar del ejemplo de los fundadores de la escuela, los
cirenaicos posteriores cayeron muy por debajo de lo que se esperaba de
los filósofos, incluso en Grecia, y su doctrina devino un mero conjunto
de máximas para justificar el modo de vida indolente de hombres cuyo fin
supremo en la vida era un pasar placentero. En el mejor de los casos,
la filosofía cirenaica apenas puede ser considerada un sistema ético.
Sustituían el bien y el mal por el placer y el dolor, sin referencia,
directa o indirecta, a la obligación o el deber. En algunos puntos de su
doctrina, la escuela desciende a los lugares comunes, como cuando
justifica la obediencia de la ley reparando en que la observancia de la
ley del territorio evita el castigo, y que uno debe actuar honestamente
porque así incrementa la cantidad de placer. Los cirenaicos posteriores
hicieron causa común con los epicúreos. De hecho, la diferencia entre
estas dos escuelas era cuestión de detalles, no de principios
fundamentales.
WILLIAM TURNER Transcrito por Rick McCarty Traducido por Emilce S. Fékete
WILLIAM TURNER Transcrito por Rick McCarty Traducido por Emilce S. Fékete
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