miércoles, 25 de febrero de 2015

Correr.

La Biblia conoce, además de un sentido literal - cuando, p.c., los corredores a pie de la guardia real (1Sa 22,17) se apresuran a anunciar las nuevas de la batalla (2Sa 18,19-:7) - un uso metafórico del verbo correr (en griego: trekhó; a veces diatrekó: “apresurarse hacia”, “proseguir [su carrera]”, y de ahí “perseguir”), para caracterizar el dinamismo de la palabra de Dios o de los que la anuncian. Más tarde, bajo el influjo de los combates deportivos practicados en cl mundo griego, el término designará también el “curso” de la vida, la vida tensa hacia un fin.

1. La palabra de Dios corre.

La palabra de Dios es rápida, eficaz, dinámica: “Desde lo alto de los cielos tu palabra omnipotente se lanzó del trono real” (Sab 18,15; cf. 1Sa 22,17). La palabra acomete, como un guerrero, contra Job (Job 16,14), según la imagen del salto que ha reemplazado a la de la rapidez del corredor: “Dios envía su palabra a la tierra, rápida corre su palabra” (Sal 147,15; cf. Is 55,11). Pablo evoca quizá este pasaje cuando pide que se ore para que “la palabra del Señor realice su carrera” (2Tes 3,1). También los profetas, como corredores del rey (1Sa 8,11), corren a proclamar la palabra. “La mano de Yahveh descendía sobre Elías, él se ciñó los lomos y fue corriendo a Jezra él delante de Acab” (1Re 18,46). Hasta los profetas a los que Dios no ha enviado hacen otro tanto: “Ellos corren; yo no les he dicho nada, y ellos profetizan” (Jer 23.21).

2. La vida es una carrera.

La existencia humana, comparada con frecuencia a una marcha (In 8,12; 1Jn 1,6-7), se convierte en una carrera cuando se quiere evocar una obediencia solícita o una misión urgente. A veces se trata todavía del anuncio de la palabra, como en el caso de Juan Bautista, que ha realizado su carrera (Hech 13,24s), o en el de Pablo, cuya carrera es el anuncio de la buena nueva (20,24). Pero el verbo puede designar también sencillamente la forma alegre que da una vida justa, añadiendo a la metáfora de la marcha por los caminos de Dios una nota de gozo, de diligencia, de vivacidad: “Corro por el camino de tus mandamientos porque has dilatado mi corazón” (Sal 119,32); “Los que confían en Yahveh echan alas como de águila y corren sin cansarse” (Is 40,31). Este celo de toda una vida al servicio de Yahveh, trasladado al lenguaje del Cantar de los Cantares se convierte en solicitud de la esposa arrebatada de gozo a la voz del esposo: “Llévame tras de ti, corramos” (Cant 1,4). ¿No nos sugiere una idea semejante la carrera de Pedro y de Juan al sepulcro del Señor (In 20,4)?
En la pluma de Pablo, esta carrera se convierte en un combate deportivo que exige sacrificios para que pueda reportar la victoria (1Cor 9, 24-27). La misma imagen, pero con un verbo diferente, sirve para caracterizar la entera aventura de Pablo. En el camino de Damasco, mientras Pablo perseguía (diñkó: en sentido de perseguir) a los cristianos, es alcanzado por Cristo; entonces no estima haber alcanzado ya la meta: “Sigo mi carrera (idiókó) poi. si logro apoderarme de él, por cuanto Cristo Jesús también se apoderó de mí... Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta para ganar el premio al que Dios nos llama arriba en Cristo Jesús” (Flp 3,12ss).
Lejos de dejarnos detener por los obstáculos (Gál 5,7), “rodeados de tan gran nube de testigos [es decir, de los espectadores del estadio, como los antiguos campeones]..., corramos (trekhómen) con constancia la carrera que se nos ha propuesto, fija nuestra mirada en el jefe de nuestra fe” (Heb 12,1s), nuestro precursor (prodromos, de edramon, aoristo de trekh ó) (6,20). Entonces no se correrá en vano (iCor 9,26; Gál 2,2; Flp 2, 16), y se podrá decir con Pablo: “He combatido el buen combate, he llevado a término la carrera, he conservado la fe” (2Tim 4,7). Pero en todo esto no se puede olvidar que todo proviene sólo de Digs:”Esto no depende ni del que quiere ni del que corre, sino de
Dios que usa de misericordia” (Rom 9,16).
XAVIER LÉON-DUFOUR

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