martes, 8 de enero de 2013

RITOS FUNERARIOS EN EL SINTOÍSMO JAPONÉS.


Algunos la describen como la religión originaria de Japón. Es el sintoísmo, que combina el animismo y el culto a los antepasados

El Sintoísmo es la antigua religión japonesa que rinde culto a los antepasados convirtiéndolos en Kamis, pequeños dioses de la naturaleza a los que los sintoístas adoran. Un ejemplo de Kami es Amaterasu, diosa del Sol. El sintoísmo, que combina el animismo con el culto a los antepasados, es considerado por muchos estudiosos como la religión originaria de Japón.
Sintoísta
Sintoísta
Además de los santuarios, (cada santuario se dedica a un Kami divino y a él se accede a través de un Torii, una puerta especial para los dioses), en cada hogar existe un Mitayama (casa augusta de las almas). El Mitayama consiste en un pequeño cofre de madera blanca donde, una vez abierto, se coloca el Tamashiro (marca de almas). El Tamashiro es una tabla de madera también blanca donde, según la tradición sintoísta, ha de entrar el alma. En el Tamashiro están escritos los nombres de cada antepasado, precedidos por la palabra Mikoto (personaje ilustre) con su fecha de defunción y la edad que tenía al morir.

La muerte en el Sintoísmo
Como muchas religiones antiguas, el Sintoísmo busca la máxima proximidad entre los difuntos y los vivos. Prueba de ello son sus cementerios: siempre ajardinados, son cercanos a las zonas habitadas. Los vivos, en busca de protección, visitan a sus difuntos regularmente para rendirles tributo con rezos y ofrendas, especialmente ante un viaje o cualquier gran acontecimiento.

Los ritos funerarios tienen una gran importancia para los sintoístas. Una vez colocado el cadáver en el ataúd, que ha de ser preferentemente de madera blanca, los allegados colocan en él los objetos que el difunto usaba en vida: un abanico, un sable, un espejo… Y frente a la caja una copa con ofrendas, agua, arroz y sal.
 
Para conducir el alma del difunto, o Mitama, al Tamashiro, un sacerdote sintoísta recita una plegaria frente al Mitayama. Sus puertas deben abrirse para que el alma del difunto pueda entrar y ocupar su puesto en el templo en miniatura y así comunicar parte de su presencia al Tamashiro.

Llegado este punto, el alma es agasajada con ofrendas de arroz, flores, licor de arroz, ramas de pino atadas con cintas blancas, frutos y lamparillas de aceite. Así el Mitama se une en el Mitayama a la tablilla o Tamashiro de los antepasados y ya puede ser adorado por sus descendientes: se ha convertido en un Kami.

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