martes, 8 de enero de 2013

RITOS FUNERARIOS EN LA CIVILIZACIÓN MAYA.


La cultura de la muerte tiene en esta civilización un peso importantísimo. Morir es pasar a otra etapa, a otro estado, es seguir el ciclo de la vida y asegurarla

La civilización maya es quizás la cultura mesoamericana precolombina más importante. Comprende a los pueblos indígenas que tradicionalmente han poblado el sur de México, especialmente los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán y también a algunos pueblos de Centroamérica.
Chichén Itzá, Península del Yucatán, una de las más famosas ruinas mayas
Chichén Itzá, Península del Yucatán, una de las más famosas ruinas mayasJimg944/ FLICKR

La importancia de la muerte para la cultura maya
El origen de los mayas se remonta al segundo milenio a.C. Esta no es una civilización extinguida, pues actualmente existen aún pueblos que se pueden considerar mayas. La cultura de la muerte, los difuntos y los ritos tienen en esta civilización un peso importantísimo. Para la cultura maya morir es pasar a otra etapa, a otro estado, es seguir el ciclo de la vida y asegurarla. Pero para conseguir llegar a ese estado es importante la ayuda de los vivos.

Según un artículo de la revista Investigación y Ciencia escrito por la doctora en antropología Vera Tiesler, en la civilización maya la vida nace de la muerte. Esto se traduce en que los mayas creen en que la vida y la muerte cohabitan siempre en una continuidad cíclica, cuando la persona muere se reúne con sus ancestros asegurando así la renovación de la vida. En la simbología maya se acuña con el término Jaloj-K’exoj, donde Jal se refiere a las etapas diferentes de la vida (por ejemplo la vejez) y K’ex se refiere a las generaciones: morir significa pasar a ser ancestro y por tanto sagrado.

La idea se contrapone con la cultura occidental, basada en el concepto de “destino final”. Para los mayas, el centro del mundo es el inframundo. Ellos lo llaman xibalba y es donde habitan los muertos y el dios de la muerte, Yum Cimih. Al xibalba se llega a través de los ríos y cenotes (depósitos de agua manantial bastante profundos que se hallan en el estado mexicano de Yucatán). El difunto, para llegar al xibalba, debe de atravesar un río ayudado por un perro, xoloitzcuintle (una raza canina originaria de México).

El luto y el recuerdo de los difuntos son importantísimos para los mayas, cuya sociedad se basa en los lazos de parentesco. Sin ayudar a llegar al difunto al inframundo no hay regeneración de la vida. Por eso, los cuerpos de los difuntos son sagrados: pertenecen a los ancestros. Incluso después de algunos años pasado el óbito se exhuman los restos cadavéricos para limpiarlos. Y es toda una celebración el primero de noviembre, Día de los Muertos. Los preparativos para la jornada comienzan casi un mes antes, se ponen las tumbas a punto, pintándolas y de más como en el célebre cementerio de Chichicastenango y el día se convierte en una fiesta, con los familiares y amigos del difunto comiendo y hablando en el camposanto.

La arqueología revela la gran preocupación por la muerte
En la civilización maya prehispánica (es decir, antes de la colonización) el culto a los difuntos era igualmente muy importante. La arqueología ha revelado la gran pompa funeraria que se realizaba. En los restos mortuorios encontrados han sido hallados desde importantes ofrendas, alhajas, vestimentas o alimentos hasta cuerpos sacrificados que fueron enterrados al lado del difunto. Evidentemente, son tumbas de chamanes o gobernantes a quienes los mayas conferían poderes especiales y por ello, el rito funerario era mucho más rico.

De hecho, en los pueblos de Mesoamérica en general y en la civilización maya en particular eran frecuentes los sacrificios humanos, máxima expresión religiosa. Las malogradas víctimas eran huérfanos, esclavos, prisioneros… Los sacrificios servían para venerar a los dioses, y normalmente se realizaban por decapitación o arrancando el corazón, que era el “alimento sobrenatural”, la ofrenda perfecta que proporcionaba energía a los dioses.

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