domingo, 21 de julio de 2013

EL SINTOÍSMO DE ESTADO.

Desde el siglo XIV hasta 1868 hubo en Japón defensores del sintoísmo tradicional, libre del sincretismo budista, pero, en esa fecha cae el régimen del shogunado. Con el fin del shogunado se desarrolla un sintoísmo tradicional que defiende dos ideas fundamentales: la supremacía imperial y la superioridad del pueblo japonés sobre todas las naciones extranjeras, incluida la china.

Esta opción ideológica consolidó un ultranacionalismo que fue muy perjudicial para los países vecinos del Japón una vez que, a partir de 1868, el sintoísmo se convirtió en religión de estado.

Después de fluctuar entre la tolerancia y la represión de otras creencias para alinearse con las constituciones europeas, en 1889 se optó por la libertad de culto. El estado, en teoría, no poseía una opción religiosa definida ni medios legítimos de represión contra las religiones extranjeras, como el budismo o el cristianismo. En la práctica, la consecuencia fue el surgimiento de tres sintoísmos diferentes.


En primer lugar estaba el sintoísmo de los templos (jinja shinto), que por una artimaña constitucional se decía no religioso y que el estado subvencionaba y controlaba nombrando a los sacerdotes y organizando las ceremonias tradicionales. Para no vulnerar la teórica libertad de culto, los sacerdotes sintoístas eran tenidos por funcionarios estatales. El sintoísmo se enseñaba en las escuelas y los maestros llevaban obligatoriamente a sus alumnos a sus ceremonias principales. Se divinizaron oficialmente numerosos emperadores antiguos y otros personajes políticos del pasado; destaca el culto al emperador Ojin- Hachiman, que fue tomando el carácter de dios de la guerra y al que se dedicaron un gran número de templos a la par que el imperialismo militarista japonés se desarrollaba.

El segundo sintoísmo fue el de la casa imperial (kohitsu shinto). Constaba de ceremonias muy arcaicas y, a pesar de ser de tipo familiar, influyó en el culto de los santuarios. En los años que van desde la restauración Meiji a la derrota en 1945, Japón se entendió como una gran familia encabezada por el emperador y sus cultos.

El tercer sintoísmo, estimado como puramente religioso y equiparado al resto de las religiones del Japón, era el de los Nuevos Cultos (kyoha shinto). Eran nuevas religiones que utilizaban el prestigio y amparo del sintoísmo para desarrollar su mensaje religioso; trece de estos grupos fueron aceptados durante la época Meiji como religiones independientes y fueron inscritos en el registro oficial de cultos (ujiko-shirabe) que se realizaba de modo obligatorio en los templos sintoístas oficiales.

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