domingo, 28 de julio de 2013

Ammonitas.

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Origen y raza

Los ammonitas fueron una raza muy afín a los hebreos. Uno de los usos de su nombre en la Biblia manifiesta la antigua creencia hebrea acerca de esta relación cercana, pues se les llama Bén'ámmî, o "hijo de mi pueblo", lo que significa que a esa raza se la consideraba como descendiente del pariente más cercano de Israel. Este juego de palabras sobre el nombre Ammón no surgió del nombre en si, sino que presupone la creencia en el parentesco entre Israel y Ammón. El nombre Ammón no puede ser aceptado como prueba de esa creencia, pues su origen es obscuro, derivado quizás del nombre de una deidad tribal. El lenguaje ammonita, sin embargo, sí constituye una prueba de su origen común. Si bien es cierto, que no nos ha llegado ninguna inscripción amonita, pero los nombres ammonitas que se han preservado pertenecen a un dialecto con una afinidad muy cercana al hebreo. Más aún, la cercana relación de sangre entre Moab y Ammón, admitida por todos, el lenguaje de la piedra moabita, casi hebreo en su forma, es un testigo sólido de la afinidad racial entre Israel y Ammón. Este argumento lingüístico reivindica la creencia de que Israel siempre tuvo en consideración este parentesco con los ammonitas.
La creencia ha sido expresada de forma inequívoca en Génesis 19,32-38, donde se atribuye a Lot, el sobrino de Abraham, la paternidad de Ammón y su hermano, Moab. Esta repugnante narración ha sido tradicionalmente considerada como un hecho literal, pero recientemente ha sido interpretada, por el P. Lagrange, OP., como una narrativa de una burda ironía popular por medio de la cual los israelitas expresaban su aversión por la corrupta moral de los moabitas y ammonitas. Sin embargo, es dudoso que tal ironía se dirigiera contra el propio Lot. Otros estudiosos ven en la depravación de esos pueblos una prueba de la realidad del relato bíblico acerca de su origen incestuoso. Los etnólogos, al interpretar ese origen a partir del sobrino de Abraham siguiendo los cánones de autenticidad de su ciencia, sostienen que ello indica que los israelitas eran considerados la tribu más antigua y más poderosa, mientras que los ammonitas y moabitas eran considerados como ramificaciones del tallo principal. El carácter del Génesis, que en ocasiones parece preservar las tradiciones populares en lugar de la exactitud etnológica, se toma como confirmación de esa posición. Pero no se niega de modo alguno que la tradición hebrea del parentesco inmediato de Israel, Ammón y Moab sea correcta. Los tres forman juntos un solo grupo y se clasifican como pertenecientes a la rama aramea de la raza semita.

Su país y civilización

Los ammonitas se establecieron al este del río Jordán; su territorio originalmente comprendía todo el territorio desde dicho río hasta el desierto, y del Río Yabboq, al sur, hasta el Río Arnón (Jc. 11,13-22), que luego perteneció a la porción de Rubén y Gad. "También éste país era considerado país de refaítas; los refaítas habitaron aquí antiguamente; y los ammonitas los llamaban zanzumitas" (Deut. 2,20), al que pertenecía Og, rey de Basán, quien pereció ante los hijos de Israel en los días de Moisés (cap. 3). Sin embargo, poco antes de la invasión hebrea comandada por Josué, los ammonitas fueron expulsados de ese rico territorio por los amorreos y se retiraron a las montañas y valles que forman la parte oriental del distrito actualmente conocido como El-Belka. Ellos continuaron creyendo que su territorio original les pertenecía por derecho, y en épocas posteriores lo reconquistaron y mantuvieron por un período muy largo.
Su tierra, aunque no era muy fértil, disfrutaba de agua abundante y excelentes pastos. Jeremías dice de Ammón que se gloría en sus valles y confía en sus tesoros (Jer 49,4). Su ciudad principal era Rabbath, o Rabbath-Ammon, para distinguirla de otra ciudad del mismo nombre en Moab, y yacía en medio de un valle fértil y bien cultivado. Era la ciudad real; en tiempos de David floreció bajo el gobierno de un rey poderoso y estaba bien fortificada, aunque sucumbió ante el ataque de Joab, general de David (2 Sam. 11-12). Ptolomeo II (Philadelphus) la reconstruyó posteriormente y la llamó Filadelfia; aún conserva algo de su nombre original, aunque actualmente los árabes la conocen como Amman. Sus ruinas, hoy día, son de las más imponentes del otro lado del Jordán, a pesar de las muchas vicisitudes de la ciudad, e iluminan y dan vida a la ya de por sí vibrante narración del ataque de Joab. Los ammonitas tenían muchas otras ciudades además de Rabbath (vea Judit 11,33; 2 Sam 12,31), pero sus nombres han desaparecido. Indican, al menos, un considerable desarrollo de la civilización y muestran que a los ammonitas no se les puede clasificar, como se hace a menudo, casi en el plano de nómadas. En lo tocante a religión, practicaban la idolatría y las abominaciones comunes a las razas semitas que rodeaban a Israel. Su dios se llamaba Milkom, supuestamente otra forma de Moloc. Parece que los hebreos sentían por los ammonitas un desprecio especial, al igual que por los moabitas. A nadie de esos pueblos, ni siquiera luego de convertirse a la religión de Yahveh, se le permitía entrar al Tabernáculo; ni sus hijos o descendencia hasta la décima generación (Deut. 23).

Ammón e Israel

Esta distinción contra sus parientes cercanos se debía al tratamiento que estos últimos le habían dado a Israel durante su camino a Palestina, cuando Israel luchaba por constituirse en una nación. Los hebreos no tenían pensado arrebatar sus tierras a los descendientes de Lot, ya fuera Moab o Ammón, y se les había indicado específicamente que no lo hicieran. Esta amistad especial y el reconocimiento de su consanguinidad no fueron correspondidos por ninguno de los dos pueblos, quienes se negaron a abastecer a los israelitas, e incluso emplearon a Balaam, quien era ammonita, o por lo menos vivía entre ellos, para maldecir el ejército de Israel; aunque, como es bien sabido, Balaam fue obligado a dar en su lugar una bendición (Deut. 23,4-5; Núm. 22 - 24). Debido a esta carencia de amor fraterno, se puso una prohibición contra los ammonitas; pero no hubo intentos de arrebatarles sus tierras, sino que al llegar a sus fronteras, simplemente se desviaron por otro camino. Sin embargo, la faja de tierra a lo largo del Jordán que ellos reclamaban, le fue quitada a los amorreos que los había desposeído de ella. Se dice que Moisés le había asignado también a la tribu de Gad la mitad de la tierra de Ammón (Jos. 13,25), pero no existe constancia de que se la arrebataran a los ammonitas, lo que además hubiera estado en contradicción con la orden divina ya mencionada. Más bien parece que se trata de un territorio del cual ellos ya habían sido expulsados.
Poco después de la muerte de Josué, cuando los israelitas ya se habían establecido al otro lado del Jordán, los ammonitas se aliaron con los moabitas, en el reinado de Eglon, y atacaron exitosamente a Israel; pero a su vez los moabitas fueron vencidos y se estableció un largo período de paz (Jc. 3,30). Más tarde, durante la judicatura de Yair, los hebreos fueron atacados simultáneamente por los filisteos desde el sureste y los ammonitas desde el este. En especial Gad, cuyo territorio yacía al este del Jordán, hubo de sufrir durante dieciocho años los ataques de los ammonitas, y eventualmente el enemigo victorioso atravesó el Jordán y devastó los países de Judá, de Benjamín y Efraín (Jc. 10). Ante esta crisis Israel entró en pánico, pero surgió un salvador en la persona de Jefté, que fue elegido líder.
Los ammonitas exigieron que se les cediera el territorio más allá del Jordán, desde el Arnón hasta el Yabboq, del cual habían sido desposeídos, pero Jefté se rehusó ya que 300 años antes los israelitas habían quitado esas tierras a los amorreos, no a los ammonitas. Audazmente llevó la guerra al país de los invasores, y los derroto completamente, arrebatándoles veinte ciudades (Jc. 11,33). En tiempos de Saúl los ammonitas había recobrado un gran poder y bajo el reinado de Najás (Nahash) habían sitiado a Jabes Galaad. Saúl había sido elegido rey por Samuel sólo un mes antes y su elección aún no había sido ratificada por el pueblo; pero en cuanto supo del sitio convocó un gran ejército y derrotó a los ammonitas, causándoles muchos daños (1 Sam. 11). Esta victoria lo elevó a la monarquía. Se mencionan sin gran detalle otras acciones de Saúl en contra de los ammonitas (14,47), y también la amabilidad de Najás hacia David (2 Sam. 10,2), probablemente antes de su ascensión al trono.
David marcó el inicio de su gobierno con hazañas militares y se dice que dedicó a Dios el botín capturado a Ammón (8,11); No obstante, no se menciona ninguna guerra, porque cualquier acción bélica habría sido incongruente con la amistad entre David y Janún, sucesor de Najás (10,2). La oferta de amistad de David hacia Ammón fue rechazada, y sus embajadores fueron maltratados, tras lo cual se inició la guerra. Los sirios se unieron a los ammonitas, y ambos fueron atacados y vencidos por Joab, el principal general de David. Al año siguiente Joab invadió de nuevo el territorio de Ammón, persiguió a su gente hasta Rabaath, y sitió la ciudad real. Fue durante este sitio que sucedió el incidente de David y Betsabé, que culminó cuando David envió al fiel Urías a su muerte en Rabbath, causando con ello la mancha más terrible en su carácter. Cuando Joab hubo sometido la ciudad envió por David, quien llegó y se cosechó la gloria de la victoria; se colocó en su cabeza la enorme corona del rey, saqueó la ciudad y masacró a sus habitantes, e hizo lo mismo en todas las ciudades ammonitas (caps. 10 - 12). Así se quebró la fuerza de Ammón, y aparentemente éste se convirtió en vasallo de Israel. Posteriormente, hacia el final del reinado de David, otro hijo del rey Najás, ya sea por falta de espíritu o por genuina humanidad, se mostró generoso con David cuando el entonces anciano y asediado rey combatía con su hijo Absalón (17). Algunos ammonitas parecen haberse enlistado en el ejército de David; se menciona a uno de ellos entre sus treinta y siete guerreros más valientes (23,37).
No se narran hostilidades durante el reinado de Salomón, el cual tomó mujeres ammonitas como esposas, adoró a sus deidades y edificó un lugar alto en su honor (1 Rey. 11), que fue destruido por Josías (2 Re 23,13). Cuando murió Salomón y su reino se dividió, los ammonitas recuperaron su independencia y se aliaron con los asirios, combatiendo a su lado en un ataque a Gilead, con lo que creció su territorio. La bárbara crueldad que mostraron en esa ocasión provocó la denuncia de Amós, quien predijo la caída de Rabbath (Amós 1,13). Durante la invasión asiria, en el reinado de Teglatfalasar, cuando sus vecinos los rubenitas y gaditas fueron llevados a la cautividad, los ammonitas recuperaron parte de su antiguo territorio a lo largo del Jor´dan (2 Rey. 15,29; Jer. 49,1-6).
En tiempos de Josafat, rey de Judá, cuando los israelitas estaban más debilitados, los ammonitas encabezaron una confederación de naciones para subyugarlos; pero habiendo surgido la sospecha entre los aliados, terminaron destruyéndose unos a otros e Israel escapó milagrosamente (2 Crón. 20,23). Después de casi 150 años, Joatam, rey de Judá, se aventuró a atacar a los ammonitas, los conquistó y los hizo vasallos exigiéndoles un tributo anual (2 Cro 27), que sin embargo sólo fue pagado tres años. Pero ya se acercaba la condena de la monarquía hebrea, en la que los ammonitas iban a jugar un papel importante. Nabucodonosor, rey de Babilonia, los empleó, al igual que a otras naciones de la comarca, para destruir el reino de Judá (2 Re 24), y cuando llegó finalmente la caída, fue el rey de los ammonitas quien envío asesinos a Judea para matar al gobernador quien había reunido a los sobrevivientes Judá (2 Re 25; Jer, 40,14). Después del retorno el antiguo odio parece aún sobrevivir (Neh. 4). En tiempos de Judas Macabeo los ammonitas eran aún una nación fuerte, y el gran líder tuvo que pelear muchas batallas antes de conquistarlos (1 Mac. 5). No se hace ulterior mención de ellos en tiempos bíblicos. San Justino Mártir se refiere a ellos como un pueblo numeroso en su época, pero al siglo siugiente desaparecieron de la historia.

Bibliografía

Bible Dictionaries of HASTINGS, VIGOUROUX; Jewish Encyclopædia; DELITSCH, DILLMAN, DRIVER, GRAY, Commentaries (Numbers); LAGRANGE, Historical Method.
Fuente: Fenlon, John Francis. "Ammonites." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01431b.htm>.
Traducido por Javier Algara Cossío. L H M.

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