martes, 16 de julio de 2013

TEOPASQUITAS.

                     Hacia el s. VI la creencia en las dos naturalezas de Cristo, la divina y la humana, en una sola Persona, quedó adoptada como doctrina de la Cristiandad. El intento de dilucidar las consecuencias de esta noción misteriosa produjo muchas controversias, entre las cuales la polémica teopasquita. Los cristianos ortodoxos creían que Cristo sufrió cuando murió en la cruz; de lo contrario su vida y muerte no habrían constituido un sacrificio auténtico y, por tanto, no habrían servido para redimir los pecados del mundo. Los teopasquitas, que aparecieron en Constantinopla en 519, sacaron de esta creencia una conclusión discutible: que, puesto que Cristo era el Hijo, una de las Personas divinas de la Trinidad, lógicamente el Dios de la Trinidad había sufrido en la cruz.

                   Pero la ortodoxia postulaba que Dios era impasible. Tras muchas discusiones el Papa y el patriarca de Constantinopla declararon que si bien Cristo había sufrido, no era lícito decir que el Dios de la Trinidad hubiese sufrido. Pese a este rechazo de la doctrina teopasquita, los seguidores de la herejía monofisita se sintieron atraídos por ella porque venía a subrayar la identidad de Cristo con Dios.

                  Al emperador Justiniano, deseoso de restaurar la unidad de la Iglesia, se le ocurrió que si la ortodoxia admitía la doctrina teopasquita quizá los monofisitas se reconciliarían. Desoyendo las objeciones de los teólogos ortodoxos se empeñó en que el segundo Concilio de Constantinopla (553) adoptase dicha doctrina, pero ni este gesto ni otros intentos de compromiso promovidos por Justiniano lograron la reunificación. Patripasianismo.

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