Designa
el anuncio (latín nuntium) del ángel Gabriel a María de la intención que
Dios tenía de insertarla en su proyecto de salvación de la humanidad a través
de su consentimiento para hacer miembro de la familia humana al Mesías, Hijo
del Altísimo. Para algunos autores, más que de anuncio se trataría de una
revelación (apocalipsis) de las intenciones divinas definitivas de salvación a
María y a la humanidad; para otros, habría que hablar más bien de vocación
de María a ser Madre de Cristo. Estos tres aspectos no se excluyen, sino que se
integran de forma admirable.
Sólo
Lucas nos narra el episodio (cf. Lc 1,26-38), dándole una forma literariamente
sugestiva y cargándolo de significados teológicos profundos, El evangelista
introdujo este trozo al principio de su evangelio, donde narra el nacimiento y
la infancia de Aquel a quien la comunidad cristiana después de su resurrección
confesaba clara y abiertamente como Señor e Hijo de Dios. El texto está lleno
de alusiones y recuerdos de las esperanzas mesiánicas del Antiguo Testamento,
vistas como ya realizadas plenamente en el hijo que María se ve invitada a
concebir. El objeto central del episodio está constituido por el anuncio de la
concepción del Mesías de Dios; es por tanto de carácter cristológico; pero
ya que María, como Madre suya, se ve intima e indisolublemente implicada en
aquel gran acontecimiento, su misión sublime y su dignidad de Madre de Dios
constítuyen un segundo tema fundamental, aunque subordinado.
Elementos
destacados del episodio.a} El anuncio de la llegada de los tiempos mesiánicos,
caracterizados por la realización de la salvación de Dios que llena de gozo a
la humanidad: así aparece en la invitación dirigida por el ángel a María: «alégrate»
(gr. chaire), que es un eco de otras invitaciones análogas dirigidas por
algunos profetas a la «Hija de Sión» (Israel) en su anuncio de los tiempos
mesiánicos en nombre de Dios (cf. Sof3,14; Zacg,g; J12,21.27. etc.).
b}
La concepción y el nacimiento del Hijo del Altísimo, - del Mesías, hijo de
David, e incluso -más radicalmente- Hijo de Dios, gracias a una intervención
extraordinaria del poder del Espíritu de Dios (cf. Lc 2,30-35). Con una clara
referencia al vaticinio mesiánico del profeta Natán a David (cf. 2 Sm 7 12-16)
y a la profecía de 1s 7 14 sobre la «virgen» (almah) que dará a luz a un
hijo, el ángel anuncia a María la maternidad mesiánica; más aún, refiriéndose
a la bajada y ~ a la presencia santificadora de Dios a su pueblo con su sombra
en el tabernáculo (cf. Éx 40,35; Nm 8,18.22; 10,34) y con su nube en el templo
(cf. 1 Re ~,10-l3. 2 Cr 5,13-14; 6,1; Lv 16.1-2), le comunica que quedará
cubierta por la sombra del Espíritu divino, y que por eso concebirá y dará a
luz, de una forma totalmente extraordinaria, a un hijo que será el «Santo', o
bien el Hijo de Dios de modo absolutamente distinto de como se le entendía en
el contexto de las esperanzas mesiánicas del judaísmo.
c}
La predilección singular de Dios por María y la misión particular que le confía.
La Joven de Nazaret es la «llena de gracia» (kecharitoméne, de la raíz
charis, gracia, favor), o mejor, la «agraciada», la «privilegiada», la «favorecida'
de manera única por Dios (cf.
2,28),
destinada por él para abrir la era mesiánica. El participio «privilegiada»
señala, por así decirlo, el nombre nuevo que Dios da a María a través del ángel;
indica un favor y un amor divino singularísimo para con ella. Esto constituirá
la base de toda la reflexión teológica sobre María a lo largo de los siglos.
d}
El consentimiento de la “sierva del Señor” con espíritu de obediencia y de
fe en los designios del Altísimo:
«Aquí
está la esclava del Señor, que me suceda según dices” (Lc 1,38). La
respuesta afirmativa de María constituye la cima del diálogo entre ella y el
enviado divino. Es el fíat de la Virgen a su Dios, con el que se coloca en
aquella serie tan numerosa de siervos del Señor de su pueblo y se declara
totalmente disponible ljara la realización de los designios de Dios sobre ella
y sobre la humanidad entera, poniendo la libertad humana en sintonía con la
urgente invitación del amor divino, para que por medio de una alianza semejante Dios vuelva a ser el
Señor de la vida del hombre y éste pueda experimentar la salvación, la
redención y la esperanza que Dios le ofrece. De este modo María realiza de la
forma más auténtica y plena la substancia de la «fe» en la perspectiva bíblica;
con ello comienza un camino de fe, que la llevará a compartir con su Hijo los
gozos y los sufrimientos (cf. Jn 19,25-27) incluidos en la realización de la
obra de salvación del Padre.
La
Anunciación es el acontecimiento que abre el Nuevo Testamento. En él Dios dice
su sí definitivo y más alto a la humanidad, y ésta en María inaugura su
historia de amor con su Dios hecho carne en ella y . por ella (Jn 1,14; Gál
4,4), el «Dios con nosotros», de una forma infinitamente más alta que las
esperanzas del profeta lsaías (1s 7 14).
El
cielo besa definitivamente a la tierra y
ésta se abre al abrazo divino en María, comenzando aquel camino de unión íntima
de amor con Dios, que encontrará su cumplimiento en el establecimiento pleno y
definitivo del Reino mesiánico del Hijo de la Virgen (cf. 1s 2,33), término de
aquel camino de fe que es disponibilidad para dejarse guiar por Dios y para
construir la propia historia sobre la confianza puesta en su palabra. La piedad
y la teología de la Iglesia a lo largo de los siglos han visto en la Anunciación
estos profundos contenidos de fe y han colocado en el centro este acontecimiento
de gracia divina y de disponibilidad y obediencia humanas. A partir de la Edad
Media el acontecimiento de la Anunciación ha sido uno de los temas preferidos
de la representación artística cristiana.
Por
lo que se refiere a la Anunciación como fiesta litúrgica, hay que decir que la
comunidad cristiana celebró desde el s. VI la Natividad de Jesucristo y
correlativamente hizo memoria del mensaje del ángel a María. Antes del s. VII
no tenemos noticias de una celebración de la fiesta de la Anunciación un día
determinado, e125 de marzo. Es interesante la variedad de designaciones de este
día festivo: «Anunciación de la bienaventurada virgen María», «Anunciación
del ángel a la bienaventurada virgen María»,..«Anunciación del Señor», «Anunciación
de Cristo», «Concepción de Cristo». En los últimos siglos ha prevalecido «Anunciación
de la bienaventurada virgen María», señal de que se ha entendido esta fiesta
principalmente en una perspectiva mariana. En la reforma litúrgica propuesta
por el Vaticano II se le ha dado a la fiesta el nombre de «Anunciación del Señor>'
y por tanto, un valor eminentementé cristológico; esta designación es
acertada, ya que, como hemos dicho, el tema central del episodio y de la narración
correspondiente de la Anunciación es la encarnación del Hijo de Dios; la
veneración cristiana de María tiene su raíz precisamente en el hecho de que
la grandeza de su misión y de su persona consiste en haber sido incorporada por
pura gracia singular divina al misterio de Jesucristo como Madre del Mesías
Hijo de Dios (cf. LG 67).
G.
Iammarrone
Bibl.:
L, F García-Viana, Evangelio SEgÚn san
LucaS, Verbo Divino, Estella 21992; E.
G.
Mori, Anunciación del Señor, en NDM, 143-
153; Íd., Figlia di Sione Bolonia 1970; R. Laurentin, Structure
et theologie de Luc 1-II París 1970.
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