SUMARIO: I. Entre "ayer" y "hoy": frente a unos datos: 1. La
Italia litúrgica "ayer": a) En la antigüedad (orígenes del cristianismo-ss.
IX-X), b) Desde los ss. x-xi hasta el concilio de Trento, c) Desde Trento
hasta la reforma litúrgica actual; 2. La liturgia ambrosiana: a) Sus
orígenes, b) Ambiente en que se formó, c) Diversas estratificaciones de
su redacción, d) Sus reformas y revisiones - II. Actual liturgia
ambrosiana: 1. Breve cronohistoria de una reforma en marcha: a)
Conciencia de la autonomía litúrgica ambrosiana, oscurecida por indecisiones de
distinta naturaleza, b) "Conservar y renovar" sobre la base de una bien
entendida creatividad; 2. Año litúrgico y Calendario ambrosianos: a) El
ciclo "de tempore", b) El "santoral"; 3. El Nuevo Misal
Ambrosiano: a) Visión global, b) Estructura de la celebración
eucarística, c) El Leccionario Ambrosiano; 4. Reforma de otros libros litúrgicos
ambrosianos: a) El Ritual Ambrosiano, b) El Pontifical Ambrosiano,
c) El Breviario Ambrosiano, d) ¿Otros libros litúrgicos? - III.
Conclusión: 1. Liturgia ambrosiana: concretización de la única tradición
litúrgica perenne: a) Ley del aumento del depósito eucológico, b) Ley de
la autodeterminación litúrgica, c) Ley de las diversidades expresivo-litúrgicas
como contraprueba de la veracidad de la viva tradición ambrosiana; 2. La
teología litúrgica ambrosiana con miras a una espiritualidad ambrosiana: a) El
punto de apoyo de la tradición, b) El punto de apoyo de la experiencia,
c) El punto de apoyo de la comunión con otras iglesias locales.
Con el principio solemnemente ratificado en la introducción de la constitución litúrgica Sacrosanctum concilium, el Vat. II ha acentuado su estima por todos los ritos existentes en la iglesia. Se afirma, efectivamente, allí: "... el sacrosanto concilio, ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la santa madre iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios" (SC 4)'. Así es como una vez más en el transcurso de la historia quedaba oficialmente la liturgia ambrosiana a salvo de todo atropello'. En efecto, conservar y fomentar una liturgia antigua como la ambrosiana significa ratificar el principio de que toda iglesia local' goza de un derecho nato (jus fontale o jus nativum) a expresarse en sus formas connaturales en lo tocante a realidades litúrgicas'. Lo cual equivale a decir que toda liturgia legítima, aun la solamente celebrada por una iglesia local, es siempre un culto ofrecido al Padre por todo el cuerpo de Cristo (Christus totus: cabeza y miembros) ' en virtud de un único Espíritu Santo.
I. Entre el "ayer" y el "hoy": frente a unos datos
II. Conclusión
Con el principio solemnemente ratificado en la introducción de la constitución litúrgica Sacrosanctum concilium, el Vat. II ha acentuado su estima por todos los ritos existentes en la iglesia. Se afirma, efectivamente, allí: "... el sacrosanto concilio, ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la santa madre iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios" (SC 4)'. Así es como una vez más en el transcurso de la historia quedaba oficialmente la liturgia ambrosiana a salvo de todo atropello'. En efecto, conservar y fomentar una liturgia antigua como la ambrosiana significa ratificar el principio de que toda iglesia local' goza de un derecho nato (jus fontale o jus nativum) a expresarse en sus formas connaturales en lo tocante a realidades litúrgicas'. Lo cual equivale a decir que toda liturgia legítima, aun la solamente celebrada por una iglesia local, es siempre un culto ofrecido al Padre por todo el cuerpo de Cristo (Christus totus: cabeza y miembros) ' en virtud de un único Espíritu Santo.
Dentro de este contexto de legitimación de una liturgia perenne, como cabalmente
lo es la ambrosiana, que goza de derechos y es merecedora de todo aprecio y debe
conservarse y fomentarse', a lo largo de nuestro estudio, y despuésde una ojeada
histórica a la Italia litúrgica en su ayer y, más específicamente, a la
liturgia ambrosiana del pasado, iremos analizando la liturgia ambrosiana de hoy
y su reforma, todavía en vías de realización.
I. Entre el "ayer" y el "hoy": frente a unos datos
Bien ponderados ciertos hechos del pasado, del ayer litúrgico de la
iglesia viviente en territorio italiano, llega hoy uno a sentirse
estimulado a infundir en las formas y fórmulas litúrgico-expresivas un espíritu
más genuino y auténtico. Desde tales hechos como fondo, se llegará a comprender
mejor la supervivencia de la liturgia ambrosiana y su reforma actual.
1. LA ITALIA LITÚRGICA DE "AYER".
a) En la antigüedad (orígenes del cristianismo-ss. IX-X).
En lo referente a formulación de ritos litúrgicos,
la época paleocristiana se caracteriza por un doble fenómeno: el de la
creatividad, espontaneidad y libertad de expresiones cultuales, acompañado
por el de una gradual adecuación lingüística y ritual a formas y fórmulas
estables. Destacan, pues, dos períodos idealmente distintos, pero de hecho
compenetrados entre sí'. El primero (ss. I-III-IV) es de improvisación
eucológica y de una variada proliferación de ritos. Aunque con idéntico origen
todos ellos en su tronco cristiano-judío, debido a la aculturación con nuevos
pueblos que se incorporan al cristianismo, tales ritos terminaron configurándose
según el genio del lugar'. De igual manera, con el paso del arameo al griego,
copto y siríaco, así como del griego al latín, la creatividad eucológica da
progresivamente paso, a través de
múltiples factores, al período de compilación y estabilidad de las fórmulas
escritas. El segundo período (ss. III-IV / VI-VII) es de actividad
creadora de eucología, ya dentro del genio greco-oriental y
latino-romano, ya en consonancia con el ministerio pastoral de las
grandes figuras y padres orientales: Basilio, Juan Crisóstomo, etc., y
occidentales: León, Gelasio, Gregorio (liturgia romana), Ambrosio (liturgia
ambrosiana), Leandro de Sevilla (liturgia hispano-visigótica), Pedro Crisólogo
(liturgia ravenense), Cromacio (liturgia aquileyense), etc., ya merced a
la comunicación con las principales sedes episcopales metropolitanas (Jerusalén,
Antioquía, Alejandría, Constantinopla, Roma, Milán, Sevilla, Lyon, etc.): desde
dichas sedes metropolitanas se irradiaba la acción misionera mediante una
evangelización capilar de las aldeas. No pocas veces gozaban tales sedes
de especial relevancia, hasta el punto de alcanzar en ciertos momentos un papel
marcadamente importante en cuestiones político-civiles (Roma: caput mundi;
Constantinopla: segunda Roma; Milán: sede irregular y circunstancial
del emperador; Rávena: centro del exarcado; etc.). Otras veces, la mezcla de
pueblos bárbaros, así como las sucesivas vicisitudes ya políticas, ya
relativas a una ortodoxa o heterodoxa profesión de la fe (piénsese en el
arrianismo), intensificaban la unión de los diversos grupos de fieles en torno
al obispo, que, con su presbyterium, venía a convertirse en centro de
cohesión y punto seguro de referencia. Este papel vendría después, con la
propagación de las formas monásticas, desempeñado por el abad de los grandes
monasterios (en Occidente, los benedictinos).
Nada, pues, tiene de extraño que, en un contexto de factores comoéste, el área
geográfica de Italia atestigüe un típico florecimiento de
las tradiciones litúrgicas más diversas".
Además de la liturgia romana, cuyo influjo se dejó sentir
sobre todo en el centro y en las islas, podrían mencionarse otras más.
En la Italia meridional hay constancia de una liturgia campana',
que tendría como cabeza a Paulino de Nola (+ 431), autor de un Liber
sacramentorum'. Dicha liturgia se caracterizaba, entre otras cosas, por un
sistema de lecturas propias. Sigue incluso hoy siendo objeto de
investigación, sobre todo por parte de Klaus Gamber. Están igualmente
comprobados específicos usos litúrgicos para Capua, por el famoso
Codex Fuldensis de los evangelios', y en especial para Benevento Como
es lógico, no fue ajeno a ciertas características propias de las liturgias
aludidas el centro benedictino de Montecassino, si bien su influjo iba a
hacerse sentir después con mayor fuerza. Pero tales liturgias experimentaron
también la influencia del próximo Oriente bizantino. Y es indiscutible,
finalmente, cómo Nápoles, sin aludir a otros centros,
atestigua tal florecimiento de usos litúrgicos locales, que no podrían fundirse
ni confundirse con los claramente distintos usos romanos. Son asimismo
notoriamente importantes los rollos pascuales en uso en la Italia meridional,
con sus típicas peculiaridades.
En la Italia septentrional además de la liturgia ambrosiana, de la que
vamos a hablar por extenso y cuyo influjo se dejó sentir en casi todo el ámbito
septentrional italiano (regio romana decima), deben señalarse: la
liturgia aquileyense, con Rufino, que nació y vivió en Aquilea (345-410)
y nos ha dejado la fórmula del credo bautismal; con Fortunaciano (+
después del 360), que compuso un índice de perícopas titulis ordinatis;
con el obispo Valeriano, que escribe a Ambrosio: "Alexandrinae
ecclesiae semper ordinem dispositionemque tenuimus"
(PL 16,949), y con la obra pastoral y
litúrgica de Cromacio de Aquilea: también esta liturgia es objeto de
frecuentes estudios, ignorándose todavía los tesoros que encierra; la liturgia
ravenense, con el testimonio de un libro litúrgico antiguo —el Rotulus
de Rávena— y la obra de Pedro llamado Crisólogo (ca. 425-ca. 451) y de
Maximiano (546-557), con su Liber sacramentorum. Pero existen también en
esta época otros centros impulsores de la transmisión de la fe a través de sus
típicos usos litúrgicos. Pueden evocarse Verona —con Zenón (362-372 ó
382),—, ciudad que llegará a ser conocida por su
scriptorium de libros litúrgicos; Vercelli, con Eusebio (+ 371);
Turín, con Máximo (+ ca. 423)' ; Pavía, con Ennodio (514-521). Del
análisis interno de los escritos de estos padres puede deducirse la existencia
de usos litúrgicos típicos, propios de las iglesias dirigidas por ellos.
Con la necesidad de conducir a la fe católica a las diversas agrupaciones de
poblados arrianos y con la urgencia de restablecer usos y costumbres cristianos,
en el Valle paduano se experimentará la influencia del centro monástico de
Bobbio, con Misal" y Ritual" propios, notablemente contaminados por la
liturgia galicana (de ahí la liturgia galicano-bobbiense "). Columbano
(543-615) y sus monjes procedían de Irlanda, donde era usual el rito céltico, y
habían pasado por Luxeuil, en Francia, y por San Gallo, en Suiza, llevando
consigo a Bobbio usos litúrgicos ultraalpinos. Igualmente y por obra de los
monjes se extenderían más allá de los Alpes usos y textos litúrgicos ambrosianos
que tales monjes habían encontrado ya vigentes en los puntos geográficos de sus
actividades. Se hacen, pues, sentir no poco lós influjos litúrgicos monásticos,
sobre todo los monástico-benedictinos".
Entre todas estas liturgias itálicas, la única hoy superviviente, junto con la
romana, es la ambrosiana.
b) Desde los ss. X-XI hasta el concilio de Trento. A partir de los ss.
vii-viii, las antiguas memorias litúrgicas que logren sobrevivir se
fundirán con las aportaciones culturales de los nuevos pueblos establecidos
principalmente en el sur y centro de Italia, así como de otros pueblos más,
instalados en la parte meridional y en las islas: piénsese en los normandos y en
las colonias de griegos y de albaneses, así como en la difusión del monaquismo
oriental por obra, sobre todo, de los basilianos (Nilo
[+ 1005] y seguidores). Por factores de diversa
índole, no siempre, por tanto, ni sólo religiosos, y debido a la serie de
personalidades, con el consiguiente flujo de acontecimientos políticos, durante
este período aparece el mapa litúrgico italiano mucho más diversificado que en
la denominada época antigua.
En la Italia meridional y en Sicilia puede comprobarse la
presencia de la liturgia bizantino-itálica, que aún perdura hoy [->Orientales,
Liturgias, V, 9]. Existen usos litúrgicos locales, fruto de resabios
litúrgico-redaccionales y de fusiones con peculiaridades afines a la liturgia
romana, pero siempre distintas de la liturgia usual en Roma, que permiten hablar
de usos litúrgicos panormitanosd0; como hay, además, centros menores", con la
producción de libros litúrgicos, objeto todavía hoy de estudio, que atestiguan
ritos particulares. Durante este período es cuando quedan codificados usos
anteriormente aludidos2.
En la Italia septentrional, mientras se mantiene, por una parte, la
tradición ambrosiana, la influencia, por otra, de la liturgia romana, potenciada
también con las directrices impuestas por Carlomagno, provoca la desaparición de
las liturgias ravenense, con la modificación de situaciones geográficas y
políticas'', y aquileyense, con
la sumisión de Paulino de Aquilea (+ 802) a las normas carolingias. Pero hay
también algunos centros donde, con usos, tradiciones y peculiaridades, se
consolidan los denominados ritos o liturgias medievales. Recordemos aquí la
tradición valdostana, los focos litúrgicos de Ivrea y Novara,
así como la liturgia eusebiana, que sigue manteniendo su centro en
Vercelli y sus contornos. En esta época es cuando los diversos scriptoria
dan origen a los usos litúrgicos caracterizados por la fusión de los ritos y
oraciones más dispares, cuyo origen obedece a contactos culturales o se debe al
lugar de origen o de formación de los obispos, a los influjos monásticos (muchos
obispos procedían de monasterios). Señalamos algunos de sus centros: Verona,
que mantiene la tradición anterior y el poder"; Trento, que bajo
distintas influencias ultraalpinas es, como Verona, núcleo de intercambios
culturales y cultuales; centros potenciados por la presencia
de abadías como Nonantola y
Pomposa, que son a su vez, con otros
centros monásticos, focos y lugares de irradiación de típicas tradiciones
litúrgicas. Y nada decimos de otros centros menores.
Es también ésta la época de lasliturgias particulares de órdenes monásticas y
mendicantes. Recuérdese a los silvestrinos, cistercienses, certosinos y
premostratenses, que contaban con usos litúrgicos, calendarios, salterios,
disposiciones de perícopas bíblicas, ritos, etc., especiales". No se pueden, de
igual modo, olvidar los usos litúrgicos de los dominicos, ni
posteriormente los de los servitas, como tampoco la obra de difusión, y
anteriormente de amalgama, de los mismos usos romanos, bajo la guía de los
franciscanos.
La diversidad de ritos en una misma ciudad o diócesis es un hecho reconocido
incluso por el IV concilio de Letrán (1215), que con su can. 9 no pretende
eliminar por entero tal diversidad, sino sólo mantener la unidad de la fe y de
la disciplina bajo un único obispo. Este debe proveer y contar con personal
competente para la celebración de los sacramentos según los diferentes ritos. La
necesidad pastoral obligará a traducir partes de los libros litúrgicos a una
lengua asequible al pueblo. Ante el abandono, por parte de la gente, de la
liturgia oficial celebrada en latín (ya incomprensible), el impulso devocional
dará origen a las formas denominadas de sustitución de la liturgia y al
auge de las devociones populares.
Debido a la imprenta, con la que también los libros litúrgicos aumentaron su
difusión, así como a las cambiantes condiciones culturales y a las disposiciones
de la cuarta sesión del concilio de Trento, que, para salvaguardar el
depositum fidei, intentó abolir todos los ritos litúrgicos que no
se remontasen a una determinada época, van a ir progresivamente desapareciendo
las distintas tradiciones litúrgicas locales itálicas; la tradición
ambrosiana va a ser una excepción.
c) Desde Trento hasta la reforma litúrgica actual.
Se ha solido hablar de la existencia de un fixismo litúrgico
postridentino; pero ello no responde enteramente a la verdad. Se puede hablar de
fixismo, pero sólo en un sentido determinado. En efecto, hasta fines del siglo
pasado e incluso hasta la promulgación del CDC (1917), aquí y allí, por toda
Italia, estaban vigentes, por ejemplo, rituales específicos para la
administración de los sacramentos y sacramentales así como abundantes
apéndices a los Misales con sus misas propias para las distintas diócesis. El
mismo Missale Romanum de Pío V incluso casi un siglo después de haberse
promulgado no se usaba todavía en parroquias del Apenino central. Además, en
algunas partes el josefinismo trataba también de hacer sentir su influencia en
materia litúrgica. Las contraintervenciones de la iglesia se justificarán, pues,
por tales hechos, que deben sin embargo ser bien estudiados. En todo caso,
Italia contará durante este período con eminentes especialistas en liturgia.
Alguna resistencia se puso, en el siglo pasado y a principios del actual,
por parte del Dicasterio de la Curia romana competente in re liturgica, a
la única liturgia distinta de la romana, es decir, a la ambrosiana. Ello no fue
ningún mal, ya que obligó a los estudiosos de la liturgia ambrosiana (entre
ellos figuraba también mons. Aquiles Ratti, futuro Pío XI) a emprender una
escrupulosa revisión de los libros litúrgicos, en especial del Breviario y Misal
ambrosianos, cuyas ediciones típicas 64 han estado en uso hasta la
actual reforma posconciliar. [ ->Liturgias locales
antiguas].
2. LA LITURGIA AMBROSIANA. Hemos utilizado hasta ahora indistintamente los
términos: rito, ritos, liturgia, tradiciones litúrgicas, sin haber dado
previamente ninguna clarificación terminológica, que también nosotros —siguiendo
una afirmación de C. Vogel— creemos oportuna. Para evitar confusiones, se ha de
tener presente que rito ambrosiano encierra un sentido más amplio que
liturgia ambrosiana. Rito ambrosiano es expresión peculiar de la vida de la
iglesia ambrosiana y comprende el conjunto de normas y usos cultuales, jurídicos
y administrativos propios de las iglesias locales que consideraban como cabeza a
la iglesia metropolitana de Milán. Se distinguirían aquí diversas etapas, a lo
largo de las cuales llega a formarse el rito ambrosiano y a gozar de típicas
autonomías jurídico-eclesiales dentro del Occidente cristiano. Una de esas
etapas va estrechamente vinculada a la existencia y actividad de escuelas
eucológicas que crearon o tomaron de otras fuentes los formularios de oraciones
y el conjunto de ceremonias para la liturgia local. Por liturgia ambrosiana
entendemos, pues, dentro de este contexto, todo ese específico depósito
eucológico y el estilo de celebración de los actos litúrgicos en las iglesias
locales que giraban en torno a la iglesia metropolitana de Milán. Con el correr
de los siglos y por motivos (políticos, religiosos, creación de nuevas diócesis,
antagonismos, etc.) que no vamos ahora a analizar, el territorio de la
liturgia ambrosiana vino a reducirse a la archidiócesis casi entera de Milán,
con alguna que otra localidad de otras diócesis
a) Sus orígenes. Según testimonio del Liber
Notitiae Sanctorum Mediolani, escrito entre 1304 y 1311, que utilizó fuentes
antiguas, sabemos que el obispo milanés Simpliciano (+ 401) llegará a completar
el cargo ubi sanctus Ambrosius non impleverat,
y que otro obispo también milanés, Eusebio (449-ca.
452), llegó a componer multos cantus ecclesiae siguiendo las huellas de
san Ambrosio (374-397). El biógrafo Paulino atestigua que con Ambrosio se
introdujeron por primera vez en la iglesia de Milán antiphonae, hymni ac
vigiliae. En efecto, Ambrosio utilizó el canto litúrgico popular alterno
y compuso otros textos litúrgicos, entre los que (tal vez) figura una
laus cerei. Se denomina, pues, liturgia ambrosiana no sólo la
realmente utilizada por san Ambrosio, sino también la que figura bajo su nombre.
Por lo demás, ha existido siempre la convicción de que en la iglesia milanesa
Ambrosio era el primus, id est maximus, metropolitanam regens cathedram ".
Así es como la expresión pronunciada por Ambrosio en un sermón sobre la
herencia recibida de sus predecesores Dionisio (349 apte.-360 apte.), Eustorgio
(+ ca. 349), y Mirocles (+ ca. 316): Atque omnium retro fidelium episcoporum,
sin duda se le puede después aplicar a él mismo: la iglesia de Milán posee
la herencia de Ambrosio. Por tanto, después de él, todo lo concerniente a la
iglesia de Milán no puede menos de ser ambrosiano, por más que, la
aplicación del adjetivo ambrosiana a la iglesia milanesa corresponda
únicamente a una carta del papa Juan VIII en el año 881 (si bien ya Gregorio
Magno [590-604] se había dirigido a los eclesiásticos milaneses con la expresión
sancto Ambrosio deservientibus clericis76).
Por encima de estas afirmaciones queda, sin embargo, abierta todavía una
cuestión: cómo y cuándo tuvo origen la liturgia ambrosiana y cuáles
son las raíces de sudepósito eucológico en su primitiva formulación.
Sin entrar en detalles, mencionemos las opiniones sobre el particular.
Pueden reducirse a las siguientes. La liturgia ambrosiana es de origen
oriental: opinión sostenida, por ejemplo, por Duchesne y por Léjay y que
está avalada por estudios de Cattaneo y otros más recientes de Alzáti; puede
encontrar un apoyo posterior en el hecho de los frecuentes contactos entre Milán
y Oriente, ya directamente (intercambios comerciales, presencia de gentes
greco-orientales en Milán, cuestiones políticas relacionadas con la división del
imperio romano, etc.), ya indirectamente mediante relaciones de Milán con Rávena
y Aquilea', ciudades que a su vez (sobre todo Rávena) formaron anillos de
comunicación con Oriente. Otros, los más, sostienen que la liturgia ambrosiana
tiene origen romano: Probst, Ceriani, Magistretti, Cagin, Magani, Cabrol,
Battifol, Jungmann, etc. Se basan ellos, entre otras razones, en la afirmación
de san Ambrosio: In omnibus cupio sequi ecclesiam romanam, sed tamen et nos
hominis sensum habemus ". Permítasenos observar que no podría aducirse tal
afirmación para establecer irrefutablemente la romanidad de la liturgia
ambrosiana: las pruebas aducidas por la opinión contraria —cantos, antífonas,
sistemas de elección y de disposición de las perícopas bíblicas, fórmulas de
profesión de fe (credo) en la celebración eucarística, etc.— son datos
reales que emparentar la liturgia ambrosiana con Oriente más que con Roma.
Pero hay algo que sigue siendo cierto: 1) La liturgia ambrosiana posee tal
unidad específica que aparece como una realidad consistente en sí misma:
sistemas de lecturas bíblicas", eucología, tonalidad de temáticas
teológico-litúrgicas típicas', estructura del año litúrgico del santoral de la
heortología, paralelos a la correlativa formación de sus libros
litúrgicos y de sus ceremonias propias, la caracterizan como liturgia especial
dentro del Occidente cristiano. 2) Vale también para la liturgia ambrosiana lo
apuntado anteriormente [-> I,
1, a] acerca de la unidad originaria de todas las liturgias antiguas, que
derivan de un único y primitivo tronco judeo-cristiano. Se debiera aquí tener en
cuenta que el primer obispo de Milán, Anatalón, ejerció allí su ministerio entre
finales del s. II y comienzos del III. Durante aquella época, ¿se celebraba en
Milán la liturgia en lengua griega o ya en la latina? E igualmente, ¿estaba
constituido en Milán el primer núcleo de cristianos por orientales o no? 3) Es
indudable que la liturgia ambrosiana no puede catalogarse entre las liturgias
galicanas, contra lo que se lee en algunos libros y no sólo de siglos pasados.
b) Ambiente en que se formó. Las peculiaridades de
la liturgia ambrosiana habrán igualmente de buscarse dentro del cauce teológico
de su formación, que tendrá lugar bajo un influjo de factores internos y
externos. Recordemos solamente los principales: 1) La honda matriz de la
liturgia ambrosiana es el antiarrianismo; en su origen e instauración (ss. iv-v),
en su desarrollo (ss. vI-vii) y en su consolidación (ss. viii-ix) hubo de luchar
siempre contra el arrianismo: el puro (ss. Iv-v), el bárbaro —longobárdico— (ss.
vi-vii) y sus epígonos (ss. viii-ix); lo cual dejó impreso en ella un fuerte "cristocentrismo"
que se reforzará durante el cisma de Acacio (484-519), frente al cual los
obispos milaneses se muestran incondicionalmente solidarizados con el pontífice
romano. Después de la denominada cuestión de los Tres Capítulos, que a través de
enmarañadas implicaciones teológicas y políticas llevó a una serie de obispos,
desde Vital (552-556) hasta Lorenzo (573-592), a adherirse al cisma, los obispos
católicos de Milán, fieles a la ortodoxia —después de su regreso del exilio
voluntario de Génova (571-649), al que se habían acogido para evitar las
matanzas de los longobardos—, progresivamente (desde el 670 se había extinguido
todo espíritu separatista) van recuperando las posiciones de una catolicidad de
la fe más genuina que nunca. Todo ello influyó en la elaboración de
fórmulas y formularios de la liturgia ambrosiana, que contienen ricas
consideraciones en torno a la persona de Cristo: encarnación del Verbo,
nacimiento virginal, humanidad-divinidad de Cristo; y, consiguientemente,
veneración de la siempre Virgen y Madre de Dios, María. 2) Los frecuentes
contactos entre Milán (merced a su centralidad, fue ya desde la
antigüedad lugar de intercambios culturales y comerciales) y otros centros
culturales explicarían ya los híbridos orígenes de la liturgia
ambrosiana, ya sus diversas estratificaciones y contaminaciones, ya
las múltiples coloraciones teológico-litúrgicas y litúrgico-espirituales que
en ella se pueden descubrir. Lo cual, sin embargo, no significa eclecticismo; es
más bien testimonio de polifacéticas riquezas presentes ya en la liturgia
ambrosiana antigua y transmitidas de generación en generación hasta hoy. Los
investigadores han descubierto huellas influyentes, contaminantes,
enriquecedoras, así como intercambios con Oriente, a través de dos
específicos centros culturales, anteriormente apuntados (Rávena y Aquilea); con
Africa occidental (Cartago, Tagaste, etcétera) y oriental
(Alejandría) ; con España y posteriormente con el territorio transalpino,
a través de monjes iroceltas, o de la denominada reforma carolingia; con
Roma, de la que depende la progresiva romanización de la liturgia
ambrosiana.
c) Diversas estratificaciones de su redacción. Si
después de Ambrosio todo lo concerniente a la iglesia de Milán no puede sino ser
ambrosiano, se explica el esfuerzo de los estudiosos por señalar en las fuentes
manuscritas de aquella liturgia —cuyos testimonios llegados hasta
nosotros se remontan casi por entero al s.
I y siguientes— todo lo que es redaccionalmente
observable en la época de Ambrosio, para distinguirlo de cuanto pertenece a la
época de la codificación definitiva durante el renacimiento longobárdico o a la
época de la recodificación ampliada durante la reforma carolingia.
Teniendo en cuenta la corriente teológica y el
ambiente de la formación de la liturgia ambrosiana, se comprenden mejor sus tres
grandes y comprobadas estratificaciones redaccionales. Se descubre en ellas el
progresivo enriquecimiento del primitivo núcleo ambrosiano. La primera
redacción se remonta al s. (Iv) v: ha sido identificada por Paredi y algún otro.
La segunda redacción, como base de los estudios de Heiming y de Triacca,
tiene su apogeo en el s. vii. La tercera redacción es la carolingia (ss. Ix-x),
que, según los estudios de Borella, Cattaneo y otros, atestigua una progresiva
romanización, obligada, pero también una mas sólida cristalización de la
liturgia ambrosiana. Desde un punto de vista formal se pueden, pues,distinguir
en la liturgia ambrosiana una pura y neta liturgia, atestiguada por la primera
redacción y en parte por la segunda, y otra contaminada (por influencias
romanas, monásticas, etc.) atestiguada especialmente por la tercera redacción.
Más aún: la pluralidad expresivo-interpretativa que
entre los ss. (IV) v-ix (x) llega a crearse en el seno de la liturgia ambrosiana
nos dice que —aun vivificándose y revistiéndose de distintas expresiones
litúrgicas o contaminándose con las más próximas con el paso de una a
otra generación o con la serie de culturas heterogéneas (itálico-romanas,
bárbaro-longobardas, carolingia)—la única tradición litúrgica ambrosiana
salva lo que perennemente se remite a su temperies originaria. La cual
debe recogerse y reflejarse no tanto en el ceremonial o en las diferencias
celebrativas por relación a otras tradiciones, cuanto en las distintas temáticas
sobre el misterio de Cristo, centro de salvación del cosmos y del hombre, y en
la incisividad de su contenido, que a la densidad conceptual, unitariedad y
plenitud teológica une un estilo que puede parecer redundante por relación a la
concinnitas de la liturgia romana, pero que mantiene la concisión
expresiva propia del Occidente litúrgico
d) Sus reformas y revisiones. Todo lo dicho es una constatación de algo
que merece subrayarse: la supervivencia y el periódico retorno a la cresta de la
ola de la liturgia ambrosiana, la única, entre las distintas liturgias
occidentales antiguas (africana, galicana, visigótico-hispánica, etc.) —salvo la
por desgracia sólo esporádica supervivencia de la mozárabe "que ha podido
salvarse hasta hoy como liturgia particular de toda una iglesia local y ha
seguido en todo momento con vida propia. Esta constante presencia y fiel
transmisión a través de los siglos no deja de ser un hecho del todo singular. La
reflexión es del profesor Alzati, quien, constatando la serie de las condiciones
socio-políticas que afectaron al área de la difusión de la liturgia ambrosiana a
través del tiempo, sigue diciendo: "... han sido realmente muchos siglos: hemos
tenido godos, bizantinos, longobardos, francos, el imperio medieval y,
posteriormente, en la edad moderna, las sucesivas dominaciones extranjeras:
franceses, españoles, los Habsburgo de Austria, la revolución y Napoleón,
nuevamente los Habsburgo y después el Estado piamontés; las instituciones
civiles desaparecieron con el tiempo, las mismas instituciones eclesiásticas
fueron experimentando notables transformaciones, mientras que la liturgia
ambrosiana, únicamente ella, se ha conservado y mantenido. Un fenómeno que no
puede menos de hacer pensar. Y, en el caso presente, pensar en serio, sabiendo
que la liturgia ambrosiana sobrevive en virtud de su misma vitalidad, por la que
se adapta al genio de los pueblos que la celebran y de los que, a su vez, sabe
asimilar lo que es asimilable. Por eso el tema que afrontamos en este párrafo
quiere ser, más que una expresión de hechos históricos, una reflexión
global sobre el paso de la unidad originaria (¿con Roma y/o con el Oriente o con
el primitivo tronco judeo-cristiano?) a aquella pluralidad
expresivo-interpretativa, que desde antiguo considera la liturgia ambrosiana
como un unicum [->supra, a]
en el conjunto de las liturgias occidentales en general y de las liturgias
itálicas [->supra, 1, 1] más en particular.
Es cierto que los cambios, influencias y contaminaciones con otros centros
cultuales y culturales que puedan encontrarse en la estratificación redaccional
[->supra, c] se deben confrontar con otro fenómeno no litúrgico, típico
también de la liturgia ambrosiana hasta la reforma posterior al concilio de
Trento; es decir, con el fenómeno de la multiplicidad sincrónica, en el ámbito
de la misma liturgia ambrosiana, de otros formularios para la celebración
eucarística de una misma fiesta litúrgica'" o para la celebración de un mismo
sacramento'°'. A nuestro juicio, la reforma carolingia, al influir en la
liturgia ambrosiana, la vivifica, por una parte, obligándole a tomar conciencia
refleja de su propia peculiaridad, y acelera, por otra, en ella el paso desde la
pluralidad expresivo-interpretativa hasta la uniformidad ritual. En efecto, la
renovación de los manuscritos, la sistematización ceremonial
codificada en los ss. x-xii y siguientes, el método de selección y copia de
otros fragmentos eucológicos extra-ambrosianos, la sutura de formularios
litúrgicos, etc., no son sino determinantes propios de las diversas revisiones o
reformas de la liturgia ambrosiana.
Entre las reformas antiguas podemos catalogar la correspondiente a la segunda
estratificación redaccional (s. vn); no tenemos pruebas, a no ser las del
análisis interno de los textos litúrgicos (cuya codificación, repetimos, se
remonta al s. ix y siguientes) —y sin recurrir al hecho discutido y discutible
aducido por la crónica milanense de Landolfo Seniore, a saber: que en tiempos
del arzobispo Constancio (593-600) el papa Gregorio Magno se había interesado
por el rito ambrosiano- y las de otros datos: el testimonio del Versus de
mediolana civitate (siendo arzobispo Juan el Bueno [641-669], que pone fin
al exilio de los obispos milaneses en Génova), según el cual la ciudad, desde el
punto de vista litúrgico, era pollens ordo leccionum, cantilene, organum,
modolata psalmorumque conlaudantur; la cultura del arzobispo
Mansueto (676-685); la producción de Benito (685-721); la Expositio officium
matutinale, atribuida a Teodoro II (732-746). A tal producción litúrgica
seguiría la acción igualmente litúrgica de Pedro 1 (784-803), señalando a Arnón,
obispo de Salisburgo, como ejemplo digno de imitación en una carta de Alcuino,
el artífice de la reforma litúrgica carolingia: Pedro de Milán sería
autor (?) de una Expositio missae ambrosianae; el Liber de Baptismo
de Odelberto (805-812); etc. Tales datos atestiguan un tipo de reforma
litúrgica ambrosiana anterior a la reforma carolingia propiamente tal y
continuada por esta última. Por otra parte, el dualismo que incluso se había
creado en la vida eclesiástica ambrosiana (alto clero y parte de la población en
Génova, otros en Milán; presencia en Milán y territorios limítrofes de
heterodoxos arrianos y cismáticos al lado de ortodoxos católicos) y la
penetración en el valle del Po de monjes rocélticos con diferentes usos
litúrgicos, no sólo no llevaron a la escisión o a la descomposición
de la liturgia ambrosiana, sino que incrementaron su uso y radicalizaron la
ininterrumpida continuidad de sus tradiciones. Entre otras cosas, es del s. ix
el más antiguo evangeliario ambrosiano, conocido como Capitular de Busto Arsizio
En correlación con la tercera redacción tenemos la denominada reforma
carolingia, promocionada desde fuera y debida a factores extraños a la liturgia
ambrosiana. Su resultado fue la consolidada supervivencia y continuidad de la
misma, que entonces experimenta notables influencias romanas, tanto en el
calendario como en los formularios para la celebración eucarística 16. Pero se
experimentan igualmente las influencias de usos monástico-benedictinos: tenemos
testimonios de códices litúrgicos ambrosiano-monásticos'. Una cosa es cierta: la
reforma carolingia, que podría considerarse como un fraude legal en la liturgia
ambrosiana, creó en los ambrosianos una conciencia tan refleja sobre el tesoro
de que eran depositarios, que el resto del medievo y el renacimiento atestiguan
reformas, revisiones, restauraciones, innovaciones de notoria importancia.
Baste recordar la floración de los sacramentos y misales ambrosianos. El único
verdadero sacramentario (libro litúrgico para la celebración de la misa carente
de fragmentos escriturísticos, para los que se recurría a los leccionarios,
evangeliarios, etc.) ambrosiano está escrito por el arzobispo Ariberto
(1018-1045). Poseemos después el misal-sacramentario de Bérgamo, los
de Biasca, de san Simpliciano en Milán, de Lodrino,
de Bedero, de Armio, de Venegono, de Vercelli, etc.
Destaca, además, a principios del s. xii el paciente trabajo de Beroldo,
el superintendente y custodio de las luces de la iglesia metropolitana,
que codificó el Ordo et ceremoniae ecclesiae ambrosianae mediolanensis.
Poseemos igualmente el Ordo missarum; la descripción de cómo se
desarrollaba la liturgia de las horas canónicas; de cómo se celebraban las
vigilias de las grandes festividades; cuáles fueron las fiestas menores; el
calendario, los usos para los diferentes tiempos litúrgicos, etc. Tenemos
después los manuscritos relativos a la liturgia de las horas y a la celebración
de los otros sacramentos (además de la eucaristía): el conjunto total viene
testimoniado en el "Liber manualis" secundum institutionem ambrosianae
ecclesiae, usado en la canonjía del Valle Travaglia (Varese), y en el
Pontifícale in usum ecclesiae mediolanensis. Es éste el período del
reflorecimiento de la liturgia ambrosiana, que se debe a los esfuerzos de los
liturgistas de la época. Piénsese en la labor del ya mencionado Beroldo:
puede, a primera vista, parecer una simple codificación de lo que durante su
tiempo era usual en el reducido ámbito de la iglesia metropolitana donde él
prestaba sus servicios; pero a partir de él (hasta la reforma hoy en
marcha) habrá que aludir ya siempre a la cristalización o formalización
beroldiana. Tampoco puede silenciarse el Liber celebrationis missae
ambrosianae, escrito alrededor de 1220 por Juan Bartolomeo de Guercis de
Melegnano, rector de la iglesia de San Víctor de Puerta Romana 125, así como la
composición de formularios de misas, oficios e himnos por obra de Ulrico
Scaccabarozzi (+ 1293), preboste de San Nazario de Brolio. Como no se pueden
tampoco ignorar la reformatio et instauratio missae ambrosianae realizada
por el arzobispo Francisco de Parma (1296-1308) o la constitulio
archiepiscopalis edita circa reformationem officii del arzobispo Francisco
II Piccolpasso (1435-1443).
Con la aparición de la imprenta, las revisiones de la liturgia ambrosiana se
miden por las distintas ediciones de sus libros. Comenzando por los incunables
del Misal (1475 y 1482) y del Breviario (1475), con el card. Esteban Nardini
(1461-1484), y terminando por las últimas ediciones iuxta typicam de los
libros litúrgicos latinos, con el card. Alfredo Ildefonso Schuster (1929-1954),
se realizaron siempre retoques, aportaciones o defoliaciones, revisiones o
verdaderas reformas'. Las más importantes son las que tuvieron lugar después del
concilio de Trento por obra de san Carlos Borromeo (1560-1584), quien, para
renovar la liturgia ambrosiana, fundó la Congregación de Ritos. A él se
deben la edición reformada del Breviario Ambrosiano de 1582 y la preparación de
la del Misal y Ritual. La reforma postridentina será ultimada por el card.
Federico Borromeo (1595-1631). Con el card. José Pozzobonelli (1744-1783) se
elaborará una edición del Misal —editado a continuación del denominado
Missale Ambrosianum Duplex, vigilado por Ratti-Magistretti sobre el trabajo
de Ceriani— que servirá para la preparación de la edición típica de 1902, con el
card. Andrés Ferrari (1894-1921). Es en la época del card. Ferrari cuando, por
obra de los encargados del Duplex y. de otros, la Milán
litúrgica toma críticamente conciencia de sí misma e injerta la propia
liturgia en el cauce vivo del movimiento litúrgica". Con el cardenal Schuster,
rodeado por un equipo de estudiosos y de especialistas en historia de la
liturgia, en canto ambrosiano y en pastoral litúrgica, nos encontramos con el
florecimiento de la última fase de la liturgia ambrosiana en lengua latina.
Después de la simplificación de las rúbricas y la adaptación del horario de las
celebraciones de la semana santa o Authentica con el card. Juan Bautista
Montini (1954-1963), en conformidad y sintonía con las reformas paralelas de la
liturgia romana, se cierra un capítulo glorioso de la liturgia
ambrosiana, la cual está hoy viviendo la hora de su reforma posconciliar.
Una vez que el Vat. II, por razones pastorales, fruto éstas a su vez del
movimiento litúrgico, ratificó los principios de la reforma, también para la
liturgia ambrosiana transcurrió más de un lustro durante el cual su primera
preocupación fue preparar la traducción oficial de los libros litúrgicos: se
podía ya utilizar la lengua italiana, abandonando la latina. Este abandono del
latín asestó, sin duda, un golpe de gracia a la tradición del canto fijo o canto
litúrgico ambrosiano, que incluso había experimentado un renacimiento
con el card. Ferrari y posteriormente
con el card. Schuster mediante la edición revisada de los cantorales y el
relanzamiento del Pontificio Instituto ambrosiano de música sagrada. El
entusiasmo, incluso, por el arte sacro había visto en 1921 el nacimiento de la
Escuela superior de arte cristiano Beato Angélico. Durante el período que
estamos analizando, tan beneméritas instituciones marcaron una especie de compás
de espera y de reajuste.
Siguiendo las huellas de todo cuanto se ha venido
haciendo con la liturgia romana, también la ambrosiana tuvo su traducción ad
interim de los libros litúrgicos más comunes. Después de la traducción
oficiosa recogida en los llamados misalitos para uso del pueblo,
en 1966 vio la luz, primero en fascículos (de formato grande) y después en
bloque (de formato pequeño), la edición bilingüe del Misal Ambrosiano. Se
editaron también, en ediciones bilingües, los libros litúrgicos para la
celebración del bautismo y del matrimonio y para los funerales. Era tan sólo el
primer paso hacia la propia y verdadera reforma, de la que todavía no puede
hacerse historia, sino sólo un ensayo de cronohistoria, lo cual nos va a
permitir explicitar algunas peculiaridades de la actual liturgia ambrosiana.
Advertimos, sin embargo, desde el principio que las peculiaridades celebrativo-rituales
de la liturgia ambrosiana del pasado se han uniformado ya casi de forma total
con las de la liturgia romana.
1. BREVE CRONOHISTORIA DE UNA REFORMA EN MARCHA. Para tejer sintéticamente la
cronohistoria de la reforma de la liturgia ambrosiana actual, bastaría repasar
las intervenciones oficiales del cardenal G. Colombo hechas públicas entre el 28
de febrero de 1967 (discurso en la segunda sesión plenaria del Sínodo XLVI,
en el que se preparaba oficialmente la reforma litúrgica ambrosiana) y el
jueves santo, 15 de abril de 1976 (durante la misa crismal el arzobispo
entregaba a los sacerdotes y fieles el nuevo Misal Ambrosiano hasta entonces
elaborado). Rebasa los objetivos de una voz de diccionario entrar en detalles,
por más que no dejaría de ser útil y hasta necesario conocerlos para comprender
el espíritu de la reforma de la liturgia ambrosiana: remitimos a una muy lograda
síntesis' y a las monografías, citas, indicaciones de etapas, dificultades y
logros de la reforma, puntualmente recogidos por la revista Amb', y
especialmente a los artículos de Inos Biffi, que son no pocos. Aquí importa
destacar dos ejes en torno a los cuales gira la reforma en marcha.
a) Conciencia de la autonomía litúrgica ambrosiana, oscurecida por indecisiones
de diversa índole. El primer dato efectivo que
resalta en la crónica de hechos en torno a la reforma de la liturgia ambrosiana
es el agudo sentido de responsabilidad, en un careo entre la historia y la
iglesia, por evitar toda eventual supresión de la liturgia ambrosiana; sentido
de responsabilidad que se consolida con la progresiva toma de conciencia refleja
de que la autonomía de la santa iglesia ambrosiana en materia litúrgica no es
ni una extravagante improvisación de hoy, ni una obstinada
reivindicación de carácter "arqueológico", ni la expresión de una
autonomía excéntrica o autocéfala con relación al mundo litúrgico occidental o
latino-romano, sino un acontecimiento eclesial de primera importancia. En
efecto, la supervivencia de una liturgia particular es un hecho eclesial que
lleva consigo una voluntad conservadora y, al mismo tiempo, un espíritu
renovador. Estas dos intenciones unidas entre sí son un proprium
de la iglesia puesta en el mundo para transmitir el depositum fidei
desarrollándolo y profundizándolo, adaptándolo incesantemente a los hombres a
quienes está destinado, según el genio, carácter y condiciones culturales de un
pueblo particular. Esta toma de conciencia por parte de los ambrosianistas ha
crecido y madurado tanto, que ha llegado a superar un doble frente de objeciones
teóricas y prácticas aparecidas en revistas y semanarios durante el decenio
1965-1975 y que no han desaparecido aún hoy del todo.
Las objeciones teóricas, de diversa índole y con distinto origen (en
ocasiones, suscitadas por personas ideológica y sobre todo espiritualmente
distanciadas de la archidiócesis milanesa), se pueden sintetizar así: La reforma
conciliar no pretende crear una nueva liturgia, ni romana ni ambrosiana; la
liturgia ambrosiana hoy no tiene razón de ser, ya que la mentalidad y
espiritualidad ambrosianas no deben ser distintas de las de otras diócesis
italianas, ni exigir, por tanto, una expresión litúrgica particular; la liturgia
ambrosiana es una visión arcaica que queda superada, un obstáculo a la
participación litúrgica de una población hoy sumamente heterogénea.
Se intenta reforzarlas objeciones teóricas con otras objeciones
práctico-operativas, que pueden resumirse así: En el mundo litúrgico
occidental hay una cierta tendencia que está postulando uniformidad;
dificultades económicas para contar con libros litúrgicos propios y con sus
respectivos subsidios catequético-pastoral-litúrgicos; búsqueda de fáciles
acomodaciones uniformantes de la liturgia ambrosiana con la romana; en la época
actual, caracterizada por incesantes inmigraciones, una liturgia particular
distinta choca con su insuficiencia pastoral; la civilización industrial, que
con el turismo funde y confunde las masas de fieles, tiene otras exigencias; la
presencia de los religiosos que siguen la liturgia romana dentro de la
archidiócesis ambrosiana; las islas de Monza y Treviglio, que, aun dentro
del ámbito ambrosiano, usan la liturgia romana; etc. Todo esto hacía pensar en
la abolición de la liturgia ambrosiana. Son los años de incertidumbre, como los
definía en 1976 el card. Colombo, quien había, sin embargo,
demostrado su firme e irrevocable propósito de mantener la liturgia ambrosiana y
reformarla, desde 1967, al afirmar que el rito ambrosiano es "una riqueza de
nuestra tradición que a ningún precio consentiremos perder". Con lo que daba una
regla de oro para orientar dicha reforma: "Conservar y vivificar con
conciencia amorosa y llena de celo todos los valores connaturales del rito
ambrosiano",con un compromiso táctico: "Ninguna diferencia inútil con
respecto al rito romano en el leccionario, en el diálogo litúrgico, en los ritos
y en el canto que, no esté rigurosamente exigida por la índole misma
del rito ambrosiano. Se trata sustancialmente de salvar el depósito eucológico.
En efecto, la eucología, la palabra litúrgica sigue siendo hoy el
elemento y el medio transmisor de contenidos que caracteriza y determina lo
specificum de la liturgia ambrosiana
b) "Conservar y renovar" sobre la base de una bien entendida
creatividad. La actual liturgia ambrosiana, aun conformándose no poco con la
liturgia romana, salva la propia identidad al responder a un instinto de
conservación dentro de la renovación. La auténtica renovación gira sobre una
bien entendida creatividad eucológica, dentro de una fidelidad al depositum
fidei y a las necesidades de los fieles "Conservar y renovar
el rito ambrosiano": lo escribía el cardenal Colombo en carta al
clero y pueblo ambrosianos el 21 de noviembre de 1970 que nosotros definimos
como carta magna de la nueva liturgia ambrosiana. En ella se refleja el
pensamiento del maestro de ceremonias ambrosiano ya anteriormente y en distintas
ocasiones ilustrado por el mismo cardenal Colombo y,sobre el que
había de volver después, incluso en la introducción al Nuevo Misal Ambrosiano
(NMA)'". En tales intervenciones aparecen ya una constatación, unos sólidos
principios y una "voluntad férrea" dispuesta a pasar de la teoría a
la práctica.
Una constatación: las razones y motivaciones aducidas desde no pocas
partes para la supresión de la liturgia ambrosiana, contrastadas con las que
abogan por su conservación y su incremento, parecen débiles y frágiles. Poco
consistente, en especial, es la objeción de la movilidad de los fieles y de las
diferencias que éstos encuentran en la celebración eucarística. En la misma
liturgia, romana, tal celebración tiene igualmente lugar con matices y tonos tan
distintos que (por ejemplo, en los años 70) —es una reflexión personal— la
diferencia entre Turín, Bolonia y Nápoles era mayor que entre Roma y Milán.
Unos sólidos principios: la liturgia ambrosiana encierra valores tan
notables, que bastan para justificar su existencia en la iglesia de hoy:
debiendo conservarse y hasta incrementarse, debe igualmente renovarse, sin por
eso falsear su identidad; su supervivencia será conveniente para un sano
pluralismo litúrgico, cuyo promotor ha sido el Vat. II, así como por
motivaciones de un justo sentido de libertad expresivo-litúrgica y por razones
ecuménicas; conformarse a la liturgia romana, con la que convive, pero sin
uniformarse con ella; la uniformidad sería un absurdo empobrecimiento, por lo
que es menester una renovación sin nivelaciones; dentro de este esfuerzo
resaltará todo lo que en la liturgia ambrosiana es esencial, auténtico y
duradero, frente a lo que aparece, por el contrario, como secundario y caduco;
en una palabra: es necesaria una clara inteligencia, una bien entendida
creatividad.
Una "voluntad férrea" para pasar del campo teórico al práctico. Se creó
un comité para la reforma litúrgica; pero tuvo una vida muy corta y pasó "como
un meteoro por el cielo de la iglesia milanesa'. En efecto, el mismo card.
Colombo afirmará que "el carro no avanzaba ya; ¿qué podía hacerse razonablemente
sino apearse y recorrer solo algún trecho del camino, como una particular
experiencia explorativa? La experiencia explorativa se concretó en
determinados experimentos. En efecto,
se prepararon el Ordo Hebdomadae Sanctae
instauratus iuxta ritum ambrosianum el Missale Ambrosianum ab hebdomada 1
quadragesimae usque ad octavam paschae con su respectivo leccionario'; y
así, el competente Dicasterio romano aprobó inmediatamente, con procedimiento
especial cual conviene a una liturgia legítima y oficial como la ambrosiana,
todas las partes del NMA, primera etapa de la reforma actual. Como era
lógico, paralelamente tiene lugar la revisión del Calendario Ambrosiano. Los
años .1970-1976 fueron años de un asiduo trabajo, durante
los cuales se logró pasar del dilema "conservar o abolir" a una
simbiosis entre "conservar pero renovando" y "renovar pero conservando".
Desde 1976 hasta hoy la archidiócesis milanesa viene editando los libros
litúrgicos ambrosianos renovados a tenor de las disposiciones conciliares.
2. AÑO LITÚRGICO Y CALENDARIO AMBROSIANOS. La
relación entre uno y otro es mutua. En efecto, realizada la revisión del antiguo
calendario, después de un período de fatigosa y no siempre unívoca gestación
(recuérdese, por ejemplo, la cuestión del adviento, que de seis domingos-semanas
pasó a cuatro y después, felizmente, de nuevo a seis) y después de
varios proyectos, siguiendo la línea del Calendario Romano, se confeccionó un
nuevo Calendario Ambrosiano, adoptado entre 1970 y 1973. A través de
múltiples vicisitudes, estudiadas por Dell'Oro, tales proyectos
desembocaron fundamentalmente en el Calendario
adoptado en 1974: definitivamente ratificado en 1976, y en
previsión de la edición del NMA, fue el primer paso de la reforma
definitiva de la liturgia ambrosiana. En el NMA se encuentran las
Normas generales para la ordenación del año litúrgico y del Calendario.
Sobre sus peculiaridades con respecto al calendario anterior a la reforma,
remitimos al estudio de Borella sobre el año litúrgico ambrosiano y al de
Marcora. sobre el santoral ambrosiano. Para describir ahora las características
del actual Calendario y, por tanto, la estructura del año litúrgico ambrosiano
en relación con la liturgia romana, nos servimos de la síntesis de Dell'Oro
y sobre todo de las aludidas Normas generales
para la ordenación del año litúrgico y del Calendario.
a) El ciclo "de tempore" se estructura sobre el Calendario litúrgico
romano de uso en Italia: la epifanía se celebra en el domingo coincidente entre
el 2 y el 8 de enero; la ascensión, en el domingo VII de pascua; la solemnidad
del Cuerpo y Sangre de Cristo, en el domingo que sigue a la fiesta de la
Santísima Trinidad. Pero el ciclo litúrgico ambrosiano tiene las siguientes
peculiaridades:
El tiempo de adviento comienza con las primeras vísperas del domingo
inmediatamente siguiente al 12 de noviembre y termina antes de las primeras
vísperas de navidad. Los domingos se llaman I, II, III, IV, V de adviento. El VI
domingo celebra la "solemnidad de la maternidad divina de la Virgen María", que
en la edición oficial del Misal Ambrosiano en lengua latina se denominaba
Dominica VI adventus. Beatae Dei Genetricis semperque Virginis Mariae
Sollemnitas Los días feriados 17-24 dediciembre, denominados
prenatalicios y que en parte sustituyen a los feriados anteriores de
exceptato están orientados hacia una más directa preparación para el
nacimiento del Señor.
El tiempo de navidad comienza con las primeras vísperas del nacimiento y
termina con el domingo siguiente a la epifanía, es decir, el domingo que tiene
lugar después del 6 de enero. La misa de la vigilia de navidad se celebra
ínter vesperas en las iglesias coaligadas y, laudablemente, también en las
demás iglesias. Vale lo dicho también para la misa de la vigilia de la epifanía.
El IV domingo de enero se celebra la festividad de la sagrada familia de Jesús,
María y José. Desaparece la fiesta de la cristoforia, introducida por el card.
Federico Borromeo en 1625. Hay, pues, aquí uniformidad con la liturgia romana,
ya por la tonalidad, ya por la denominación de los otros domingos, como los
subsiguientes a la epifanía, que son domingos per annum. El 1 de enero se
denomina in octava Nativitatis.
El tiempo de cuaresma se extiende desde las primeras vísperas del primer
domingo de cuaresma (no desde el miércoles de ceniza, que no existe en la
liturgia ambrosiana), llamado también VI domingo antes de pascua,
hasta la misa entre vísperas in Cena Domini, con la que se abre el triduo
pascual. La cuaresma ambrosiana actual conserva las siguientes características:
1) se impone la ceniza el lunes después del primer domingo de cuaresma o, por
razones pastorales, en ese mismo primer domingo cuaresmal; pero no en la misa
vespertina anticipada; 2) en los viernes de cuaresma, según una antigua y
constante tradición ambrosiana, no se celebra la liturgia eucarística,
a no ser que coincida en alguno de ellos la solemnidad de san José o la de la
Anunciación del Señor: los viernes cuaresmales son alitúrgicos, como el sábado
santo romano; 3) los domingos de este tiempo se denominan también: primer
domingo de cuaresma; de la samaritana, de Abrahán, del ciego, de Lázaro. El VI
domingo, después del sabado in traditione symboli, con
el que se abre la semana santa o "authentica";
se denomina domingo de ramos o de los olivos.
Comparando dichas denominaciones con sus correlativas romanas, pueden apreciarse
algunos matices o tonalidades, pero que no diferencian demasiado la actual
liturgia ambrosiana de la romana.
El triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor comienza con la
misa vespertina in Cena Domini, tiene su centro en la vigilia pascual y
termina con las vísperas del domingo de resurrección. El viernes santo en la
pasión del Señor, y según la oportunidad también el sábado santo hasta la
vigilia pascual, se celebra el ayuno pascual. En la tarde del viernes santo se
celebra la pasión del Señor.
El tiempo de pascua no presenta diferencia ninguna con la actual liturgia
romana. Desaparecieron así las letanías menores del anterior año
litúrgico ambrosiano. Sin embargo, en la semana pascual se ofrecen dos
formularios de misa: uno para la octava y otro "para los bautizados".
El tiempo per annum computa los domingos-semanas como la actual liturgia
romana. Las particularidades son: 1) son más de cuatro días el período entre el
lunes subsiguiente al domingo después del 6 de enero y el comienzo de la
cuaresma (faltando a la cuaresma ambrosiana el miércoles de ceniza y los tres
días siguientes); 2) es inferior a dos semanas el período entre el lunes después
de pentecostés y el comienzo del tiempo de adviento (al ser seis los
domingos-semanas del adviento ambrosiano); 3) consiguientemente, la solemnidad
de nuestro Señor Jesucristo Rey del universo (último domingo per annum)
se celebra con una anticipación de dos domingos con respecto a la liturgia
romana; 4) el domingo III de octubre se celebra la dedicación de la iglesia
catedral. Con lo que han desaparecido,
entre los domingos después de pentecostés, el ciclo de domingos después de la
degollación de san Juan Bautista y los domingos de octubre, los cuales a la
inversa hubieran podido servir, con el domingo de la dedicación (que permanece)
y los siguientes a la dedicación (suprimidos), como un ciclo que potenciase la
eclesiología litúrgica.
Las letanías mayores o rogativas siguen todavía en vigor; sus modalidades
celebrativas son competencia de los pastores de almas, con el consentimiento de
la autoridad competente, y según la adaptación a las situaciones locales y a las
necesidades de los fieles.
Entre las ferias, son privilegiadas las prenatalicias de exceptato,
el sábado in traditione symboli, las de la semana authentica o
semana santa. Las ferias de cuaresma solamente ceden a la solemnidad de san José
y a la de la Anunciación del Señor'".
Tanto en las solemnidades del Señor durante el tiempo per annum como en
las solemnidades o fiestas de la Virgen María hay conformidad con la liturgia
romana. Pero la divina maternidad de la Virgen María se celebra en el VI domingo
de adviento, y la fiesta de la natividad de la bienaventurada Virgen María (8 de
septiembre) goza de un especial relieve, por ser María en su nacimiento (la "Madonnina')
titular de la iglesia metropolitana (la catedral de Milán); el 12 de
septiembre se conmemora (ha desaparecido en el Calendario Romano) el nombre de
la bienaventurada 'Virgen María.
b) El "santoral" Sin detenernos a analizar su génesis y sus
particularidades, no iríamos descaminados al afirmar que el nuevo santoral
ambrosiano adopta fundamentalmente los principios básicos de la reforma del
Calendario litúrgico romano, cuyo esquema igualmente reproduce, con lo que se
realiza por ambas reformas la ley de la simplificación, después de haberse
llegado a un punto de saturación heortológica. El Calendario Ambrosiano ha
integrado, al mismo tiempo, santos de la iglesia universal, profesando así, con
el ciclo santoral, la catolicidad de la santidad de la iglesia.
Secundando la ley de la simplificación, la liturgia ambrosiana ha
reducido, por ejemplo, las múltiples conmemoraciones de santos arzobispos
milaneses, que anteriormente se hacían para cada uno. Hoy, salvo los más
importantes: san Ambrosio (7 diciembre), san Carlos Borromeo (4 noviembre)
—solemnidades—, san Eustorgio I (18 septiembre), san Galdino (18 abril) y san
Dionisio (25 mayo) —memorias—, los demás se conmemoran en la fiesta de san
Anatalón y de todos los santos obispos milaneses (25 septiembre).
Pero secundando igualmente la especificidad de la liturgia ambrosiana y sus
tradiciones, se reponen fiestas o memorias de santos (o beatos) locales o
que nacieron en su ámbito regional y que ab immemorabili han venido
siendo venerados en Milán, tanto más por aparecer insertos en el canon, como los
santos Protasio y Gervasio (19 junio), Nabor y Félix (12 julio), Nazario y Celso
(28 julio) y san Víctor (8 mayo). Hubiéramos preferido que se hallaran presentes
en el calendario ambrosiano todos los santos y santas mencionados en el canon.
Entre los santos o beatos nacidos en la región recordamos, por ejemplo, a san
Gerardo de Monza (6 junio), san Arialdo (27 junio), el beato Contardo Ferrini
(16 octubre), las beatas Catalina y Juliana del S. Monte de Varese (27 abril),
san Antonio María Zaccaría (memoria obligatoria, 5 julio). Recordamos también a
santos que trabajaron, influyeron o fueron objeto de devoción en la
archidiócesis milanesa: las santas Bartolomea Capitanio y Vicenta Gerosa (18
mayo), san José Benito Cottolengo (30 abril), san Omobono (13 octubre), santa
Francisca Cabrini (13 octubre), y que no son mencionados en el calendario romano
italiano.
Están presentes además las memorias de santos venerados de manera especial
en Milán: san Babil y los tres niños mártires (23 enero), san Pedro de
Verona, que sufrió el martirio en la vía Comacina (Seveso) (6 abril), santa
Marcelina (17 julio) y san Sátiro (17 septiembre) (hermanos de san Ambrosio),
san Alejandro mártir (26 agosto), san Mauricio y compañeros mártires (22
septiembre), san Roque (16 agosto); de santos que se relacionaron
especialmente con Milán: Eusebio de Vercelli (2 agosto) y Honorato de
Vercelli (29 octubre); Abundio y Félix, obispos de Como (31 agosto); Zenón de
Verona (12 abril); Virgilio, obispo, y Sisinio y Alejandro, mártires de Trento
(29 mayo); Siro, primer obispo de Pavía (9 diciembre); o que "emigraron" de
Milán: Anselmo de Lucca (8 octubre).
Para mantener el carácter aheortológico de la cuaresma, la liturgia
ambrosiana traslada a otras fechas las memorias de santos que la liturgia romana
celebra dentro de la misma cuaresma. A excepción de las solemnidades de san José
y de la Anunciación, san Cirilo de Jerusalén se traslada del 18 de marzo al 9 de
octubre; san Casimiro, del 4 de marzo al 10 de octubre; las santas Perpetua y
Felicidad, del 7 de marzo al 7 de febrero; san Juan de Dios, del 8 de marzo al
28 de octubre. Para salvar la prioridad de las ferias "de exceptato"
sobre el santoral,. san Juan de Kety se traslada del 23 de diciembre al 16
de diciembre, y san Pedro Canisio, del 21 de dic. al 15 de diciembre.
Por razones circunstanciales o para dar prioridad a celebraciones de santos
propios dentro de la tradición litúrgica ambrosiana, tienen igualmente lugar
otros traslados: san Roberto Belarmino, del 17 de septiembre (san Sátiro,
hermano de san Ambrosio) al 20 de ese mismo mes; santa Eduviges, del 16 de
octubre (beato Contardo Ferrini) al 12 de este mismo mes; santa Margarita María
Alacoque, del 16 de octubre al 13 de dicho mes.
La actual liturgia ambrosiana conoce —como la liturgia romana— las solemnidades,
fiestas, memorias obligatorias y memorias libres para la celebración del
santoral. Sin embargo, siguiendo también aquí una antigua tradición ambrosiana,
en lugar de la lectio profética (la primera de las lecturas de la misa),
se hace la lectio hagiográfica'", es decir, se lee la passio o la
depositio del santo'" contenidas en los leccionarios o pasionarios,
cuya existencia viene atestiguada por varios manuscritos'"'. Ello tiene hoy
lugar para santa Catalina y los santos Benito, Francisco de Asís, Carlos
Borromeo, Ambrosio, así como para el Leccionario Ambrosiano, del que hablaremos
después 187 [-> 3, c].
Concluyendo: el Calendario Ambrosiano recoge la memoria de treinta santos
propios, más dos fiestas de beatos y la memoria del nombre de María Virgen. Por
otra parte, se han elevado a memoria obligatoria los santos Sebastián, Jerónimo
Emiliani, Antonio Zaccaría y Eusebio de Vercelli; a fiesta, los santos Bernabé,
Protasio y Gervasio, el martirio de san Juan Bautista; a solemnidades, los
santos Carlos Borromeo y Ambrosio. Por razones varias, se han trasladado
dieciocho memorias a fecha distinta de la del Calendario Romano.
3. EL NUEVO MISAL AMBROSIANO.
Brevemente analizada ya su génesis [1 supra, 1], digamos ante todo que,
como la del MR, la presentación del NMA no es enteramente clásica;
es decir, no lleva las lecturas bíblicas, con su respectivo salmo responsorial,
ni el canto del evangelio —para los que se deberá acudir al Leccionario—, sino
sólo la parte eucológica y los cánticos de entrada (introito romano), para
después del evangelio, en la fracción del pan y en la comunión.
a) Visión global. Globalmente considerado, en las
subdivisiones se diferencia el NMA del anterior por la nueva
estructuración del año litúrgico. Como queda dicho, no existen ya los domingos
después de pentecostés, después de la degollación de san Juan Bautista, de
octubre, después de la dedicación; uniformándose con el MR, lleva en
primer lugar el propio del tiempo (desde adviento a pentecostés) y a
continuación los domingos per annum. Dividido en dos volúmenes, dado su
tamaño, en el primero se recogen los formularios parael tiempo de
adviento y navidad; los formularios
del tiempo per annum de los domignos I-IX, con la solemnidad del Señor en
dicho tiempo per annum, a saber: la sagrada familia de Jesús, María y
José, en el IV domingo de enero; los formularios del tiempo cuaresmal
hasta el sábado in traditione symboli; sigue el propio de santos, desde
el 11 de noviembre (san Martín) hasta el 25 de marzo (la Anunciación); viene a
continuación el rito de la misa con el pueblo, enriquecido con seis
plegarias eucarísticas, las bendiciones solemnes y el rito de la misa sin
pueblo; siguen los formularios de las misas comunes, de las misas rituales, de
las misas y oraciones por varias necesidades (por la santa iglesia; por la
sociedad civil; en diversas circunstancias de la vida social; por algunas
necesidades), de las misas votivas, de las misas de difuntos; un apéndice y los
índices. El segundo volumen contiene el propio del tiempo: semana santa
(o authentica), triduo pascual, tiempo pascual y tiempo per annum
desde la V hasta la XXXII semana per annum; las demás solemnidades del
Señor en tiempo per annum, entre ellas la de la Santísima Trinidad
(domingo después de pentecostés) y la dedicación de la iglesia catedral (III
domingo de octubre); sigue el restante propio de los santos, desde san José
hasta san Martín (11 de noviembre); se repiten después los demás elementos
anteriormente mencionados: rito de la misa con el pueblo, etc.
Con su promulgación (11 de abril de 1976) quedaban suprimidas las anteriores
ediciones típicas del Missale Ambrosianum 190, incluida la bilingüe en
vigor desde 1966; a su vez, y para comodidad de los fieles, se prepararon
ediciónes manuales o de bolsillo, que contienentambién las lecturas de la
palabra de Dios. Por último, vio la luz la prometida edición típica
latina del mismo NMA que constituye una preciosa base para futuras
traducciones italianas, así como para el estudio de la eucología ambrosiana a
nivel internacional.
Son importantes los Principios y Normas para el uso del Misal Ambrosiano
que encabezan dicho NMA y que, juntamente con él, fueron
objeto de un convenio. Con relación al MR, al que el
NMA se ha acercado notablemente, además de las ya anotadas, son
particularidades propias los formularios de misas por varias necesidades, que la
liturgia ambrosiana desarrolla con un método sui generes: se cuentan
sesenta y nueve formularios, de los que dieciocho son de nueva composición y no
aparecen en el MR (por ejemplo, por la libertad de la iglesia, por la
educación cristiana, por la profesión de fe de los adolescentes, por la tercera
edad, por las reuniones espirituales, para promover la justicia, por la libertad
civil, etc.). Asimismo, en los formularios para las misas de difuntos, y en
cuanto a su perfil estructural, el NMA se asemeja al MR; hay, sin
embargo, notables diferencias en lo tocante a los prefacios, a algunas oraciones
propias y a otras comunes con el MR, pero con adaptaciones.
Lo verdaderamente específico del NMA es, como queda dicho [-> II, 1,
a], la eucología, es decir, el conjunto de fórmulas y formularios típicos.
Con palabras del card. Colombo, se puede afirmar que el NMA "se presenta
como una realidad radicalmente autónoma y original. No hay nostalgia alguna por
formas arcaicas de misales inmutables; no hay preocupaciones maniáticas de
continuas y caprichosas nuevas experiencias. La eficacia dela liturgia depende,
más que de la teatralidad de los signos, de la profundización vital en la unión
con Dios por Jesucristo en el Espíritu Santo..."
b) Estructura de la celebración eucarística. Si bien la forma ritual-celebrativa
del Ordinarium Missae ambrosiano es muy similar al Ordo Missae
romano, conviene señalar las diferencias que, con la introducción de las últimas
innovaciones en la edición típica del NMA, caracterizan la estructura de
la celebración eucarística en la liturgia ambrosiana. Pueden cotejarse con las
propias de la anterior edición típica del Misal Ambrosiano. Se le señalan al
celebrante en una cartulina suelta e inserta en el primer volumen del NMA.
Interesa ahora subrayar dos grupos de características: las de la
eucología y las de carácter ritual.
Las características eucológicas: nos hemos
referido a ellas en otro lugar y son objeto de estudios detallados
por parte de I. Biffi, el artífice del NMA. Tales características son
funcionales en el marco de la reforma actual, si bien el problema de la
redacción literaria de la eucología ambrosiana plantea, en el campo de su
estudio, algunos interrogantes y ha creado, en el campo de la pastoral, algunas
dificultades frente a su dicción
áulica. Con todo, debe tenerse presente que el lenguaje litúrgico se ha
caracterizado siempre por su nivel más elevado que el del lenguaje ordinario del
pueblo y se ha visto obligado siempre, por los contenidos que transmite y
propaga, a utilizar una terminología propia. Desde un punto de vista
cuantitativo, la eucología ambrosiana se ha incrementado: se cuentan en conjunto
más de dos mil quinientas fórmulas eucológicas, un millar más que las actuales
fórmulas eucológicas romanas. Todo
formulario de misa posee, en efecto:_ una oración más que la liturgia romana
(la oración conclusiva de la liturgia de la Palabra), dos cantos más
(después del evangelio y en la fracción del pan); por lo demás, hay casi
siempre un prefacio propio. En conjunto, un formulario eucológico ambrosiano
para la celebración eucarística de hoy comprende: el canto de entrada (la
antigua ingressa; el introito romano); la oración al comienzo
de la asamblea litúrgica (la antigua oratio super populum; la
collecta romana); el canto después del evangelio (la antigua
antiphona post evangelium, desconocida en la liturgia romana); la oración
conclusiva de la liturgia de la Palabra (la antigua oratio super sindonem,
desconocida en la liturgia romana); la oración sobre los dones (la
antigua oratio super oblata; la romana sobre las ofrendas); el
prefacio (casi siempre propio: se mantiene así una característica
ambrosiana); el canto al partir el pan (el antiguo confractorium,
desconocido en la liturgia romana); el canto de la comunión (el antiguo
transitorium, equivalente, en la liturgia romana, a la antífona de
comunión); la oración después de la comunión (la antigua oratio
post communionem; la postcommunio romana). Desgraciadamente
desapareció, como en la liturgia romana, el canto del ofertorio. Además, con
relación a la anterior liturgia ambrosiana, cayó el psalmellus (canto
entre la primera y segunda lectura, cuando no eran tres) y el cantus
entre las lecturas o la lectura y el evangelio. En cambio, se han recuperado el
salmo responsorial y el canto al evangelio (como en la liturgia
romana).
Las peculiaridades de las cuatro oraciones de la actual liturgia eucarística
ambrosiana pueden sintetizarse así. La oración al comienzo de la asamblea
litúrgica pone de relieve el papel que desempeñan los fieles en la
celebración; va precedida por la invitación Oremos, como en la liturgia
romana, hasta ahora desconocida para los ambrosianos. La oración conclusiva
de la liturgia de la Palabra sigue a la plegaria de los fieles cuando ésta
tiene lugar, pero no se deberá trasladar nunca; tiene un papel distinto con
respecto a la antigua oratio super sindonem, si bien ocupa su puesto:
sirve, efectivamente, para cerrar la interpelación que la palabra de Dios
suscita en la comunidad de los fieles, introduciéndolos gradualmente en el
corazón de la eucaristía. La oración sobre los dones, cuya función es
acentuar la separación de los dones presentados en el altar, respecto a
su uso ordinario, para destinarlos al servicio divino y al culto de Dios, tiene
las mismas características que su paralela oración romana. Dígase otro tanto del
prefacio y de la oración después de la
comunión.
Finalmente, la eucología sinásico-eucarística de la actual liturgia ambrosiana
se ha enriquecido —frente al canon ambrosiano (con dípticos de los santos
propios, con la narración de la última cena, típica y única del Occidente
litúrgico, y con la doxología final especial)— con tres nuevas plegarias
eucarísticas (II, III y IV) de la reforma litúrgica romana y con otras dos
plegarias eucarísticas tomadas de la antigua liturgia ambrosiana con algún
retoque y arreglo complementario. La V plegaria eucarística, al centrarse
en la temática eucarística y sacerdotal, debe utilizarse en la misa
vespertina en la Cena del Señor y puede usarse también en las misas que
tengan como tema el misterio de la eucaristía, en las ordenaciones sacerdotales,
en los aniversarios de ordenaciones y en las reuniones sacerdotales. La VI
plegaria eucarística debe usarse en la vigilia pascual; se puede usar
también en las misas por los bautizados y en las misas rituales de la
iniciación cristiana. El NMA contiene igualmente las bendiciones
solemnes al término de la eucaristía.
En conclusión: nos hallamos ante una notable riqueza y una creatividad
eucológica que hacen resaltar contenidos y sensibilidades pastorales
específicas, aun después de habernos acercado también en esto a la liturgia
romana.
Las características de tipo ritual: algunas son
fruto de simplificaciones y de agilización celebrativa, a tenor de los
principios establecidos por la SC y por la codificación litúrgica latina
posconciliar; otras son innovaciones peculiares de la liturgia
ambrosiana, que conserva del pasado y adecua al presente características
propiamente suyas; otras incluso constituyen reposiciones especiales en
la celebración eucarística.
Recordemos en primer lugar, brevemente, estas últimas. La plegaria de los
fieles (o plegaria universal), de uso constante en los domingos cuaresmales
de la antigua liturgia ambrosiana (con fórmulas diversas para los domingos 1,
III y V y para los domingos II y IV), puede, según convenga, ir introducida por
el diácono con la invitación Pongámonos de rodillas y concluirse con el
Levantémonos para la plegaria del sacerdote, a lo que responde el pueblo:
Nos levantamos a ti, Señor, siguiendo a continuación la oración
conclusiva de la liturgia de la Palabra. El rito de la paz (la
antigua liturgia ambrosiana recogía, al ofertorio, la invitación del diácono:
Pacem habete, con la respuesta: Ad te, Domine; y, después del
embolismo del Pacer noster, otra segunda invitación del diácono:
Offerte vobis pacem, con la respuesta: Deo gracias), después de
haberlo situado, como en el actual Ordo Missae romano, antes de la
comunión, se ha restablecido antes del ofertorio con la invitación La paz sea
con vosotros, o bien Según el precepto del Señor, antes de presentar
nuestros dones en el altar intercambiémonos un signo de paz; pero a tenor de
la legislación litúrgica ambrosiana se permite todavía hoy un doble intercambio
de paz como en el pasado. Existen fórmulas propias de la liturgia
ambrosiana, como: La paz y la comunión de nuestro Señor Jesucristo sean
siempre con vosotros; las tradicionales fórmulas ambrosianas para la
presentación del pan y del vino (opcionales con las tomadas del actual Ordo
Missae romano); la fórmula para la infusión del agua en el vino: Del
costado abierto de Cristo salió sangre y agua. En cambio, no existe
el Agnus Dei.
Señalemos ahora las simplificaciones con respecto a la liturgia romana.
El beso del evangeliario no va acompañado por la fórmula La palabra
del evangelio borre nuestros pecados. El celebrante no dice nada al
lavarse las manos, gesto opcional —que debe cumplirse si fuera necesario— y
que de su anterior colocación infra actionem, antes de la narración de la
santa cena, se ha situado antes de la oración sobre los dones, como en el
Ordo Missae romano. De igual manera, después de la fracción del pan,
que tiene lugar al concluirse la doxología final de la plegaria eucarística, el
celebrante completa el rito con la immixtio sin decir nada, terminando o
recitando el canto en la fracción del pan. La
purificación del cáliz se
realiza igualmente sin decir nada.
Se acentúan, por fin, intencionadamente algunas antiguas peculiaridades
de la liturgia eucarística ambrosiana, si bien con adaptaciones y retoques. Las
señalamos siguiendo el esquema de la celebración. Los tres "Kyrie eleison"
que anteriormente se encontraban al final del Gloria in excelsis, se
recitan hoy conjuntamente por el sacerdote y los fieles en la tercera fórmula
del acto penitencial y en las que la sustituyen. Las lecturas de la palabra de
Dios van precedidas por un diálogo entre lector o diácono y celebrante
principal, con fórmulas que comprenden el Bendígame, Padre y las
bendiciones específicas. Las lecturas
bíblicas en los domingos y solemnidades, así como en las fiestas, son tres. En
esto la reforma romana ha seguido a la antiquísima liturgia ambrosiana. El
celebrante bendice a cada uno de los fieles al presentar éstos en el altar los
dones, diciendo: Que el Señor te bendiga a ti y estos tus dones. La
profesión de fe o credo
—por encontrarse dentro del NMA donde se
encuentra en el MR, últimamente, como consecuencia de estudios hechos y
de la intervención del maestro de ceremonias ambrosiano— se ha situado de nuevo,
como en la antigua liturgia ambrosiana, después del ofertorio. Al diálogo de
despedida (El Señor esté con vosotros; Y
con tu espíritu) añade el pueblo un
triple Kyrie eleison; se imparte después la bendición y, finalmente, a la
invitación Vayamos en paz responde la asamblea:
En nombre de Cristo.
Es característica constante en la ordenación del resto de la misa, aunque
desigualmente acentuada, la continuidad (tanto en la simplificación como en la
imitación de la liturgia romana) con la antigualiturgia ambrosiana. Hasta el
mismo hecho de presentar el Misal en dos volúmenes —muy esmerados desde el punto
de vista gráfico (piénsese también en las estupendas miniaturas que lo
enriquecen)— es con toda probabilidad un retorno a la tradición de los antiguos
misales (o sacramentarios) ambrosianos; en efecto, "los más antiguos misales
conocidos de la liturgia ambrosiana o milanesa se dividen en hiemales
(que contienen las misas desde adviento a pascua), estivales (que
contienen las misas desde pascua hasta adviento) y de
todo el año.
c) El Leccionario
Ambrosiano (LA). Recibe esta denominación
un libro litúrgico para la celebración de la eucaristía en la liturgia
ambrosiana editado ad experimentum por orden del card. Colombo en 1976.
Después de algunas introducciones, que comprenden una presentación,
una introducción y la tabla anual de las principales celebraciones
del año litúrgico, siguen generalmente tres lecturas, y muchas
veces con posibilidad de elección (forma larga o breve; incluso otras perícopas)
para cada día del tiempo de adviento, de navidad, de cuaresma, de la semana
santa, del triduo pascual y de la octava de pascua, para las fiestas y
solemnidades del Señor en el tiempo per annum, para el propio de santos
(según el Calendario Ambrosiano), para las misas por varias necesidades
(especialmente para las propias del NMA) y las lecturas hagiográficas de
las que ya hemos hablado anteriormente [-> II, 2, b]. Para las demás
fiestas litúrgicas, la liturgia ambrosiana ha adoptado hasta hoy el Leccionario
Romano. Aun sin dejar de ser creativo, el LA imita los sistemas A, B, C,
adoptados por la liturgia romana para los domingos.
Las características más salientes del LA son las del ciclo litúrgico en
sí mismo y las de sus contenidos. La liturgia ambrosiana no ha tenido nunca un
leccionario como el actual, si bien la palabra se ha utilizado por Leclercq
para designar la recolección de las primeras lecturas usadas en la antigua
liturgia ambrosiana. Tal vez existieron los capitularia lectionum, por lo
que sólo impropiamente se puede hablar de leccionario. Habría sido editado por
Cagin y también Paredi alude a él al presentar la edición del
sacramentarium Bergomense. Se sabe, en cambio, que un conjunto de
lectiones, coleccionadas aparte, era el contenido en un manuscrito del
fondo: Libros del maestro de ceremonias, hoy perdido. Lo editó
afortunadamente Cagin 207. Es segura la existencia de otros manuscritos, en
espera de ser editados. En todo caso, el antiguo leccionario ambrosiano
solamente habría contenido las primeras lecturas. Para las segundas lecturas se
ha hablado de epistolario (capitulare epistolarum) ambrosiano. Parece que
circuló en el ámbito ambrosiano un célebre capitulare epistolarum.
Es cierto que no todos los manuscritos referentes al tema se han editado
hasta ahora. Valga como ejemplo el ms. A 28 inf de la Biblioteca
Ambrosiana, que contiene al final también veinte epístolas para las "principales
festividades ambrosianas, además de cuatro lecturas hagiográficas. En cambio, es
segura la existencia del evangeliario o capitulare evangeliorum
ambrosiano
El actual LA camina por una pista paralela a la del Leccionario Romano y
contiene tanto lecturas como cantos interleccionales, que han sido romanizados;
en efecto, el psalmellus se ha convertido en salmo responsorial y el
cantus se hatransformado en canto al evangelio. Es la aplicación del
principio formulado por el maestro de ceremonias ambrosiano card. Colombo:
"Queremos con amor intenso seguir en todo a la iglesia romana, sin renunciar
por, eso a nuestra justa autonomía. Se ha salvado lo específicamente ambrosiano
mediante la conservación de las tres lecturas: uso éste que la liturgia
romana posconciliar ha hecho suyo, de conformidad con el espíritu de los
decretos conciliares, que inculcan una mayor utilización de la palabra de Dios
en la liturgia, aunque no para todas las fiestas ni para las misas por varias
necesidades, como, por el contrario, lo hace la actual liturgia ambrosiana.
El LA conserva, además, para los
tiempos fuertes, perícopas o sistemas de lecturas propios con esquemas bastante
próximos a algunas tradiciones orientales.
Los 'artífices de este leccionario
conocedores de la palabra de Dios, han sabido salvar también los filones más
vitales de una metodología catequético-pastoral implícita en un determinado uso
de la palabra de Dios, que, sin ser instrumentalizada por tal metodología,
evidenciaba la peculiaridad educadora de la palabra de Dios que llega hasta
nosotros, para retornar a Dios rica de frutos producidos en los fieles. Sólo
queda ya desear que el LA pase de la fase ad experimentum a la
aprobación definitiva, después de haberse completado en la armonización de las
perícopas bíblicas con esquemas que sintonizan con toda la tradición litúrgica
ambrosiana.
4. REFORMA DE OTROS
LIBROS LITÚRGICOS AMBROSIANOS. A medida
que los libros litúrgicos romanos iban editándose en versión italiana oficial y
definitiva, iba también adaptándolos el clero ambrosiano: parecía así que tanto
el ritual como el breviario ambrosianos estaban destinados a desaparecer. Bien
es verdad que algunos sacerdotes ambrosianos usaban, 'como era su deber, ya la
traducción ad interim del anterior ritual para la celebración del
bautismo y del matrimonio, ya el Ordo Exsequiarum, aunque bilingüe y
provisional, para la celebración de los funerales; pero fueron pocos los
sacerdotes que continuaron rezando el breviario en lengua latina con el
Breviarium Ambrosianum. Si, además, se deseaba celebrar la liturgia de las
horas con el pueblo, como lo aconsejaba el Vat. II y era costumbre en la
archidiócesis de Milán (las vísperas en los domingos y en las solemnidades de
precepto y completas en la octava del Corpus Domini), había entonces que
recurrir a las versiones italianas de la Liturgia Horarum romana. Urgía,
pues, una vez emprendida la vía de la reforma litúrgica ambrosiana, poner
también a punto los demás libros litúrgicos.
a) El Ritual Ambrosiano. La última edición típica
latina del ritual ambrosiano' se remonta a 19062'7; siguieron después
reimpresiones y reediciones. En las posteriores a la promulgación de CDC (1917)
se incorporaron las modificaciones exigidas por la nueva legislación codificada
in re liturgica sacramentaria. Por utilidad práctica, se procuraron
varias ediciones de excerpta del ritual ambrosiano, incluso las bilingües
anteriormente aludidas. Con la reforma en marcha, y dentro de la fecha en que
escribimos, podemos afirmar que fervet opus para el Ritual para la
celebración del bautismo,
en el que esperamos quede a salvo todoatluello
que es propio de la antigua tradición ambrosina y ambrosiana. Lo cual sería, en
realidad, pastoral y catequéticamente útil también para los fieles de hoy. Es
sabido igualmente que se está preparando el Ritual relativo al culto
eucarístico fuera de la misa con particularidades ambrosianas: desde las
relativas al color rojo de las vestiduras litúrgicas para el culto eucarístico
hasta las más importantes relativas a la eucología y los cantos. Por lo que
respecta a la eucaristía, es importante el decreto del arzobispo Carlos M.
Martini, fechado el primer domingo de adviento de 1981 (15 noviembre), sobre
"Ministros extraordinarios de la comunión y responsabilidad de los presbíteros
acerca del ministerio eucarístico"; que contiene características del todo
específicas, como es también importante el "Rito de la institución de los
ministros extraordinarios de la comunión"
No se tiene noticia acerca del Rito para la celebración del matrimonio,
para el cual se deberá utilizar, a tenor de la legislación litúrgica, la
traducción de 1965 [I supra, nota 141]. Lo cual valdría igualmente para
el bautismo. Mientras tanto, y por desgracia, se están utilizando los rituales
romanos en lengua italiana también pare el Rito de la penitencia y para
el de la Unción de los enfermos, por más que, en especial para este
último, la antigua liturgia ambrosiana poseyese en un mismo período de tiempo
diferentes rituales teológicamente ricos y, desde el punto de vista
celebrativo, específicos. Pero la reforma en marcha llegará sin duda
progresivamente a editar todoá los Ordines para la celebración ambrosiana
de los sacramentos y sacramentales.
De estos últimos se ha publicado el Nuevo Rito de las Exequias'", que
anula todas las ediciones anteriores, incluso la bilingüe de 1965, y
obliga a abandonar la edición romana italiana que en algunas parroquias
ambrosianas venía indebidamente utilizándose. El nuevo rito, promulgado por
decreto del card. Colombo con fecha de 19 de junio de 1977, entró en vigor para
todas las parroquias y comunidades de rito ambrosiano desde el 2 de noviembre de
ese mismo año. Este rito, que por comodidad se había ya editado en un
excerptum aparte del ritual ambrosiano de 1687 y que continúa la tradición
de las agenda defunctorum (o mortuorum) ambrosiana se ha
redactado siguiendo los principios de renovación con fidelidad a la tradición
ambrosiana, potenciando la índole pascual de la liturgia funeraria y la
dimensión eclesial-comunitaria del paulino "llorar con el que llora", mas como
fieles que viven en la esperanza. La estructura se moldea según el
correspondiente rito romano posconciliar, salvando, sin embargo, su
ambrosianidad. Comprende la velada de oración en la casa del difunto
y la verdadera y propia celebración de las exequias. Considera ésta el traslado
a la casa, la procesión a la iglesia, la pausa en la iglesia, la procesión y
conducción al cementerio'. Los elementos presentes en esta estructura y
pertenecientes ya a la eucología con oraciones nuevas, ya a los cantos se
ajustan a la inspiración ambrosina, a la tradición ambrosiana y a la igualdad
pastoral con una viveza creativa y con sensibilidad para las diversas
situaciones. Y así, nos encontramos con oraciones de sufragio y de consuelo para
los religiosos y religiosas, para el padre y/o la madre que dejaron hijos de
tierna edad, para el joven esposo, para un fiel muerto de repente, en su
juventud, en su vejez, o después de larga enfermedad. Como es lógico, se tienen
en cuenta las exequias para un obispo, presbítero y diácono, así como para los
niños (bautizados o no, pero hijos de cristianos). Por lo demás, este nuevo rito
presenta cuatro esquemas distintos para las celebraciones de sufragio,
combinadas con municiones, preces, responsorios, lecturas de la palabra de Dios,
plegarias de los fieles, letanías de santos, salmodias (es decir, una serie de
antífonas de índole bíblica —cual versículos de salmos— o de libre composición).
Ha sido acogido por la archidiócesis milanesa y está utilizándose con gran
eficacia pastoral.
Al final de la reforma litúrgica ambrosiana en lo tocante a los sacramentos y
sacramentales de competencia ministerial no episcopal, se podría llegar a la
composición de un volumen que, según la antigua denominación ambrosiana,
podría llamarse Manual o, como prefiere Biffi, Manual del pastor
de almas.
b) El Pontifical Ambrosiano. Como afirma Borella, debemos lamentar la
falta de un Pontifical Ambrosiano. Y, sin embargo, ha debido existir este libro
litúrgico, ya que en ningún Misal, ni aun en el destinado para uso del arzobispo
Ariberto 235, se encuentran formularios para las sagradas órdene.
Sobre lo concerniente a la antigüedad ambrosiana, Magistretti ha editado un
Pontificale del s. Ix in usum
ecclesiae mediolanensis. Se encuentra allí un Ordo ad ecclesiam
dedicandam, un Ordo de sacris ordinibus benedicendis, una
Ordinatio ad abbatem faciendum vel abbatissam, una
Consecra.io sacrae virginis, quae in epiphania vel
in secunda feria paschae aut in apostolorum natali celebratur,
con otras muchas oraciones y bendiciones. El
mismo Gamber da la ficha de Pontificales Ambrosianos, y en la
Bibliotheca Italiae Liturgica aparece programada la edición de un
Pontifícale ad usum ecclesiae mediolanensis citada por tres manuscristos.
Es opinión común que estos denominados Pontificales Ambrosianos no tenían
una fisonomía típica de la tradición milanesa. Unos estudios detallados, serios
y minuciosos harían caer, sin duda, muchas afirmaciones de este género. Es
cierto —y aceptamos aquí plenamente la opinión de Biffique, conociendo los
propios documentos, elaborando una estructura propia y ofreciendo nuevos textos
según los principios por los que se rige la actual reforma litúrgica ambrosiana
ya parcialmente realizada, la santa iglesia milanesa es capaz de crear un
Pontifical Ambrosiano. No debe resultar extraño que una liturgia particular,
que dispone de libros litúrgicos propios, pueda contar entre éstos con un
Pontifical propio.
Desde el punto de vista jurídico-litúrgico —ateniéndonos a las constituciones
apostólicas de Pablo VI que inauguran cuatro Ordines romanos reformados a
tenor del Vat. II, y como base de un estudio comparado de las cuestiones o
partes finales de las mismas— se debiera concluir que en el futuro y deseable
Pontifical Ambrosiano tendremos que conformarnos, para la administración de la
confirmación, con la liturgia romana. Aun entonces, sin embargo, le quedaría
igualmente a la liturgia ambrosiana un amplio espacio para la creatividad de
todas las demás partes del Pontifical.
c) El Breviario Ambrosiano. La más genuina
tradición ambrosianaconoce códices (Psalterium-Cantica y Off:cia totius anni),
editados en parte por Magistretti, que atestiguan un ordenamiento
propio de la salmodia, y una selección particular de perícopas
bíblicas. De los códices se pasó a las ediciones impresas con diversas
revisiones y arreglos, cuya historia nos ha trazado Cattaneo y sintetizado
Borella. La liturgia ambrosiana había llegado hasta el Vat. II con un breviario
rico en peculiaridades y fuente de una genuina espiritualidad. El vendaval
posconciliar, los titubeos al emprender la reforma del breviario y la manía de
lo nuevo llevaron a una parte del clero ambrosiano a usar la liturgia romana de
las horas. Sin embargo, y mientras tanto, circulaban ya subsidios ambrosianos
para el vesperal del domingo y más aún Laudes y Vísperas
editado por el arzobispado. Posteriormente, en 1971, los hermanos
Fernando y Lorenzo Longoni fueron comisionados por la autoridad diocesana para
emprender la reforma del breviario. En 1973, bajo la dirección de la Acción
católica milanesa, ve la luz Assieme a Cristo nella chiesa in preghiera
La reforma, entre tanto, había centrado su interés en la cuaresma y en el
período de pascua-pentecostés. Se estaba intentando seguir un iter
establecido de antemano; mas, por motivos que los historiadores analizarán, no
se pudo seguir. Se siguió, sin embargo, trabajando, y en 1975 circulaba en la
archidiócesis milanesa un libro promanuscripto con el título Da
quaresima a pentecoste. Documentazioni su una proposta per la liturgia delle
hore secondo il rito ambrosiano. Siguieron después dos volúmenes: Lodiamo
il Signore, I, Preghiere per il tempo di quaresima; II, Preghiere
per il tempo di pasqua. Eran los primeros ensayos concretos de reforma del
Breviario Ambrosiano.
Después de diez años (1971-1981) de trabajo febril, y no sólo para el Breviario,
se pudo llegar a la Institutio general que regula la estructura y
cada una de las partes de la liturgia ambrosiana de las horas, aprobada por el
competente Dicasterio romano el 11 de junio de 19812. Y el 8 de septiembre de
1981 promulgaba el arzobispo Martini la Diurna laus para uso de las
parroquias y comunidades ambrosianas, encareciendo dicho uso precisamente por
ser un libro litúrgico ambrosiano. Se preparaba así la abolición de la anomalía
de usar el Breviario romano con el Misal y Calendario ambrosianos.
No sin contrastes y dificultades, pero con una conciencia cada vez más clara y
con una voluntad cada vez más operativa, dentro de 1983 —año en que se celebra
en Milán el Congreso eucarístico nacional— se intentó publicar todo el nuevo
Breviario Ambrosiano en cinco volúmenes. Dos metas se han alcanzado hasta ahora:
la aprobación de su estructura general;
la aprobación y publicación de un "texto litúrgico de nuestra iglesia —escribe
el arzobispo Martini—, la cual, antes incluso que en los sacerdotes y
religiosos, ha pensado en las comunidades cristianas y en cada uno de los fieles
y ha preparado un libro que contiene, parcialmente pero de forma definitiva,
nuestra oración oficial diurna. El título de este libro (Diurna laus)
y, sobre todo, el contenido (los laudes, la hora intermedia, las vísperas y
las completas de las cuatro semanas de la nueva liturgia ambrosiana de las
horas) prosiguen en parte la tradicion del Diurnum Ambrosianum'.
Este último no contenía ni los laudes ni un repertorio de himnos para los
tiempos fuertes ni de oraciones para los diversos tiempos y las diversas
categorías de santos, a diferencia de la actual Diurna laus o Salterio
popular (como lo llama el maestro de ceremonias ambrosiano), que contiene
incluso los oficios de la santa Cruz, de la eucaristía, de la bienaventurada
Virgen María y de difuntos. El arzobispo Martini desea que la prudencia de los
pastores de almas pueda proponer tales oficios en forma votiva en los días que
litúrgicamente los permitan.
Tracemos las características de la Diurna laus con las palabras del
decreto de su promulgación 254: "Queremos recordar algunos elementos
característicos de nuestra Liturgia Horarum presentes ya en la Diurna
laus: las invocaciones a Cristo, Hijo de Dios, Señor de la humanidad y de la
historia, con que se concluyen los laudes; el rito de la luz o lucernario,
que abre la oración vespertina; las conmemoraciones bautismales,
que en la tarde despiertan en nosotros el recuerdo de nuestro origen y
dignidad de hijos de Dios, renacidos en la fuente sagrada, y, por tanto, el
compromiso de manifestarlas en nuestra vida evangélica. Queremos, finalmente,
exhortar y recomendar estas oraciones, tan densas y variadas, según el estilo de
nuestro rito".
Es indiscutible la ambrosianidad de esta primera parte de la reforma del
breviario, aun habiéndosenos de una u otra manera uniformado con la liturgia
romana de las horas: la disposición del salterio en cuatro semanas, además de
otras particularidades que no vamos ahora a analizar, atestiguan que ha tenido
lugar una simplificación del antiguo salterio ambrosiano; la eucología es en
ocasiones de nuevo cuño y en ocasiones reproduce la anterior. Sin embargo, no
todo es acertado o no todo está históricamente comprobado (como la cuestión de
las antífonas ad crucem).
d) ¿Otros libros litúrgicos? De tener en cuenta los manuscritos
litúrgicos y los libros impresos en uso durante los siglos anteriores, la
liturgia ambrosiana debería preparar la reforma de otros libros litúrgicos. Los
mediolanenses, en su práctica, utilizaron himnarios, salterios, antifonarios,
procesionarios para el Triduum litaniarum y para las Rogationes,
como lo atestigua la floración de manuscritos litúrgicos (ss. Ix-x) hasta la
invención de la imprenta. También los libros impresos contarán, junto a otras
cosas, con antifonarios, salterios, matutinarios y de nuevo el Liber
litaniarum 259. Tal vez, cuando se haya preparado el ritual (o, mejor, el
Manual ambrosiano), se puedan procurar los excerpta para comodidad de los
celebrantes y de los fieles. Se pasará así del verdadero y propio libro
litúrgico al que podrá llegar a ser auxiliar litúrgicopastoral para una
verdadera y plena participación en la liturgia. Sin incluir entre los libros
litúrgicos el famoso y benemérito Parroquiano ambrosiano, recordemos que
cada vez se está sintiendo más la necesidad de subsidios litúrgicos ambrosianos.
Así como la liturgia romana conoce un Ordo Cantus Missae, un Kyriale,
un Graduale simplex y tiene en proyecto otros libros litúrgicos para
el canto, de igual manera necesita también la liturgia ambrosiana, dentro
siempre del surco de su tradición renovada, otros
libros litúrgicos para el canto ambrosiano.
II. Conclusión
La liturgia ambrosiana es una concretización de la fe vivida por la
"santa iglesia milanesa" dentro de la tradición cristiana, más aún, dentro de la
comunión con la iglesia una, santa, católica y apostólica, que a su vez
se visibiliza y se concreta en las iglesias locales. La presencia y
supervivencia de esta liturgia particular significa vitalidad local y vida con
unas tonalidades específicas del único depositum fidei. Se trata de una
típica aplicación y realización de la lex orandilex credendi. La
liturgia ambrosiana presta, pues, un valioso servicio al futuro litúrgico
de la iglesia universal al recordar a las distintas iglesias locales todo lo que
el Vat. II ha ratificado solemnemente acerca de la conservación e incremento de
las diversas tradiciones litúrgicas. Desde un punto de vista ecuménico
con relación a las hermanas iglesias orientales —entre las cuales se ha aireado
a veces el fantasma de la fagotización de sus tradiciones litúrgicas por parte
de Occidente en el momento en que se realice la deseada comunión completa con la
Sede de Pedro—, el hecho de que en Occidente mismo y en una archidiócesis tan
próxima a Roma no se haya realizado tal fenómeno coopera a descubrir la
presencia del Espíritu Santo en la reforma litúrgica posconciliar 261. Además,
la supervivencia y el incremento que la liturgia ambrosiana está hoy adquiriendo
con la reforma posconciliar se están igualmente convirtiendo en estímulo de
salvación y potenciación de una sensibilidad
pastoral-catequético-litúrgica que desde hace siglos caracteriza la
actividad del clero y de los seglares ambrosianos (cofradías ayer, grupos de
animación eclesial hoy; catequistas, institutos e instituciones, etc.).
1. LITURGIA AMBROSIANA: CONCRETIZACIÓN DE LA ÚNICA PERENNE TRADICIÓN LITÚRGICA.
La liturgia ambrosiana, en su conjunto, convalida una serie de leyes
propias de la tradición litúrgica perenne, la cual, mediante formas especiales,
se encarna en tradiciones particulares.
a) Ley del aumento del depósito eucológico. Por
sus contactos con otros centros eucológicos, así como por las reformas y
revisiones a las que se ha visto sometida por factores internos o externos, la
liturgia ambrosiana ha venido purificándose de elementos ya superados, pero
enriqueciéndose al mismo tiempo con nuevos formularios litúrgicos. Mas existe
también el reverso de esta ley: tal vez el incremento ha sido sólo
cuantitativo (y no cualitativo); tal vez se ha degradado la calidad ambrosiana
en un como allanamiento hacia una uniformación (especialmente) con la liturgia
romana en el campo de la heortología (fiestas del Señor, de la Virgen María,
conmemoraciones de santos), de los formularios eucológicos y de las perícopas
escriturísticas.
b) Ley de la autodeterminación litúrgica,
propia de las diversas encarnaciones del
depositum liturgicum ambrosianum en las culturas sucesivas dentro del área
geográfica donde estaba en vigor tal depósito. Reflexionando sobre los hechos,
se llega a tomar conciencia de que cada parte culturalmente homogénea de
la iglesia universal goza de un derecho de autodeterminación en materia de
expresividad litúrgica, de acuerdo siempre con la competente autoridad de la
Sede Apostólica, mediante la cual se realiza la comunión con todas las demás
iglesias locales y se salva el depositum fidei. El inciso
culturalmente homogénea, así como la acepción que se atribuya al término
cultura, puede dar lugar a un equívoco. En el contexto ambrosiano,la cultura
abraza lo que podemos llamar la ambrosianidad, de la que nuevamente se
está tomando una conciencia refleja"' y en la que se están vitalmente insertando
las supervivientes memorias de la ambrosianidad tanto de la liturgia como del
rito. Ahora bien, si es cierto que la Trinidad no necesita de las fórmulas
cristalizadas de una determinada cultura y que la objetividad del culto no
aumenta ni disminuye con una mayor o menor belleza, elegancia o adaptación de
las fórmulas expresivo-litúrgicas, también es cierto que los fieles tienen
necesidad de todo eso. La santa iglesia ambrosiana ha tenido siempre esta
ley y la ha concretado en ese crear y recrear, fundir y refundir, reformar y
revisar la propia liturgia, si bien no siempre lograra obedecer a los principios
de una sana ambrosianidad litúrgica. De ella, sin embargo, y en última
instancia, el responsable es el archiepiscopus mediolanensis, maestro de
ceremonias de la liturgia ambrosiana.
c) Ley de las diversidades expresivo-litúrgicas como contraprueba de la
veracidad de la viva tradición ambrosiana.
El hecho de que las fórmulas expresivas de la liturgia
ambrosiana, aun dentro de sus diversidades, jamás hayan desaparecido,
antes bien hayan seguido vivas, es ya una prueba de su ortodoxia. El sarmiento
separado de la vid muere: en el centro de la liturgia está la acción de
Cristo, única siempre en todas las liturgias legítimas y existentes en el seno
de la iglesia universal. Polifacetismo de manifestaciones locales
significa unidad en la multiplicidad. Lo cual, como un paradigma propio
del cristianismo, se ha realizado y es realizable en el caso de la liturgia
ambrosiana. Mas la ley de que hablamos tiene .también su reverso:
la multiplicidad de las expresiones litúrgicas, confrontadas entre sí, urge
la revisión de las mismas con miras a su clarificación o agilización. En esta
dirección se han movido algunas revisiones o reformas a las que se ha sometido
la liturgia ambrosiana en el transcurso de los siglos. Ya hemos recordado y dado
a entender cómo se tiende hoy a desarrollos amplificativos y a limitaciones
simplificadoras, signos de una vitalidad con que crece y se robustece la
liturgia ambrosiana.
2. LA TEOLOGÍA
LITÚRGICA AMBROSIANA, CON MIRAS A UNA ESPIRITUALIDAD AMBROSIANA. Globalmente,
el conjunto eucológico, ceremonial, estructural de la liturgia ambrosiana
aparece como una liturgia viva girando en torno a unos ejes que son a su vez
fuente de vida.
a) El punto de apoyo de la tradición. Los textos
litúrgicos ambrosianos, como los de toda liturgia digna de este nombre, se
inspiran ante todo en la sagrada escritura, ya que la liturgia es el lugar
privilegiado para la actuación eclesial de la palabra de Dios [t Biblia y
liturgia]. Se inspiran igualmente en el pensamiento de los padres y en una
tradición sellada por la autoridad y santidad de tantos obispos milaneses, con
Ambrosio a la cabeza de todos ellos. La eucología ambrosiana de ayer y de hoy
bien puede definirse como una eucología bíblico-patrística: por el filtro
del pensamiento patrístico, la palabra de Dios pasa a nuevos cauces. Esta vis
traditionis ecclesiae ambrosianae hace de la "iglesia ambrosiana no una
simple circunscripción administrativa, sino una verdadera y propia iglesia
particular, cuya dignidad, prerrogativas y peculiaridad fundamenta.
b) El punto de apoyo de la experiencia. Comprender
la teología litúrgica ambrosiana en el ámbito de la experiencia significa que
los verdaderos motivos de la supervivencia de la liturgia ambrosiana (sean éstos
conocidos o desconocidos, reflexivamente perceptibles o emotivamente vividos) se
han de buscar en la voluntad de transmitir, salvándolos, algunos filones en los
que se encarnara el depositum fidei; que las motivaciones de ciertos
fermentos metodológico-catequéticos y temático-pastorales han de buscarse en el
deseo de inmunizar al pueblo cristiano contra errores bien concretos que
circulan en el ambiente que rodea a la liturgia ambrosiana [-> supra,
1, 2, b]. Vale ello tanto para
hoy como para ayer. De esta manera, la liturgia ambrosiana descubre las raíces
más profundas de su existencia en los mismos frutos que ha producido en hombres
vivos y en fieles practicantes.
c) El punto de apoyo de la comunión con otras iglesias locales.
En la parte histórica no hemos
tratado de las "emigraciones" de clero milanés a España (s. vi) o a Palestina
(s. vil), o de tantos obispos que, también últimamente, ha dado la iglesia de
Milán a otras iglesias; ni hemos hablado del movimiento misionero (por ejemplo,
en el siglo pasado, el clero enviado por Milán a las misiones de Oriente —del
que nacerá el PIME—; y hoy, la misión ambrosiana en Zambia, Africa); ni hemos
podido hablar de instituciones (como los oblatos de Rho) que han recorrido y
beneficiado a las diócesis (no sólo) más próximas.
Al concluir, queremos recordar aquí que, si ha recibido influencias de otras
liturgias (romana, galicana, hispano-visigótica, céltica,bizantina,
copto-alejandrina), la liturgia ambrosiana ha ejercido también sus influjos (en
la romana y en su reciente reforma, en la hispano-visigótica, en la galicana,
etcétera); incluso, estudios más particulares (y todavía en curso) están
demostrando lo particularmente fecundo, comunicativo y sintonizante que ha sido
su influjo en otras iglesias locales. Hecho éste que evidencia cómo la vida de
la iglesia, siendo una, se encarna y se diversifica en las distintas iglesias
locales. Y así es como, a través de cambios cultuales (y de otra índole),
fomentan dichas iglesias la verdadera comunión. Es más que natural que la
misma fe lleve a orar de la misma manera. Sin embargo, aunque las fórmulas
expresivo-litúrgicas sean diversas —y es deseable que lo sean—, la comunión
radical entre las iglesias es elemento de unificación que lleva a confesar,
profesar y celebrar esa misma y única fe.
Bien es verdad que a veces se ha confundido la comunión con la
conformación a unos mismos usos y maneras expresivas. Pero no es vano
recordar que en la conformación está siempre presente la imitación,
la cual puede constituir un primer estadio de comunión y, desde el punto de
vista litúrgico-expresivo, el primer estadio de la creatividad; no, la imitación
no está nunca en oposición con la encarnación histórica del perenne depositum
fidei: imitando se transmite fielmente.
En la escuela de la historia de la liturgia ambrosiana —es decir, tanto desde
los flujos, influjos y reflujos de la misma en otras liturgias como desde la
comunión entre la iglesia ambrosiana y las demás iglesias— se debe,
pues, afirmar que cambios recíprocos y comunión habrán de reflejar la
paritariedad en la veracidad. Con otras palabras: es necesaria o esencial la
convergencia en la verdad. La misma actual reforma litúrgica ambrosiana ha
respetado tal enunciado al utilizar una metodología equidistante tanto,
de una acrítica asimilación a o de la liturgia romana (o de otras), como
de la mezquina y estéril conservación, que más se parecería a un museo
arqueológico que a la expresión orante de una liturgia viva.
De la vitalidad de la liturgia ambrosiana, atestiguada por la comunión de la
iglesia milanesa (que celebra y vive su propia liturgia) con las demás iglesias,
brotará la necesidad misma de potenciar cada vez más eficazmente la
espiritualidad ambrosiana. Espiritualidad ambrosiana significa
compenetración cualitativa entre liturgia e instituciones de la
archidiócesis de Milán. De igual manera, la espiritualidad ambrosiana exige
sinergia y sintonía con las demás iglesias locales, no sólo con las
geográficamente limítrofes, sino también con todas aquellas con las que está
católicamente en comunión.
Se comprende, en este contexto, por qué aun hoy algunas parroquias no
pertenecientes ya a la archidiócesis milanesa utilizan la liturgia ambrosiana:
lo cual no significa conservación de un residuo histórico (arqueologismo
litúrgico), sino más bien una sana y abierta perspectiva de comunión
eclesial. En efecto, la universalidad de la iglesia local y la perennidad de
la liturgia caminan a la par. Por una parte, la iglesia. local
trasciende las dimensiones espaciales para alcanzar la universalidad de los
lugares (catolicidad en sentido etimológico y real): así, y en última
instancia, sería justificable una eventual reextensión de la liturgia ambrosiana
más allá de sus límites actuales, es decir, a lugares donde ya en el pasado se
usaba y de los que, por causas ajenas a ella, fuera expulsada. Por otra parte,
la liturgia ambrosiana, como manifestación de una iglesia local, trasciende
igualmente los límites del tiempo para alcanzar así en el tiempo mismo la
perennidad propia del sacerdocio de Cristo, único y sumo mediador (unicidad
del culto), perennidad que se actualiza en la concreta existencia de la
liturgia ambrosiana, que, por eso, goza de la indefectible promesa de Cristo a
su iglesia, que viene realizándose y concretándose en las liturgias locales no
sólo existentes actualmente (in esse), sino incluso en su devenir
(in fieri).
A. M. Triacca
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formazione dagli inizi al sec. IX (Archivio ambrosiano,' 5), Milán 1953;
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liturgici ambrosiani, en Anamnesis
2, La liturgia. Panorama storico generale,
Marietti, Turín 1978, 201-217.-REVISTAS:
Rivista Diocesana Milanese (= RDM), 1910 ss. Pero sobre todo Ambrosius,
1925 ss. Nacida como "Bolletino liturgico ambrosiano", en 1960 se
convierte en "Rivista liturgico-pastorale",
posteriormente, en 1970, pasa a ser Rivista
pastora/e ambrosiana.
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