domingo, 1 de septiembre de 2013

LOS BALCANES.

Cascos azules españoles en Mostar, Bosnia, en 1995. Cascos azules españoles en Mostar, Bosnia, en 1995.
 
Desde principios del siglo XIX, el califato otomano fue perdiendo poder y territorios. Era un imperio caracterizado por la diversidad religiosa que se mezclaba con las diferencias étnicas y culturales. Esta diversidad la heredaron los países que surgieron de sus cenizas, pero solo en algunos casos y en ocasiones ha derivado en conflicto.
La guerra de los Balcanes dividió a Yugoslavia. Las comunidades étnicas y culturales que habían convivido en paz hasta 1990 se enfrentaron violentamente y la religión sirvió para identificar a los distintos grupos.
Los eslovenos y los croatas, ambos mayoritariamente católicos, se escindieron de los serbios ortodoxos, crearon estados propios y expulsaron de su territorio a la mayoría de los que eran diferentes a ellos. Las familias se separaron y mucha gente perdió sus hogares.
Pero los conflictos más terribles se produjeron en Kosovo y en Bosnia. En Bosnia convivían bosnio-croatas católicos, bosnios musulmanes y serbo-bosnios ortodoxos. En Kosovo compartían territorio musulmanes de origen albanés y serbios ortodoxos.
La violencia, los asesinatos y la llamada «limpieza étnica» fueron tan terribles en estas zonas que fue necesaria la intervención armada de las Naciones Unidas y de la OTAN para detener el conflicto. Todavía hay soldados de diferentes nacionalidades en la zona y el odio entre aquellas comunidades perdura.

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